Trasposición del Río San Francisco amenaza tierras indígenas en Brasil

Texto: Renata Bessi/ Repórter Brasil Traducción: Desinformémonos Brasil, con las colaboradoras Eloise De Vylder, Naiana Padial y Rosario Aparicio Fotos: Lea Tosold

Brasil. Enclavados en la caatinga (un tipo de vegetación exclusivo del Brasil) del semiárido pernambucano, en tierras secas por donde anduvo el mítico bandolero Lampião, se encuentran los pueblos indígenas truká y pipipan. Viven en las proximidades del Río San Francisco, en las ciudades de Cabrobó y Floresta respectivamente, distantes 94 kilómetros una de la otra, y aproximadamente a 600 kilómteros de la capital de Recife. No les faltan características en común. Habitan en tierras herederas de la violencia del bandolerismo, viven la peor sequía de los últimos 50 años, vieron su suelo siendo sumergido por la presa de Itaparica a finales de la década de los ochentas, se encuentran en el llamado polígono de la mariguana con innumerables conflictos agrarios, y son vecinos de Itacuruba, ciudad para la cual el gobierno federal reserva el proyecto de construcción de una planta nuclear.

En común poseen también la amenaza contra la demarcación de sus tierras -principal bandera de reivindicación de los indígenas- debido a las obras de la transposición de San Francisco, la mayor obra de infraestructura del gobierno federal. Las dos tomas de agua del rio, que serán llevadas por dos canales selva adentro, son construidas en territorios reivindicados por los truká y pipipan en Cabrobó y Floresta.

Esta reportera recorrió tierras de Pernambuco por un mes y encontró cuestiones que enfrentan por estos pueblos, como el conflicto de tierras y del agua, cazadores y deforestación, todos problemas agravados con las obras de transposición.

Tierras sagradas.

La relación de los pueblos indígenas con las tierras, bosques y aguas de San Francisco

“Usted puede cambiar su casa por otra fácilmente. Pero los truká y cualquier otro pueblo indígena no tiene como llevar a sus espíritus dentro del carro, de una canoa o guardarlos dentro de la casa, porque ellos están allá en la tierra, en el bosque, en la naturaleza”. Así respondió el líder el pueblo truká, Aurivan dos Santos Barros, el Neguinho Truká, para explicar la relación de su pueblo con la tierra durante una audiencia para la demarcación de su territorio. Cuestionado por un procurador general del estado de Pernambuco quien sugirió como solución al impasse territorial la posibilidad de que los indígenas se mudaran a otras tierras, él le habló sobre la relación sagrada entre el territorio y todos los elementos que lo componen, como ríos, riachuelos, pantanos, pozos, bancos de arena, colinas y montañas.

“Ellos están allá y si nosotros perdemos un territorio, ellos van a permanecer ahí mismo. Y si nosotros fuéramos para cualquier otro lugar, vamos a tener una historia para contar y no una historia para vivir. Ellos están ahí en nuestro territorio… los encantados no son algo que se transporta como un sofá o un refrigerador, porque ellos se quedan en el espacio que es de ellos”, argumentó.

El pueblo truká, con su forma propia de construir su sociabilidad y darle significado a su mundo, vive en la Isla de Asunción, en las aguas del río San Francisco, en Cabrobó, en la apartada región de Pernambuco, a 590 Km de Recife. La isla está compuesta por 25 aldeas que llevan nombres de pájaros, árboles, flores y semillas. Hasta ahora los indígenas consiguieron la demarcación de parte de sus tierras. Están en proceso de lo que llaman la retomada de su territorio.

A 94 kilómetros del territorio de los truká, todavía en la región de Pernambuco y al lado del río San Francisco, el pueblo pipipan está organizado, aún sin tierra demarcada. Ellos viven en la ribera del río Pajeú, en aldeas dispersas por la caatinga del municipio de Floresta – Chiquiri, Alfredo, Barra de Juá Faveleira, Caraíba, Serra Negra, Travessão do Ouro, Caldeirão y Capoeira do Barro.

Una vez por año, siempre en el mes de octubre, los pipipan detienen sus quehaceres diarios y dejan las aldeas para habitar por diez días los bosques de los encantados de Sierra Negra, lugar en donde predomina el pantano de altitud, con árboles que llegan a 30 metros de altura, diferente a la caatigna – término originario de los tupi-guaraní, que significa Selva Branca –a su alrededor. En esos días, los pipipan se concentraron en un ritual envuelto de misterio llamado Ouricuri.

“Es una costumbre que traemos de nuestros antepasados, del pueblo antiguo. No podemos explicar, es un secreto, es una transferencia que viene de la naturaleza, ya viene de nacimiento y nosotros la tenemos que asumir, no la podemos dejar. Y tiene que ser allá [en la Sierra Negra], tiene que ser en el bosque porque nadie puede ver. Y tampoco puede llevarse (el ritual) para algún otro rincón”, explica Expedito Rosendo dos Santos, de 60 años, curandero de los pipipan.

Los pipipan se reúnen desde el siglo XIX en la Sierra Negra, reivindicada por ellos como territorio indígena, alrededor del Ouricuri. Pero desde el año 2011 corren el riesgo de perder el lugar sagrado de sus ancestros por causa de conflictos con el Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad (ICMBio), responsable por la admiración de la Reserva Biológica de Serra Negra, creada en 1982.

Desde entonces el ritual solo puede ser realizado bajo la vigilancia de trabajadores de la Funai (Fundación Nacional del Indio) y los indígenas no pueden cazar más o tomar la madera y astillas de la sierra para realizar el Ouricuri. Todo bien tiene que ser traído de afuera. “Ellos se quedan junto a nosotros para vigilar lo que hacemos”, critica Expedito. Al transformar el área en reserva biológica se restringió el uso a los indígenas de sus propias tierras.

Los indígenas ya tenían adaptado el ritual en relación a las costumbres de sus antepasados debido a las consecuencias de la deforestación del bosque local.

“El ritual era realizado por nuestros antepasados durante tres meses. Ahora no hay esas condiciones. Antes había caza, miel, había mucha cosa para sobrevivir. Nosotros, para dejar la casa y pasar 90 días sin casi nada allá para comer, no da, no hay como pasarla. No hay cómo asumir ese tiempo”, explica el curandero.

Mientras el ritual de los indígenas es obstaculizado dentro de la reserva, la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT) denuncia que los órganos de fiscalización no reaccionan con tanta eficacia cuando se trata de deforestación y caza predatoria. “No están protegiendo nada allá, no está cercado para demarcar la reserva, no hay una sola estaca, está en medio del tiempo ‘y el mundo’, y el animal de fuera [los blancos] es quien viene y mueve todo”, reclama Expedito.

