Historias Fractales

Fernanda Vallejo

A contrapelo de la narrativa oficial

Foto: Colectivo de Artes Populares La Changa

En medio del anonimato y extrañamiento al que ha sido condenada la población Quiteña, cuando las organizaciones barriales fueron cooptadas por los cacicazgos electorales, nuevas generaciones se organizan en los barrios para seguirle disputando sentido al territorio de cemento, cocinando nuevas culturas a partir de las traídas por sus padres y madres. Reclamando el derecho a una ciudad que les pertenece, el derecho al teatro, la música, la danza, las vías, el acceso a alimentos sanos traídos directamente por familias productoras, el derecho a recrear los sabores tradicionales y los nuevos que con ellos se pueda preparar. Llevan rato retejiendo relaciones de cercanía, de barrio, donde la gente se conoce, se cuida y zurce sus identidades rotas. Son muchos colectivos, están por todas partes, algunos llevan décadas, otros son más recientes, todos se encuentran con frecuencia y comparten sus aprendizajes. Todos están en barrios populares, le hacen a las artes y las esparcen entre sus vecinos; le pelean al poder que impone el auto su derecho a la vía, al espacio público, a las áreas verdes donde sembrar la comida; uno a uno se han metido en iniciativas de comercialización justa y directa de producto campesino agroecológico, porque comer sano no puede ser privilegio de pocos.

En el sur de Quito, el Colectivo de Artes Populares La Changa (que significa pierna, que representa el movimiento) pedalea desde hace seis años, abriéndole paso a la bici entre los coches. En marzo, cuando estalla la crisis del covid, se movilizan para repartir raciones de ayuda alimentaria y se encuentran con agricultoras/es de la comunidad de Toacaso, provincia de Cotopaxi, encontraron que se necesitaban y complementaban, desde entonces comercializan y abastecen de alimentos saludables y diversos, a las familias en cuarentena. Los entregan a domicilio en bicicleta por todo su barrio y vecindades aledañas. Las cosechas agroecológicas de Randy Mikuna (así se llama la asociación de Toacazo: Randy de randimpak, que es dar y recibir; y Mikuna, que es alimento), libres de agroquímicos y llenas de agrodiversidad son armadas en canastas desde al comunidad, así llegan a la sede del colectivo, desde donde se reparten. Empezaron cargando las compras en mochilas, lo que dificultaba el equilibrio de ciclistas, el peso en la espalda era duro, y tampoco podían llevar muchas canastas por vez. Con la ayuda de su vecino “Caliche”, mecánico de oficio, acomodaron unos remolques móviles para las bicis, primero alquilados y luego ya los compraron, así los “changueros” resolvieron las dificultades en la carga de canastas, llevan más, van más lejos, y tienen una pinta que encanta entre la vecindad. Así, cada jueves se los ve recorriendo calles, parques, condominios, llevando producto para que la gente no salga, no se contagie. Los pedidos se hacen por teléfono y whatsapp, (es posible arrancarle a la tecnología global un cachito de gestión autónoma), muchos pagan por anticipado, otros al rato de la entrega. Los changueros descubrieron que la mayor parte de pedidos son hechos por hijos para que les llegue a sus papas viejitos, otros son parientes que migraron y desde el exterior ayudan con el mercado semanal a sus familiares que se quedaron sin trabajo, sin su venta, sin su salud. Ahora, realizan mandados y entregas por el barrio, “dan pagando” las cuentas, “dan retirando” papeles, “dan haciendo” -como decimos por acá-, todos los menesteres de calle que muchas personas solas, mayores, o con dedicación total a los cuidados de otros, no pueden hacer, por falta de tiempo o por ser vulnerables ante el contagio. El “delivery” adquiere un sentido muy otro cuando lo hacen este grupo de chicos y chicas.

En Toacazo, provincia de Cotopaxi, en plena reserva de los nevados Ilinizas y a pocos kilómetros de Quito, las comunidades no pararon de trabajar, de cultivar, de cuidar sus animales, de velar por sus ojos de agua. Autogestionando su cuarentena, a sabiendas de que no contarían con servicios de salud ni protección alguna de parte del Estado, cerraron sus accesos al tránsito de foráneos, organizaron su ayuda mutua para garantizar que a nadie le falte alimento, coordinaron con comunidades de otros pisos ecológicos con las que siempre han mantenido tratos y lazos de reciprocidad, activaron las comisiones que bajo la dirección de sabios y sabias desempolvaran y difundieran consejos de prevención y curación con medicina ancestral, reglas firmes consensuadas en asamblea. Nadie sale nadie entra.

