El Kikiriki de Oscar Chávez en el Auditorio Nacional.

Beatriz Zalce

Oscar Chávez ríe. Entre dos entrevistas, entre dos cigarros, a unos días de su presentación en el Auditorio Nacional, el próximo sábado 30 de agosto a las 20:00 hrs. Ríe porque está de buenas. Ríe y disimula su timidez de mil maneras. Por eso muchos entrevistadores se quejan de sus respuestas lacónicas y afirman, no sin razón, que Oscar Chávez prefiere entonar canciones que respuestas.

Es cierto: el Caifán Mayor es tímido, muy muy tímido. El haber actuado en películas y telenovelas, el haber hecho programas de radio, grabado más de 78 albumes -entre los que se cuentan La Navidad Mexicana, Canciones de la Guerra Civil y la Resistencia Española, México 68, Chiapas, Latinoamor, Cantos ferrocarrileros, Herencia lírica infantil, No la chiflen porque es cantada y tantos y tantos más-; el haber sido el primer cantante de música tradicional popular en presentarse en el máximo foro, es decir en el Palacio de Bellas Artes, nada de eso ha curado su timidez.

Primero se sorprende porque no tenía noticia de ello y luego se ríe de que un tramo de una carretera en construcción entre Tarímbaro y Morelia, en Michoacán, se llamará Avenida Oscar Chávez. Eso le recuerda que a una calle, no precisa dónde, le pusieron su nombre.

-Urbanizaron una zona del norte de la ciudad y le pusieron a las calles nombres de compositores e intérpretes. Pero el día de mañana la gente se preguntará quién era ése de esta calle -no cree en la fama, no le interesa, no se deja halagar. A él nunca se la ha ocurrido convertir su nombre en “marca registrada”.

A fines del 2011 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Artes y Tradiciones Populares, máximo galardón que entrega la Secretaría de Educación Pública. Para que el jurado calificador pudiera decidirse entre los diferentes “candidatos”, éstos debieron presentar un currículum vitae de lo más completo. Para Marta de Cea, su representante “y feroz promotora” al decir del maestro, esto implicó revisar y documentar cada una de las actividades realizadas por este hombre que aprendió a cantar desde niño, al escuchar a su padre; que ha recibió una Diosa de Plata y un Premio Ariel por su actuación en la película Los Caifanes (1966), que participó en aquella entrañable María de mi corazón, que lleva más de medio siglo cante y cante, “diciendo lo suyo a tiempo y sonriendo” como dijera Silvio Rodríguez. Para el autor de Por ti fue una sorpresa, no se lo esperaba.

-¿Por qué?

-Porque no me lo esperaba, vamos. Tan sencillo como eso –la respuesta le sale del alma.

Cuando se anunció que el escritor Gabriel García Márquez había ganado el Premio Nobel de Literatura, un reportero de Radio Educación fue el primero en comunicarse con él para felicitarlo y pedirle una entrevista. Preguntó al autor de Cien años de soledad:

“Luego de recibir la noticia, ¿qué hizo usted? Pues contestar al teléfono y hablar con usted. ¿Y qué siente? Nada. ¿¡Cómo que nada!?

Pues nada, nunca me había planteado este problema”. Igual Oscar Chávez que escucha atentamente la anécdota y se ríe. Agradece que uno considere que es un reconocimiento que se le debía desde hace mucho.

Marta de Cea también asesoró la propuesta de Paul Leduc a dicho premio y la del grupo “Los Folkloristas” quienes todavía esperan que los jurados vean en ellos lo que sus seguidores han visto y aplaudido, además de cantado, a lo largo de ya casi 50 años de trabajo independiente.

En el boletín de prensa que hizo circular Ediciones Pentagrama para la promoción de este décimo séptimo concierto en el Auditorio Nacional, se refieren a Oscar Chávez como “leyenda viva”. Él se ríe, una vez más. Se ríe como si hubiera oído un chiste, como si se tratara de una puntada y de inmediato aclara: “Lo importante es que esté vivo, vivo y trabajando. Lo de “leyenda” es lo de menos. Lo importante es estar vivo, te digo, y ejerciendo tu oficio, eso es lo más satisfactorio”.

Para este concierto de sonoro nombre, Kikiriki, va a acompañarse con sus inseparables “Morales”, y también con Ernesto Anaya, músico que convierte en música todo lo que toca, y con el percusionista Juan Gedovius.

-Para darle variedad al numerito vamos a interpretar uno o dos temas de José Alfredo Jiménez, para darle variedad. Alguna vez canté en el Festival Cervantino “Un mundo raro”, pero de ahí en fuera, no. Voy a cantar algo poco conocido: “Las ciudades”, una romántica, bonita. Me interesa lo poco conocido de alguien tan célebre. Traté de no meterme en el terreno de “las cantineras” que eran su especialidad.