Los truká y parte del pueblo pipipan fueron afectados directamente por la presa de Itaparica, construida en 1989, cuyas aguas tomadas del río San Francisco inundaron ciudades enteras como Petrolândia y Itacuruba para producción de energía eléctrica.

Con los cambios en el flujo de agua, controlado por la compañía hidroeléctrica de San Francisco (Chefs) prioritariamente para la generación de energía, el modo de cultivo del pueblo truká, relatan estudios etno ecológicos realizados por la Funai en 2005, tuvo que ser readaptado. El plantío era hecho “de bajante”, o sea, en las épocas del año en que el río bajaba, dejando la tierra fértil y rica en materia orgánica. Todos sabían cuáles eran las épocas del año en que debía ser hacerse la roza con diversas especies: frijoles, mandioca, maíz, cebolla, papas y caña de azúcar. Ese era el “tiempo de la naturaleza”, en el cual los indios podían programar su trabajo y esperar resultados. Actualmente, las aguas del río dependen del “tiempo de los hombres” y es extremamente difícil para los indios plantar en las bajantes, pues no existe previsión de cuándo las aguas bajaran. Con la pérdida casi total del plantío de bajantes, los indios son obligados a plantar “de molhacao” o sea, con sistemas de riego. Esta forma de plantío requiere inversión financiera que no siempre está disponible para las familias.

En relación a los pipipan, parte del pueblo vio sus tierras y lugres sagrados ser inundados y hoy muchos de ellos viven en las llamadas agrovillas, como la Agrovilla 6, en Floresta, construida para recibir a los desalojados.

Menos de 25 años después, la mayor obra de infraestructura en curso en el país por el gobierno federal, la transposición del río San Francisco, impacta una vez más la soberanía territorial de estos pueblos. Las dos tomas de agua, puntos de captación de las aguas del río San Francisco, y su sistema de bombeo, que alimentarán los dos canales de la transposición que pasará por 268 municipios, están en los territorios reivindicados por los truká, canal del Eixo Norte, en Cabrobó, y pipipan, canal del Eixo Leste, en Floresta.

El punto de captación de agua del río San Francisco del Eixo Norte se localiza a menos de 80 metros de la Isla Asunción, en la división entre Bahía y Pernambuco, tierra indígena truká ya demarcada, y atraviesa su territorio todavía en proceso de demarcación. El agua será llevada por un canal a 402 kilómetros de distancia hacia los ríos Jaguaribe (CE), Apodi (RN) y Piranhas (PB). La presa de Pedra Branca, que será construida justamente en la toma de agua en Cabrobó, implicará la inundación de parte del territorio reivindicado por el pueblo truká.

Ya en el Eixo Leste, la toma de agua está adentro del territorio reivindicado por los pipipan. El agua será retirada del lago de la presa de Itaparica, en la frontera entre Petrolândia y Floresta, y será llevada por un canal de 220 kilómetros de extensión hasta el río Paraíba (PB).

En conjunto, además de los cerca de 600 kilómetros de canal, están siendo construidas dos presas hidroeléctricas, la de Pedra Branca y la de Riacho Seco, nueve estaciones de bombeo, 27 acueductos, ocho túneles y 35 embalses.

Megaobras e incertidumbre en la demarcación de las tierras pipian.

Los indígenas ven con precaución la apertura de nuevos canales.

Falta aliento para abarcar la amplitud de las obras de las tomas de agua del río San Francisco, bajo el mando del ejército brasileño. Las obras de la trasposición se pierden en un horizonte sin fin de las tierras tomadas por la caatinga. La amplitud de la región de selvas vírgenes aturde a cualquier persona acostumbrada a una ciudad grande, donde el cielo y tierra son usurpados por la verticalidad del espacio moldeado por los edificios y el cimiento. Incluso estando en el lugar de las obras es difícil entender la lógica de sus trazados gigantes, tan en desajuste con la simplicidad de la vida aquí, que sigue tranquila conviviendo con la peor sequía de los últimos 50 años.

Indígenas, quilombolas, pequeños agricultores, resumiendo, la población difusa de la región, vive con lo esencial. Lo esencial de agua. Lo esencial de alimentos. Con lo esencial también aprendió a vivir con la vegetación semiárida como el mandacaru, o xique-xique, el juazeiro, el umbuzeiro, que por otra parte posee una hoja agria y muy sabrosa, y la aroeira. Se trata de vegetación generalmente baja, pero fuerte y robusta. Así, de lejos, bajo el sol de casi 40 grados, parece muerta, ahogada por el aire seco y empolvado, pero está allí esperando una pequeña oportunidad, la mínima cantidad de agua, para reverdecer.

Esa esencia contrasta con la magnitud de la obra que parece tener el poder de salvar a toda la comunidad de la sed. Cada canal, abierto con sus 25 metros de largo y cinco metros de profundidad, tendrá la capacidad de llevar agua a kilómetros de distancia del lecho del río San Francisco. Mientras hoy a pocas leguas del Velho Chico todavía existen comunidades que ven sus productos morir por falta de agua, sus tierras estériles y, peor, pasan sed y viven del agua transportada por pipas, como el poblado de Sierra Negra, donde hay personas pipipan sin aldea por cuenta de la presa de Itaparica.

La transposición fue promocionada con el discurso oficial de llevar agua a quien tiene sed y, mientras tanto, lo que existen son promesas. Después de seis años del comienzo de las obras, todavía no hay nada concreto y los pobladores están muy desconfiados. “Cuando ellos entraron [comenzaron las obras], tuvimos una reunión en Truká [Cabrobó]. Fuimos. Llegando ahí, nos prometieron que antes de hacer el canal [iban] a delimitar nuestras tierras indígenas. Prometieron dar dinero para que la Funai delimitara nuestras tierras. Dijeron que iban a delimitar nuestro territorio antes de las obras y nos engañaron. Si hasta ahora no se hizo nada para las cajas de agua, la misma cosa será para nuestra delimitación. ¿En dónde está la tierra? Nada”, relata Expedito, el curandero pipipan.

El médico tradicional conserva en la cabeza el territorio de sus antepasados y, a pesar de la promesa de que sería delimitado antes del comienzo de la obra, nada sucedió. “Tenemos nuestro mapa antiguo y todo. Dentro de la caatinga, a los pies de la Sierra Negra, laguna de Jacaré, donde nuestros antepasados hacían ritual, va por la aldea de Caraíba, pasa por la bajada de Urubu y vuelve por el Juquiri y la Sierra Negra queda en medio de todo eso. Pasa por la presa de Juá, el riacho de Navio, incluyendo la Serra do Taiado, Serrote do Tamanduá y Serra do Periquito”.

