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“A la par de la lucha y la confrontación, construimos el mundo que queremos”: Un Salto de Vida

Gloria Muñoz / Desinformémonos

Fotos: Ligia García Villajuana

El Salto, Jalisco. La espuma blanca con residuos tóxicos que baja de la cascada de El Salto inunda el ambiente. Aquí se respira muerte. El río Santiago, refugio natural de generaciones pasadas que nadaban y pescaban en sus aguas, lucha por sobrevivir, a pesar de que más de 250 empresas continúan vaciando sus residuos en este ex paraíso natural. Lo increíble es que en medio de la pestilencia pueda nacer vida y Un Salto de Vida se esfuerza porque así sea.

Video: María Antonieta de la Puente

 

El pasado 7 de septiembre Pavel Zulyandziga, cabeza del grupo de trabajo sobre Empresas y Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidad (ONU), visitó El Salto y calificó de “catástrofe” y “tragedia ambiental”, la contaminación del río Santiago. “El río ya lleva mucho tiempo contaminado, la gente sigue viviendo ahí y cada vez es más difícil para ellos porque esta contaminación afecta a su salud y la salud de sus hijos”, declaró. “El olor”, dijo, “es tal que cualquiera que ni siquiera sea experto, puede entender que algo horrible está pasando ahí”.

Del Estado la población ya no espera nada. Más de diez años luchando porque las empresas dejen de verter sus residuos tóxicos han dejado como saldo dos plantas tratadoras de agua que “han sido una burla” para todos. A un lado de la cascada de El Salto, en Juanacatlán, el gobierno se atrevió a montar un mirador turístico con bancas blancas y un parque con juegos infantiles sobre el hedor y las nubes de espuma tóxica. “Más burla no se puede”, dice Enrique Encizo, de la Asociación Un Salto de Vida.

La juventud en El Salto no conoció las bondades de sus aguas, pero sí la lucha por su recuperación: “Nosotros creemos que un río es el eje de la vida y si el río esta dañado nosotros también”, dice Sofía mientras amamanta a su hijo y junto a su compañero Alan limpia un predio en el que, en las alturas del Cerro de las Cabras, plantan árboles que rescatan de las orillas del río.

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“Para nosotros”, dice Sofía, “la lucha es cotidiana, no es un hobbie al que queramos dedicarle un tiempo de nuestra vida. Desde que amanece pensamos en lo que queremos hoy para nuestra vida, cómo lo queremos y, aunque no siempre se dialogue, se van dando situaciones que nos hacen lograr nuestros propósitos. La lucha es cotidiana, la búsqueda de alternativas, la lógica de transformar es en todo”.

Más de 600 muertes se asocian a la contaminación del río Santiago en la última década, además de miles de personas enfermas vinculadas a la inhalación de los humos industriales. La devastación, cuenta Encizo, data de los setentas, década en la que empezaron a llegar las industrias al sur de Guadalajara, la segunda ciudad más grande de México. Multinacionales de la electrónica, laboratorios farmacéuticos, plantas químicas, industrias automotrices, entre otras, violan las normas ambientales y tiran sus desechos tóxicos al río, a los que se suman las aguas residuales de Guadalajara, capital del estado. Más de mil distintos contaminantes, entre ellos arsénico, mercurio y cromo, se vierten en el río considerado el más contaminado de México.

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Revertir esta situación, lo saben los habitantes después de una década de denuncias y movilizaciones, no vendrá del gobierno, sino de lo que logre la sociedad para, por un lado, presionarlo internacionalmente, y por otro “hacer cosas en lo cotidiano”, pues como dice Alan, “no debemos esperar a que alguien llegue y limpie el río para ir cambiando día con día”. La reflexión del colectivo, explica, “es que eso es sólo una parte de la lucha por transformar y construir lo que queremos”.

