¡ Cómo es triste la prudencia !

Gloria Muñoz Ramírez y Alejandro González Ledesma Foto: Teatrovalleoccupato.it

Roma, Italia. En el centro de Roma, a unos 30 metros del Senado, se levanta uno de los primeros teatros que vieron nacer el espectáculo de la ópera. Es el teatro Valle, construido en 1727, majestuoso e histórico, cerrado por los recortes a la cultura en 2010 y ocupado desde el 14 de junio de 2011 por artistas, técnicos, directores de teatro, bailarinas y activistas, que partir de ese momento reencendieron las luces y levantaron el telón con espectáculos, conciertos, talleres, montajes y cientos de actividades que se realizan todos los días de manera autogestiva.

El grupo de ocupantes del teatro Valle se encuentra en el vestíbulo haciendo una asamblea. Es pleno verano y las actividades no paran. Discuten la autogestión del espacio que ocupan desde hace un año cuando –recuerdan en entrevista colectiva con Desinformémonos–, entraron con la idea de mantener la ocupación por tres días, como medida de protesta por los recortes presupuestales a la cultura: “Nos organizamos política y artísticamente para quedarnos unos días, para difundir la cuestión de los derechos, el modo de vida y los salarios de los trabajadores del teatro, pues desde hace 20 años no hemos tenido voz en este país. Esta es la sorpresa, que los tres días iniciales de la ocupación se volvieron ya más de un año. Todos los días hemos trabajado algo: obras de teatro, conciertos, asambleas públicas, asambleas de trabajadores del espectáculo, cursos universitarios, proyecciones de películas no vistas en otros circuitos, laboratorios, locuras con cien sellos».

El entusiasmo es desbordante. Nadie pensaría que un espacio histórico podría estar ocupado « ilegal pero legítimamente » durante tanto tiempo. El calor en Roma rebasa los 35 grados y afuera del teatro decenas de personas comparten en un pequeño bar. Son los ocupantes y los espectadores, los artistas y técnicos, los directores de cine y teatro, los músicos y la gente de a pie que convive en esta comunidad formada al calor de la organización y de las innumerables cuestiones que el sostenimiento de semejante empresa representa.

Los retos son muchos pues, refieren, « lo estamos ocupando y gobernando, haciendo mucho más de lo que se hacía en este teatro antes de que estuviera ocupado, trabajando la comunicación, la organización y toda la técnica que requiere un escenario como este, con una programación cotidiana que está hecha para que los artistas que vengan aquí sostengan la lucha ».

Se trata de conectar el Valle nuevamente con la ciudad, como en el origen del teatro en Grecia, con « la conciencia de que somos parte de un proceso constituyente en varios niveles: la gestión, la colaboración entre artistas y personas que antes no se conocían y, sobre todo, el saber poner a un lado el propio ego para construir una cosa común. A más de un año de la ocupación sabemos que estamos construyendo algo y le estamos dando estructura y contenido a las cosas que forman parte de este proceso ».

Se trata, en resumen, «de construir en nuestro país una forma de política a través de la cooperación, la horizontalidad y formas de democracia directa. El primer punto es lo que tenemos en común con los movimientos globales, como el Occupy de Estados Unidos, las plazas de España, la Primavera Árabe y, por supuesto, la insurrección cultural italiana. Estos movimientos se caracterizan por la protesta, el conflicto y la capacidad de construir una alternativa. Esta es nuestra respuesta a la crisis, y a la austeridad que nos imponen como estilo de vida ».

En Italia el tema de los bienes comunes vincula a buena parte del movimiento anticapitalista. La ocupación del Valle, refiere Ilenia, « no es sólo la solución para un teatro, sino el camino para un sistema distinto, a través de la participación de la ciudadanía, del autogobierno de los trabajadores del teatro, tal como lo hacen los trabajadores de la tierra en América Latina ».

El teatro está más vivo que nunca. La cartelera ofrece en agosto la proyección de cuatro películas « en busca de actores » como parte del laboratorio de experimentación teatral conducido por Danilo Nigrelli; además de una noche de swing, un monólogo cómico y música napolitana. La entrada tiene un precio sugerido de cinco euros, pero si no se tienen el ingreso es gratuito.