El punto crucial para los indígenas es la Sierra Negra, lugar sagrado para los pipipan. “Al pie de la Sierra Negra ya no quedó nada, no hay ninguna amburana para hacer un té [para combatir las enfermedades del estómago]. No hay ninguna cacinha. Sólo cráter, piedra y arena. Así no se puede. Los terratenientes, cazadores de fuera de la ciudad vienen del otro lado de la caatinga y suben la sierra. Como es abierta y en el Ibama no hay gente para controlar (…)”, relata Expedito.

“La delimitación está solo en el estudio y listo. Los antropólogos vinieron dos veces y hasta ahora no sabemos nada. Y si se tardan mucho, cuando regresen no habrá nada más, ni campo, ni caza. Las abejas que producen miel tampoco. Quitando los árboles, los animales para cazar también se van o se mueren. Y si de la miel no queda nada, todas las abejas se mueren. Si se resolviera pronto lo de nuestras tierras se evitaría que eso ocurriera, nosotros cuidaríamos de la sierra”.

Mientras eso sucede, las obras continúan en tierra reivindicada por los pipipan, siguiendo el mismo camino de la construcción de la represa de Itaparica, que destruyó el territorio y los lugares sagrados de los yuxá y pankararu antes de las demarcaciones de sus tierras, que estaban en estudio del área, para ser concluidas.

Transposición, la nueva barrera para la tierra retomada truká.

Desde los ochentas, los indígenas intentan recuperar las áreas desmontadas.

El 30 de junio de 2005 inició como un día festivo para los truká en la isla de Asunción. Las escuelas conmemoraban el día de San Juan. Hasta los líderes perseguidos por cuenta del proceso de la retomada de las tierras, que vivían en los islotes del río San Francisco, se desplazaron a la isla más grande para las fiestas del pueblo. Aproximadamente a las 18 horas, en medio de las danzas y mucha comida, cuatro personas – que los indígenas denunciaron al Ministerio Público como policías vestidos de civil- entraron al lugar de la fiesta y comenzaron una pelea con Adenilson dos Santos Vieira, Dena, de 38 años, uno de los líderes truká perseguidos. Su hijo Jorge Adriano Ferreiro Vieira, de 17 años, reaccionó a la agresión contra su padre y ambos fueron balaceados enfrente de 500 testigos, incluyendo niños, padres de familia y ancianos. Antes de la fuga, los pistoleros tirotearon las llantas de los autos para que las víctimas no fueran socorridas. La estrategia tuvo éxito. Ambos murieron.

Muchos en Cabrobó consideraban a Dena un batallador, recuerda Neguinho. “Eso es porque dentro de nuestro control social, cada uno tiene su función, y la de él era cuidar la seguridad tanto de los islotes como de la isla de Asunción. Con su pérdida, todo mundo pensó que nos íbamos a debilitar y mostramos que no, los truká no dependen de personas específicas. Todo mundo tiene una responsabilidad por nuestro pueblo”, afirma el cacique.

Dos horas antes de los asesinatos, los indígenas recibieron en su territorio al entonces ministro de la Integración Nacional, Ciro Gomes, en vísperas del inicio de las obras de la trasposición. Durante el evento, el cacique Neguinho Truká se posicionó contra la obra, en caso de que no hubiera un plan claro que garantizara la distribución del agua para todos los que se encontraban en sequía. Inclusive rechazó la presencia en sus tierras del ejército brasileño, responsable de las obras.

Neguinho Truká, que acababa de ser nombrado representante de los indios de la región frente al Comité de la Cuenca Hidrográfica del São Francisco, fue llamado para prestar declaración por el asesinato de su hermano y su sobrino. Y aunque pidió declarar en la tierra truká por cuestiones de seguridad, la Policía Federal lo presionó para declarar en el municipio de Salgueiro (PE), donde fue encarcelado por mandato de la Comarca de Cabrobó por el supuesto robo de dos cabezas de ganado.

“Nosotros peleamos para que los cabra fueran castigados, y de repente también me llevaron preso. Para nuestro pueblo fue un momento difícil. Las personas pensaban que íbamos a desistir de la lucha, pero una vez más probamos lo contrario. Me quedé 15 días en un presidio, nunca antes había entrado en una celda. Fui llevado a la prisión como alguien peligroso, con un auto al frente y un montón de coches atrás”, recuerda Neguinho.

El 26 de noviembre de 2008, Neguinho y tres acusados más, entre ellos su hermano Dena -al cual le cerraron el proceso después de ser asesinado- fueron absueltos de la acusación de robo promovido por la Procuraduría del Estado de Pernambuco, por sentencia de la Justicia de Pernambuco.

“Realizamos acciones, documentos, manifestaciones, la denuncia fue a parar hasta la ONU (Organización de las Naciones Unidas), si no, el Neguinho seguiría preso. Los policías que mataron a Dena y a su hijo fueron promovidos en menos de una semana, subieron de puesto. Esas muertes tenían que ver con la transposición, para callar nuestra boca”, se desahoga Claudinha Truká, líder del pueblo truká.

La lucha de los truká por sus tierras no es de hoy. En 1981, consiguieron retomar las primeras áreas en la isla de Asunción, en el río San Francisco. Y, desde 1994, la isla ha sido conquistada poco a poco, en un proceso que los truká llaman de retomada. “Hubo un gran combate en ese momento y expulsión de los ocupantes y de su ganado de nuestra tierra. En ese tiempo reconquistamos gran parte de la isla de Asunción, y junto con ella los islotes. Son aproximadamente cien islotes, con Orocó, y hay indios que viven ahí. Otros los usamos para cultivo y espacios agrarios. Una vez por año vamos a hacer rituales en ellos”, explica Claudinha.

Pero parte de la isla de Asunción todavía está en proceso de homologación y las obras son una amenaza al proceso, explica. “Ya fue realizado el estudio y ya fue aprobado que las tierras son nuestras. Los antropólogos encontraron cementerio, urnas y utensilios, y teníamos espacios en la selva reservados para los rituales. Ahora estamos con recelo de que no salga, porque están muy cerca de las obras. Tenemos desconfianza de que en este proceso de transposición y de la construcción de la presa, el área sea reducida. Está en la sala de la presidenta para que firme, pero hasta hoy, nada”.