Para Sofía Encizo uno de los mayores logros de Un Salto de Vida “ha sido recuperarnos a nosotros mismos en lo individual. Para nuestros padres y abuelos el río fue un eje de vida. Ellos crecieron sin preocuparse por la comida porque el río les daba de comer, y además les daba diversión y felicidad. Eso los hizo personas diferentes, libres. Nosotros, en cambio, hemos tenido que construirnos otra vida”.

Desde el Cerro de las Cabras, también conocido como el Cerro de la Cruz, se observa la ciudad entera de El Salto. Aquí, la asociación Un Salto de Vida siembra vida recuperando algunas especies endémicas propias de la región y que se han ido extinguiendo. “Plantamos huamúchiles, árbol muy socorrido cuando da frutos, y nopales xoconostle, que se habían extinguido de todo el territorio”, cuenta Encizo, mientras limpia la hierba que se acumula en el lugar.

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Las especies naturales se extinguieron principalmente por la fragmentación del territorio. El Cerro de las Cabras, por ejemplo, era ejidal “y por desgracia se fragmentó, como muchas otras tierras”. Este es el último pulmón del pueblo y una defensa natural contra “unos mega tanques llenos de gasolina y diésel de Pemex que, si algún día explotaran, el cerro sería una barrera”.

La vista panorámica a El Salto es espectacular. Ya son más de 20 mil habitantes, pues el crecimiento urbano ha sido rápido y grande. Ya no hay espacios planos, las casas llegan hasta el río y rodean los cerros. “Yo crecí aquí y como siempre fuimos pobres le rascábamos a todo lo que diera el cerro: nopales, huamúchiles, camotes, agüilotes. Aquí en el cerro se vendían tunas pequeñas, a sólo cinco centavos. Entre este cerro y el Río Santiago giraba la vida”, relata Enrique, de 58 años.

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Un Salto de Vida nace de la depredación del río, cuando empezaron a morirse los peces y las personas. “Ya no podíamos jugar, pescar, nadar. Empezamos a ver eso y a preguntarnos qué hacer, nos organizamos e iniciamos con cosas diferentes. Decimos que no nos ha ido muy bien porque no ha cambiado mucho la situación, las empresas siguen trabajando en las mismas condiciones, y por eso decidimos hacer otras cosas, como plantar los árboles y los nopales. Dar vida en medio de la muerte”.

La estrategia en esta década se modificó. De las movilizaciones pasaron a las acciones. Dedican ahora parte de su esfuerzo a la siembra de árboles y al crecimiento de un vivero, porque “si van a hacer una carretera, un fraccionamiento o lo que sea, los árboles van a estar porque son la resistencia”.

El Estado, afirma tajante Enrique Encizo, “miente”. Y “empiezas a darte cuenta de que todo es una gran farsa, que el Estado no está interesado por los pueblos y en su vida, que esto es una guerra contra nosotros ,porque en el fondo están todos sus intereses”. Ante esta realidad, “lo que decidimos fue hacer cosas diferentes y más prácticas, sobre todo con los chavos. Tenemos, por ejemplo, la idea de hacer un filtro gigante para el río, porque el agua tiene arsénico y mierda. Debemos tomar la defensa, el cuidado, luchar con lo que tenemos en nuestras manos, y en esas andamos”.

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¿Conoces a Santi?

Son las iniciativas de la sociedad civil las que están tomando el problema en sus manos. Además de sembrar en el cerro y mantener el vivero en la ciudad, van a las raíces, es decir, a la concientización en los niños de lo que significa el río y las consecuencias de la contaminación. “¿Conoces a Santi?”, es el nombre de la campaña que el Colectivo Ecologista Jalisco en coordinación con Un Salto de Vida y otras organizaciones llevan a cabo. Se trata, explica Xavier Romo, de una campaña “de educación y comunicación ambiental en torno a la problemática del río Santiago, con el enfoque en los tóxicos”, y se lanza a finales del mes de septiembre de 2016.

