Pensar en voz alta la justicia y la paz

Pietro Ameglio

Elecciones 2018: ¿votar para que aumente la guerra o por una posibilidad de paz?

En nuestro artículo anterior, reflexionábamos acerca de dos aspectos que nos parecían centrales en la actual coyuntura electoral: el primero se refería a que “el estado del poder en México es la guerra” (ahora con una variante político-electoral, dentro de la guerra de exterminio masivo que nos atraviesa desde el 2007). En estos últimos meses tendría razón Clausewitcz con su afirmación que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”, y esperaríamos que a partir de julio prevalezca la afirmación de Foucault: “la política es la continuación de la guerra por otros medios”. Pero en ambos casos, política y guerra operan desde lógicas similares, cuando se trata de acumular poder y explotar: el fin justifica los medios; hay que cooptar o eliminar al enemigo que no nos permite apropiarnos de algo que deseamos; se polarizan y estigmatizan los bandos y quedan al desnudas públicamente las identidades sociales de cada uno.

Reflexionábamos también, como un segundo aspecto a tomar en cuenta en nuestra actual situación electoral, que para evitar que aumente la parte de la guerra en su mayor violencia, urgía que la reserva moral nacional -sea como masas organizadas y movilizadas, que como liderazgos con mayor poder social- expresara en forma pública, clara y con determinación moral frente a las autoridades un “¡Alto a la Guerra!”.

Los partidos del poder, la clase política y sus círculos de aliados, empezando por los medios y empresarios, han reiterado continuamente -como una forma de explicar tamaña debacle de su legitimidad moral y electoral- que la población mexicana tiene un gran hartazgo y no debe dejarse llevar por él, para no caer en un voto irracional y peligroso para el futuro. Falso y una subestimación clasista más hacia el pueblo. La población tiene una gran “indignación”, “rabia”, frente a su gobierno y la clase política en el poder, está atravesando una toma de conciencia importante acerca de que se necesita un cambio “real”, aunque no sea radical, y ha asumido una clara reflexión -totalmente racional- acerca de la única alternativa mínimamente coherente por su pasado, que garantiza al menos un intento de cambio. Bien decía Hannah Arendt: “La rabia no es en absoluto una reacción automática ante la miseria y el sufrimiento…la rabia brota allí donde existen razones para sospechar que podrían modificarse esas condiciones y no se modifican”. Es exactamente lo que nos está pasando en este Grito Masivo de Indignación nacional actual, que se suma a otros recientes: “¡Ya basta!”, “¡Estamos hasta la madre!”, “¡Fue el Estado!” o “¡No al Gasolinazo!”.  

Este artículo no pretende ser “neutral”, pero tampoco nace de una ideologización ni de ciegas simpatías personales, sino que es fruto de una reflexión racional que intenta ser objetiva con base en la experiencia personal e histórica, la memoria y el conocimiento científico acerca de los procesos de paz, que son mi disciplina. Va dirigido también a quienes han decidido votar, a quienes no lo harán los entiendo perfectamente y respeto. Pero me manifiesto por la necesidad de votar en esta elección, de poder tener al menos una pequeña esperanza de un “respiro o resquicio” frente a la guerra.

Meade: el despojo neoliberal y la criminalización del activismo social.

En el segundo debate, el candidato del PRI -Meade- acusó de “secuestradora” con una impunidad, ignorancia y violencia brutal a la comandanta Nestora Salgado de la Policía Comunitaria de Olinalá (Guerrero), perteneciente a la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Policía Comunitaria (CRAC-PC). Hemos tenido el privilegio por años, de conocer -directa e indirectamente- el gran valor, ejemplo, originalidad, dificultades y lucha heroica de la CRAC contra la represión-penetración gubernamental y delictiva. Por ello nos produjo una gran indignación, como una de las acciones más viles, impunes y humanamente miserables que hayamos visto en los últimos tiempos, y nos mostró asimismo una clara fotografía del tipo de guerra hacia la cual el poder se estará orientando particularmente en este mes.

La base de la publicidad sobre Meade, y su infinita “auto-modestia”, se han cansado de mostrárnoslo como un candidato “honesto”, que puede “probar sus ingresos”, que es una “buena persona”, incluso como el “más chingón”…Ahora, en cambio, ha quedado al desnudo esta falsedad sobre su identidad moral y que está dispuesto a permitir cualquier bajeza (“Haiga sido como haiga sido”), con tal de cubrir en el poder la corrupción de quienes lo pusieron allí y continuar con el modelo social y económico de la guerra neoliberal: pasó por encima de las instituciones de justicia que ya han exonerado a Nestora reiteradas veces en primera instancia; expuso la vida de ella y su familia al “señalarla” como blanco fácil -frente al Estado y a la delincuencia organizada- de ser culpable de algo totalmente falso, reactivando incluso judicialmente el caso; usó fuentes testimoniales -que ni siquiera se han presentado a ratificar sus denuncias en 4 años- para acusarla sin ninguna verificación de criterios de verdad; ignoró instancias internacionales de primer nivel como la ONU y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que han declarado a Nestora presa política y han pedido medidas cautelares para ella desde el 2015 y el 2016… ¿Esto es lo que hace una “buena y honesta persona”?

