Raúl Álvarez Garín: en la lucha nos veremos

Beatriz Zalce

México, Distrito Federal. No hubo despedida aunque el féretro estaba ahí, en medio de flores, cubierto por la bandera de México y la del Comité 68, así como la del Partido Comunista. Una foto lo muestra sonriente, aunque no tanto como la que aparece en su recién estrenada credencial del Sindicato Mexicano de Electricistas. Le colocaron un paliacate rojo y claveles a tono; a sus pies, doña Trini y Nacho del Valle, del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) de Atenco, depositaron un machete; en la cabecera hay una efigie de Emiliano Zapata y una bandera de Cuba, además de un ramo de girasoles. Un grito es lanzado por muchas voces, con toda el alma: “¡Raúl Álvarez Garín: Presente! ¡Raúl Álvarez Garín: Presente!”. Seguido por el “¡Dos de Octubre, no se olvida, es de lucha combativa!” La izquierda mexicana, por una vez unida, enlutada, canta La Internacional puños en alto y está convencida de una frase de Raúl: “En la lucha nos veremos”. Así sea, pues.

Para hablar de Raúl Álvarez Garín hay que decir con todas sus letras: congruente, honesto, constante, el hombre nuevo ideado por el Che Guevara, camarada, guía, honradez, generosidad, ejemplo de lucha, ético, siempre el primero en dar el paso, en entregarse a la lucha y a la amistad; trabajador, reflexivo, culto, maestro, sabio, inteligente, valiente, sencillo, valiente, lúcido, completo, comprometido, indignado, digno…

Tomaron la palabra David Roura, poeta y luchador, por el Comité 68; hicieron lo propio Félix Hernández Gamundi y Luis Rogelio Álvarez.

Pero más que hacer la crónica, dejemos la palabra al propio Raúl Álvarez Garín, entrevistado por esta reportera  en agosto de 1998 para la revista INSUMISA, de la Fundación Rosario Ibarra por la Democracia, la Justicia y la Libertad AC, que se publicó en el número 2 (Septiembre-Octubre 1998) bajo el título La Estela de Tlatelolco, pues contiene el ideario de Álvarez Garín y por lo tanto lo que podemos considerar su testamento moral.

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El gobierno aseguró a la Comisión de la Verdad que al cumplirse el trigésimo aniversario del movimiento estudiantil, se tendría acceso a toda la documentación oficial para conocer en profundidad lo ocurrido en el 68 y, particularmente, en la masacre del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas. En ese marco, Raúl Álvarez Garín, líder estudiantil de entonces, preso político, luchador sindical y editor, escribe el libro La estela de Tlatelolco, publicado por Editorial Grijalbo.

Entrevistado en la casa que sirve de oficinas al periódico independiente Corre la voz, del cual es director, Raúl Álvarez reflexiona, analiza, cuestiona el México que hace 30 años vio a sus jóvenes pedir democracia y diálogo público a voz en cuello, en marchas silenciosas, en happenings relámpago, en pintas, canciones y volantes.

No puede uno dejar de recordar que en el 68, durante las sesiones del Consejo Nacional de Huelga (CNH), se pidió siempre a los delegados de distintas escuelas que fueran “muy concretitos”. Será por eso, porque tiene formación de matemático, que Álvarez Garín va al grano y explica: “Se habla de una estela por la huella que deja un buque al navegar, también se refiere a un monolito, como las estelas mayas donde se reportan acontecimientos históricos, labrados en la piedra. Se piensa en la estela de un cometa, que es una señal luminosa en el cielo. Todas estas acepciones tienen algo que ver con los sucesos del movimiento del 68”.

La estela de Tlatelolco está estructurada en tres partes. La primera, pensando en los jóvenes: “Es un relato con un fuerte apoyo documental, fruto de las conferencias que he dado. De manera escueta se responde a preguntas como qué sucedió entonces, cómo fue y qué ha pasado.

La segunda parte del libro trata sobre los principales debates que se han dado alrededor del 68. El 68 interesa a todos, pero produce un resultado político de izquierda, de manera que también hay una discusión que es muy propia de ésta, con su lenguaje, valores e ideas específicas.

