Tapachula: La ruta de la cerveza, la migración, el trabajo sexual y la trata de personas

Jaime Montejo y Elvira Madrid/ Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer “Elisa Martínez”.

“Y creo que he bebido más de 40 cervezas hoy

y creo que tendré que expulsarlas fuera de mí

y subo al water que hay arriba en el bar

y la empiezo a mear y me echo a reír

y me pongo a pensar

dónde irá, dónde irá,

dónde irá, dónde irá.”


“Los toreros muertos”

Públicamente, cuando las migrantes son “aseguradas” en los operativos, las autoridades las consideran víctimas de trata; pero en la práctica, son deportadas por su situación migratoria irregular.

“Hay que dejar de ver la revisión como un negocio municipal”: Doctor de Cacahuatán.

Brigada Callejera, organización de defensa de las trabajadoras sexuales, trae en este reportaje las voces de mujeres migrantes que laboran en cantinas, dueños de bares, médicos y promotoras de salud que viven no sólo la realidad del talón, sino el impacto del cierre de “giros negros” ordenado por el gobierno de Chiapas.

A través de los testimonios recogidos durante los talleres de prevención de salud y derechos que impartieron en Tapachula, los activistas muestran que los más perjudicados por la nueva ola prohibicionista serán las mujeres y hombres migrantes centroamericanos, que no tienen más opciones para ganarse la vida que los centros de diversión.

 

Tapachula, Chiapas. Desde el aire, a bordo de un avión, Tapachula y el resto del Soconusco se ven imponentes. Mar y tierra, playas y montañas, caseríos y ciudades, carreteras y caminos, ríos y un verde inmenso, que conmueve por su majestuosidad. Es la punta del sureste olvidado durante muchos años por políticos de turno, que vinieron y se fueron sin pena ni gloria. Ya nadie se acuerda de ellos.

Algo no alcanza a verse desde tantas millas de altura; la discriminación y la imaginación con la que muchas mujeres migrantes que trabajan en bares, cantinas, centros nocturnos, zonas de tolerancia, hoteles y cuarterías, luchan contra ella todos los días de su vida transcurrida en la última frontera, la misma que quizás muchas de ellas no pasarán porque no llegarán a los Estados Unidos.

Muchas de ellas no lo saben, otras apenas lo intuyen. Algunas llevan ahí ocho años o más, mientras hacen tiempo en su larga temporada para hacer realidad sus sueños: darles de comer a sus hijos para que puedan estudiar y ser alguien en la vida, ayudar a sus padres y hermanos y ayudarse a sí mismas a salir adelante.

Nadie es ilegal, reza una consigna de organizaciones de migrantes y de apoyo a este sector. Sin embargo, cuando vemos la saña con la que son asesinados tantos  migrantes en su camino a los Estados Unidos por tierras mexicanas, entendemos que sí lo son, aunque ya esté en desuso la denominación. Y qué decir de las personas desaparecidas al amparo del trayecto del tren “La Bestia” en tantas fosas clandestinas esparcidas por su camino.

Las mujeres migrantes con las que convivimos en largas jornadas de este viaje compartieron sus saberes sin titubear un solo momento. Nunca antes sentimos irrumpir tanta dignidad, nacida de tantas mujeres vejadas por la autoridad de sus propios países y el nuestro. Era como sentirnos extranjeros en nuestra propia tierra donde nacimos o elegimos, al migrar lejos de casa, según cada quién.

¿Cuántas de las mujeres migrantes son buscadas por sus madres? No lo sabemos, pero de lo que sí estamos seguras es que nadie tiene derecho a fingir el rescate de quienes no lo han solicitado.

Cronología de la contradicción

A mediados del año 2011, todo era armonía y colaboración en materia de prevención de la trata de personas en Chiapas. Un año después, hubo certificaciones de bares y cantinas libres de delito a perseguir. A casi 18 meses, el linchamiento mediático “justificó” la mano dura hacia dichos negocios y el cierre de oportunidades de trabajo para muchas mujeres mexicanas y migrantes, que se ganaban la vida como meseras, bailarinas, cocineras y trabajadoras sexuales.

25 de junio de 2011.Treinta y cinco bares y cantinas de Tapachula, de más de cinco mil, se sumaron a la campaña «Chiapas Corazón Azul contra la Trata de Personas», para combatir la trata de personas, organizados en la “Asociación de Establecimientos de Entretenimientos de Tapachula», junto a la Secretaría de salud municipal, Médicos del Mundo – Francia, Una mano amiga en la lucha contra el Sida, el comité municipal de lucha contra el Sida, Comusida de Tapachula, y la Fiscalía Especializada en Delitos Cometidos Contra Inmigrantes (FEDCCI) de la Procuraduría General de Justicia de Chiapas.

16 de julio de 2012. La Fiscalía Especializada en Delitos Cometidos Contra Inmigrantes (FEDCCI) inició la certificación de bares, cantinas y centros nocturnos como establecimientos libres de trata de personas y menores en la frontera sur, esto como parte de las acciones para el combate de este tipo de delitos que han puesto a Tapachula como un foco rojo a nivel nacional. Hasta la fecha se han emitido 12 sentencias condenatorias por dicho delito.

19 de enero de 2014. Titulares de prensa que conmocionan a la opinión pública y a la clase política chiapaneca y abren una oportunidad para justificar sus acciones: En Chiapas existen al menos 30 mil mujeres que son víctimas de trata, según declaraciones de ONG. Y, Tapachula un gran burdel.

24 de enero de 2014. Manuel Velasco Coello, gobernador de Chiapas, solicitó al Congreso local que ya no se emitan licencias de uso de suelo para los giros negros, con el objeto de combatir la delincuencia organizada, la trata de personas y la explotación sexual en la entidad. La iniciativa busca reformar la Constitución Política del Estado de Chiapas, la Ley Orgánica Municipal, la Ley de Desarrollo Urbano y la Ley de Salud estatal.

27 de enero de 2014. La PGJE de Chiapas informó que aseguró 210 bares y cantinas irregulares durante una semana de operativos en Chiapas. Dichos “giros negros” operaban de forma irregular. Los operativos fueron realizados por la policía estatal, respaldada por agentes federales y personal militar. El saldo es de siete víctimas de trata de personas probablemente rescatadas y 20 supuestos involucrados en diferentes delitos, arrestados.

30 de enero de 2014. Lo que las notas informativas no señalan sobre estos operativos policíacos es que quizás igual número de establecimientos mercantiles cerraron en la zona del Soconusco, por órdenes de sus dueños para no verse afectados por dichas clausuras y aseguramientos. Otros negocios, sin precisar la cantidad, optaron por regresar a su casa a trabajadoras con situación migratoria irregular y algunos más pidieron a las mujeres que vivían en “cuarterías”, desocuparlas inmediatamente, con lo que quedaron sin techo de forma indefinida.