¿Qué más hay detrás de estas acusaciones, respecto al impulso de la guerra y al despojo territorial? Las comunidades autónomas, indígenas y campesinas de México como las zapatistas, Cherán, Ostula, parte del territorio de Guerrero con la CRAC, wixárikas… son los únicos territorios en este país que pueden decir que han logrado controlar, en parte, la penetración del delito organizado a partir de fuerzas comunitarias organizadas desde su cultura y asambleas, ante el abandono o complicidad del Estado con las fuerzas delincuenciales. Entonces, hay un claro mensaje de que no se está dispuesto a explorar otras formas de seguridad y paz que no sean las de una “´paz armada”, como la que ha servido para proliferar la violencia y el delito por todo el país, y que además están dispuestos a criminalizar y castigar en modo impune a cualquier forma de activismo social comunitario, autónomo de los pueblos indígenas, campesinos, urbanos o barrios que se organice y rebele.

Nos indignó también la manipulación, vileza e ignorancia con que se estigmatizaron los procesos de “re-educación” que la CRAC ha implementado en estos años. Se trata de formas sumamente profundas de reinserción social y comunitaria de las personas que han cometido alguna falta, basadas no en el castigo corporal expiatorio o moral, sino en la “reconstrucción humana y comunitaria” de esa persona, a través de trabajos y vida comunitarios, de inserción familiar, de organización colectiva. Consideramos estas experiencias, frágiles pero reales, como caminos importantes para la humanización de nuestra especie, fin último de la paz.

Anaya al Grito de Guerra y Paz Armada.

Anaya en su mensaje final del mismo debate, mostró hacia dónde iría su estrategia actual: “La paz no es sólo la ausencia de conflicto: es justicia, es libertad, es felicidad. ¡Vamos juntos a recuperar la paz!”. Nos indignó también escuchar a este candidato hablando de una idea de “paz positiva y justa”, donde se pueda “salir a la calle con tranquilidad…saber qué voy a comer mañana…tener motivos para sonreír”, siendo que ha sido en todos estos dos últimos sexenios impulsor central del modelo económico neoliberal de las reformas estructurales que tienen en enorme pobreza al país, defensor de la “paz armada” militarista, de la Ley de Seguridad Interior, de esta guerra de exterminio. Jamás ha dicho ni hecho nada contra todo esto, ni en favor de las víctimas de la guerra ni de los pobres del país, y ahora se le “ocurre” hablar de paz con justicia, sin la más mínima memoria ni coherencia con sus prácticas y discursos anteriores. Bien decía Gandhi al hablar de paz y noviolencia que estas se basaban en la “verdad”.

López Obrador: una posibilidad de Paz con Justicia Social

No sabemos ni creo que sepan sus equipos bien cómo será su propuesta de paz para el país, pero seguro  no se basará en la militarización, la siembra de la inseguridad y el modelo neoliberal. Entre otras ideas, han usado la de construir una “amnistía” hacia los actores más empobrecidos y cautivos del delito organizado. Como se ha reiterado, no está clara la idea y se deberá discutir nacional e internacionalmente, pero confiamos que nada tiene que ver con la impunidad y el perdón a los capos. Los procesos de paz en la historia siempre han sido atravesados por situaciones de amnistías, una de las  más conocidas fue la de Mandela en Sudáfrica a fines del siglo pasado, no es original ni escandalosa la propuesta; sin acciones que tiendan a alguna forma de reconciliación y reinserción social, la guerra es inacabable.

Lo que sí consideramos que es muy probable que se dé en este otro enfoque de paz, es que al menos AMLO y sus equipos intentarán decididamente que haya justicia legal y social enfrentando la corrupción y la impunidad, lo que ya es muchísimo en nuestro país, donde las fuerzas que promueven la paz armada operan de hecho una permanente amnistía total, por la impunidad a políticos, empresarios y delincuentes. Creemos que se intentará también que sea una paz con dignidad, al basarse en parte en otro tipo de modelo económico que favorezca mejores salarios, la repartición más justa de ganancias, al mercado interno y algún margen de autosuficiencia. Particularmente, esperamos que haya más políticas en favor de los más pobres, campesinos e indígenas, jóvenes, mujeres y ancianos. Ese apoyo a los sectores más desprotegidos, en lo personal creo que es un valor central para decidir el voto, pues López Obrador es el único candidato que puede hablar a los pobres en su lenguaje, que es respetado por ellos porque puede igualarse desde su mismo origen de clase media baja-popular, y ha sido solidario desde joven con ellos a través de acciones y luchas concretas. Es también, en parte, una elección de clase social.

