Carta a una Colombia herida

Oscar Olivera

La tristeza es una de los sentimientos que la naturaleza nos ha otorgado para expresar nuestros momentos, momentos que el amado pueblo colombiano y de otras partes del mundo hemos tenido a los largo de nuestra historia, de nuestras luchas, de nuestras derrotas…

El dolor es otro de esos sentimientos, cuántas veces hemos llorado por un hermano, una hermana, un padre, una madre, un campesino, una campesina, niños y niñas, jóvenes, muertos en el conflicto.

Nos derrota el miedo, la venganza, la impostura, el fascismos, el manipuleo de la comunicación y la información y nos derrota el desánimo de mucha gente que ya no cree en nada, ni siquiera en ella misma, esos hermanos y hermanas que votaron por el NO.

Pero no es una derrota para que nos paralice, nos desanime, nos quite la alegría y la esperanza, aceptar así este episodio, en esta sacrificada, digna y generosa lucha del pueblo colombiano,sería una traición a nosotros y nosotras mismas, como personas, como colectivo, como comunidad.

Los y las que tuvimos el privilegio de estar unos cuantos días, unas cuantas horas, de manera intensa, humana y alegre previos al plebiscito, nos sentimos ciudadanos colombianos y colombianos, nos sentimos parte de esa comunidad en construcción, ahora nos declaramos que somos parte del territorio llamado Colombia, no sólo hermanados con su gente, su cultura, sus formas organizativas, sino también como parte de ese entorno de ríos, de árboles, de montañas, de cielo y nubes, de agua y ciudad también.

A los hermanos y hermanas de los Acueductos Comunitarios, de las veredas y corregimientos, de las ciudades y calles a todas aquellas y aquellos que nos encontramos para sembrar y trasplantar esperanza, para dejar correr por los acueductos la energía y la generosidad de la gente sencilla y trabajadora para que podamos irrigar con nuestra sangre y el agua de páramos y ríos y tengamos la ineludible responsabilidad de abonar un suelo fértil, con nuestro esfuerzo cotidiano y colectivo, que nos permita cuidar y cosechar la Alegría y la Paz que tanto necesitamos en nuestros territorios, en nuestras comunidades, en nuestras almas, les decimos, nos decimos que… la lucha continúa.

Este día, después de ayer, no sólo en Colombia, sino en los ojos y corazones de los pueblos del mundo, que estuvieron puestos en nuestra amada Colombia, nos deben dejar ver que la Paz se construye desde abajo y desde afuera de este sistema e institucionalidad que nos miente, nos oprime, nos asesina, nos despoja.

Ya hemos aprendido que la única forma de vencer al miedo es no sentirnos solos ni solas, para eso es necesario re-constituir los lazos de confianza mutua, re-poner los valores de solidaridad, reciprocidad, respeto, transparencia, complementariedad, generosidad, de establecer, cada vez con mayor fuerza, nuestra armoniosa relación la naturaleza, porque de ella venimos y a ella volveremos.

No estamos solas ni solos, hermanos y hermanas de Colombia:

Los indígenas del TIPNIS, las mujeres en contra de la minería en Bolivia, los Mapuches y estudiantes chilenos, los usuarios del transporte de Rio de Janeiro y Sao Paulo, los hermanos y hermanas de Cajamarca en el Perú, los Yukpa en Venezuela, los hermanos y hermanas de la CONAIE, nuestros queridos hermanos y hermanas, maestras y maestros, estudiantes y jóvenes en nuestro México lindo y querido; los ciudadanos y ciudadanas de Uruguay contra la mega minería, los valientes defensores del territorio en el sufrido Paraguay, las luchas de pobladores por el agua en El Salvador, Guatemala, Honduras, las valientes mujeres y ancianos de la herida Nicaragua queriendo recuperar su Revolución; las Madres de Ituzaingó -un barrio obrero de la periferia de Córdoba, rodeado de campos de soya- luchando con el dolor del cáncer de sus hijos; pueblos y sindicatos luchando por la autonomía y emancipación en varias partes de nuestros Territorios, todas estas luchas, todos y todas, perteneciendo a movimientos aparentemente diversos, lejanos: no dejan de ser una sola lucha, la lucha por la Paz, por el Amor, por la Alegría, por la Justicia, por la Felicidad y la lucha en contra de la guerra declarada por el DESPOJO de nuestros bienes comunes, de nuestros territorio, de nuestra cultura, de nuestras Voces, de nuestras palabras, de nuestro sentimientos. Un DESPOJO establecido por los dueños de las armas y el dinero, los dueños del odio y el desprecio, los que ostentan el monopolio de matar y decidir, los que pretenden condenarnos a un presente sin futuro, a un pasado sin memoria.