Lo que se expresa aquí, explica Laura, actriz ocupante, «es otra idea de la cultura y de la democracia. Discutimos mucho sobre los lenguajes, sobre la contaminación del teatro y del cine, y encontramos nuevos modos para producir y crear. También está la parte económica, que no significa no sólo generar ganancias, pues para nosotros es necesario inventar modos para que la riqueza sea redistribuida, inventar formas de trabajo diferente. Nosotros lo estamos haciendo por un lado a través de formas populares de acción, pero también a través de luchas con otras organizaciones para recuperar economías públicas, porque todos los gobiernos europeos están cortando los fondos para la cultura, la educación y la salud».

El teatro de cuatro pisos por los que –se dice–  alguna vez caminó Mozart, fue innovador desde su nacimiento y motivo de escándalo porque los actores, a principios del siglo XX, entraban y salían de la escena al estilo Bertolt Brecht, sigue dando de qué hablar. Nuevamente rompen categorías y barreras entre la música, el teatro y la danza, regresando a un lugar donde se mezclan los géneros. Se trata de actores, escritores, compositores y bailarines unidos «lo que es muy raro en Italia, pues se trabaja en pequeñas compañías aisladas ».

Otra de las tareas es lograr su reconocimiento como trabajadores del teatro, «en un mundo en el que se piensa que se ejerce esta actividad por hobby y no se reconoce todo el trabajo que hay detrás ». Un reto más es «devolver el teatro a la sociedad, buscando construir una formación que sea clásica pero sobre todo horizontal y de intercambio de saberes. Se trata de hacer participar a la sociedad en el proceso creativo y que a lo mejor alguien descubra que tiene talento, que no sólo venga al espectáculo, aplauda y se vaya ».

La diferencia de este tipo de acciones con las ocupaciones de centros sociales de los años noventa, es que no se toman lugares abandonados, sino lugares vivos del proceso de la cultura. Ocupar no significa bloquear la producción, sino sacarla adelante, restituirla a la gente y gobernar el proceso. Ilenia explica que estas ocupaciones «no se dan en lugares marginales, sino incluso en el centro de la ciudad. Se construye así otra idea de centro y periferia para crear una nueva manera de comunicación y retomar los centros históricos que hoy día son sólo para los menos ».

No se trata, indican los entrevistados, de construir una isla de resistencia, sino de buscar vínculos con otros sectores de la sociedad. Actualmente, indican, se comunican con los ocupantes del cine Palazzo, con los trabajadores de una fábrica ocupada, con la lucha por los bienes comunes, como el movimiento contra la privatización del agua, con la lucha contra en tren de alta velocidad en el Val de Susa, con los comités civiles contra los tiraderos de basura y, en otro plano, con los estudiantes, con los universitarios, con muchos centros sociales, con instituciones culturales y artísticas, con otros grupos organizados del movimiento en contra de la reforma del trabajo. etcétera, además de estamos conectados con European Alternatives y con otras realidades de Europa, como Grecia, Polonia, Romania, Bulgaria, España, y también con movimientos de Argentina y con los estudiantes de Chile.

La lucha zapatista, señalan los actores y activistas, «ha sido una referencia muy fuerte. Muchas de nuestras formas de organización vienen de Chiapas, de la recuperación de su tierra, la organización horizontal y la formación en escuelas populares. También de experiencias de Argentina y de los Sin Tierra de Brasil, entre otras ».

El mantenimiento de este monumento histórico es todo un tema. En este momento no hay retribución para los ocupantes ni para los artistas, pues se trabaja en la colecta de fondos para mantener el espacio y, además constituirse como fundación Teatro Valle Bienes Comunes, un status que le daría algunas garantías legales a la ocupación. Afortunadamente el apoyo no falta y, además de la colaboración de los espectadores, Muchos artistas reconocidos ofrecen espectáculos solidarios para sostener la lucha.

La ocupación, por supuesto, es considerada ilegal, por lo que han recibido amenazas de desalojo del ayuntamiento, «pero el movimiento nuestro es muy fuerte, hay apoyo real de la gente y de la prensa. Nos atacan pero no han sabido proponer soluciones. Ahora nos tenemos que cuidar más, pues se sabe que durante el verano –cuando la mayoría de la gente está de vacaciones–, se realizan el 90 por ciento de los desalojos y expulsiones de ocupaciones y centros sociales ».

La vigilancia de los ocupantes es permanente, por lo que muchos se quedan a dormir en el lugar. Se trata de cuidarse de una posible embestida policiaca, pero también de cuidar con responsabilidad este espacio histórico.

Aquí, todos los días, las luces se encienden, se sube el telón y la función continúa.

Publicado el 6 de agosto 2012

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