Ayotzinapa: seis años de impunidad

Tlachinollan

Iguala, Guerrero, 27 de septiembre de 2020

No sólo es escribir con la plumilla sino escribir en la piedra con tinta de la misma vida, para el día que llegue la victoria a mi vida, sea más que una simple historia, una leyenda. (Julio César Mondragón Fontes, estudiante asesinado en la noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero)

Han pasado seis años de impunidad. La justicia sigue entre las telarañas del poder. “Da rabia que les estén destrozando la vida a nuestros muchachos cuando lo único que quieren es estudiar”. Parece un largo camino aún para el esclarecimiento de los hechos ocurridos en la noche de Iguala.

A seis años de la desaparición de 43 estudiantes normalistas y tres asesinados, madres y padres culminan su jornada de lucha con ofrendas florales en las estelas, donde en su momento yacían los cuerpos de Julio César Mondragón Fontes, Julio César Ramírez Nava y Daniel Solís Gallardo.

El 26 y 27 de septiembre de 2014 a Julio César Mondragón Fontes le habrían “arrancado los ojos después de que fue golpeado, causándole 40 fracturas en todo su cuerpo y con ello la muerte”. Cuando un grupo de estudiantes señalaba con piedras los casquillos, diversas corporaciones policiacas abrieron fuego contra ellos, seguramente desde el más alto nivel de gobierno se dio la orden de matar y desaparecer estudiantes. Las balas que hacían su recorrido prescrito hirieron de muerte a Daniel Solís Gallardo y a César Ramírez Nava; otra bala llegó contra Aldo Gutiérrez Solano, quien se mantiene en coma hasta el día de hoy. Cabe decir que docenas de personas más fueron heridas.

El gobierno del estado de Guerrero, en ese entonces estaba de gobernador Ángel Aguerre Rivero, asegura que envió diligentemente personal para rescatar a los estudiantes, sin embargo, cuando llegaron personal de la Fiscalía General del estado de Guerrero los estudiantes se resguardaban en casas de algunos compañeros oriundos de ahí y de otras personas para protegerse.

El caso de Julio César Mondragón Fontes quiso ser aislado del caso Ayotzinapa, incluso se criminalizó diciendo que participaba activamente con el grupo delictivo de Los Rojos. Las investigaciones siguen empantanadas. “En un inicio las autoridades dijeron que como familias no querían que se hiciera la necropsia de ley, pero como familia de Mondragón Fontes estuvo abierta a cualquier investigación”. La diligencia llevada a cabo no se realizó bien, por lo que fue necesaria una segunda necropsia solicitada por sus familiares y el Equipo Argentino de Antropología Forense para determinar que la causa de su muerte fue producida por más de 40 fracturas en todo el cuerpo: costillas, vértebras, cráneo, mandíbulas y, posteriormente, el desollamiento de su rostro; con esto, también, pudo comprobarse que está herida facial no fue producida por la fauna. “Al día de hoy han sido liberados una parte importante de los implicados en el caso bajo el argumento de haber sido torturados”, dijo Bernabé, hermano de Julio César Mondragón Fontes, asesinado en 2014.

Los familiares de los estudiantes asesinados hacen parte de la misma exigencia de las madres y padres de los 43 al gobierno de López Obrador. Doña Bertha Nava, madre de Julio César Ramírez Nava, normalistas asesinado en aquella noche tétrica, menciona que hay contradicciones en el dialogo del gobierno cuando sigue habiendo represiones en contra de los estudiantes de las normales rurales”. Su reclamo es por el asesinato de sus hijos, su tesoro más preciado; es por la indignación del arrebato de la vida de tres estudiantes que caminaban siguiendo sus sueños de convertirse en maestros, alfabetizar sus comunidades y crear conciencia para evitar el saqueo de los recursos de los pueblos. Exigen justicia por tres jóvenes que no merecían ser asesinados, que tenían una vida por delante.

Para las madres y padres de los 43, caminar lejos de sus comunidades, de sus familias, de sus otros hijos, ha sido muy difícil. Siguen en una lucha incansable para encontrar ya sus hijos y hasta que los responsables materiales e intelectuales paguen por la desaparición de sus hijos. El dolor de la ausencia ignota mantiene una herida abierta, el recuerdo de esa noche habita la cotidianidad haciendo preguntas como ¿dónde está? ¿ya comió? ¿cómo está?

La justicia y la verdad sigue siendo un reto en un México de los y las desaparecidas. La angustia sigue y la desesperación es grande, pero lo es también la esperanza y el amor hacia sus hijos.

Publicado originalmente en Tlachinollan

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