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La “Revolución de los Paraguas” abrió una puerta que ya no cerrará (Sin Embargo, 22/12/14)

sabel Fueyo

Hong Kong, 22 dic (EFE).– Hong Kong vivió este año las mayores protestas democráticas llevadas a cabo en territorio chino, que dieron la vuelta al mundo a través de la llamada “Revolución de los Paraguas”, un movimiento pacífico sin precedentes en el que cientos de miles de ciudadanos se unieron para pedir mayores libertades.

El 2014 arrancó a sabiendas de que iba a ser un año en el que Hong Kong se enfrentaba a su mayor examen democrático: una reforma electoral para implantar el sufragio universal por primera vez en el territorio. A finales del mes de junio, más de 800.000 ciudadanos dieron muestra de ese deseo al participar en un referéndum informal sobre el sufragio universal ante las elecciones de 2017.

Una muestra democrática que volvió a repetirse en la popular manifestación del 1 de julio, que conmemora la cesión de la soberanía de Hong Kong a China, cuando cientos de miles de personas, medio millón según los organizadores, salieron a las calles clamando por mayores libertades para el territorio.

El 31 de agosto llegó la polémica decisión de Pekín que establecía que el próximo jefe del Gobierno local se iba a elegir en 2017 por sufragio universal, pero solo entre dos o tres candidatos seleccionados por un comité de 1.200 miembros controlado por el Ejecutivo chino. Esta condición fue bien recibida por el Gobierno local, pero que encendió el enfado social, primero de los estudiantes, quienes un mes después iniciaron una huelga en las aulas que desembocó, días más tarde, en el movimiento de desobediencia civil Occupy Central.

El 28 de septiembre, la Policía uso material antidisturbios para dispersar a los congregados ante la sede del Gobierno local, que se defendieron del gas pimienta con paraguas, creando un icono del movimiento que pasó a llamarse la “revolución de los paraguas”. Los manifestantes se instalaron en tres zonas a uno y otro lado del puerto Victoria, centralizando su actividad desde Admiraly, donde ubicaron sus tiendas de campaña, a la sombra de los mayores bancos mundiales y a las puertas del Parlamento de Hong Kong.

En los primeros días de ocupación, las organizaciones Occupy Central, Scholarism (dirigida entonces por un joven que no alcanzaba la mayoría de edad, Joshua Wong) y la Federación de Estudiantes, lideraron el movimiento, que atrajo a diario a miles de personas y que llegó a lanzar un ultimátum al jefe de Gobierno, Leung Chun-ying, para que dimitiera o asaltarían los edificios oficiales. Leung tomó en serio la advertencia y accedió a que el Gobierno se sentara a negociar con los jóvenes, en un encuentro que se produjo el 21 de octubre y que concluyó sin ningún tipo de acercamiento.

Si bien el movimiento abanderó desde el primer momento el principio de la no violencia, a medida que pasaron los días los rifirrafes con la Policía y opositores a la ocupación fueron en aumento y, a lo largo de los 79 días de ocupación, las autoridades llevaron a cabo cerca de un millar de arrestos.

Los intentos de los dirigentes por retomar las conversaciones con el Gobierno local y el de China fueron en vano, el movimiento empezó a perder el apoyo de una población cada vea más cansada y los líderes de las protestas se fueron distanciando en sus estrategias. Huelgas de hambre o el frustrado plan por rodear los edificios gubernamentales para presionar al Gobierno local, quien optó por tomar un protagonismo pasivo en las revueltas, fueron los últimos coletazos del movimiento por tratar de sobrevivir en las calles.

Pero no fueron el Gobierno, ni la falta de apoyo social, ni las discrepancias entre los activistas o el cansancio las causas del inicio del fin de las protestas, sino varias empresas de transporte público que, a finales de noviembre y a punto de cumplirse dos meses de revueltas, consiguieron órdenes judiciales para el desalojo.

Lo que fue aprovechado para poner en marcha operaciones policiales sin precedentes para clausurar las zonas de protesta. En 20 días, más de 7.000 agentes barrieron los tres campamentos de las protestas, de forma que el 15 de diciembre, 79 días después de que se iniciara la mayor campaña de desobediencia civil en Hong Kong, la Policía cerraba él último paraguas del movimiento y ponía fin a la ocupación de las calles.

Mientras que los manifestantes no lograron arrancar concesiones a su Gobierno ni a China en sus demandas de elecciones abiertas para 2017, estudiantes, políticos y analistas coinciden en que después de estas protestas la ciudad no será la misma. EFE

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