Los truká reivindican como territorio indígena las tierras donde está la toma de agua de la transposición. Se está realizando un estudio como primer paso para la demarcación del territorio. “Este proceso lleva ya desde 2007, y no concordamos con los recortes realizados por la Funai. Mientras, el estudio va y viene. Las haciendas que están siendo reubicadas están muy próximas al canal de la transposición. El gobierno sabe que esa tierra es nuestra y sabe que sabemos eso, y que no vamos a aceptar que ese canal pase por nuestra tierra y nosotros sin poder tomar agua”, señala Claudinha.

Al inicio de las obras, los truká ocuparon el cantero de la toma de agua por nueve días, pero la justicia concedió la reintegración de posesión solicitada por el Ministerio de Integración Nacional. “Al inicio nosotros llenábamos los huecos que el ejército dejaba. Pero no avanzamos. Ahora toda el área está en un proceso de devastación enorme. Cuántos años va a tomar para que el bosque y los animales vuelvan a habitar ahí, para que la naturaleza se reconstruya de nuevo, y eso a nosotros nos duele mucho. Tomamos nuestro territorio devastado e intentamos cuidar los pocos bosques que quedan. ¿Cuántos encantados en estos espacios destruidos fueron debilitados? Fue muy doloroso cuando llegamos a la obra de trasposición y vimos todo aquello devastado” observa Claudinha.

Antiguamente

El río es nuestra subsistencia, plantamos porque tenemos el agua del río, no hay otra fuente para los truká. Es en el río que está la historia del pueblo, donde están los encantados del pueblo. El río nos soporta. Nuestros viejos dicen, ah, en ese río tomábamos surubí, que daba para lavar la ropa en la cabeza de él se abriese. Es la forma que ellos tienen para decir que había peces en abundancia enormes. Y hoy nos quedamos todo el día con el anzuelo en el río y volvemos para la casa sin nada. Estamos obligados a ir a la ciudad a comprar carne. Bastaba tener harina y sal, el resto sabíamos que estaba garantizado, teníamos el río. Con las presas de Sobradinho e Itaparica, el río comenzó a decaer. Nuestros viejos todavía dicen que con esa transposición va a dar para ir a Bahía a pié [la isla queda en la división entre Bahía y Pernambuco]. Yo no voy a tener más la barca, ¿para qué tener un barco? Claudinha Truká.

Lo que vemos es la capivara, caimán azul, pero el pequeño; a las nutrias, los otros animales que había aquí en las márgenes de los ríos, no los veremos más. El lobo-guará que vivía en la orilla del río San Francisco ahora solo lo encontramos en los alagados, y tantas otras especies de pájaros y frutas hoy no hay más. Aquí hasta 1979 el río San Francisco era virgen, atrapábamos surubim, dorado. Parte de nuestra historia, de nuestras costumbres se van con las obras. Nuestra cultura está formada de elementos, contemplamos bosques, aguas, viento, sol. Cuando uno de esos elementos es extinto, parte de nuestra cultura también lo es. Nos fue transmitido ese conocimiento por nuestros antepasados milenarios. Neguinho Truká.

Conflictos y muertes marcan la disputa por las tierras.

Líder indígena relata la historia de la recuperación truká y la represión sufrida.

Las obras de transposición son sólo un capítulo más de los osbtáculos en la retomada del territorio truká. El proceso, principalmente a partir de la década de los ochenta, ya estaba marcado por la intensificación del conflicto por tierras entre blancos e indios en Cabrobó. Una de las consecuencias para el pueblo indígena ha sido una secuencia de muerte y criminalización.

El líder del pueblo truká, Aurivan dos Santos Barros, Neguinho, narra parte de la historio de su pueblo: “Los truká que nacieron a partir de 1970 para acá son generaciones ya criadas dentro del área de conflicto. Mi abuelo, Assilon, lucho 40 años no sólo por la tierra, sino principalmente para que fuéramos reconocidos como pueblo. En 1980 comienza de forma más atrevida nuestro movimiento como pueblo. Ya habíamos sufrido mucho, sea por la omisión del Estado o por el abuso de aquellos que invadían nuestro territorio. Hubo varios indios desalojados de sus casas y asesinados porque defendían la demarcación del territorio. Fuimos criados viendo a nuestros ancianos sufrir persecuciones. Además de todo ese abuso, estaban las cuestiones de los asesinatos como intento de que nos calláramos.

“Aquellos que hablaban tenían que andar de madrugada, andar de noche en las veredas, escondidos. Vi a mis padres y a mis abuelos pasar por eso. A pesar de todo, siempre nos transmitieron el mensaje que no debíamos reaccionar con violencia y perder la razón. Pero las personas que estaban del otro lado nunca tuvieron nuestro mismo pensamiento.

“En 1980 comienza el movimiento de nuestros más viejos contra el propio Estado, que era el invasor de nuestra área, y comenzamos las retomadas. Sólo teníamos 350 hectáreas de tierra para todas las familias. Pasamos toda la década con parte de nuestras familias confinadas aquí o viviendo en la ciudad con mucha necesidad.

“En 1990 comenzamos a discutir la concientización de la juventud, el proyecto futuro de nuestro pueblo. Pasamos cuatro años discutiendo y en 1994 hicimos la retomada de Chincha, que era uno de los señores de aquí y llegó a ser diputado estatal, un cabra violento que mandaba matar y expulsar. Tanto que parte de los más viejos se quedaban recelosos por la retomada de estas tierras, pero nosotros los más jóvenes estábamos cansados, sin expectativa de vida, ¿cómo íbamos a criar a nuestros hijos y asegurar nuestra identidad si no teníamos un lugar para cultivar nuestras tradiciones?

“En 1994 retomamos la Chincha, pasamos un año y seis meses ahí. En ese tiempo discutimos la retomada de las tierras, cómo conduciríamos la conquista del territorio. Tenía que ser encima de los grandes. Fuimos para las tierras de Siscaló y pasamos más de cuatro años programando para retomar el resto de la isla.

“Ya habíamos cogido la cabeza aquí, la punta de aquí abajo (de la Isla de Asunción). Faltaba el cuerpo entero de la isla y había grupos muy radicales contra nuestra gente. Una vez más la gente se reagrupó e hicimos la retomada del restante de la isla y del archipiélago. Luchamos contra los 72 estancieros acá y alrededor de 46 ocupaban los archipiélagos, que son las islas bajo el control de nuestra gente.