6 de febrero de 2014. Se aprueba la reforma al artículo 70 fracción VI de la Constitución de Chiapas, porque a juicio del gobernador así se erradicarán los «table dance», ya que los ayuntamientos “ya no podrán otorgar permisos para la construcción u operación de establecimientos con espectáculos nudistas, porque el uso de suelo para dicho fin estará prohibido”. Así mismo, los demás giros negros que operan en la actualidad podrían ser clausuradas paulatinamente.

Otra vez legisladores, en este caso locales y de Chiapas y un gobernador, no escucharon las voces de las trabajadoras sexuales mexicanas y migrantes. Ojala tengan la razón y no se empeore más la situación de este sector vulnerado por el gobierno y el resto de la sociedad.

Otras miradas al talón y a la migración

¿Qué opina una investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, CIESAS, una ONG y un cliente asiduo a la cerveza?

La investigadora.

“Qué cuántas trabajadoras sexuales hay en las calles del centro de Tapachula? No llegan a 200, yo diría que salen a trabajar en promedio unas 50 nada más”.

Son las palabras de Melissa Domínguez, licenciada en desarrollo y gestión intercultural de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), investigadora del CIESAS, San Cristóbal. Sorprende escuchar esto cuando los medios no dejar de repetir que son miles las víctimas de trata sexual en Tapachula. Quizás tenga la razón. No hay espacio suficiente para tanta mujer tratada, ni tantos clientes para que ellas se ocupen con ellos. Bueno, eso es lo que parece, al menos en el caso urbano de la ciudad.

“El discurso de la trata le caído muy bien al Estado, porque no ha querido reconocer los derechos laborales de las trabajadoras sexuales”.

La pregunta que queda en el aire mientras la investigadora expone sus puntos de vista es, ¿dónde quedaron todas esas activistas, intelectuales y académicas que desde el feminismo defendían el derecho a trabajar en el sexo? No lo sabemos, lo que sí podemos decir, es que algunas abogadas de esa causa ahora son abolicionistas de la prostitución. Para ellas, todas son víctimas de trata en el talón. Y si no lo son, son victimarias con casi toda seguridad. No se puede elegir la esclavitud. Hay que rescatarlas a todas y si el gobierno quisiera, en seis meses se acabaría la prostitución, castigando al cliente sexual.

“Las mujeres reguladas se están replegando a la clandestinidad, donde es más difícil tener acceso a los servicios de salud y de apoyo al migrante. En Tapachula lo que reina es la cero tolerancia al trabajo sexual. Aquí sacan a la policía para sacar a las mujeres de las calles. Ellas dicen que trabajan para pagar la cuota y el resto para vivir.

“Al acusar a todos los empresarios de tratantes, las condiciones laborales de las trabajadoras sexuales han empeorado. Las chicas, ya no pueden estar agrupadas, sólo pueden andar de dos en dos o solas para no ser detenidas. A algunas, el hotel les queda lejos y eso implica un riesgo para ellas”.

La Organización No Gubernamental.

La organización “Una mano amiga contra el Sida Chiapas A.C.”, señaló en el Seminario Migración, Refugio y Derechos Humanos, realizado septiembre de 2012, que trabajo sexual no debe confundirse con trata de personas.

Las calles se ven solitarias en la madrugada, hay pocos clientes a la vista, dicen que por las clausuras de estos últimos días. Las patrullas de la municipal y otras corporaciones se dan sus rondines y de cuándo en cuándo, se detienen frente a varias mujeres y personas transgénero. Todo en silencio, al amparo del sueño de la mayoría de la gente que vive en el primer cuadro de la ciudad de Tapachula, Chiapas.

“Nuestro punto de partida es que el trabajo sexual es una realidad insoslayable, y es una estrategia para mujeres que provienen de contextos que las proveyó de escasos recursos para enfrentar necesidades económicas El trabajo sexual plantea para mujeres centroamericanas necesidades para disminuir vulnerabilidad física, de salud, económica. La no distinción entre trabajo sexual y trata agrava estas vulnerabilidades”.

Esta organización indicó que uno de los retos es la defensa de los derechos humanos de las mujeres trabajadoras sexuales. El presidente de “Una mano amiga en la lucha contra el Sida, A.C”, Rosemberg López Samayoa, denunció en el 2009 ante la Visitaduría General de Asuntos Fronterizos, la detención de travestis que portaban condones y fueron acusados por autoridades municipales de Tapachula de ejercer la prostitución.

Rosemberg, también ha incriminado en varias ocasiones a la Policía Municipal y la Dirección de Salud Municipal de Tapachula, por violar los derechos humanos de trabajadoras sexuales, situación que a su juicio, “es preocupante frente al paulatino incremento de VIH/SIDA en el estado de Chiapas”.

Durante el segundo congreso latinoamericano de trata de personas, llevado a cabo en Puebla, los días 21 a 24 de septiembre de 2010, López ratificó la necesidad de no asumir que toda prostitución es trata de personas, en la única mesa donde se escuchó la voz de trabajadoras sexuales y defensores de este sector.

El cliente del bar.

“Mire usted, para entender lo que está pasando en Tapachula, con esto de los bares y cantinas, hay que empezar por el principio. No le hace que nos lleve un rato platicarlo, mientras nos echamos unas cheves (cervezas)”.

Francisco Gómez Jara, ya develó la relación entre las cerveceras y la industria sexual en su célebre libro “Sociología de la prostitución en México”. Otras voces más recientes apenas hablan del monopolio de las licencias de bares, cantinas, centros nocturnos, cervecerías, restaurantes – bar, zonas de tolerancia y otros giros comerciales donde el oro líquido producto de la cebada, se concentra en pocas manos.

“Antes los permisos los daba Tapachula, ahora es la jurisdicción sanitaria de Chiapas. El costo del refrendo anual es de 12 mil pesos. Si estamos hablando de al menos 2 mil licencias que van desde expendios, hasta zonas de tolerancia, tenemos un ingreso anual por dicho concepto de aproximadamente 24 millones de pesos y una cantidad similar por las cuotas que pagan los sitios clandestinos. Otra cosa son las mordidas que hay que pagar, que pueden doblar esa fortuna y en momentos como este, convertirse en una verdadera mina de oro.”

Esta es la ruta de la cerveza. Mientras unos tomamos a gusto una de ellas, otros se empachan hasta la congestión alcohólica.

“La cervecería Corona vive del clandestinaje. En una cantina de estas, me echo cinco cervezas. En el rancho donde vivo, cinco caguamas me tomo con mi compadre. La Corona tiene más de 12 mil clientes en Tapachula y los permisos de la ciudad sólo llegan a la cuarta parte. Hace 10 años, la Corona tenía el 90 por ciento del mercado en Chiapas. Tenía el control de la plaza”.

¿Qué sentirán albañiles, campesinos, mecánicos y otros trabajadores de Tapachula y alrededores, al no poder sentarse en una cantina para beber unas cervezas, cuando los lugares donde convive la élite tapachulteca como el Mito-T, siguen vendiendo alcohol al por mayor?

