En Malvinas Argentinas, la localidad en las afueras de Córdoba, Argentina, están en pie de alerta. El 30 de diciembre último, el fiscal de la causa que la multinacional inició contra los vecinos cordobeses que tienen parada la construcción de la planta en su localidad, ordenó el desalojo del “acampe”.

Víctor Chiapero, el fiscal, resolvió que en un plazo de 24 horas de notificados los manifestantes, debían “permitir la libre circulación y el ingreso de personas y cosas en el predio de la empresa Monsanto”.

La gente del Acampe se negó a hacer caso a la intimación de la justicia cordobesa, pero saben que eso implica una alerta que no pueden ignorar: “Esto es lo mismo que un desalojo encubierto al bloqueo, por eso es imprescindible que nos acerquemos a reforzar esta medida de lucha”

Lo primero que hicieron fue intentar anular ese fallo en la justicia. Les fue negado. Entonces, emitieron la alerta, para que todo el mundo esté al pendiente, ya que no es ni el primer intento de desalojo ni la primera amenaza de fuerza que se vive en las afueras de Córdoba, un lugar que se ha convertido en puntal en la lucha contra los cultivos transgénicos, pero sobre todo contra los agrotóxicos y el daño a la salud de las poblaciones circundantes.

El bloqueo está instalado desde hace dos años alrededor del predio que Monsanto eligió para instalar la Semillera más grande que pretende tener en el sur del continente americano. Lo que la multinacional dice es que sus semillas transgénicas necesitan ser “curadas” en ese espacio a puro agroquímico. Lo que dicen del acampe es que la semilla es sana y no necesita ser curada de nada, y que ese curado implica el uso de miles de litros por día de herbicidas, fungicidas y pesticidas. “Monsanto sólo siembra muerte y mentira. Monsanto se va o se va ¡ya!”, sentenciaron en su comunicado.