“Desde 2001 empezaron las familias a volver a sus lugares de origen. Todas las cosas que nosotros tenemos que utilizar para nuestros rituales religiosos, las vamos a coger allá. Nunca perdemos esa conexión con la tierra de Pernambuco.

“La reanudación de 1999 dejó marcas que aún no se han curado de las pérdidas que tuvimos. Con ella llegó la reconquista de la isla de Asunción, pero también aumentó el abanico de enemigos.

“¿Cómo trabajamos en la lucha en la reanudación? No sólo se trata de ocupar la propiedad, ya que existían plantaciones y no podíamos decir al dueño que tenía que partir sin nada. La pelea fue para que el funcionario de Funai llegase, la tierra ya estaba demarcada y delimitada, para hacer inventario y del tiempo para salir. En ningún momento de la reanudación buscamos hacer daño a nadie, especialmente a aquellos que sufrían tanto como nosotros. Desafiamos al Incra (Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria) para que hiciera el reasentamiento de esas personas también. La promesa era que iban a solucionar, pero nunca lo hicieron, lo que agravó el conflicto.

“En esto proceso tuvimos a las autoridades municipales contra nosotros, porque siempre hubo alguien que tenía tierra aquí dentro. El MPF (Ministerio Público Federal) levantó procesos en serie contra nosotros. Llegó una jueza aquí y comenzó a emitir varias órdenes de arresto, principalmente contra nuestros líderes. Y nunca fuimos llamados para ser escuchados. Los arrestos fueron decretados y no teníamos defensa. El sujeto iba allá, se quejaba, el fiscal solicitaba la orden de detención y el juez decretaba prisión sin escucharnos. Al final, tuvimos 23 líderes con orden de captura.

Las muertes

Vidas perdidas en la disputa por las tierras en las márgenes del río San Francisco

En enero de 2001, los indios truká José de Nô Félix y su hijo Nilson Félix fueron secuestrados por elementos de la Policía Militar de Pernambuco que estaban encapuchados. Tres días más tarde, sus cuerpos fueron encontrados por la Policía Federal, decapitados y quemados, sin que se tenga noticias de cualquier investigación llevada a cabo para investigar el caso.

El 30 de junio de 2005, Dena y su hijo fueron asesinados. El pueblo truká señaló como responsables del asesinato de Dena a policías militares que integran un conocido grupo de exterminio, cuyo lema es «La madre crea y nosotros matamos”. Los dos eran perseguidos no sólo por los antiguos ocupantes de la isla de Asunción, sino también por autoridades locales que trataban de incriminarlos para desmovilizar la lucha por la tierra de los truká. El 23 de agosto de 2008, otro de los grandes líderes de los indios truká, Mozeni Araújo, fue asesinado en la ciudad de Cabrobó por un pistolero.

«Nuestra vida ha sido de conquistas y pérdidas. Hemos sufrido los impactos de la represa de Itaparica, Sobradinho y para recuperar la isla de Asunción hubo mucho derramamiento de sangre, mucha criminalización. Y ahora, con la transposición, ¿de nuevo vamos a tener que pagar el mismo precio?», pregunta Neguinho Truká.

Si inicialmente los truká estaban en contra de la transposición, el avance de la obra exigió una nueva postura de los indígenas. «Queriendo o no, la nación ha invertido dinero, y lo que tenemos que hacer ahora es reducir al mínimo los impactos, asegurando que los indígenas y los quilombolas se queden en sus territorios tradicionales y que los pequeños agricultores también permanezcan en su tierra», evalúa el cacique.

La FUNAI retrasa la demarcación y los recursos son devueltos al gobierno federal

El Ministerio de Integración había reservado 6.3 millones de reales para los gastos

Las obras de la trasposición en el área donde viven los truká y los pipipan están en curso, pero el proceso de demarcación de sus tierras –a cargo de la Funai- sigue detenido. Debido a la demora, el Ministerio de Integración tuvo que devolver los más de 6 millones de reales destinados para el proceso como un fondo presupuestario del Instituto de Colonización y Reforma Agraria. El dinero no fue ejercido y ahora deben presentarse de nuevo las peticiones, como señala un informe del Ministerio de Integración: «Para efectuar la regularización agraria de los pueblos beneficiarios se dará continuidad al apoyo al Incra y Funai; a través de nuevas destinaciones de presupuesto, serán traspasados los recursos financieros necesarios».

Como medida compensatoria a los pueblos indígenas directamente golpeados por la trasposición, el gobierno federal creo el Programa de Desarrollo para los Pueblos Indígenas. “Las tierras indígenas de los pueblos truká, tumbalalá, pipipan y kambiwá están localizadas directamente en el área de influencia de la empresa”, reconoció en conferencia de prensa el Ministerio de Integración Nacional.

El Ministerio afirma que serán cuatro los pueblos indígenas afectados directamente por las obras de transposición: truká, en Cabrobó (PE), tumbalalá, en Curaça y aboré (BA), Pipipan, Floresta (PE) y Kambiwá, en Ibimirim e Inigá (PE), lo que suma 9 mil600 personas.

El número, sin embargo, podría ser mayor. De acuerdo con un informe que denuncia los impactos de la trasposición en los pueblos indígenas del nordeste, organizado por asociaciones como Articulación de Pueblos y Organizaciones Indígenas del Nordeste, el Núcleo de Estudios en Comunidades y Pueblos Tradicionales y Acciones Socioambientales, y el Consejo Indigenista Misionario, si, por un lado, la construcción de los canales y del sistema de bombeo de la transposición pasará directamente por los territorios de los pueblos truká y pipipã (ejes Norte y Este), por otro, provocará daños en la salida del agua del río, lo que afectará a los pueblos indígenas ribereños como xucuru-kariri, xocó, kariri-xocó y otros próximos al margen del río, como pankararé, kalangó, geripankó, kaxangó, kalancó, akonã, tuxá y pankararu. En el Eje Norte, ligado al Complejo Industrial y Portuario de Pecém (CIPP), alcanza al territorio del pueblo anacé, en Ceará.

Para los cuatro pueblos que reconoce como afectados, representantes del gobierno harán “visita de campo”, con el objetivo de censar, junto a líderes indígenas, los principales problemas y las necesidades de apoyo en términos de inversión en infraestructura. “En el año 2007 se realizaron reuniones con las cuatro comunidades indígenas atendidas por el Proyecto San Francisco y fueron discutidas acciones que podrían ser realizadas”.