“Pero la peor, la que ha corrompido más a la gente y le ha abierto las puertas a la prostitución clandestina, es la Superior, que compra la plaza en el comisariado ejidal sin importarle la presencia de menores de edad en estos lugares”.

El que habla, cliente frecuente de la cantina, resulta ser un conocedor del tema, como algunos parroquianos del rumbo. Dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo y a sus 73 años, este dicho parece tener la razón en este momento cuando conversamos sobre la cerveza.

“Los lugares donde llega la cerveza son inimaginables. Los camiones cerveceros llegan a las faldas del volcán Tacaná y de allí bajan en mulas para subirlas a la montaña. La cerveza inunda toda la ribera del río Suchiate hasta Puerto Madero. Cerveza y prostitución van de la mano en estos lugares y hasta de blancas. En Ciudad Hidalgo, el fuerte es el fin de semana y después las mujeres se regresan a Guatemala”.

A esta hora, rayando la media noche, apenas empieza a poblarse un poco la cantina. Las mesas van y vienen con las cervezas. Nos dicen que el encargado regresó a las extranjeras para no tener broncas con la autoridad. Otros botaneros decidieron cerrar por temor a las clausuras y sobre todo a la cárcel.

“El municipio en su momento, les otorgó a las cerveceras las licencias de los lugares que habían cerrado y así, negocio tras negocio, floreció el monopolio actual. Tuxtla le dice a Tapachula, no quiero que expidas más licencias. Entonces se reciclan las licencias atrasadas, dos años sin pago, se le entregan a la empresa y las da de alta. Cada una tiene un número, sólo cambia el propietario, además el gobierno permite cambiar el giro con facilidad”.

Una entrevista realizada en el año 2012 por Radio BI, en el 88.7 FM del cuadrante, sigue al aire. El entonces regidor Alejandro Regalado, comenta que el 54.2 por ciento de las mil 500 licencias de Tapachula, las concentra la Corona, de las cuáles 400 no están activas. Dice que para evitar eso hay que modificar el código. Refiere que hay 200 solicitudes de licencia que no han sido atendidas, que se han autorizado 400 permisos irregulares, que se dieron pese a que no cumplían con los requisitos.

“En los ejidos manda el comisariado. Si es turístico tiene permiso para tener cerveza. Esas licencias son todo un negociazo, que además está mal fundamentado porque allí no deberían haber entregado. En los ejidos grandes donde se vende cerveza, hay prostitución y un mayor índice de menores, mexicanos y centroamericanos porque hay mucha pobreza, mucha ignorancia y mucho aprovechado. En el ejido Álvaro Obregón, rumbo a Huehuetan, por la carretera México, rumbo al reclusorio, por la costera. En el ejido Puerto Madero, en la zona de playa. En El Edén, zona alta de Tapachula, al norte de la ciudad, en las fincas cafetaleras, en la temporada donde se levanta el café, incluso migran de Guatemala, con permisos provisionales.

“En el caso urbano de Tapachula no hay más de 300 lugares donde se venda cerveza, pero sólo en la tercera parte, uno como cliente puede pensar que hay mujeres que se quieran ocupar con uno. Lo que no se dice en los periódicos y la televisión, es que hay más de 2 mil ejidos y comunidades donde se vende cerveza sin ningún tipo de control, en tejabanes, patios, a la sombra de un árbol de mango, en la casa de un comunero, o a unos pasos de la carretera. Allí hay muchas muchachas de Los Altos de Chiapas y centroamericanas, por qué no decirlo, que así se ganan la vida y a las que casi nadie les habla del condón”.

Después de pagar la cuenta, nos despedimos y pedimos un taxi para seguir preguntando a la gente qué opina de todo lo que se dice sobre Tapachula y de la respuesta de las autoridades ante tal situación.

¿Qué opinan las mujeres migrantes, involucradas?

Todas las voces se pronuncian en torno a la trata. Pero en realidad, sólo son ecos de ONG, académicos, funcionarias públicos y periodistas consagradas en el tema, cuando en realidad la palabra de quienes están directamente involucradas en el trabajo sexual, parece no importarle a nadie.

Sus rostros denotan preocupación y sufrimiento, el mismo que se vende en las estampas dolorosas de campañas contra la trata de personas. Mismo dolor, pero causado por no poder ir a trabajar. Porque ya no hay dinero para mandarle a la familia. Porque ya no podrán vivir en las cuarterías donde no pagaban renta. Porque su comida diaria ya no correrá a cuenta del patrón. Porque las que no taloneaban, tendrán que hacerlo de verdad. Porque habrá nuevos gastos que hacer, entre ellos, el pago de la cuota a los municipales que no les perdonarán un solo día.

Elisa. “Yo le pediría al gobierno que nos dé la oportunidad de trabajar. Es bueno que nos tengan vigiladas para que no abusen de nosotras. Que nos escuchen, como madres solteras, como madres y padres que somos. Estamos aquí por nuestros hijos. Algunas compañeras se están yendo a Salina Cruz, Oaxaca, porque aquí ya no hay trabajo como antes y porque les dan miedo los operativos. Otras van a terminar en la calle o refundidas en quién sabe qué tipo de lugar. Así hemos sacado adelante a nuestros hijos, gracias a este trabajo. Yo veo muy mal que estén cerrando los bares. De esto viven nuestros hijos, pago renta, luz. Cuánto me gana la muchacha que cuida a mis hijas. Yo gano 100 pesos diarios. Si tomo gano un poquito más. Soy de Honduras, me llamo Elisa y tengo 29 años y dos viviendo en esta ciudad”.

Erika. “La mayoría de mujeres que venimos de Centroamérica vamos a los bares porque no tenemos otra opción. Que te esté tocando un cliente no te gusta. Hay que tener hígado para soportar todo esto. Trabajo en esto por necesidad de mis hijos. Si cierran los negocios tendría que rentar un cuarto muy pequeño. Este trabajo me permite una vida digna con mis hijos. Esto mira uno cuando trabaja de mesera; la estabilidad de sus hijos y nada más. Acá vivimos mejor que en Honduras. Si estuviéramos secuestradas como dicen, no podríamos ir de un lugar a otro. Que si hay trata de blancas, la hay, pero no en lugares a la vista de todo el mundo. ¿Qué pretenden cerrando estos negocios? ¿Qué opciones nos están dando? Sólo la calle. Otras compañeras tienen que trabajar de meseras porque a su marido no le alcanza su salario y ni modo que dejen morir de hambre a sus bebés. Me llamo Erika, tengo 23 años y llevo dos años aquí. Tengo dos hijos en Honduras”.

Azucena. “Yo les diría a las autoridades que nos apoyen. Somos mexicanas y extranjeras y todas somos madres. Yo entré por necesidad, mi esposo se fue para los Estados Unidos y no volví a saber de él. Yo tenía a mi bebé recién nacido. No podía solventar lo que ganaba en una quincena. Empecé a trabajar en esto hace 11 años. Tengo 32 años. Es difícil este trabajo, hay demasiados riesgos. Yo no salgo porque se encuentra una cada cosa en la calle. Me llamo Azucena, soy guatemalteca y llegué hace 15 años a la ciudad”.