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“Santi” es la representación del río y la campaña consiste en una serie de talleres y actividades educativas en las escuelas, para abordar desde una óptica diferente la problemática ambiental del afluente. Los materiales, relata Romo, “se enfocan en tener un mayor reconocimiento de los tóxicos que están presentes en el río”. El tema es conocido y politizado, “pero hacía falta un tratamiento más directo sobre los tóxicos y su naturaleza. La campaña trata de poner de manera clara, con un método pedagógico, la presencia de estas sustancias en el río. Se abordan los aspectos de la vigilancia, la seguridad, los impactos en el ecosistema y la salud y las limitaciones de la normatividad mexicana sobre el tema”.

A través de la campaña ¿Conoces a Santi?, los niños y adolescentes tendrán acceso en las escuelas a una exhibición fotográfica, infografías y videos, con el fin de que “nazcan en ellos opiniones expresadas con escritos, fotografías y otros proyectos que desarrollarán y que se recogerán para fortalecer el trabajo”, explica el integrante del Colectivo Ecologista, quien abunda en la desconfianza en la información producida desde el Estado.

El río y los agrotóxicos

El río nace en el lago de Chapala, el más grande de México, tiene una longitud de mil 281 kilómetros, que lo hace el segundo más largo del país. Y también el más contaminado. Su cuenca abarca más de 76 mil kilómetros cuadrados, y cubre parte de los estados de Jalisco, Aguascalientes, Zacatecas, Nayarit, Guanajuato y Durango. Antes de llegar a Guadalajara, el río Santiago forma la cascada del Salto de Juanacatlán, conocida antes como el Niágara mexicano.

El Salto, cuenta Encizo, es la típica colonia inglesa. La fundó una empresa y a su alrededor construyeron las casas, la tienda de raya, la cantina y la vida cotidiana de un pueblo que se levantó hace unos 100 años.

La industria llegó en la década de los setenta y desde ese momento se fue perdiendo la sombra del río. Empezaron a morir los peces, las ranas, las culebras, los patos. Y después los árboles, las plantas. Y las personas. Las enfermedades llegaron para quedarse: cáncer, diabetes, insuficiencia renal, además de múltiples padecimientos gastrointestinales, respiratorios y conjuntivitis.

La gente, dice Enrique, empezó a decir que la vida dejó de ser real, cuando los jóvenes empezaron a enfermar y a morir, el territorio fue devastado y el río vaciado, pues le sacaron todo lo que tenía.

Hasta la fecha el 80 por ciento de la contaminación del río es por los residuos que descargan la industrias y 20 restante por las aguas fecales de los pueblos circundantes. Las empresas pusieron sus drenajes de cara al río y lo llenaron de agrotóxicos, metales pesados y cianuro. Lo llenaron de muerte y desesperanza. A la indignación y la lucha de la gente el gobierno respondió con dos plantas tratadoras de aguas que sólo trata nitratos y fosfatos pero deja los metales pesados intactos. Son mil 90 contaminantes dispersos, de los cuales 980 aparecen esporádicamente, dejando más de 100 de manera permanente. No se ataca la raíz, sino las consecuencias.

Tejiendo esperanza

La urgencia de “construir algo distinto a lo que nos ha tocado vivir como pueblo” mueve al joven Alan. “Me mueve también la esperanza”, dice, y eso los lleva a vivir en colectividad. Hoy siembran lo que se llevan a la boca para que sean sanos y regados con agua limpia.

“El espíritu de Un Salto de Vida es recuperar la memoria, y ahí encontramos la alternativa de vida. El modo de vida de las últimas décadas no es digno para la gente, y por eso retornamos a lo que se hacía antes pero nuevas miradas e ideas propias. Parte de eso está no someternos a un trabajo que nos quite el tiempo y la energía para transformar las condiciones, y construir lo que nosotros queremos”.

En el Cerro de las Cabras siembran en la época de lluvia, mientras mantienen “al pendiente en el vivero que se ha construido en los últimos cinco años y donde producen especies nativas. “Disfrutamos esa parte de estar en contacto con la tierra, los árboles, con lo que uno verdaderamente depende para vivir”, dice Alan.