Pero el intérprete de Hasta siempre, Comandante habla del “viejo” y “el nuevo Auditorio Nacional”. Recuerda aquel recinto en que además de ser la sede de las Ferias del Hogar se hacían los maratones de solidaridad en los que la Nueva Canción sonaba alto y fuerte, corazón y guitarra en mano, lo mismo para reunir fondos para los damnificados de los terremotos del año 85, que para solidarizarse con Nicaragua y su Revolución. Le cabían cinco mil personas y era un lío sonorizarlo.

-Ahora se ha duplicado su aforo y tiene una de las mejores acústicas. El año pasado ocupó el primer lugar entre los recintos para conciertos –explica Marta, cuyo escritorio está frente al de Oscar en la hermosa casona de Ediciones Pentagrama.

Y cuando se le inquiere al Maestro Chávez por el nombre de este concierto, vuelve a reírse: “Fue una ocurrencia de Rafa López Castro. Es el que me diseña siempre los carteles. Según nosotros hay muchas lecturas –y sugiere: ‘Cada quien tiene su gallo’. En lugar de poner una frase célebre o un refrán…

La interpretación de esta reportera gira en torno de que ya es hora que despertemos. Y otra vez se oye su risa que se torna seriedad cuando se habla de la pesadilla en que vivimos: “Mira, ésa es otra lectura. Esa es la intención. En lugar de ponerle ‘El que es buen gallo donde quiera canta’, mejor optamos por Kikiriki y ya. ‘Cada quien su gallo’ o ‘El que es perico donde quiera es verde…’.

-El Kikiriki sorprende…

-¿Qui quieres qui haga? –y de nuevo la risa.

-El Kikiriki a todo color rompe con el blanco y negro del diseño, es ya una promesa de lo que vas a cantar.

El Maestro responde con una risa.

-En este 2014 se cumplen 20 años del amanecer zapatista del 1° de enero.

-Le tengo una gran admiración al Ejército Zapatista de Liberación Nacional. He procurado ser lo más solidario posible. Me da mucho gusto que estén vivos. Ahora que decías de las leyendas vivas, ellos sí son unas leyendas vivas y eso me da mucho gusto.

Qué bueno que sucedan cosas positivas para el país y ellos son lo más positivo que nos puede ocurrir. Hablando del perico que sigue verde, sigue la esperanza puesta en ellos que siguen haciendo lo suyo, trabajando en lo suyo. ¡Bravo! Para ellos mi respeto absoluto.

Pero, ¿cómo olvidar la imagen de Oscar Chávez, en marzo del 2001, a la salida del Congreso de la Unión, mientras la Comandanta Esther pedía el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés, cantando: “Por ti, bella Mariana, por ti lo puedo todo/ El mundo entero, si me mandas/ te lo pongo de otro modo…”?

-Será un homenaje póstumo a García Márquez cantar Macondo…

-Siempre la canto. Es un homenaje al gran libro de Gabriel García Márquez. La gente la espera, le gusta mucho. No se puede terminar un concierto sin Macondo…

Se conocieron en Radio Unam a mediados de los 60’s. Oscar era locutor aunque dice que era “milusos allí” y García Márquez hacía un programa sobre literatura colombiana. Muchas veces se encontraban y se saludaban: “Era una persona educadísima, cordial, nada solemne”. Oscar Chávez conserva su ejemplar de Cien años de soledad, primera edición, 1967; salía de la librería de Cristal donde lo acababa de comprar cuando se encontró a “don Gabriel” y le pidió una dedicatoria. Oscar además de escuchar a Mozart y a Bach, a Revueltas y a Villalobos, en su poco tiempo libre, es un apasionado lector de Gorostiza, de López Velarde, de Lizalde, sin olvidar a Pessoa. Ya conocía todos los libros anteriores a Cien años de soledad. Por su parte, el autor de Ojos de perro azul era melómano de hueso colorado.

Oscar Chávez escribe, compone, pero dice que a como están las cosas en el país: “tendría que hacer una parodia cada media hora y no se trata de eso. Para Kikiriki sólo voy a cantar tres o cuatro para no aburrir a la gente. Es muy delicada la canción de protesta. Es muy ingrata… para que le des al clavo… para que a la gente le divierta… Hay que tener mucho cuidado, no por temor a la censura sino porque hagas que tenga cierta duración. Por esencia la canción política es efímera: los hechos cambian y, actualmente, a una velocidad monstruosa”.

Trabaja el proyecto de un disco de viejos sones veracruzanos. Está por terminarlo. Le gana el entusiasmo: “Hay cosas hermosísimas. Voy a cantar dos o tres en el Auditorio. También en la zona del Bajío hay maravillas de sones. La gente sólo conoce unos y hay decenas. ¿Qué más quieres que te diga? Invita a la gente el sábado 30 de agosto a las 20:00 horas en el Auditorio Nacional. El evento se llama Kikiriki. Allá los esperamos.”

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