Bien decía Gandhi: cuando dudes de una decisión piensa en la persona más pobre que conozcas y piensa en qué le va a beneficiar lo que harás, y si no le va a servir de nada, no lo hagas.

¿Votar por la Paz o la Guerra?

México es un país con 10 mil 395 asesinatos en los primeros 4 meses del año (un promedio de casi 90 al día), con una cifra ya mayor al mismo periodo del año pasado, que a su vez fue el año con más asesinatos de los últimos 20. Con 37 mil 435 desaparecidos, según el propio gobierno, de los cuales 6 de cada 10 son jóvenes. En mayo, por ejemplo, han sido asesinadas 21 personas (17 por razones políticas; 3 periodistas y 1 activista social) y desaparecidas 4 (3 por causas políticas y 1 por DDHH).

Frente a estos datos de la violencia en el país, y a la intensificación de un nuevo frente de la guerra en lo político-electoral, con una cantidad brutal de asesinatos políticos (más de 100 desde septiembre) y declinaciones de candidaturas por amenazas, de criminalización del activismo social y descalificaciones entre candidatos, era que reflexionábamos que la reserva moral de la sociedad debía expresarse con más radicalidad moral en el espacio público, frente a las instituciones (empezando por SEGOB y el INE) y poderes políticos que actúan impunemente.

En cambio, la que sí se está haciendo cada vez más presente pública y descaradamente es la “reserva (in)moral” a favor de la guerra y el despojo: Krauze retoma –sin ningún dato sólido- su tesis del “mesías tropical” comparando el proceso de López Obrador al de líderes que define como populistas de América Latina (olvida al principal partido: el PRI), llegando a afirmar que su refundación del Estado se “hace con daño severo, a veces definitivo, a las costumbres, instituciones, leyes y libertades propias de la democracia”. En un país con las cifras de exterminio que acabamos de compartir y con la debacle más profunda de su historia contemporánea en la legalidad y legitimidad del gobierno, este escritor asocia estos “peligros” antidemocráticos a quienes buscan cambiar de régimen, sin haber dicho nunca nada contra esta guerra y corrupción total en estos largos años, e ignorando que la situación tan negativa que describe es precisamente la que existe con el actual gobierno mexicano, que no sería  “populista”. Al final de su artículo en el “New York Times”, asociándolo a un “mal muy nuestro” señala arteramente que “hay un caudillo populista en la Casa Blanca”. Se necesita verdaderamente cinismo para tratar a Trump de populista y compararlo a AMLO, cuando el único fin del presidente norteamericano es gobernar y expropiar todo lo posible para una minoría de empresarios cercanos y más que rapaces, y nada a favor de los pobres.

Otro intelectual de esta misma “reserva”, Gabriel Zaid, en otro artículo en “Reforma” se burla de la edad, diciendo que hay riesgo que le dé un segundo infarto a López Obrador, olvidándose en su patético y discriminatorio argumento de presidentes como Mandela, Mujica y Pertini, que ejercieron tan ejemplarmente el poder con más de 10 años que AMLO.

A esa misma “reserva (in)moral” de ataques para conseguir votos a favor de la prolongación de esta guerra social, económica y política, se suman los spots, cartas y “reuniones informativas” de algunos de los mayores empresarios del país hacia sus empleados, donde –disfrazadas de información útil para realizar un voto razonado- les advierten a sus empleados del “riesgo de perder sus empleos” si gana López Obrador.      

Es verdad que en esta elección se confrontan dos modelos de régimen político, dos modelos de economía, pero también dos modelos de paz y seguridad. En un país atravesado por semejantes hechos de guerra, claro que la paz es un tema central para decidir por quién votar. Resulta altamente paradójico que las autoridades y sus aliados en el poder, en los sectores empresariales e intelectuales, en los medios, crean que será un “voto irracional, engañado por el mesianismo o el hartazgo” el que una inmensa mayoría de la población rechace de raíz “seguir igual”, en este modelo socio-político-económico de “paz armada”, militarización y despojo económico neoliberal. Todos estos mismos sectores, empezando por el propio presidente hace 15 días (seguido de la CNDH, de los empresarios…), aceptan que el modelo de seguridad y paz ha fracasado.

Dos candidatos, ligados al poder (Meade y Anaya) no han hecho nunca ni dicho en campaña que harán algo diferente de fondo respecto de este modelo, representan ambos completamente el modelo actual de paz armada. El otro modelo es una posibilidad aún, pero no cabe duda que parte de presupuestos y acciones muy distintos. También dependerá, en parte, de las luchas y presiones de la sociedad civil organizada el que pueda avanzar más la justicia y parar la impunidad y la guerra. Es la diferencia entre la gran ilusión y la pequeña esperanza.  

Pensamos que pocas veces en nuestra historia reciente, un voto está tratando de ser más “razonado” y consciente -desde la historia y la experiencia actual-, al grado incluso de derrotar al aterrorizamiento y la cooptación oficial y de sus aliados.

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