Libertad en el Trópico: presentación del libro de Hermann Bellinghausen

Rafael Torres Sánchez

Hay escrieditores y escrirrelacionistas, versificadores que corren detrás de la letra de molde avalada, en la medida de lo posible, por las editoriales consideradas de prestigio, algo que, en el ramo, lo otorga el índice de ventas, más que de distribución, y a veces ni eso. ¿Y la lectura? Bien, gracias. ¿Quién estudia la recepción? Se cuentan asimismo por legión los poetas áulicos, cuya columna vertebral y destreza en el baile alrededor del patrocinador (o patrocinadora) son proverbiales y visibles: por sus dedicatorias los conoceréis, o por la nómina que los sujeta al travestismo, polvos de aquellos lodos de rebeldía sin causa. Como Juanita Banana, todos ellos corren en tropel tras la fortuna y la fama sin importar los atropellos que perpetren ni las humillaciones que sufran.

Felizmente, hay los poetas que tienen en alta y sostenida estima a la libertad que no claudica en el altar del texto por encargo ni, menos aún, con plantilla. En tal virtud, pueden versar la noche calurosa, confusa, prolongada y oscura que cambia balones por ideas, sin entregarse al facilismo del panfleto. El más reciente libro de Hermann Bellinghausen es un buen ejemplo de esto último.

Autor de numerosos libros en los que la crónica y el relato de ficción calzan los mismos tenis de cuarenta leguas que la poesía (La hora y el resto, Ojos de Omán y otros poemas, Crónica de multitudes, Aire libre, Ver de memoria, La entrega, El telar de los gallos, Encuentros con mujeres demasiado guapas, Al filo y de varia invención, entre otros como Acteal, crimen de Estado), Hermann Bellinghausen alarga con Trópico de la libertad una obra que no ha desdeñado el guión cinematográfico, el periodismo militante de los electricistas, los universitarios y otros movimientos sindicales de los últimos años ochenta, mostrando otra faceta de esa creación libre que se aprecia en una obra variada y diversa que sigue creciendo, al compás de la poesía, en sus columnas periodísticas, en sus empresas editoriales (desde hace 34 años sostiene una columna en La Jornada, periódico, como es bien sabido, del que es uno de los fundadores más destacados y constantes, y desde hace 25 dirige y sostiene la revista Ojarasca, dedicada principal aunque no únicamente al México profundo y a esa misma profundidad en los otros países de América Latina). Esa faceta a la que me refiero es la prueba fehaciente de que la poesía, cuando se ejerce libremente y en oposición al poder y a las injusticias que siempre acarrea, no necesariamente es igual al esquematismo que tiende a ver las cosas en blanco y negro. Por eso en los poemas de Trópico de la libertad revientan auroras y fluyen ríos entre las desesperaciones y las esperanzas del corazón, bajo las nubes en las que su autor dibuja ese bestiario perpetuamente cambiante e idéntico que se encuentra siempre que levantamos la cabeza por encima de los enrejados: Las nubes en masa se mueven distraídamente, / desmadejados copos de lana / que se reagrupan en dragón o águila / o isla en un lago / sobrevolada por las serpientes ávidas / de un ciego porvenir.

Así suele decírsele a los valores de intimidad que sustentan la posición, las creencias, las prácticas sociales (o, en su defecto, asociales): corazón, o alma. Suena el guitarrón: En tiempos así / qué difícil es cantar / sin quemarse mangas, valencianas, / uñas y pestañas. Y porque lo sabe, Bellinghausen canta a pesar de la granizada plomiza que cae en el territorio que recorre desde hace años, con la libreta de reportero en uno de los bolsillos y el cuaderno de los poemas en otro, y, como hemos visto antes, estos bolsillos no son los únicos que orlan las alforjas en las que a veces se recarga para descabezar un sueñito después de ejercitar otro de sus oficios: la medicina. Curioso y significativo: que los poemas de Trópico de la libertad, profundamente enraizados en aquel suelo teñido por la sangre de tanto conflicto, se eleven con la gracia de hojas que el viento levanta sumando con ellas los años que vuelan y los días que se arrastran: Las horas son las mismas, / ni de nombre cambian. Y como las hojas, un vertiginoso rebaño de nubes, según otro de los versos que fueron a escuchar a la fiesta aquellos dioses mayas que regresan a golpe de remo en la portada de este blanco y bien cuidado libro que DesInformémonos ediciones ha tenido a bien publicar.

Entre los intersticios de los poemas que lo componen, el lector encontrará actualizadas esas paradojas que nutren el paso y hacen valer la pena que no se detenga: bajar para subir al nido es una de ellas, y otra Que los perros comen gente / y la gente come perros.

Entre los aprendices del Taller de Alineación y Balanceo Literario “Leonardo”, ahora que se han puesto a leer su más reciente libro, se aprecia y se disfruta tanto esta cualidad que se me ha encargado venir hoy, aquí, a extenderle a Bellinghausen una gozosa felicitación por esas manos que nos acercan al Trópico de la libertad: Manos de pan recién horneado / que lamen la miel y se levantan altas / asidas al abrazo del campo.

* Palabras leídas en la presentación del libro de Hermann Bellinghausen Trópico de la libertad, México, DesInformémonos ediciones, México, 2014, en El Caballo de Cartón, Guadalajara, Jalisco, México (todavía).

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