Hasta ahora, en convenio con la Fundación Nacional de Salud (Funasa) han sido construidas -de acuerdo con un informe que define los objetivos principales del programa de apoyo a los pueblos indígenas, con última actualización al 15 de enero- 164 casas de cemento en sustitución de las de barro, del total de 368 casas previstas. De los cinco centros de salud previstos, tres están en ejecución.

El informe  destaca que entre los puntos que son responsabilidad del Ministerio de Integración, como medidas compensatorias, está «apoyar las regularizaciones agrarias de las tierras indígenas pipipan y tumbalalá, transferencia de recursos para la delimitación, demarcación y regularización de las tierras, acompañamiento de los procedimientos de delimitación, demarcación y regularización de las tierras indígenas pipipan y tumbalalá”. Además de la demora en la demarcación, los indígenas reclaman la falta de transparencia en el proceso.

Proceso opaco.

La Funai justifica los retrasos y culpa a los antropólogos, alegando que tiene una plantilla técnica reducida para resolver las peticiones.

Cuestionado sobre la demora en el proceso de demarcación, el área de prensa del Ministerio de Integración se limitó a contestar que solamente apoya la acción, que está bajo «coordinación y responsabilidad de la Funai”.

La Funai, por su parte, respondió a la reportera por correo electrónico, pretendiendo justificar la demora alegando retrasos de los antropólogos y que su plantilla técnica es demasiado pequeña para resolver la demanda de demarcación de tierras necesarias en Brasil. Sigue la totalidad de la entrevista:

¿Cómo está el proceso de demarcación de las tierras indígenas pipipan y truká en Pernambuco?

Ambas tierras indígenas están siendo estudiadas, con base en el artículo 231 de la Constitución de la República Federativa del Brasil y en conformidad con el Decreto 1775/96. El procedimiento para la identificación y delimitación de la TI (Tierra Indígena) pipipan está más avanzado. Después de realizar estudios adicionales coordinados por otra antropóloga en 2013, un informe detallado de identificación y delimitación está en fase final de preparación, y su análisis está previsto para el año en curso.

El procedimiento de reevaluación de límites de la TI truká (declarada en 2002) se inició en 2008, y hasta ahora la antropóloga colaboradora de los estudios no presentó informe detallado a la Funai, pero se están tomando medidas administrativas adecuadas.

Cabe informar que actualmente existen 95 procedimientos de identificación y delimitación de tierras indígenas en marcha en todo el país.

Los pipipan afirman que, en reunión con el Ministerio de la Integración Nacional y con la Funai, se les prometió que la demarcación se haría antes del inicio de las obras de la transposición del río San Francisco. El Ministerio, contactado por esta reportera, dijo que solamente apoya la acción de demarcación y que la actividad, de hecho, es responsabilidad de la Funai. ¿Qué sucedió que no fue posible hacer la demarcación antes del inicio de las obras?

Los estudios necesarios para identificar los límites de las tierras indígenas son hechos por un equipo técnico multidisciplinario, dirigido por un antropólogo de reconocida cualificación; es una investigación bastante compleja y amplia, que incluye datos de naturaleza etno-histórica, sociológica, de la tierra, documental y ambiental, que deben ser organizados de acuerdo con las disposiciones de la ordenanza MJ 14/96. El grupo técnico (GT) pasa en promedio 30 días en campo, realiza una amplia investigación de gabinete y participa en varias reuniones durante la preparación de un informe detallado de identificación y delimitación (RCID).

En general, los miembros del GT viven en diferentes ciudades y desarrollan otras actividades, habiendo alguna dificultad para conciliar las agendas. Por otra parte, el sector responsable de la Funai tiene un cuadro técnico reducido para rastrear simultáneamente docenas de procedimientos en curso, un hecho que hace necesario dar prioridad a algunos procedimientos, con base en criterios objetivos.

¿El estudio antropológico fue realizado? ¿Está en revisión?

Como se ha explicado en los ítems anteriores, los estudios multidisciplinarios están más avanzados en el caso de la TI pipipan. En el caso de la TI truká, en Cabrobó, aún es necesario analizar los autos del primer proceso de demarcación para localizar los vicios existentes.

El Ministerio de Integración admite que son cuatro los pueblos directamente afectados por las obras de transposición: truká, tumbalalá, pipipan y kambiwa. ¿Por qué no está prevista la demarcación también para los truká, por ejemplo?

Tan pronto el informe detallado de reevaluación de los límites de la TI truká (Cabrobó) sea presentado a esta Fundación, será analizado con carácter prioritario y, verificada su adecuación a los requisitos de la Ordenanza MJ 14/96, sus conclusiones serán adoptadas y publicadas en el Diario Oficial, resguardado el derecho al contradictorio y a la amplia defensa, siguiendo luego las otras fases previstas en el Decreto 1775/96.

¿El proceso de demarcación de las tierras de los truká y de los pipipan sufrió algún tipo de perjuicio precisamente por causa de las obras?

No.

¿Qué pasó entonces?

Lo que sucedió fue una demora excesiva en la entrega del RCID de la TI truká (Cabrobó) y una insuficiencia en el primer RCID de la TI pipipan, pero se están tomando las medidas administrativas adecuadas para completar ambos procedimientos con la mayor celeridad posible.

Los impactos ambientales afectan a las comunidades indígenas.

Los estudios tienen omisiones graves y la recuperación ambiental es insuficiente

Los estudios de impacto ambiental de las obras de trasposición del río San Francisco tienen omisiones graves e ignoran aspectos que afectan la vida de los pueblos indígenas en la región. Ésa es una de las conclusiones del Tribunal Federal de Cuentas, que se manifestó de la siguiente manera respecto al Informe de Impacto Ambiental (Rima) de la obra, realizado en julio de 2004.

«Fallas, inexactitudes y omisiones… afectan el carácter científico del estudio y comprometen sus resultados. Sobre todo porque los que participaron en las audiencias públicas no tomaron conocimiento de todos los impactos que se generarán por el proyecto… Las fallas y omisiones apuntadas por el Ibama, y citados en esta instrucción, son demasiado graves para ser relegadas o descuidadas», señala el documento TC- 011-659-2005-9.

El mismo Instituto Brasileño del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Ibama), órgano responsable de la licencia reconoció, en su dictamen 31/2005, omisiones como la insuficiencia de estudios sobre los impactos sobre la fauna y flora de un bioma tan complejo como la caatinga. El entonces presidente del organismo, Marcis Luiz Barroso Barros, y el director de permisos ambientales, Luiz Felipe Kunz, llegaron a sufrir llamados por faltas administrativas debido a la decisión tomada en ese momento.