Blanca. “Mi nombre es Blanca, soy hondureña y soy madre soltera. Mi hijo y mi madre dependen de mí. Vine a este país para salir adelante, mi trabajo de mesera no me deshonra porque es un trabajo digno. Quiero que nos echen la mano para solucionar nuestros problemas, ya que muchas familias vivimos del trabajo que hacemos en bares y cantinas y ahora los está cerrando el gobierno. ¿Qué vamos a hacer?”

Brenda. “Mi nombre es Brenda, soy trabajadora sexual. Yo vine a este país a trabajar porque está muy dura la delincuencia y el trabajo en Honduras no hay. Empecé a trabajar en esto y les mando dinero a mis hijos”.

Yessica. “Me llamo Yessica, soy guatemalteca. A los 20 años salí de mi tierra, sólo estudié hasta tres años de primaria. Mi familia me dijo. Ahí te esperan tus hermanos. Yo perdí todo contacto con mi familia. Cuando junté dinero para ir a verlos, ya se habían muerto mis padres y mis hermanos ya estaban en los Estados Unidos. Llevo nueve años en Tapachula, Chiapas. Iba de paso, me agarró migración y un chavo les dijo que yo era su mujer y me dejaron libre. En ese momento, yo era virgen y esa gente que venían encapuchados, vestidos de azul, empezaron a gritar y con armas grandes, me violaron una y otra vez. No supe quiénes fueron. Sentí desprecio hacia los hombres, no quería acostarme con nadie. Fue muy pesado para mí, porque además mi pareja quería que me acostara con su papá y yo no le permitía que ni me tocara. Duré tres años para poder tener a mi hija. Por eso lo dejé y empecé a trabajar como trabajadora sexual, porque mi hija veía todo ese acoso por parte del papá de mi pareja.

“A mi hija ya la registré como mexicana, hija de mexicano y guatemalteca; otras compañeras no han podido hacerlo. Cuando lo dejé, me quitó a mi hija y me tiré al alcohol, pero una persona me apoyó para recuperarla. Lo que pasa es que yo no lo quiero. Mi hija no quiere irse a Guatemala, no le gusta porque las escuelas están feas. Allá no hay dinero ni trabajo. En Guatemala ganaba 360 pesos a la semana, acá gano 200 al día. Yo no me esfuerzo en ganar más, porque te desgastas mucho en este trabajo.

“Mi hija lloraba todo el tiempo, por eso decidí regresar a Tapachula. Aquí nadie nos apoya por ser migrantes, la policía nos trata bien feo, nos obligan a tener relaciones sexuales y si no les damos dinero, nos llevan a la cárcel aunque hayan abusado de nosotras. Los polis nos cobran 200 pesos diarios para dejarnos trabajar en la calle. También hay compañeras encajosas que nos obligan a darles para el refresco. A  mí me tocó un cliente que me agredió, me quería matar, lo quise denunciar, pero no me levantaron la denuncia, porque dicen que nosotras no tenemos derecho a hacerlo.

“Gracias al trabajo sexual, pago 500 pesos de renta y 100 pesos diarios para la comida, fruta, yogurt y cuando mi hija se enferma, pido prestado, porque el medicamento es muy caro en Chiapas. Yo les dijo a las autoridades que nos pongan atención y respeto, que nos dejen trabajar, que no nos discriminen, que no nos señalen. La calle no es bonitq, dicen que nos ganamos fácil la vida, pero eso no es así. Nos exponemos a que ellos se quiten el condón y hay gente loca. Yo le digo al gobierno que me ponga un negocio de jugos. He ido a preguntar para trabajo, pero no me dan porque no tengo papeles.

“Yo me enfermo a veces de cansancio, de asma, siento que me ahogo, que me asfixio”.

Kitty. “Aquí me dicen Kitty, soy hondureña. Llevo cuatro meses trabajando en esto. La economía está muy fea, hay muchos maras. Tengo 20 años. Yo llegué aquí cuando tenía 15 con la ayuda de unos señores de Guatemala, que me iban a dar trabajo en un restaurante y no fue así, me llevaron a un bar, pero no quise y luego como nadie me daba trabajo y no tenía dónde quedarme, me metí a trabajar en ese lugar como trabajadora sexual.

“La migra me agarró en Huixtla y me deportó para Honduras, pero me volví a regresar a México. Tardé 15 días para llegar. La soledad es fea, antes tenía mucha fuerza, ahora ya no la tengo, quisiera morirme, lo que hace vivir son mis hijos. No hay mucha solidaridad entre nosotras. La vida es muy dura aquí. Pagamos 150 pesos diarios para que nos cuiden a los hijos, compramos pañales, leche. Al mes mando mil 500 pesos a Honduras. El dinero no alcanza para todo lo que necesito, a veces no tengo para pagarle a la señora que me cuida al niño. Aquí nos dejan quedar.

“Yo cobro 120 por un servicio. A mí no me pagan por estar como mesera, sólo me dan la comida y la dormida. Algunos clientes me tratan bien, pero otros mal, a veces quieren agredirte. Hay clientes que te ayudan, hay unos que tienes que soportarlos, están borrachos y en ocasiones te agreden, así no más.

“Nadie se ha acercado para ayudarme, a veces se acercan policías para que me acueste con ellos para que no me metan a la cárcel o a veces quieren dinero. Yo trabajo por necesidad, no para que abusen de mí. En la comunidad a veces nos critican las mujeres, nos tiran indirectas, dicen que les quitamos a sus maridos. Ellos vienen por su cuenta.

“Yo le diría al gobierno que dejen de molestarnos, que nos deberían de apoyar. Nadie nos quiere dar trabajo de otra cosa porque no tengo documentos. No me alcanzaría para juntar dinero ahora que nos cerraron el bar. No tengo dinero para comprar lo que mi hijo y yo necesitamos. Que nos dejen trabajar, sólo tenemos esta oportunidad. Mis padres no eran tan amables. Mi papá murió cuando yo era chiquita. Yo era la mayor, por eso salí para ayudar a mis hermanitos. Les mandaba dinero el año pasado, ahora ya no hay casi trabajo. Yo me quería ir a Estados Unidos, pero me deportaron y no pude llegar.

“A nosotras nos checan los de salud. A la semana pagamos 50 pesos y nos dan una tarjeta de 50 pesos y la prueba de VIH, también la pagamos. Si no nos hacemos checar, nos detienen o sino pagamos 300 de multa o nos toca barrer la calle tres horas como castigo. La doctora sí me trata bien, pero el policía que checa la tarjeta es abusivo.

“Nadie nos apoya, sólo Médicos de Francia nos da preservativos. En el centro de salud no nos dan condones, los tenemos que comprar en la farmacia de a tres por 10 pesos. Antes no sabía cómo protegerme, ahora sé cómo cuidarme.