Aunque la subsistencia básica estaba garantizada, la producción de leche o de hortalizas se estaba pasando, la necesidad de ingresos se acumulaba, faltaba la venta semanal de la que vive la mayoría de familias.

Norma y Milton son parte de una generación que recuperó la agricultura diversa y agroecológica, fueron promotores y debían predicar con el ejemplo, poco a poco el árido suelo del terreno que compraron para sembrar, fue recuperando vida y fertilidad; desde el 2010 ya no dependen de ningún insumo, fertilizante o agrotóxico en su producción, ellos forman parte de la asociación Randy Mikuna, que articula a unas 30 familias de la comunidad que producen agroecológicamente y comercializaban en ferias de Latacunga hasta antes de su cierre, por la pandemia. Luego de encontrarse con el colectivo La Changa y de obtener un permiso especial de la comunidad, salen madrugadito cada jueves a dejar sus canastas de productos en el sur de Quito. Para ello organizan la entrega de cosecha de las familias, con ellas lavan, clasifican, pesan y empacan cada producto con dedicación y cuidado. En el terreno de Milton y Norma, las familias de la asociación construyeron con mingas un centro de acopio, ahí se encuentran, se capacitan, organizan el trabajo de todas y todos, aprenden unos de otros. Y ahora, perfeccionan el sistema de pedido que reciben de Quito, para que no falte nada, para que nada se malogre en el camino, para que los pesos estén correctos, para que los precios sean justos.

Esta cotidiana tarea que es su fuente de ingresos, disputa sin aspavientos al supermercado, el abastecimiento de alimento sano de amplios sectores populares; le arrebata sin pretensiones el monopolio de la comida, y sin más armas que el trabajo honesto le planta cara a la especulación y a los intentos de crear falsa escasez. Y lo hacen, encontrando sus semejantes en la ciudad, por canales propios autogestionados y respetuosos.

A contrapelo de la narrativa dominante, que oculta su quehacer devastador y de muerte, imponiendo su historia como si fuese la de la humanidad entera; las historias de creación y de vida se reproducen cotidianamente y por todas partes en un ejercicio de restauración cósmica, como las mínimas unidades fractales que por más pequeñas que sean proyectan la figura completa del mundo que realmente es, aunque no se le permita.

Prestar atención a esas historias, nos proporciona claves importantes para sobrellevar la incertidumbre, el sinsentido, esa sensación de indefensión creciente, esa falta de posibilidad de futuro e incluso ese tufillo a muerte que nos inunda. Nos devuelve un sentido de largo plazo y continuidad, da cuenta de la serena tarea necesaria que se hace día a día, confrontando el desasosiego. Hoy más que nunca, merecen ser contadas.

*Antropóloga, acompaña comunidades campesinas e indígenas en sus búsquedas, reflexiones y ejercicios de autodeterminación y vida digna.

Fernanda Vallejo

Antropóloga, acompaña comunidades campesinas e indígenas en sus búsquedas, reflexiones y ejercicios de autodeterminación y vida digna.

2 Respuestas a “A contrapelo de la narrativa oficial”

  1. Bravísimo Genial Felicidades Fernanda !!!Ojalá sigas por siempre fortaleciendo a la Bionarrativa de la Resistencia Libertaria Autónoma Cooperativista Anticapitalista Antipatriarcal Antiextractivista Antirracista Antineoliberal EcoSocialista!!!! Por un Mundo donde quepan muchos mundos que comulguen con la Defensa de la vida de nuestra Sagrada Madre Naturaleza !!!Sigamos Desinformándonos contra las bestias inmundas Capitalistas Homicidas Ecocidas Suicidas!!!

  2. muy interesante, vi un documental sobre la misma situacion en el cerro rico, el Potosi, donde las mujeres hacian el trabajo de recolectar los minerales residuales, muchas viudas por el trabajo insalubre que acababa con la vida de sus maridos prematuramente. En ese punto rescato las experiencias de trabajo cooperativo y organizacion de las mujeres en contextos tan dificiles y que nos muestran otro camino. Saludos a Fernanda de un colega antropologo aca en Argentina

Dejar una Respuesta a fer

Haz clic aquí para cancelar la respuesta.

Otras columnas