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A 30 años del atentado a Pinochet: el día que pudo cambiar la historia de Chile

Jonathan Vera / Marcha

El domingo 7 de septiembre de 1986 Chile se acercaba a cumplir 13 años bajo el yugo de la cruel dictadura cívico-militar encabezada por Augusto Pinochet, instaurada por medio de un golpe militar que derrocó al presidente Salvador Allende y que impactó profundamente en la sociedad chilena con miles de fallecidos, torturados y exiliados, todo bajo el auspicio del Departamento de Estado norteamericano.

La dictadura había encaminado una restauración liberal sin precedentes en nuestro continente, instalando un sistema económico bajo la premisa de las “ventajas comparativas” del país: devoluciones de empresas nacionalizadas a los empresarios, bajar los aranceles a las exportaciones al 10 por ciento y la profundización de las exportaciones de materias primas. En términos políticos, el dictador avanzaba en la refundación de país, creando una nueva Constitución política, buscando con ella la legitimidad que jamás tuvo en las calles del país.

Pero la profundidad de las reformas económicas propiciarán el cierre de numerosas fabricas y la quiebra del sistema bancario chileno, dejando tras de sí una crisis económica que logro lo impensado hasta ese momento: miles de chilenos comenzaron a salir a las calles a protestar pidiendo la salida del dictador en largas jornadas de protesta nacional, muchas de las cuales se convirtieron en una carnicería tras el accionar de los medios represivos.

Es en este contexto cuando el Partido Comunista chileno, tras la pérdida de dos direcciones completas a manos de los organismos de seguridad del régimen y abandonado sus propios miedos, decide apostar por todas las formas de lucha para derrocar a la dictadura, impulsando de esta forma la creación de un aparato especial destinado a la realización de acciones de propaganda armada y hostigamiento a la dictadura. El objetivo, promover la rebelión popular que permitiría derrocar a Pinochet y devolver la democracia al pueblo chileno: nace de esta forma el Frente Patriótico Manuel Rodríguez  (FPMR) en diciembre de 1983.

FPMR: antorcha de rebelión

Voladuras de torres de alta tensión, hostigamientos a cuarteles policiales y militares, recuperaciones a bancos y armerías fueron parte del cóctel que esta organización ofreció al país y la izquierda chilena, prendiendo la antorcha de la rebelión, mostrando algo de fragilidad en el hasta entonces incólume régimen de Pinochet.

Con una mística y una impronta revolucionaria propia, el FPMR fue dejando atrás el derrotero de la izquierda tras la feroz razzia dictatorial, promoviendo la rebelión popular en cada una de las jornadas de protesta nacional y apoyando con acciones a un pueblo que comenzaba su despertar.

Dentro de dicha estrategia se planteaba el año 1986 como el “año decisivo” para derrocar al régimen militar. Dicho proceso comenzaba con la internación masiva de armas traídas en un carguero cubano, desembarcadas y guardadas en barretines en la localidad costera de Carrizal, en pleno desierto de Atacama.

Lamentablemente, los esbirros del tirano se percataron del hecho y descubrieron parte de la operación, dejando para las fotografías posteriores los más de 3.500 M16, kilos de TNT y otros insumos que los americanos habían dejado abandonados en su huída desde Vietnam, y que habían sido traídos para liberar a esta nación del cono sur de la tiranía capitalista.

Pero la tarde del 7 de septiembre de 1986 marcaría un antes y un después en la dictadura militar: tras meses de seguimiento y preparación, 21 fusileros del FPMR interceptaron la columna del dictador en la cuesta Las Achupallas ubicada en el camino a San José de Maipo, localidad rural donde Pinochet tenía una de sus casas de descanso.