En relación al impacto a las formas de vida de los pueblos, inicialmente se propueso un estudio con diez pueblos probablemente afectados. Sin embargo, el número se redujo a cuatro, los kambiwá, pipipan, tumbalalá y truká. Antes incluso de que los estudios fuesen completados y discutidos con las comunidades, el presidente de la Funai, Marcio Meira, presentó una opinión favorable al proyecto, “a pesar de todos los estudios tienen elementos y posiciones que significan el rechazo del proyecto por parte de los pueblos, y reiteran impactos negativos en los territorios indígenas», consta en el dossier citado.

En sus 136 página, el Informe de Impacto Ambiental (RIMA) no profundiza en importantes aspectos medioambientales dela obra. El documento ya preveía problemas para las comunidades indígenas, entre los cuales están la exposición a peligros como la invasión de tierras, el agotamiento de los recursos naturales; rotura de relaciones socio comunitarias durante la fase de la obra, el riesgo de interferencia con el patrimonio cultural; la posibilidad de aumento y aparición de casos de enfermedades entre las poblaciones locales y trabajadores de las obras, en especial casos de enfermedades de transmisión sexual (ETS), como el SIDA; la pérdida y fragmentación de cerca de 430 hectáreas de áreas de vegetación nativa y de hábitat de fauna terrestre; la interferencia en el desplazamiento de los animales, con la fragmentación de las áreas de vegetación nativa, y el aumento de la actividad de caza.

Escenario de destrucción

La caatinga fue devastada en áreas en las que se realizan las obras y la recuperación ambiental sólo está en el papel

Tanto el ejército como el Ministerio de Integración Nacional, responsables de las obras, son categóricos al afirmar que la toma de agua está casi lista. Pero para aquellos que la visitan, la noción es que lo que existe es un borrador de la obra, en medio de la caatinga desolada. Y si las tomas no están listas, los trechos de canales ya finalizados – que se configuran como un tapete con partes listas y otras detenidas, por no hablar de lo que necesita ser vuelto a hacer – y seguirá deteriorándose bajo el fuerte sol de la región.

En el límite entre las municipalidades de Selva y Petrolândia, en la toma de agua del Eje Leste, un canal aún no concretado fue cavado saliendo de la presa de contención de Itaparica, justo al lado de una comunidad de pescadores artesanales. Entre la presa y el canal, el ejército colocó un muro de tierra para retener el agua hasta que se complete la obra. El canal sigue por la caatinga deforestada, hasta encontrar el espacio que contendrá el agua. En este sitio se está construyendo un sistema de bombeo, que debe elevar el agua a otro lago, construido encima de una colina, con la diferencia de unos 300 metros. Desde allí el agua debe seguir por gravedad al canal abierto, antes de pasar sobre una carretera, la BR 316.

En Cabrobó, la toma  de agua del Eje Norte, la lógica es la misma. Aquí el río está vivo, como lo refieren los indígenas, o sea, el agua no está represada y sigue el flujo lento característico del San Francisco, producido por las pequeñas irregularidades del terreno por el que corre. Pero esto cambiará. Las obras predicen una presa en este lugar, la presa de Pedra Branca, que inundará el municipio del mismo nombre. Un canal ya construido sigue desde este trecho  del río, caatinga deforestada adentro, hasta llegar al espacio de un gran lago donde el agua debe ser bombeada a unos 150 metros encima, de donde debe seguir canal abajo por gravedad. Un pequeño trecho de tierra separa el río del canal, con vistas a la Isla de la Asunción, de los truká, a unos 80 metros.

En ambas tomas, una misma empresa contratada por el ejército, la Vertical Green, fue responsable entre 2010 y 2011 por la restauración ambiental del área totalmente devastada por las obras. Se gastaron cerca de 2 millones de reales de los fondos públicos y la situación no podría ser peor. La sensación es de estar en un desierto. En lugar de la vegetación, hay arena, piedras y algunos árboles pequeños dispersos, pero estas toman revancha solas, por obstinación, en rebeldía contra el trabajo de Vertical Green.

Tanto el Ministerio de Integración Nacional como Vertical Green culpan a la sequía por la no ejecución del contrato que prevé la reforestación en las áreas de toma de agua. De acuerdo con el Ministerio, las obras y servicios relacionados con la remediación ambiental en el lugar fueran llevadas a cabo, pero debido al alto déficit de agua en el periodo, la supervivencia de plántulas fue baja, y por lo tanto el contrato con la empresa Vertical Green se cerró.

Según Vertical Green, el lote en el que estaban trabajando está muy lejos del río para hacer riego de bajo costo y, por lo tanto, no se cayera inversiones en el riego de las plántulas. Pero, por el contrario, cuando uno está en el lugar, constata que por tratarse de la región de la toma de agua, el área es cercana a la presa de Itaparica.

En el sitio web del gobierno federal, Transparencia Brasil, la especificación del servicio de recuperación del medio ambiente de la Vertical Green dice «mantenimiento y conservación de carreteras y vías», que implica que la empresa es responsable por lo que planta y, por lo tanto, el proyecto debe garantizar la condición mínima para el desarrollo de la vegetación: el agua.

Una nueva licitación se hará para el cumplimiento del servicio, anunció el ministerio.

Prejuicios, obstáculo para garantizar los derechos indígenas.

La identidad indígena es cuestionada y continúan las persecuciones.

Bailar el toré, practicar rituales sagrados y las oraciones cotidianas tradicionales fueron actos prohibidos a los indígenas en Pernambuco hasta hace poco tiempo, en los setentas. A los truká, por ejemplo, se les prohibió bailar y hacer sus rituales en la Isla de Asunción. Los hacendados tenían la rara costumbre de perseguir a los indígenas y matarlos. La solución fue intentar a mantener los rituales a escondidas por la noche en los islotes del San Francisco. En este proceso de sofocación mucho se ha perdido, y “lo más triste es que ni siquiera sabemos lo que se ha quedado en el camino de nuestra historia”, lamenta Claudinha Truká.

El hecho de que el nordeste haya sido la puerta de entrada de la colonización brasileña tuvo como consecuencia impactos más devastadores en las comunidades indígenas de la región, si lo comparamos con otras partes de Brasil. “Fuimos los primeros pueblos afectados por la colonización. Servimos de escudo”, afirma Claudinha Truká.

“La Amazonía tiene un tipo de historia, el Nordeste otro, que, a su vez, es distinto de la del Centro-Oeste y del Sur. Aquí la colonización vino para acabar con todo,  al punto de que muchos indios prefieren decir que ya no existen. Los silenciaron”, evalúa Alberto Reoni, de la Comisión Pastoral Indígena en Floresta, conocido como el cura indio.