Los enemigos de nuestros Pueblos son los mismos, no sólo por el nombre de las grandes Corporaciones, de los grandes Bancos, de los que venden armas sino también los gobiernos, en todas partes en nuestra América, los Estado-gobiernos de todos los colores, que de todas maneras tiñen de oscuro y rojo nuestros campos, nuestras calles, nuestras escuelas, nuestros cuerpos, entregando nuestros territorios a esos dueños del mundo.

Pero nosotros NO ESTAMOS SOLOS NI SOLAS, nuestras broncas son las mismas, nuestras sangres son las mismas, nuestras montañas y valles son los mismos, nuestros ríos y selvas son los mismos; los hijos e hijas que luchan son nuestros y nuestras, nuestros padres y madres, abuelas y abuelos, son los mismos porque nuestra Madre es la misma, somos hijos de ella y por eso SOMOS HERMANOS Y HERMANAS, los quechuas y mapuches, los aymaras y guaraníes, los afro descendientes y mapuches, los náhuatly yukpas, los maestros y maestras de los campos y las ciudades, los pobladores de las barriadas de nuestras ciudades, los estudiantes de nuestras escuelas y universidades, las mujeres y hombres de las calles: Hermanas y Hermanos de Colombia…no estamos solos ni solas!!

Sus tristezas son nuestras, sus dolores son nuestros, sus miedos son nuestros y su lucha por la Paz y… sus sueños también!!

Nos acompañan nuestra historia, nuestros presos y presas, nuestros asesinados y asesinadas, los padecimientos compartidos, nuestros horizontes que colectivamente vamos construyendo, en esas barricadas, en esas marchas, en esos gritos, en esas lágrimas, en esos encuentros, donde todos nos convertimos en uno solo. Por eso sabemos que nuestras luchas tienen un tejido común: las ganas de vivir a plenitud, de ser íntegramente mujeres, hombres, niños y ancianos de verdad; con Alegría, con Paz, con Esperanza, con Rebeldía, para construir, para construirnos, en el Camino, en el trabajo, en la organización, en la lucha.

Que la confianza mutua derrote el miedo

Que la alegría derrote la tristeza

Que la generosidad derrote la venganza

Que lo comunitario derrote al individualismo

Que la Paz derrote a la Guerra

Porque la Alegría, la Paz y la Rebeldía se construyen desde abajo, Carajo!!

Desde los Valles de Cochabamba-Bolivia, un 2 de octubre del 2016 al día siguiente del plebiscito en Colombia

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2 Respuestas a “Carta a una Colombia herida”

  1. QUE HAY TRAS DE ESA HISTORIA. SI EN LOS ACUERDOS SE COMPROMETEN EN ACABAR CON LA POBREZA Y OTRO PROBLEMAS ESTRUCTURALES QUE PADECE EL PAÍS COLOMBIANO, ME PARECE BIEN HABLAR DE PAZ, PERO SI NO SE MEJORAN LAS CONDICIONES SOCIALES DE LAS CUALES SURGE EL CONFLICTO SE ME HACE QUE ES UNA FARSA TAL PAZ…

  2. Miguel Angel Garcia Rojas

    Ni miedo, ni tristeza aun a pesar de los acontecimientos cotidianos, el sentimiento une esos corazones de alegre rebeldía, alejados o no,
    existen en los mas humildes, en aquellos que aprendemos día a día, aquellos que luchan ante tantas injusticias, aquellos que nos motivan, aquellos a los que seguiremos juntos hermanados y acompañados, intentaremos cambiar esta nuestra realidad hoy perdida, para nacer otra patria digna. Que las palabras de esta carta, se queden, como lo que uno algún día expresarà, pero ya siendo parte integra de esas luchas, de ese amor, de esa lucha por la paz y contra las injusticias.

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