Agustina: indígena, ama de casa y luchadora por los presos de la CRAC

Flor Goche / Desinformémonos

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Agustina García de Jesús es esposa de Arturo Campos Herrera, un taxista aprehendido hace casi ya dos años por sus labores como promotor de la de la policía comunitaria de Guerrero.

La mujer indígena es originaria del municipio Ayutla de los Libres, en donde vive con sus seis hijos: niños y niñas de entre 2 y 13 años de edad.

Desde que su esposo está en prisión (primero en el penal del Altiplano, ahora en la cárcel de Ayutla), Agustina, quien apenas tiene estudios de primaria, ha tenido que asumirlo todo. Mantener a la familia, proveer la educación a sus hijos, solventar los gastos de su marido encarcelado, y luchar por su conseguir la libertad del hombre con quien contrajo matrimonio 16 años atrás.

Sus propios proyectos han quedado suspendidos. Por ahora no hay tiempo ni posibilidad para ellos. La cocina económica o la pozolería que pensaba abrir con la ayuda de un crédito, tendrá que esperar. También la idea que le fue cosquilleando el cerebro conforme más se inmiscuía en la labor comunitaria: conformar su propio grupo de mujeres para defender a las personas, que al igual que los suyos, son maltratadas por el gobierno.

Sin embargo, Agustina, de 36 años de edad, no renuncia a sus sueños, su lucha y sus deberes cotidianos. «Creo que no es malo soñar que algún día yo tenga algo. Porque mi sueño es seguir trabajando para tener de dónde fortalecer y mantener a la familia, y para dar estudio a mis hijos. Y si Dios me da la vida yo creo que algún día podré llegar a hacer realidad mis sueños», dice. Su mirada la delata. Habla en serio.

Desde su juventud, Agustina, de cabellos lacios y alargados, se empezó a interesar por los derechos humanos y por conocer cómo se organiza la gente. Por ello empezó a asistir a las asambleas comunitarias convocadas por su ahora esposo. Ahí se conocieron: ente el calor del colectivo; entre el agudo debate.

Entonces se hicieron amigos y compañeros hasta que él empezó a escribirle recados con letras de amor. La relación, sin embargo, tardó casi dos años en concretarse. Ella le daba largas. Quería que se conocieran mejor. Al final la convenció el carácter de Arturo, esa forma tan suya de “querer ayudar a las personas y hacerlas despertar”. Tres años después vino la boda por la iglesia; el arroz crudo que los invitados les arrojaron al salir del recinto sagrado.

Al principio fue difícil, narra Agustina. Y es que a ella le molestaba que Arturo no dedicara el tiempo suficiente a la familia por irse a las asambleas o a visitar las comunidades. Sin embargo, con el paso de los años, la mujer mixteca también fue inmiscuyéndose en la lucha social. Aunque en ocasiones acompañaba a su marido a las comunidades, en Agustina empezó a recaer, sobre todo, el papel de proveedora: vendía tortillas, picadas, lavaba y planchaba ropa ajena.

A la fecha, ella continúa asumiendo este rol. “Me encanta trabajar”, dice. No obstante refiere que ahora, con su marido tras las rejas, es distinto pues a diario tiene que lidiar con ese pesar: “Es diferente tener un ser querido afuera aunque no esté contigo, pero tu mente sabe que está bien».

Agustina se alquila como empleada doméstica para pagar la educación de sus 6 hijos. Vende también bolsitas de jitomate y cebolla ente los vecinos. Es difícil, cuenta, particularmente cuando a sus dos hijas mayores, quienes ya cursan la secundaria, tienen que rentar computadoras para cumplir con sus tareas escolares y, así, mantener las buenas calificaciones. Entonces ellas también cooperan: se suman a la vendimia o por 100 pesos semanales asean las instalaciones de una escuela.

«Tengo mis hijos que estudian. Trato se sacarlos adelante pero es muy difícil ser papá y mamá al mismo tiempo”, comenta Agustina. El gesto que dibuja su rostro canela es de pesar. Y agrega: “Prefiero comer aunque sea puras tortillas para que mis hijas paguen su pasaje, y hacemos memelitas para que las lleven a la escuelita, para que coman, para que no tengan que gastar. Y más ahorita porque ya no dejan tareas a mano sino a computadora, y ahí le batallamos más».

El pasado 28 de septiembre, Agustina viajó a la ciudad de México para exponer a los representes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), quienes realiza una visita in loco al país, la situación de su esposo, un prisionero político. Estas salidas de Agustina a la capital del país o a las comunidades de Guerrero se han vuelto comunes en su lucha por la liberación de su esposo y otros presos de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias de Guerrero (CRAC).

—¿Cambió tu idea del gobierno a raíz de la detención de tu marido? –se le pregunta.

—Yo desde antes, desde siempre, he sabido que el gobierno federal estatal, municipal, son como son ahorita. Yo nunca he calificado a ellos de buenos porque nunca han hecho algo bueno en la comunidad. Y lo sigo pensando, ahora sí peor que antes.

La reunión con los representantes de la CIDH despertó en Agustina la idea de demandar al gobierno mexicano tras las promesas incumplidas de excarcelar a los presos la CRAC, quienes, asegura, no hicieron nada malo. “Les llevo esa idea a mis compañeras para saber si están de acuerdo: hacer en grupo una demanda en contra del gobierno porque hasta ahorita nadie lo ha hecho, pero yo creo que ya llegó el momento de no tener miedo a los ricos, que no podemos llamar gobernantes porque no gobiernan como queremos».

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3 Respuestas a “Agustina: indígena, ama de casa y luchadora por los presos de la CRAC”

  1. atlharp: California has a large number of gun owners, and many organizations dedicated to protecting the right to keep and bear arms. Take, for example, the , the , and ot9&rs.Theree#3h;s probably more gun owners in California than there are in most other states.While most of the citizenry are not anti-gun, the politicians are. It's incredibly difficult for the gun owners to get their voice effectively heard in the legislature.

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