“No estamos organizadas, hay mucha competencia entre los dueños de los bares y cantinas donde trabajamos. Ellos nos cerraron los negocios por miedo a ser detenidos en los operativos de estos días. Nadie nos está dejando trabajar. Este, es el único lugar que tenemos para sobrevivir. Ahora no tenemos nada. Tengo un niño que nació aquí. No me dejaron registrar a mi bebé porque no tengo documentos”.

Anónima. “En Honduras nos están sacando a la fuerza, no hay trabajo. Quiero que hagan algo por nosotras. Si uno tiene un hijo ya tienes por quién vivir. A los 17 y 19 años salí embarazada. Estoy desesperada”.

Juana. “Puedes decir que me llamo Juana Pérez y que soy  salvadoreña. Tengo seis meses que llegué. Me tardé 40 horas en llegar al primer lugar a donde venía. No tuve problemas. Tengo necesidad. Tengo tres hijos y 28 años cumplidos. Mi hermana me los cuida, yo le mando entre mil y  mil 500 pesos a la quincena. Trabajo en este bar. Gano un salario mínimo, pero cuando me ocupo y ficho, gano de 100 a 500 pesos.

“Ahora que están cerrados los lugares siento feo. Nos afectan a nosotras. No tenía dinero guardado porque vivo al día. El patrón nos da alimento. La autoridad no vino para darnos ayuda, nos tratan mal. Ellos entraron y revisaron todo y cerraron los negocios. En algunos lugares llegaron bruscamente.

“En mi país está difícil. Yo le diría a mi gobierno de El Salvador que hay mucho peligro porque hasta los policías son delincuentes. Al gobierno mexicano le diría que todos somos iguales. Yo vine con otra amiga para trabajar en un comedor, pero quebró o al menos eso fue lo que nos dijeron. No había mucho trabajo.  Hay que echarle muchas ganas”.

Kasandra. “Me llamo Kasandra, soy hondureña, tengo 26 años y tres años acá. Yo vine de allá por la situación que se vive en Honduras. Hay mucha delincuencia. Si uno pone un negocito le cobran los delincuentes. Allá vemos niñas de 10 años con minifalda, prostituyéndose. Por eso me vine a México. La mayor de mis hijas tiene 11 años y el menor 6. Yo me vine por necesidad. Una familia me pago 3 mil pesos para que me trajeran. Tardé dos días para llegar. En una noche nos quedamos a dormir en la calle. Yo empecé pidiendo ropa y comida, busqué empleo y nadie quería dármelo. Decían que mujeres no, porque quitaban el marido.

“En mi país no hay mucho para estudiar. No hay dinero. Si acaso nos pueden dar la primaria. Aquí hay mucha hondureña para mejorar la vida. Allá a los 13 años nos juntan o nos juntamos como pareja.

“Yo decidí trabajar como mesera porque no tenía documentos. Aquí hay mucha discriminación por ser extranjera. Yo trabajaba en ese bar como mesera y ahora en esta cantina, cobro 100 pesos diarios. Cuando me ocupo o ficho, es más dinero para mi mamá y mis hijos. Me daban comida y dormida. Lo que ganaba se lo daba a mi mamá cada semana. Yo estudié hasta primaria, por eso estoy aquí para que estudien mis hijos.

“Nunca me ha agarrado migración. Yo fui a migración para que me regresaran de forma voluntaria para ver a mis hijos que tenían problemas y me llevé a mi niño chiquito de un mes. Al bebé se lo llevaron al DIF. A mí me dejaron salir pero tuve que dejar a mi hijo con su papá.

“No puedo tener a mis hijos acá, menos ahora que cerraron el lugar donde trabajaba. No tengo para mandar dinero y tengo que viajar a mi país para no perder a mis hijos. No tengo dinero ahora, pero mi hermana me está ayudando para mandar dinero a mi casa. Sólo tenía 400 pesos ahorrados. Voy a empezar a prostituirme porque necesito dinero para ir a Honduras para que me puedan dar a mis otros hijos.

Acá en México no me entregan a mi hijo porque trabajo en un bar.

“Yo me separé de mi pareja porque me quería humillar, se nos murió el amor. Los hombres son muy machistas. Cuando estaba enojado me decía puta cantinera. Yo no trabajo atendiendo clientes, pero ahora si voy a tener que hacerlo. Sólo atendía para que tomaran.

“Puse una nota en el periódico Orbe y también fui a la fiscalía y no me quisieron hacer caso. Yo entendí que no querían que trabajara en el bar; sino que firmara un papel con mis suegros, con las autoridades de la fiscalía donde dijera que día y a qué hora podía ver a mi bebé. Si no cumplo me encierran, al igual que a él, sino me lo deja ver. La familia ya me tiene más confianza y a veces me lo prestan hasta tres días.

“A las autoridades les dijo que nos escuchen, que tengan conciencia, porque nos están afectando. Somos muchas personas que vivimos de esto. Estamos por necesidad. No tenemos para comer, pagar la vivienda. Nosotras las mujeres migrantes tenemos de cuatro a seis hijos. A cuántas están dejando sin trabajo. Nos están orillando a estar en la calle, a vender  nuestro cuerpo. No podemos dejar morir a nuestros hijos. Nadie nos brinda apoyo, tampoco las autoridades. Piensan que les vamos a quitar todo y sólo queremos un poquito para vivir.

“Las personas no toman en cuenta las situaciones de la mujer. Puede ser lo que sea, amiga, esposa, mujer y la gente piensa que sólo servimos como amantes o prostitutas. Me gustaría ser policía. Se mira bonito los uniformes. Mis amigas me dicen, se me hace que te gustan los policías y yo les digo, no, se bien el uniforme”.

 

 

¿Y los dueños de bares y cantinas, que dicen de todo esto?

Algunos no entienden lo que está pasando. Otros piensan que entablando diálogos en Tuxtla Gutiérrez, las cosas se van a calmar.  “Cuando hacen sus operativos nos ven como criminales, cuando lo único que hacemos es darle trabajo a esas mujeres, que nadie más quiere tener en sus negocios porque no tienen papeles”, considera uno de ellos, que pide mantenerse en el anonimato.

El ambiente se tensa un poco. Los operativos apenas están empezando en estos días. Encargados y dueños de bares y cantinas, se miran unos a otros, esperando que alguien exponga la solución definitiva a todos sus temores. Pero eso no sucede, no en este momento, ni en esta ciudad, no en esta región del país.

“Recuerdo que en el 2004 vinieron de Tuxtla Gutiérrez y la Ciudad de México, cerrando negocios. La Huaca fue cerrada por lenocinio y algunos de sus dueños fueron encarcelados. Es lo mismo que está ocurriendo ahora”, indica otro dueño de bar

En Tapachula han asistido pocos dueños y encargados al taller sobre buenas prácticas patronales con migrantes, no así en Cacahuatán, donde el número de participantes es mayor.

Los empresarios hablan de la campaña que emprendieron contra la trata de personas con instituciones municipales como el Comusida de Tapachula y la fiscalía de migrantes de la Procuraduría estatal, además de organizaciones sociales como Una mano amiga contra el Sida. Lo dicen con orgullo y comentan que a pesar de ello, los malentendidos con las autoridades siguen casi sin cambios.