Raúl Álvarez cuestiona a quienes sostienen que el 68 fue una derrota. “¿Y por qué tiene tanta vitalidad treinta años después?

“Ahora, después del 68 hay un despliegue de alternativas muy variado y muy confrontado. Cualquier joven que se incorpora a la actividad política de masas debería tener una idea relativamente exacta de los últimos treinta años ya que hay una cantidad de episodios bastante complicados. Qué significan las guerrillas en cierto momento, el ultraizquierdismo en las universidades democráticas, etcétera.

Hay un tercer capítulo, muy escabroso porque tiene que ver con la actuación de los militares, tema que se discute muy poco, pues la información es muy difusa.

-Hay una práctica reiterada de utilización del ejército para acciones ilegales que se ha convertido en un modus operandi. La historia de México es una lucha de facciones militares que recurren a procedimientos no solamente muy brutales sino ilegales en la eliminación de sus opositores.

“Aun cuando teóricamente se establece un régimen de derecho, de legalidad imperante en el país, no se abandonan esas prácticas y eso se hace con absoluto desprecio de la ley: Un grupo de personas del ejército secuestra y asesina a Rubén Jaramillo y a su familia, y no hay una averiguación previa; tampoco en la matanza de León en 1946, ni en Huitzilac; no la hay en ninguna parte. Simplemente se presentan, eliminan a los opositores y se quedan tan tranquilos, tan fríos, amparados en la impunidad.

“Lo que hago es reportar con algún detalle la matanza de navistas en San Luis Potosí en 1961; el procedimiento es absolutamente semejante al de Tlatelolco, con muchos de sus rasgos principales y los mismos personajes, es decir, hay una escuela de represión, un estilo. En la actuación del Batallón Olimpia, en el caso de los desaparecidos, hay documentación suficiente para mostrar la participación del ejército.

“Luego –prosigue Raúl Álvarez Garín- hago una reflexión política mostrando que para que esa situación cambie se requieren acciones en tres niveles: por un lado, cambiar la legalidad actual, que es muy permisiva para a utilización del ejército, independientemente de que lo usan violando la ley actual.

“Entonces, una formulación más acorde con las experiencias diría que cuando hay perturbaciones graves, se tienen que identificar las causas económicas, políticas, sociales y ser tratadas de esa manera. Lo que se intenta es dar una argumentación tremendamente fuerte para que desaparezca del todo esa formulación de disturbios internos graves”.

Para Raúl Álvarez queda claro que los cambios requieren legislación y educación simultáneas por lo que, en un tercer nivel, es necesario cambiar todos los planes de estudio de las instituciones militares para que al centro queden los derechos humanos. Que los soldados cambien la actual estructura de disciplina ciega por una disciplina consciente en la que solamente se puedan obedecer órdenes que NO sean ilegales. En esto coincide con quienes reclaman el establecimiento de un ombusman militar. Plantea también que se requieren juicios de responsabilidad penal personal para romper con la impunidad.

-Por ejemplo, si estás en el ejército y de repente a tu batallón le toca cumplir una orden de fusilamiento, se presenta alguien y dice: ‘van a fusilar a estas personas’. Esas son órdenes, pero hay un papel. Posteriormente se puede reconstruir si esa orden era legal o no, pero el soldado dice: ‘yo cumplí órdenes que me presentaron por escrito’. Pero si te dan órdenes de disparar contra una multitud, entonces tú dices: ‘Espérense tantito…’.

“Los juicios penales de Acteal, Aguas Blancas y la Buenos Aires no tienen el papel ejemplarizante y educativo que se requiere porque han sido manipulados y se castiga a policías de bajo perfil: no tiene el efecto que debe tener sobre los mandos. En cambio, en Tlatelolco no hay manera de que acusen a los soldados, porque la responsabilidad es de generales y jefes del ejército. La idea es que no puedan evadir la responsabilidad los más altos jefes del ejército”.

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