Mar Mediterráneo, fortaleza de Europa y cementerio de sueños migrantes

Proyecto Melting Pot Europa Traducción: Daniele Fini Fotos: Melting Pot y blog de Gabriele del Grande

Italia. El rostro de los socorristas que llegan a la ribera cuenta la dimensión de la tragedia. La cara marcada, las lágrimas en los ojos, la voz que tiembla: “Hay cadáveres en todos lados”, relatan. Un barco de 15 metros, que trasportaba a cerca de 500 migrantes, la mayoría africanos, volcó después de sufrir un incendio el 3 de octubre, a media milla de la costa de Lampedusa, una pequeña isla de 6 mil habitantes en el extremo sur de Italia. Una semana después, otro naufragio cobró la vida de al menos 34 migrantes más. La tragedia se repetirá mientras no se abra un corredor humanitario que llegue hasta Europa, comenzando por Italia.

El primer reporte, pocas horas después del suceso, el 3 de octubre, fue dramático: un centenar de cadáveres recogidos en el mar, más otra cantidad igual que se quedó en los restos del barco hundido, entre ellos mujeres y niños. Es la más grande tragedia de siempre. Después de una semana, siguen apareciendo cuerpos en el mar, y el registro casi alcanza los 300 muertos.

La revista en red DINAMOpress contactó telefónicamente a Giacomo Sferlazzo de la asociación antirracista Askavusa, de Lampedusa, pocas horas después de la tragedia: “¿Qué les puedo decir? Estamos aquí para recolectar los muertos y contarlos”. Una tragedia, la que describe Giacomo, que tiene responsabilidades claras: “Las historias ya las conocemos todos. Los viajes inhumanos de los migrantes, los coyotes y el papel de las organizaciones criminales, pero entonces ¿por qué no se hace nada? Los desembarcos y los náufragos empezaron hace ya treinta años. No pasa nada porque estas tragedias son responsabilidad de las políticas migratorias europeas, porque las actividades de acogida se han vuelto un negocio y los migrantes indocumentados son mano de obra para esclavizar”.

Los activistas cuentan a Giacomo que el secretario de Gobernación, Alfano, y la presidenta de la Cámara de Diputados, Boldrini, están por visitar Lampedusa: “Nosotros estamos pensando en llevarlos antes aquí, entre los muertos, y luego correrlos y echarlos al mar. Estamos cansados de las hipocresías y las lágrimas de cocodrilo de las instituciones. Si quieren realmente hacer algo, que abran un corredor humanitario desde Libia, en lugar de gastar millones de euros para misiones de patrullaje y para Frontex” (Una agencia de la Unión Europea que promueve actividades conjuntas entre los gobiernos para “proteger” la frontera de Europa y controlar los flujos de migrantes).

El Mar Mediterráneo, fortaleza europea

La tragedia de Lampedusa trajo de nuevo al centro del debate público en Italia el tema de los miles de personas que a diario tratan de atravesar el Mar Mediterráneo para alcanzar Europa, huyendo de las guerras, persecuciones o condiciones de miseria y marginación en sus países. Se trata de un flujo que en los últimos años tomó grandes dimensiones, debido a los diferentes conflictos que hay en toda África o que explotaron recientemente en los países árabes. Un flujo de personas que llegan a Lampedusa sólo porque es lugar más cercano desde las costas africanas de Libia o de Túnez; la mayoría de estos migrantes ni siquiera tiene interés en quedarse en Italia, que ya no es destino de emigración por la crisis económica que atraviesa, sino que quieren reunirse con parientes en otros países europeos.

El Mar Mediterráneo no sólo representa el camino de la esperanza para estas miles de personas que huyen hacia un futuro mejor, sino que se volvió, en estos años, un inmenso cementerio, un mar de la muerte. El trabajo del activista italiano Gabriele Del Grande, que en su sito contabiliza los migrantes muertos al atravesar el Mediterráneo desde 1988, alcanzó ya el numero de 19 mil 142 personas. Estas representan sólo una parte del fenómeno, pues se trata de las documentadas por las fuentes periodísticas. Escribe Gabriele Del Grande: “Nadie sabe cuántos son los náufragos de los que ya no se tiene noticia. Sólo lo saben las familias de los desaparecidos, que desde Marruecos a Sri Lanka, se preguntan desde hace años cual suerte le tocó a sus hijos, salidos hacia Europa y que nunca regresaron”.