Estos hombres pensaban que era suficiente con que el municipio y el gobierno de Chiapas autorizaran el comercio sexual y ejercieran un control sanitario sobre las mujeres y los negocios donde ellas trabajan. Así de esta manera habían trabajado de forma legal mucho tiempo, antes de que se satanizara según ellos el oficio de ganarse la vida con una cantina y el de trabajar en ella.

Después de compartir puntos de vista, de hablar sobre la situación del trabajo sexual en México, uno de los acuerdos a que llegaron los dueños de bares y cantinas participantes, fue suscribir el documento de creación colectiva titulado “Obligaciones patronales de hacia personal migrante de bares y cantinas”.

Entre sus acuerdos están: establecer enlace con instituciones públicas, privadas y sociales en su beneficio, para capacitación laboral, guarderías, regularización migratoria, emisión de actas de nacimientos a niños y niñas nacidas en territorio mexicano y educación, entre otras cosas; proteger la vida y la salud de trabajadoras migrantes; tener condones disponibles y accesibles en su costo o de distribución gratuita; denunciar casos de trata de personas cuando se entere que ello está ocurriendo.

También se habló de que las instalaciones de sus establecimientos mercantiles sean higiénicas; proteger los datos personales de sus trabajadoras migrantes; documentar casos donde los operativos anti-trata fueron por consigna o por discriminación; no permitir el consumo de drogas en su establecimiento; no cobrarles o retenerles dinero a las trabajadoras migrantes por dejarlas trabajar en sus establecimientos; no tener entre sus trabajadoras y trabajadores a menores de 18 años; no dificultar que las trabajadoras migrantes asistan a servicios de salud, tampoco que las promotoras de salud realicen su labor de prevención, ni a que se lleven a cabo campañas de salud en sus establecimientos.

Entre muchas medidas más, agregaron no obligarlas a tener sexo, ni permitir que otros lo hagan en su establecimiento mercantil y que la remuneración no esté por debajo de lo que ganaría un mexicano o mexicana.

La noticia de que el gobernador va a prohibir los giros negros en el estado de Chiapas, les sorprende a todos.

Pero y ¿cuánto capital representa la cerveza en México?[1]

La industria cervecera mexicana pagó más de 20 mil millones de pesos en el 2011 en impuestos a la producción, según datos de la Cámara Nacional de la Industria de la Cerveza y de la Malta, CANICERM. Ese mismo año, el mercado mexicano de este producto fue calculado en 22 mil millones de dólares. Por otro lado, México aporta anualmente, “cerca de dos mil millones de dólares por concepto de exportaciones de sus productos”.

El control del mercado lo tiene el duopolio integrado por la Cervecería Modelo y Cuauhtémoc Moctezuma, dueña de la marca “Superior”; a través de prácticas ilegales que prohíben el ingreso de otras marcas en los establecimientos donde se vende este producto. Una de esas prácticas es que los municipios agotan las licencias que autorizan la venta de cerveza, pero Modelo y Superior poseen permisos que ceden a quienes desean abrir un negocio, a cambio de la exclusividad.

En lo que algunos reporteros como Feliciano Hernández de la revista Sin Embargo, han llamado “la guerra a botellazos”, se llevan a cabo clausuras y “aseguramientos” en operativos policíacos contra el crimen organizado, donde se arman expedientes de trata de personas y se hace a un lado a la competencia, sin ningún tipo de misericordia.

Las consecuencias que esta guerra por el mercado de la cerveza provoca en bailarinas, cantineras, meseras, cocineras, trabajadoras sexuales, afanadoras, cajeras, encargados y “saca borrachos”, entre otros oficios; poco interesa a los estrategas de dichas batallas al amparo de una producción de cebada que aumenta cada año, al igual que el alcoholismo, el comercio sexual y la esclavitud contemporánea de la que tanto se habla foros y revistas.

La suerte de las familias, padres, madres, hijos e hijas, de toda la gente que sobrevive trabajando en dichos establecimientos mercantiles, no cuenta para nadie en una guerra frontal de intereses económicos como los que implica, la ruta de la cerveza.

Mucha gente no sabe que las cerveceras fueron las responsables en México del cierre de miles de pulquerías, que había que desplazar a sangre y fuego para que la modernidad del hombre blanco se impusiera en todos los rincones de la nación. Fue así como se abrieron miles de zonas de tolerancia donde sólo se podían expedir cervezas y licores destilados, autorizados por la Secretaría de Salud. Poco a poco, el pulque fue proscrito en leyes estatales de salud y reglamentos municipales, al no poder garantizar sus distribuidores, pasteurización alguna.

Las prácticas desleales del duopolio cervecero, provocaron que la Asociación Cervecera de la República Mexicana (Acermex), iniciara hace varios años un proceso ante la Comisión Federal de Competencia (CFC) por prácticas monopólicas ilegales. Finalmente, la Comisión Federal de Competencia limitó los contratos de exclusividad en materia de cerveza, a no más de un 20 por ciento en los próximos cinco años, por lo que Grupo Modelo y Cuauhtémoc Moctezuma, se comprometieron a acotar los contratos de exclusividad para terminar la indagatoria antimonopolio, emprendida por la Comisión Federal de Competencia (CFC).

La situación sigue siendo igual en las cantinas, bares, centros nocturnos, expendios de cerveza y en cuanto negocio vende este producto.

Construir desde la adversidad: promotoras de salud migrantes

Se trata de mujeres trabajadoras que no tuvieron otra opción laboral, por la falta de papeles, educación y discriminación hacia quienes no nacieron en territorio mexicano. Dispuestas a aprender muchas cosas, a defenderse en materia de salud y prevención de enfermedades y promover la defensa de sus derechos, no le hace que acá les digan una y otra vez, que se merecen el trato que reciben por putas y robamaridos, no le hace que esto suceda todos y cada uno de los días.

“Han cambiado muchas cosas en nuestras personas. Las pruebas de VIH ahora son gratuitas en Tapachula, y antes nos cobraban por ello. Teníamos problemita con las revisiones, de 5 a 10 de la mañana esperando a que el médico llegara y nada”, relata la hondureña Hortensia.

En cuanto reciben los cómics, trabajadoras sexuales informadas, así como candidatas a promotoras de salud y las promotoras mismas, se conectan inmediatamente con los personajes. Se quedan mirando fijamente cada viñeta, cada personaje es recorrido con atención, cada palabra, cada imagen es observada con detenimiento.

Las risas y palabras se enlazan y la plática fluye como el agua del río Suchiate en época de temporal. La complicidad entre mujeres se hace notar y rompe las barreras del hielo. Es como si fueran grandes amigas en un reencuentro donde cada una de ellas actualiza a la otra y donde los secretitos compartidos las unen en la complicidad.

