Delfines, la muerte lenta en el encierro

Emilio Rabasa Véjar

México. “Los delfinarios deben dejar de existir. Los delfines son seres salvajes que merecen vivir en libertad”, advierte la investigadora Yolanda Alanís, autora de Delfinario, investigación que recorrió diversos países y encontró que México es de los que ofrece peores condiciones para estos mamíferos, utilizados como importante fuente de ganancias para los empresarios.

Los animales, en especial los salvajes, se convirtieron en un pilar fundamental en el sector del entretenimiento. Tener seres vivos en cautiverio –por exhibición, placer o negocio- se volvió una moda que sólo lo más poderosos pueden alcanzar. Éste es el caso de todos los mamíferos marinos, marcadamente los delfines, que son privados de su libertad para enviarlos a nadar en un estanque redondo o cuadrado por el resto de su vida.

Yolanda Alanís, experta en mamíferos marinos, realizó su investigación sobre los delfines -única en México y América Latina- visitando delfinario por delfinario y hablando con encargados, dueños, entrenadores y otras personas que trabajan directamente con los cetáceos. Con un trabajo de campo exhaustivo, los resultados de años de investigación se escribieron en el libro Delfinario.

Antes de la realización de Delfinario, los científicos desconocían los motivos por los cuales los delfines mueren en cautiverio. Luego se dio a conocer que siete de las 10 causas de muerte provienen del descuido, maltrato, crueldad y mal manejo de los animales.

El proceso de daño al ser vivo comienza con su captura, relata la investigadora. Posteriormente, el estado de cautiverio termina por aniquilar al mamífero. Durante la investigación, se separó a los delfinarios que se encuentran en México de los de Estados Unidos y Canadá, entre otros países que tienen mejores instalaciones, “lo que no quiere decir que los delfines no se encuentren en cautiverio”, advierte Alanís. “Los encierros en México son primitivos, tipo alberca: estanques de concreto con agua potable, sal y cloro”.

La experta informa que nadar con delfines más rentable para los empresarios que los espectáculos, y ahí comenzó el boom de los delfinarios. El uso de uno de estos mamíferos deja aproximadamente veinte mil pesos de ganancia libre, calcula Alanís. Los delfinarios más importantes y en los que se invierte más capital se encuentran en lugares como Cancún, Acapulco, Los Cabos y Puerto Vallarta.

Yolanda Alanís explica que los delfinarios esconden los verdaderos riesgos que tiene el nado con estas criaturas, tanto para los humanos como para los cetáceos. Existen infecciones de hongos que se contagian de una especia a otra, además, los delfines pueden golpear -no siempre de manera accidental-, lo mismo que las orcas. Estas agresiones son ocasionadas por el estrés al que es sometido el animal, que trabaja diariamente y sin descansos, atendiendo a entre 10 y 15 personas.

Tras una exhaustiva jornada, los delfines cansados, estresados y molestos tienden a soltar coletazos, brincar o irse encima de la gente. Estos golpes no matan, precisa la investigadora, pero sí pueden ocasionar lesiones.

Todas estas situaciones son ocultadas por los delfinarios, pues al final, “la casa no puede perder”, indica Alanís.

Al ser un ser vivo como cualquier otro, los delfines tienen necesidades básicas como lo son defecar y orinar. El estanque en el que viven se vuelve un verdadero nido de infecciones y los encargados aplican cloro para mantenerlo limpio, afectando tanto a delfines como a los humanos que ahí entran, abunda la investigadora.

“No hay manera de separa la crueldad del cautiverio”, sentencia Alanís. Al ser arrebatados de la vida libre y traspasados a un estanque circular, los animales tienden a la psicosis, agrega, pues el movimiento que realizan en libertad (100 kilómetros en un día, aproximadamente) se reduce al mínimo, haciendo un solo movimiento (circular o cuadrangular) por el resto de su vida. “Al generarse la psicosis, los cetáceos tienden a pelearse entre ellos, situación que es muy común en cautiverio”, indica. Además, a diferencia de los zoológicos, donde los animales permanecen en lugares definidos y la interacción con los cuidadores o los visitantes es inexistente, en los delfinarios es básica y sumamente intensa e invasiva.

En México, actualmente no existe ningún delfinario que cuente con espacios amplios o santuarios donde el animal pueda estar solo y apartarse de la interacción con humanos. Otro problema importante a destacar es que los delfines son animales gregarios que viajan toda su vida en manadas de hasta 50 individuos. Cuando son capturados, los miembros de diversas familias se encuentran en estanques muy reducidos, situación que hace más probable la violencia y las agresiones entre ellos, explica la investigadora.

En épocas anteriores, relata Alanís, los delfines eran como juguetes desechables: cuando no servían más para el negocio eran apartados y desterrados a esperar su muerte. Poco a poco y con las iniciativas de organizaciones para la preservación de mamíferos marinos, los delfinarios se vieron obligados a mejorar sus instalaciones para que sean dignas. Esto trajo un crecimiento en la natalidad de estos seres en cautiverio, argumento que usan los establecimientos para demostrar que sus criaturas están bien y que pueden seguir lucrando con ellas. Las estadísticas oficiales permiten observar que del cien por ciento de los delfines que se encuentran en cautiverio, el 25 por ciento nació en estas condiciones.

“Cualquier tipo de espectáculo con el uso de animales debe acabar, eso es imperativo”, espeta la investigadora. “Concientizar a la gente es importante, pues mientras siga pagando por nadar o ver los espectáculos, la situación seguirá. Además, esto ni si quiera genera tanto empleo, pues la verdadera derrama económica es para los empresarios”, advierte Yolanda Alanís.

En países como Chile, Costa Rica, Nicaragua, Brasil y Reino Unido, las autoridades tomaron medidas drásticas ante los delfinarios, poniendo estándares de calidad altos y asegurándose de que los lugares que no cumplen con los requisitos no pueden abrir; además, la conciencia social sobre el problema es muy alta. En los últimos veinte años, se dieron cambios tan importantes como el hecho de se prohíba de manera tajante el uso de ballenas (orcas, belugas, entre otras) para negocio.

“Las instancias gubernamentales deben de poner mas atención y actuar con medidas más severas para terminar con este problema desde la raíz. Los delfines son seres salvajes que merecen vivir en libertad. He luchado muchos años y espero, aunque sé que no me tocará a mí, que los delfinarios dejen de existir”, finaliza Alanís.

07 julio del 2014 

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