Pastoral de la Tierra, continuidad de la obra de Samuel Ruiz

Enriqueta Lerma Rodríguez Foto: Isaín Mandujano

Chiapas, México. La defensa de la tierra congregó en San Cristóbal de las Casas a integrantes del Pueblo Creyente de la entidad, quienes discutieron las estrategias a seguir frente al extractivismo y rindieron homenaje a la memoria del obispo Samuel Ruiz.

Para el Pueblo Creyente, la forma de lograr sus objetivos no puede entenderse sólo como acción política sino que debe ir acompañada de la oración, el ayuno y las peregrinaciones, pues asumen que la Tierra es, antes que de los hombres, de dios. Por ello el congreso concluyó con una misa en la que se pidió a los gobernantes optar por la vida y no por la muerte.

Entre cánticos, consignas en defensa de los recursos naturales y con gritos que recordaron la lucha del Jtatik Samuel Ruiz, 14 mil personas de los pueblos tojolabal, cho’ol, tseltal, zoque y tsotsil, así como mestizos de Chiapas y de otros estados de la república, invadieron el sábado 25 de enero las calles de San Cristóbal de las Casas para hacer una peregrinación hacia La Plaza de la Paz y presenciar una homilía en la que ratificaron su compromiso de defender a la madre tierra.

Esta actividad representó el cierre del Congreso Diocesano Pastoral de la Madre Tierra, que se llevó a cabo del 22 al 25 de enero en la ciudad chiapaneca y congregó, al igual que hace 40 años, a las diferentes comunidades indígenas para evaluar su situación socio-política, económica, territorial y su relación con el resto de la sociedad.

El evento de 1974, organizado por el obispo Samuel Ruiz, representó en su momento un parteaguas en la historia indígena de Chiapas: hizo evidente la discriminación, la explotación y la pobreza en que vivían los grupos originarios del sureste mexicano. Este segundo congreso, convocado por el obispo Felipe Arizmendi, tuvo como fin conmemorar los 40 años del primero, reivindicar la memoria de Samuel Ruiz a tres años de su fallecimiento y congregar a los grupos indígenas para hablar de las problemáticas que actualmente enfrentan en el contexto del neoliberalismo y de las prácticas neo extractivas.

Se discutió sobre tierra y territorio; tierra y familia; tierra y migración; tierra y soberanía alimentaria; tierra y recursos energéticos; tierra y jóvenes; tierra y mujeres; y, tierra, educación y alternativas de salud. Participaron madres religiosas, catequistas y representantes parroquiales de los seis grupos indígenas que integran la Diócesis. Estas actividades fueron acompañadas de cánticos, oraciones, “tiempo para cuchicheos” y espacios de ratificaciones y correcciones.

El alto nivel de discusión política distinguió al análisis. Se habló sobre los problemas relacionados con la extracción minera; la imposición de mega proyectos carreteros; la construcción de presas hidroeléctricas; el consumo desmedido de alimentos procesados; la intervención de los partidos políticos en las asambleas comunitarias; la violencia hacia las mujeres; la desintegración familiar; los problemas generados por el alcoholismo y la drogadicción; la descapitalización del campo; la migración forzada por la pobreza y la violencia; el daño que se produce a la tierra con los agroquímicos y las enfermedades propiciadas por los cultivos transgénicos; la falta de consulta a los pueblos indígenas para la toma de decisiones políticas y empresariales; entre otros.

Los asistentes acordaron formar talleres informativos de la situación política y social en México; intercambiar saberes y conocimientos; formar lazos con otras religiones y grupos sociales; no vender las tierras; no aceptar programas del gobierno; respetar la asamblea comunitaria; elaborar acatas de denuncia acerca del extractivismo (minero y de cualquier recurso natural); dejar de usar agroquímicos y dejar de consumir “chacharas” y cocacola.

Entre los acuerdos también estuvo formar la pastoral en defensa de la Madre Tierra; promover el intercambio de semillas nativas y criollas orgánicas; asumirse como sujetos de la historia; respetar a los mayores, a las mujeres, a los niños y las niñas; valorar la lengua, la ropa de los grupos indígenas y sus tradiciones; recuperar y fortalecer la medicina alternativa y valorar a quienes tienen don de sanación y a los trabajadores de la salud (parteras, hueseros, yerberos, etcétera); prohibir la venta de alcohol y la siembra y consumo de marihuana; apoyar a los migrantes, transmigrantes y retornados, y retomar la fuerza del “pueblo creyente”.

Con este acto, que representa la continuidad de un proceso de lucha, se espera que en adelante algunos sectores católicos y grupos organizados de la sociedad civil se congreguen en torno a la defensa de la tierra.

 

02 de febrero de 2014

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