El Mar Mediterráneo representa también la frontera sur de la que muchos suelen llamar Fortaleza Europa (Fortress Europe). En efecto, la Unión Europea desde hace años promueve políticas e iniciativas conjuntas entre los diferentes países para controlar sus fronteras y los flujos migratorios. Un ejemplo de eso lo encontramos en la agencia Frontex, la cual se dedica principalmente a operaciones militares de patrullaje, en colaboración entre policías europeas y de países del norte de África. Las políticas migratorias europeas en la última década se han dirigido, en primer lugar, a delegar a estos países norafricanos la gestión del control de los migrantes, con la idea de que los flujos se frenen directamente desde sus territorios. Esto ha llevado, por ejemplo, a países como Italia a financiar entrenamiento y barcos para la policía de Libia, durante la dictadura de Gaddafi, para que fueran ellos a detener los barcos que de allí salen trasportando gente de todos lados de África; también en Libia se financiaron centros de detención de migrantes procedentes del centro de África, en donde muchas organizaciones humanitarias han denunciado los malos tratos y las torturas impartidas.

Hacia el derecho de asilo

El proyecto Melting Pot, después de la matanza de Lampedusa, lanzó un llamamiento a la apertura de un corredor humanitario hacia Europa. En pocos días, fue firmado por más de 18 mil personas, además de centenares de organizaciones de la sociedad civil, y muchos artistas e intelectuales. El sábado 5 de octubre hubo plantones frente a las sede de las Prefecturas en una decena de ciudades, para apoyar la apelación. En el documento se pide a las autoridades italianas y europeas “abrir, a nivel europeo, un canal humanitario para que quien huye de la guerra pueda pedir asilo a las instituciones europeas sin tener que tomar un barco, alimentando un tráfico de seres humanos y los boletines de naufragio […] que Europa cambie en profundidad su política de control de las fronteras, de gestión de las crisis humanitarias, su política común en materia de derecho de asilo, que convierta las operaciones de patrullaje en operaciones dirigidas al socorro de los barcos, que gestione de manera compartida las demandas de protección, que supere las vallas del reglamento de Dublín, y que abra canales humanitarios que permitan de presentar las demandas de protección directamente a las instituciones europeas, presentes en países terceros, para obtener un permiso de ingreso en la Unión Europea”.

La apelación no habla en absoluto el mismo lenguaje de quienes, desde la política institucional, usan expresiones similares. Varios diputados, en las sesiones del parlamento en estos días, hablan de “dar respuesta a las necesidades de acogida en aquellos lugares desde donde aquellas personas huyen”, llamando, desde esta perspectiva, a la necesidad de abrir un “corredor humanitario”. Esto quiere decir, y los que lo dicen desde el gobierno puede que no sean conscientes de su propia hipocresía, seguir en la praxis criminal de la exteriorización del asilo que hasta ahora ha producido sólo muertes.

Aquella exteriorización de la “gestión” de los refugiados llevó, en estos años, a delegar a dictaduras como la de Libia o de Túnez el trato a los inmigrantes y refugiados que pasan por sus territorios para salir hacia Europa. Al contrario, la apelación de Melting Pot pide abrir canales humanitarios hasta Europa, exigiendo un cambio de tendencia primeramente de tipo cultural hacia la cuestión de las migraciones. Esto quiere decir, en primer lugar, abrogar la Convención de Dublín, que juega con la vida de los refugiados, y también cambiar diversas leyes nacionales en Europa, empezando por la italiana Bossi-Fini.

Bossi-Fini, un peso más a los náufragos

Lo que sucedió en Lampedusa volvió a abrir un debate en Italia sobre la necesidad de cambiar la ley sobre migración llamada Bossi-Fini, así como las diferentes normas promovidas posteriormente bajo el nombre de Paquetes de Seguridad, que ponen la lógica del control y de la seguridad antes que la dignidad de los seres humanos. La ley Bossi-Fini, en la práctica, vuelve imposible entrar de manera legal a Italia, a través de una normativa hipócrita que condiciona la entrada legal al país a un supuesto contrato de trabajo que el inmigrante debe tener antes de llegar; una normativa que en la realidad ha causado en estos años que miles de personas estén en el país en forma ilegal, y por ello más expuestas al chantaje y a la explotación laboral.

Otra normativa, meramente italiana, es la de los rechazos (“respingimenti”, en italiano), no sólo de gente que alcanza las costas italianas, sino también de los barcos de migrantes encontrados en el mar, en aguas internacionales. Escribe Alessandra Sciurba, investigadora y experta en políticas migratorias, que los “respingimenti” son el más grande crimen de Estado cometido por Italia después de la era fascista. Miles de personas, al igual que las que murieron en Lampedusa, niños mujeres y hombres huyendo de guerras y violencias, son detenidas en el mar, engañadas y vueltas atrás. Luego, son entregadas a las manos de los policías libios de Gaddafi enviados a morir en las cárceles financiadas con dinero italiano, o echados al desierto -que es el otro panteón de las migraciones. Y quien ha sobrevivido, luego muere durante la guerra de Libia, o intenta de nuevo cruzar el mar, y muere igualmente.