Renato Athias, antropólogo y profesor de la Universidad Federal de Pernambuco, evalúa la decisión de ocultar la identidad indígena como señal de resistencia de esta población. “Si decían que eran indios, tenían que someterse al régimen de tutela. Esconderse era una forma de mantener su integridad. Así surge la figura del caboclo y pasan a ser identificados como tales. La relación con el  Estado era como caboclos. Eso pasaba aquí en la región”*. Ya en el Norte, el término caboclo es usado de forma diferente, justamente para llamar al no-indígena, explica.

Los indígenas, después de este proceso histórico, se ven cuestionados aún hoy por la sociedad  y el gobierno sobre su identidad. Al final: ¿qué es ser indio?

“Hay quienes piensan que indio es aquel ser diferente, que habla raro, que anda desnudo, y cuando llegan a los pankararu dicen: ‘¿Pero estos son indios? Él es negro. Con este pelo, con esta color oscuro’. Llega a los xukuru, ve una niña rubia, de ojos azules y dice: “¿Ella es india?’. Llega a los kambiwá, [encuentra  personas de] piel blanca [y dice]: ‘Ah, tú no eres india’. ¿Por qué no? Es el esquema mental que nos fue inculcado, lleno de prejuicios”, problematiza Reani.

La identidad de los pueblos indígenas del Nordeste también es cuestionada por el hecho de que los indígenas no pudieron preservar su lengua – solo los fulni- o hablan el iatê. “No se cuestiona esa problemática bajo el punto de vista histórico, la verdad es que no perdieron la lengua originaria porque quisieron, sino que les fue prohibida. [El Marqués de] Pombal fue muy claro: ‘ay de quienes osaran hablar otra lengua que no fuera el portugués’”, recuerda Reani.

Este abordaje prejuicioso también está imbricado en el conflicto de tierras generado por el proyecto de transposición, denuncia el dossier. Según el documento, se hizo común la propagación de un discurso que niega la existencia de indios en la región, acusando a los que se autoidentifican como indios como mentirosos y aprovechadores. “Hubo momentos en que el gobierno reconoció  a los pueblos indígenas como afectados, incluso para afirmar, en  una pretendida tutela, que, al revés de lo que pensaban, serían beneficiados por el proyecto. En otros momentos, representantes de los poderes públicos negaron explícitamente la existencia de tierras indígenas en las áreas las cueles influye el proyecto”, relata el documento de denuncia.

El dossier trae una citación de João Pacheco de Oliveira, antropólogo y profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro, que afirma que negar tierras a estos indígenas será castigarlos una vez más. “A diferencia de los yanomami o de otros que habitan regiones alejadas del país, los pueblos indígenas del Nordeste no se encuadran fácilmente en las representaciones difusas sobre los indios. Sería absurdo, por tanto, negarles derechos preferenciales a la tierra bajo el argumento de que ya no son indios, castigándolos una segunda vez por la destrucción que trajo la dominación colonial”, defiende.

“Mejor sería pensarlos como pueblos indígenas, como objeto de derechos colectivos, alejándonos del mito de primitividad y de las improcedentes acusaciones que el sentido común genera a cada momento. Contradiciendo el sentido común, la presencia indígena en el Nordeste es bastante significativa, y asume además una gran importancia demográfica, ambiental y política, siendo sobretodo de extrema relevancia para  reflexionar sobre los múltiples horizontes políticos posibles en la relación entre Estado y los Pueblos Indígenas en Brasil”.

Una historia de derechos violados.

Conflictos de tierra y la dificultad para entender la relación de los indígenas con el territorio agravan los problemas.

En antropólogo Renato Arias apunta que la figura del indígena deja de existir jurídicamente con un decreto imperial de 1875. “Ya en aquella época fue decretado que no existía ninguna aldea indígena ni tampoco un indio. José Bonifácio, en sus varios textos, también dice que ya no existen indios”, explica.

Apenas con la Constitución de 1988 el Estado reconoció la existencia de pueblos indígenas. “Antes el indio era considerado menor de edad, una persona mentalmente incapaz y que, por lo tanto, debería tener tutela del Estado. La Constitución cambia la condición de los pueblos indígenas. Las personas dicen hoy que ‘están surgiendo indios de todas las partes’. Pero eso solo fue posible porque la Constitución permite ese reconocimiento. Entonces ellos se están revelando y están en proceso de retomada de sus tierras”, evalúa el antropólogo, que destaca que las tierras “aquí en Brasil son muy pequeñas, una cabecita de alfiler en el mapa del país”, añade.

La cuestión que surge es el conflicto entre el derecho a la propiedad y el derecho ancestral. “Leyes internacionales que el país firmó reconocen el derecho ancestral. Pero, en general, el pueblo no lo sabe, porque la lógica es la propiedad particular, propiedad de herencia. Entonces son dos derechos en conflicto”, esclarece Athias.

“Escuchamos a mucha gente decir: ¿por qué los indios necesitan de tanta tierra? La necesitamos para rituales, tierra sagrada donde tenemos los patios, necesitamos de la madera para criar a las abejas, tierra para cazar animales, porque el lugar donde hacemos el ritual necesita que haya caza cerca para comer; terrero para que los indios bailen el toré”, explica Expedito, chamán pipipan.

“El modo como nos relacionamos con la tierra y sus elementos es improductivo para el modo de vida de ahí afuera. Para nosotros no los es, porque es nuestro espacio, espacio de adorar a los encantados y que no se debe tocar. Entendemos, por ejemplo, a la agricultura de una forma y el país la entiende de otra. Nosotros entendemos agricultura de subsistencia. Es algo para dar continuidad al pueblo, para consumo propio, no para vender en gran escala. Sí, vendemos, pero lo suficiente para mantener a nuestra familia”, afirma Claudinha Truká.

Los indios necesitan espacio. Pero no es un espacio cualquiera. “[La cuestión] es que hace falta el lugar de plantar, el lugar de la pesca, el lugar donde hay el murici para cosechar, el lugar donde hay bananos, el lugar donde hay otra fruta. Ellos saben dónde está cada árbol. Y saben cuál es la época de cada uno. Son espacios para alimentarse física y espiritualmente y que no se puede llevar a otra parte, porque son ríos, riachuelos, cascadas, cenagales, bosque. Son espacios para responden a necesidades que son humanas, pero que nuestra sociedad nos quita o, simplemente, privatiza”, enfatiza Reani.

31 de marzo de 2014

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