A Sofía, estrenada como mamá hace apenas un año, lo que más le gusta “es estar con las plantas”. Diferencia sus preocupaciones de las de sus padres, y reflexiona sobre “ese desarrollo malentendido en el que cambiaron los huaraches por los tenis, y dejaron de ser pescadores para ser obreros”, mentalidad que “nos destruyó y nos formó para ser trabajadores en una empresa”.

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“Nuestra tarea ahora”, dice, “es desarmar esa lógica que se nos ha impuesto, de que debemos depender del dinero. Hemos logrado vivir con un mínimo de dinero y nos damos cuenta de cómo se pierde el valor de esa necesidad creada. La vida es más fácil cuando cortamos unos rábanos de nuestro huerto, cuando sembramos nuestros alimentos. Es aprender a vivir de una forma diferente a la que se no ha impuesto como normal, única y necesaria. Es romper las estructuras para ser feliz”.

Sofía, sin embargo, se sabe “una persona más triste”, porque “te das cuenta que al ser más ingenuo, tienes más esperanza en las cosas, pero cuando tienes el panorama completo, es más difícil creer. Antes, cuando era más joven, pensaba que podía ser muy fácil transformar y hacía talleres, salía a las calles, les enseñaba a los niños la memoria del río, les contaban historias de los viejos. Pero colectivamente es muy triste ver que la gente renuncie a lo ya creado”.

La impotencia es mucha porque “todos conocemos el problema, lo olemos, lo sabemos, nos da un chingo de rabia, mentamos madres en silencio y queremos transformar, pero es bien difícil romper con ese cuadrito de comodidad de lo que el mundo nos brinda superficialmente. Me desespera cuando dicen que nos apoyan, que van a hacer algo, pero en la sintonía de ser convocados y no autoconvocados”.

Alan y Sofía saben que no pueden aislarse y trabajar únicamente con quienes piensan como ellos. “Es importante no desprendernos del mundo en el que estamos, no crear una burbuja, porque eso inmoviliza”, reflexionan. Por eso combinan su trabajo en el campo con el seguimiento a las acciones del Estado y el estudio sus nuevos planes de despojo y exterminio. “Son cosas que nos frustran, pero que tenemos que hacer para construir lo que queremos”. También hacen denuncias y “nos andamos peleando con los empresarios”, tarea que combinan con los llamados Tours de Horror, que se organizan una vez a la semana con alumnos de las escuelas, principalmente de Guadalajara, a quienes llevan a la presa de Las Pintas, a donde llegan los desechos de la zona sur de la ciudad, y es el límite de Guadalajara, Tlaquepaque y Tlajomulco. Otro punto es el Parque del Castillo, en el que pueden ver toda la zona industrial; el tercer punto es la presa de El Ahogado, donde desechan sus residuos la mayoría de las industrias. El tour termina en la cascada de El Salto, donde “se habla del poder que ofrece el río al pueblo, sobre lo que había antes y después de la Conquista, y también de la nueva conquista industrial”.

En 10 años de trabajo, Un Salto de Vida ha reforzado la idea de oponerse “decididamente a la mercantilización de la tierra, del agua, de las semillas, de los alimentos, de la naturaleza y de la vida humana”. La disyuntiva es clara: “continuar el camino del capitalismo, la depredación y la muerte o emprender el camino de la armonía con nuestro territorio y el respeto a la vida”. Optan por lo segundo. Y “a la par de la lucha y la confrontación”, se dan tiempo para construir el mundo que quieren habitar.

DesinfoTV: https://desinformemonos.org/a-la-par-de-la-lucha-y-la-confrontacion-construimos-el-mundo-que-queremos-un-salto-de-vida-3/

Fotoreportaje: https://desinformemonos.org/a-la-par-de-la-lucha-y-la-confrontacion-construimos-el-mundo-que-queremos-un-salto-de-vida-2/

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