¿Ha servido esto de ser promotoras de salud en los bares y cantinas? La respuesta a la pregunta de Elvira no se deja esperar: “Se siente bien porque una plática con las otras muchachas y así vengo conociendo a las otras, porque ya trabajo en otro bar. Les enseñé los libros, conversamos y nos reímos mucho mientras estamos aprendiendo.”

“Yo no tengo palabras, tengo que pensar mucho y el tiempo se agota. Había muchas cosas que ignoraba, aquí las vine a aprender”, argumenta otra. Unas a otras se miran con detenimiento, siguen la conversación sin perderse un detalle y cambian las páginas. “A mí me ha servido para mi vida como persona, a ser más tolerante con los demás. Donde he tocado, me han abierto para las puertas para aprender”.

El calor no es pretexto para perder la atención. Son como esponjas que absorben cada detalle del debate y que dan su opinión cuando algo les brinca en la mente.

“Más adelante ya no nos van a querer, los dueños de los bares ya no quieren gorditas o más grandes”, observa una de ellas. Asienten con sus caras y reafirman lo que todas ya saben, que el trabajo en estos lugares es temporal, que se llega a ganar bien porque a la vuelta de algunos años la competencia será muy grande y el desplazamiento por otras mujeres más jóvenes, inevitable.

“Se necesita más comunicación con los medios por la policía, porque han andado como zopilotes”. Una de las mujeres voltea a ver a su compañera de reojo, como diciéndole, viste cómo tiene la razón. Otra muestra su sorpresa al escuchar aquello que nadie se atreve a decir en otros lugares. Impensable decirlo a la hora de la revisión médica.

“Nos tratan como delincuentes. Llegan periodistas y nos toman fotos y videos, aunque les digamos que están violando nuestros derechos, no nos hacen caso”, relata una más. “Los que andan como perros son los de migración”, repela Aurora. Elena le contesta al instante: “A mí nunca me han hecho nada. Será porque el dueño de la cantina donde trabajo se lleva bien con ellos o porque no todos son iguales.”

En cada comentario fluyen miles de historias de igual número de mujeres que han vivido la misma anécdota, que se sigue repitiendo como disco rayado, una y otra vez, sin que nadie haga nada al respecto.

“Y uno no puede señalar a nadie porque lo desaparecen y de pinche p…, no la bajan”.

Las alusiones a la policía municipal nunca faltan entre trabajadoras sexuales. Generalmente por el abuso, en otras ocasiones por algunos de ellos son compañeros sentimentales de algunas chicas y en otros casos porque sus siluetas siempre están presentes como sombras pegadas a la pared, a sus vidas, para bien o para mal.

“El doctor dice que una quincena hay que pagar cien pesos y otra no, por eso no siempre nos revisan. Él mismo publicó en “El Orbe”, que una mesera tenía Sida y no fue así, porque luego el resultado no se confirmó. Esas cosas degradan el lugar donde uno trabaja y a las mujeres que trabajan en Las Huacas”, relata una. “Hablan con uno, le dicen la gravedad de asunto ese del Sida, que ya no puedes trabajar y le avisan a tu jefe, y si él te apoya o no… hay quienes te dejan meserear pero no salir con clientes”.

Hojean el manual de promotoras de salud de la Brigada y la historieta sobre Sida y trabajo sexual, por el tema que están comentando. “Uno trabaja al cliente para no beber tanto, pero hay dueños que lo obligan a uno a tomar. Yo por eso busco dónde trabajar mejor.”

En la noche y madrugada, no todo es sombra y silencio en el Parque Central. Las trabajadoras sexuales no abundan en esta época del año. No sabemos en qué temporada es que llegan a sobrepoblar el lugar. Seguramente habrá unas noches en las cuáles cada tramo del parque se llene de rumores y de clientes y extorsión. No lo sabemos, quince días es poco tiempo para indagarlo. Cuatro años de presencia en la región, también es insuficiente.

Reflexiones

A partir de información y reflexiones colectivas, las mujeres migrantes trabajadoras sexuales expusieron cuáles consideran que son sus derechos. Aquí algunas de sus reflexiones.

-Que podamos ejercer el sexo sin que digan “allí va la prostituta” y no nos discrimen. Nadie nos debe humillar ni maltratar.

– A nosotras nos corresponde hacer que reconozcan nuestro trabajo, a nadie más.

– Hay gente que se cierra, hay que ser solidarias entre nosotras.

– A que nos atiendan en el centro de salud. La atención médica a veces no se la dan a las compañeras. Si llega un funcionario nuevo, nos toca comprar tarjeta (de control sanitario) nueva, aunque apenas la hayamos empezado. No nos revisan, lo que les interesa es nuestro dinero. Al pato (espejo vaginal utilizado para exploraciones ginecológicas) le ponen un gel y no nos dan papel higiénico y salimos todas mojadas.

-A la salud, a que nuestros hijos estudien, a que nos respeten porque estamos acá. A que acepten a nuestros hijos en la escuela: a mi hija no me la aceptan, me le ponen pretextos.

– A que nuestros hijos sean registrados, de nosotras que somos mujeres migrantes (sin documentos migratorios).

– Cuando migración cierra el lugar donde trabajamos les hemos dicho que qué ganan con hacerlo, si vamos a seguir en la calle.

– Derecho a no ser maltratada. A trabajar con dignidad. Que no me critiquen ni tachen de puta. Migración llega a donde trabajamos, bares y cantinas como si se tratara de los peores delincuentes y no lo somos. Que nos traten con respeto.

– Derecho a usar condón. Derecho a decidir cuántos hijos tener.

– Libertad de trabajar en el lugar que quiera.

– Con miedo nada conseguimos, con firmeza, con carácter se exige el respeto a nuestros derechos.

– Como migrantes, ya podemos tener una vivienda.

– Tenemos derecho a protestar, a plantarnos al frente de la Procuraduría General de la República (PGR) o migración. Entonces los dueños de los negocios empiezan a decirnos que no lo hagamos, porque les van a pedir papeles.

¿Qué dice el personal de salud del panorama actual del trabajo sexual?

El taller de mejores prácticas de prevención del VIH/Sida e ITS entre trabajadoras sexuales, a cargo de Brigada Callejera, Médicos del Mundo y una promotora de salud migrante, facilita que servidores públicos, hombres y mujeres de diferentes municipios del Soconusco, expresen sus opiniones, al igual otros participantes de la sociedad civil.

“Hay que dejar de ver la revisión médica de trabajadoras sexuales, como un negocio municipal”, reiteran médicos municipales. “No se ofrecen opciones para ganarse la vida a quienes salgan reactivas al VIH/Sida. Muchas mujeres se están quedando sin trabajo con esta persecución. Si están dispersas, ¿cómo se va a hacer el control sanitario? También es una pena que los doctores de Tapachula se hayan ido. Allí es donde más problemas hay”.

“En los negocios les quitaban los documentos a las extranjeras. La policía municipal las extorsiona. Las licencias sanitarias son muy caras. El reconocimiento del trabajo sexual, es letra muerta. Las criminalizan por ser extranjeras. Los dueños también son extorsionados, hasta por reporteros locales”, afirma uno de los asistentes.