“¿Cuántos, entre los ahogados, ya habían intentado alcanzar esta tierra?”, se pregunta la investigadora. Y si la Corte Europea de Derechos Humanos hizo una recomendación a Italia para acabar con estas operaciones criminales de los “respingimenti”, centenares de ellos suceden aún, a diario, en los puertos italianos del Mar Adriático hacia Grecia.

Otra norma que muestra la lógica sin sentido de las leyes migratorias italianas se refiere al delito de “inmigración clandestina”, por el cual son acusadas las personas que entran de manera indocumentada en el país. Por este delito pueden quedar encarcelados por algunos meses en los centros de detención para migrantes. Esta misma suerte la corren los sobrevivientes de la matanza de Lampedusa, quienes recibieron la notificación de que están inscritos en el llamado registro de indagados, pues se les informa que la procuraduría de justicia los investiga para acusarlos del delito de “inmigración clandestina”. Escribe Nicola Grigion, del proyecto Melting Pot, que “esta noticia está aquí para recordarnos cuál es el marco normativo en el cual suceden estas tragedias, un guión escrito entre egoísmos de los Estados y la falta de una Europa de los derechos”.

La lista de los horrores

Con esta frase, Alessandra Sciurba comienza la última parte de un artículo sobre la tragedia de Lampedusa. Después de tratar la cuestión de las iniciativas europeas en temas migratorios y los “respingimenti” del gobierno italiano, expone un hecho que también se exhibe en algunos diarios y noticieros mainstream: los sobrevivientes de Lampedusa cuentan que algunos barcos los vieron pero los ignoraron. No se trata sólo del comportamiento de individuos que pueden o no tener una cierta humanidad, sino que esta noticia tiene que ver con uno de los efectos más bárbaros producidos por las criminales leyes migratorias italianas.

En los años anteriores, muchas veces sucedió que pescadores fueron procesados por haber socorrido en el mar a migrantes náufragos y haberlos traído a la costa. Según la ley Bossi-Fini, lo que hicieron estos pescadores es un delito, el favorecimiento de la inmigración clandestina.

Sigue escribiendo Alessandra Sciurba:

“Como en la bellísima película “Terraferma” de Crialese, los pescadores se debaten, modernos Antigones, entre seguir las leyes de su humanidad y las leyes históricas del mar, o someter su sentimiento de piedad a las imposiciones normativas que criminalizan la solidaridad y piensan solamente en términos de seguridad y control.

“Seguridad y control son los principios inspiradores de todas las leyes italianas y europeas en materia de asilo e inmigración. Seguridad y control son los principales objetivos de Frontex, el sistema de control exterior de la Unión Europea. El presidente de la República, Giorgio Napolitano, pide que, para ya no probar esta ‘vergüenza y este horror’, Frontex tenga acceso a todos los recursos necesarios. Pero la cuestión es otra: lo que se debe cambiar es su postura militar y de defensa. No sirve más dinero, sino que hay que cambiar la destinación de los recursos existentes. ¡Miles y miles de euros dirigidos a los patrullajes, para luego dejar ahogar a 300 personas a media milla de nuestras costas!

“Exigimos abrir un corredor humanitario verdadero, que llegue hasta nosotros, convirtiendo el dinero gastado en militarizar las fronteras contra estas personas, en recursos para una verdadera acogida. Hay que pretender eso desde la Unión Europea, pero empezando desde Italia y desde nosotros mismos: refundando políticamente la identidad de Europa a partir de principios diferentes al apartheid, el miedo, la explotación -que hasta el momento, aparte las medidas de austeridad y la destrucción de los Estados de bienestar, parecen ser las únicas cosas sobre las cuales la Unión Europea es una y unida.

“Se necesitó de cuerpos lastimados, puestos en hilas, uno al lado de otro, hasta llenar cada metro de los muelles de Lampedusa, para que estos discursos sobre la necesidad de repensar las políticas migratorias empeicen a tener una ciudadanía. El camino es largo aún, y las lágrimas de estos días no todos merecen llorarlas.

No hay que olvidar cuando en una noche de septiembre de 2010, un barco de la policía de Libia, obsequiado por Italia, atacó con 30 disparos de metralleta a un barco de pescadores de Mazara del Vallo, Sicilia, que se encontraban en aguas internacionales; el Secretario de Gobernación italiano tranquilizó a la opinión pública declarando que sólo fue un accidente. ‘Ellos pensaban que se trataba de clandestinos’. Y todos dieron un suspiro de alivio.”

Publicado el 14 de octubre de 2013

Este material periodístico es de libre acceso y reproducción. No está financiado por Nestlé ni por Monsanto. Desinformémonos no depende de ellas ni de otras como ellas, pero si de ti. Apoya el periodismo independiente. Es tuyo.

Otras noticias de Geografía   Italia   Reportajes   Reportajes Internacional  

Dejar una Respuesta