Aproximadamente a las 18:30 horas de ese domingo, los 21 fusileros, distribuidos en 4 grupos abrieron fuego contra la comitiva de seguridad del dictador, compuesta de dos motoristas y cinco vehículos (entre ellos dos Mercedes Benz blindados). Desatando todo el arsenal de combate con el que contaban, los frentistas dieron cuenta de la comitiva, falleciendo en el lugar 5 escoltas del dictador y dejando 11 heridos, pero fallando en el objetivo más importante: el Mercedes blindado del dictador no logra ser destruido por los cohetes Law (muchos de estos fallaron aquella tarde) y su chofer logra huir del lugar, dejando a la operación siglo XX sin lograr el objetivo.

De ahí en más la dictadura chilena no logro ser la misma. El hecho encendió las alarmas no solo en los círculos de derecha y los sectores de centro, sino también en el departamento de estado norteamericano, acelerando con esto la salida pactada entre los opositores moderados al régimen (Democracia Cristiana y Socialistas renovados) y los militares, aislando de esta forma al partido comunista y a la izquierda revolucionaria, que miraba atónita como se iba imponiendo, de la mano de Washington, la impunidad, el neoliberalismo y la democracia tutelada.

A más de 30 años de ese hecho, los 21 frentistas que levantaron su fusil contra el tirano pagaron caro su osadía: muchos de ellos fueron detenidos y torturados por la dictadura. Otros fueron detenidos durante el gobierno de la transición democrática acusados de terroristas, siendo muchos de ellos delatados por ex compañeros de militancia acomodados al modelo neoliberal privatizador que sigue gobernando por más de 4 décadas el país. De aquellos fusileros, algunos cambiaron sus penas de cárcel por penas de extrañamiento, siendo a la fecha, exiliados por la democracia que ellos mismos lucharon.

En agosto de 1993, Mauricio Hernández Norambuena, el comandante “Ramiro” participante del atentado al tirano, fue detenido por el ajusticiamiento de Jaime Guzmán en 1991 (fiel colaborador de Pinochet, ideólogo de la Constitución de 1980 y senador a la fecha de su asesinato). Tras pasar meses tras las rejas, este diseño y protagonizo junto a otros 3 compañeros del FPMR la huída en un helicóptero de la cárcel de alta seguridad el 30 de diciembre de 1996. El combatiente más emblemático del FPMR volvía a la libertad, que su país le negaba, pese a la lucha dada en contra del tirano.

Pero  “Ramiro “ es detenido en Brasil el año 2002 por el secuestro del empresario Washington Olivetto y condenado a 30 años de presidio en la Penitenciaría Federal de Catanduvas bajo un régimen carcelario denominado disciplinario diferencial, imposibilitado de realizar lecturas ni recibir visitas, con solo dos horas de luz al día. El estado chileno ha hecho oídos sordos a las peticiones de amigos y familiares para favorecer el traslado del comandante Ramiro a Chile, petición hecha incluso por la extrema derecha chilena, con el fin de que cumpla la condena por el atentado y posterior muerte de Guzmán, en calidad de autor intelectual.

En su destino vemos el final de la salida pactada a la dictadura chilena, donde los culpables son los dueños de los fondos de pensiones de los chilenos, pagando jubilaciones de hambre a miles de compatriotas; los torturadores son dueños de empresas de seguridad y los delatores son hoy diputados, senadores y ministros de gobierno; mientras “Ramiro” y sus compañeros, viven recluidos o en el exilio, lejos de la patria por la que lucharon, con aciertos y errores, criminalizados y condenados al olvido por un pueblo chileno que recién comienza a sacudirse del pacto neoliberal y empieza a ocupar las calles para reclamar una vida digna y justa para todos.

Quizás hace 30 años no se logró liquidar al dictador, pero si algo dejó en claro el FPMR es que vale la pena intentar las hazañas por la liberación del pueblo.

Texto publicado en Marcha.org.ar por Jonathan Vera desde Chile

http://www.marcha.org.ar/30-anos-del-atentado-pinochet-el-dia-en-que-chile-casi-fue-distinto/

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