Resistencia obrera en la cuna del neoliberalismo

Georgina Galván Medina

Después de más de 30 años de neoliberalismo, y de las famosas “medidas flexibilizadoras” de Margaret Tatcher, los obreros de Londres comenzaron la revancha. Los trabajadores del metro lograron detener, al menos momentáneamente, la sustitución de trabajadoras de taquilla por máquinas expendedoras. Al gobierno no le valió de nada repetir hasta el cansancio los mismos argumentos de la época de la “Dama de Hierro”: la “necesidad de modernizar” y la “importancia” de las inversiones.

El pasado 5 y 6 de febrero de 2014 ocurrió algo que parecía imposible. La ciudad de Londres despertó paralizada por la huelga en el transporte subterráneo. Se dio sólo un servicio limitado en ocho de las 11 líneas que comprende este importante medio de transporte, que traslada alrededor de 3.5 millones de personas al día. La causa fue el paro de 48 horas convocado por la Unión Nacional de Trabajadores de Trenes, Marítimos y de Transporte (RTM por sus siglas en inglés) y la Asociación de Personal de Transporte Asalariado (TSSA), para resistir a la intención del gobierno londinense de cerrar las taquillas de las estaciones del metro en favor de máquinas expendedoras, con lo cual se perderían cerca de mil empleos.

Las imágenes aéreas de la noche en Trafalgar Square, que conmemora la victoria frente a las tropas francesas y españolas en el Cabo de Trafalgar y donde se encuentra la National Gallery, muestran las calles de tan céntrica ubicación iluminadas por los miles de los automóviles atrapados a la redonda. En la siempre congestionada Oxford Street, centro comercial de Londres, se hacía fila para abordar un taxi, a pesar de su alto costo; los icónicos autobuses rojos de dos pisos se encontraban a su máxima capacidad, incapaces de transportar a la gran cantidad de personas ordenadamente formadas para abordarlos. Las relatadas son imágenes familiares para cualquier habitante de la ciudad de México, no distan mucho de un día normal en hora pico transbordando en Pino Suárez o del caos que ha ocasionado el cierre de gran parte de la línea 12 del metro, sin embargo, los ingleses no se lo esperaban.

El alcalde de Londres subestimó la fuerza de los sindicatos transportistas. Boris Johnson, quien –irónicamente- se opuso al cierre de 40 taquillas del metro durante su campaña electoral en 2008, usa los argumentos neoliberales tradicionales para justificar su propuesta de eliminar las taquillas en el transporte subterráneo: la “modernización es esencial” y lo importancia de “proteger la inversión futura”. En sus declaraciones públicas, acusó a la RMT y especialmente a su líder, Bob Crow, de mentir y recurrir a “mitos” en un “patético” intento por justificar la huelga. En una clara acción desafiante, decidió transportarse a sus oficinas en una de las aisladas corridas del metro; expresó, mediante su cuenta de Twitter, que sólo el 3 por ciento de los usuarios del metro usan las taquillas y cuestionó la validez de la huelga, aprobada con un 31 por ciento de votos del sindicato, además del reiterado uso del trending topic #pointlessstrike (Huelga sin motivo).

El primer ministro británico, David Cameron, conocido por su apasionada lucha en favor de una intervención militar en Siria en conjunto con Estados Unidos (con una consecuente derrota en el Parlamento), condenó “sin reservas” la acción y manifestó a través de su portavoz que era una acción mal planeada que debía ser cancelada, no “infligir miseria en las familias trabajadoras de Londres”. Cameron incitó a Ed Miliband, líder de la oposición laborista e hijo de Ralph Miliband, académico marxista amigo de Eric Hobsbawm, a manifestarse de la misma forma, pero este se mantuvo en silencio. Los laboristas manifestaron que se pronunciarán por una consulta popular sobre el cierre de las taquillas.

La prensa británica conservadora, como era de esperarse, hizo un tratamiento muy conveniente y limitado de la información. En el Daily Mail, por ejemplo, rescataron una entrevista del líder de la RTM, Bob Crow, para desprestigiar la legitimidad de la causa y distraer la atención del público a que el propio líder poseía y usaba una Oyster Card, tarjeta de prepago para el transporte público, mientras enfatizaban su bronceado obtenido en recientes vacaciones por el Caribe y Brasil. Sin embargo, en esa misma entrevista, Crow explica la necesidad de las taquillas para brindar servicio a discapacitados y quienes no pueden hablar inglés correctamente, además de responder a los conservadores sobre el asunto de que sólo el 31 por ciento de los sindicalizados votaron en favor de la huelga: recordó que el alcalde de Londres fue elegido por un 27 por ciento de los habitantes y no han cuestionado su autoridad para cerrar las taquillas.

Los sindicatos triunfaron. Lograron sentar a las autoridades a negociar tras las 48 horas de huelga, que costaron alrededor de 600 millones de libras perdidas en horas de trabajo, negocios y productividad, según estimaciones hechas por la Federación de Pequeños Negocios. Habrá un periodo de dos meses de discusión, que se desarrollarán entre el 12 de febrero y el 4 de abril de 2014, en los cuales se revisarán, taquilla por taquilla, las condiciones futuras de selección de personal y los elementos que se tomarán en cuenta para la categorización de “estaciones para el futuro”. Si bien no se sabe en qué medida Crow y la dirigencia de los sindicatos defenderán los derechos de los trabajadores, insisten en que continuarán firmes contra los recortes de personal.

Los trabajadores de transporte ganaron una importante batalla, pero la guerra sigue en pie. En represalia, los conservadores buscan legislaciones más restrictivas hacia el sector laboral y evalúan la posibilidad de catalogar el transporte como un servicio esencial, con lo cual se aplicarían políticas similares a las de los cuerpos de policía y bomberos, que limitan los paros para asegurar un servicio mínimo, y limitar la aprobación de huelgas a una mayoría absoluta.

La resistencia obrera en la cuna del neoliberalismo, donde hace más de 30 años Margaret Tatcher impulsara sus medidas de “flexibilización laboral” y provocara el despido de casi 20 mil mineros, podría costar a la derecha su triunfo electoral en las elecciones de 2015.

Publicado el 06 de abril de 2014

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