Una regidora de Cacahuatán comparte que en su municipio se logró que la revisión de las mujeres sea cada 15 días y no semanal y de 125 pesos se bajó a 65. Además la nueva doctora que está a cargo de los servicios municipales de salud ha realizado campañas para las trabajadoras sexuales.

En medio de la alegría por los logros obtenidos por Médicos del Mundo y quienes se han sumado a su iniciativa de incidencia política, llegan las malas noticias, los nuevos retos que plantean las circunstancias actuales.

En Cacahuatán se perdió el control sanitario por los operativos que dispersaron a las chicas de los bares.

Una de las activistas del Centro de Derechos Humanos Fray Matías, comenta que “toleramos la pobreza y la explotación y somos intolerantes con las trabajadoras sexuales. Y qué decir de la población homosexual, travesti y transexual”.

¿Qué medidas se están implementando con esa población de hombres que tienen sexo con otros hombres? La doctora Nelly Gómez del programa de VIH/Sida de la jurisdicción sanitaria de Tapachula, comenta que la mayoría de travestis que se ven en la ciudad son mexicanos, están en la calle y por ello no tienen tarjeta.

La doctora Brenda Ochoa, de Médicos del Mundo, habla de algunos de los logros obtenidos durante sus cuatro años de presencia en Tapachula, Chiapas. “El conocimiento de sus derechos ha permitido que las trabajadoras de bares y cantinas valoren sus propia protección y la toma de decisiones para hacerlos valer, principalmente ante situaciones de discriminación, violencia, salud, educación y estancia legal. Otro resultado es que antes les cobraban 2 mil pesos por un parto en el Hospital General y ahora sólo son 250, por ser migrantes. Durante los cuatro años, Médicos del Mundo Francia atendió a 2 mil 73 mujeres migrantes, de las cuales mil 366 trabajan en el sexo, mil 133 en bares y cantinas y 233 en la calle. La gran mayoría son hondureñas. El segundo grupo es el de las mexicanas, le siguen las guatemaltecas y luego las salvadoreñas. Sus edades están entre los 20 y 30 años”. Otro logro es la mejora en la atención que reciben las trabajadoras sexuales y el hecho de que la prueba de detección de VIH/Sida sea gratuita.

La doctora relata que la problemáticas que presentaron la mayoría de estas mujeres migrantes, fueron el acceso a consultas médicas generales, control prenatal, papanicoloau, planificación familiar, acompañamiento en casos de embarazos no planeados, violencia hacia las mujeres, cáncer, estigma y discriminación, así como regularización migratoria y registro de sus hijos nacidos en México.

Algunas recomendaciones que la doctora hace es que mantengan el diálogo para que la situación de las mujeres, mejore. Que permitan que en los lugares donde ellas trabajan, se asigne un lugar físico para colocar material de promoción a la salud, directorio de instituciones y apoyos para migrantes, material de orientación en casos de problemas de salud, regularización migratoria o violación de sus derechos.

Raquel, promotora de salud que trabaja en un bar como mesera, agrega que les gustaría que hubiera un horario que se respete porque en la práctica, ello no ocurre; además, demanda buen trato por parte del personal de salud. “Que la revisión sea respetuosa e integral. Luego no les interesa revisarnos, sólo sellarnos la tarjeta”, expone.

“Cuando nos hacen las pruebas de VIH y sífilis, el resultado queda a la vista en nuestras tarjetas y se pierde la confidencialidad cuando ellos podrían poner el resultado en nuestro expediente nada más”, relata la promotora.

La vida sigue

 

Un balance preliminar hecho por Brigada Callejera indica que por lo menos 3 mil personas se quedaron sin trabajo por los cierres de bares y cantinas. Al menos la mitad provienen de Centroamérica. No todas esas personas se dedicaban al trabajo sexual.

Después de las clausuras es posible que la mayoría de mujeres cesadas encuentren en la prostitución clandestina el alivio para sus necesidades económicas.

A unos pasos de la presidencia municipal de Tapachula, un vendedor ambulante ofrece “el mariguanón”, remedio para terminar con las ratas de cuatro patas. Encuentras dulces, refrescos, ropa nueva y usada, fruta, pulseras, cinturones y cuanta cosa pueda uno necesitar.

Los autos bajan por la calle muy despacio, por la cantidad de baches que hay en el pavimento. Los almacenes ofrecen chucherías, tortas, artículos de belleza, calzado, tacos de cabeza, abarrotes y entre los transeúntes, varias mujeres ofrecen sexo comercial. Todas las cantinas están “aseguradas” por la procuraduría.

Entre los puestos metálicos de la banqueta, que se encuentran casi abandonados, pasan mujeres con niños en brazos, esperando a ver cuándo regresan a trabajar a los negocios clausurados donde fluye la cerveza, el dinero y la dignidad de quienes ahí se ganan la vida honradamente.

Los sueños y pesadillas de mujeres migrantes obligadas al comercio sexual por necesidad, se pierden en el cruce de las calles del centro histórico de Tapachula. Sus siluetas se pierden entre la gente que viene al mercado, a la terminal o la parada de los microbuses.

Ganarse la vida en la calle, una cantina, un hotel una cuartería, fichar en secreto y que nadie nos escuche decirlo, bailar una pieza norteña, pagarle la cuota a la tira que pasa todos los días por sus doscientos pesos diarios, mientras las chicas le cobran cien pesos a cada cliente por un momento de diversión, es todo un reto.

Todo el día, tapachultecos y avecindados, hombres y mujeres, niñas y niños, adolescentes y ancianos, caminan estos rumbos llenos de gente de bien y malandros.

Marchantes vienen y van, como el tiempo que pasa de prisa, mientras observamos cómo las mujeres migrantes se abre el paso en medio de tanta dificultad.

“¿Me preguntas qué a dónde se están yendo las mujeres de la vida galante? Pues a la mierda. Otras corrieron hasta Arriaga donde la muerte se cierne sobre los pasos de todo migrante que sube a la bestia. Otras hasta Salina Cruz, Oaxaca, a Ciudad Hidalgo, Chiapas, a Jalisco y Tijuana. Y las demás, pues aquí están esperando que todo mejore y siguen llegando mujeres, todos los días para labrarse un mejor mañana”.

Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer “Elisa Martínez”, forma parte de la Red Latinoamericana y del Caribe Contra la Trata de Personas, capítulo regional de la Alianza Global Contra la Trata de Mujeres (Global Alliance Against Traffic in Women) REDLAC – GAATW y lucha desde hace más de veinte años contra el Sida, la discriminación de las trabajadoras sexuales, la explotación sexual comercial infantil y la trata de personas.

 


[1]  Con información de Acermex, del reportaje de Feliciano Hernández: “Cerveza nacional: el dinero mató a la tradición publicado en la revista “Sin embargo” el 30 de julio de 2012 y de “Cerveza artesanal”, de Eduardo Flores del 3 de mayo de 2012

24 de febrero 2014

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