“Nos llevamos la tarea de hacer nuestros los siete principios sobre los cuales caminan los más pequeños”: Santiago, economista desempleado

Santiago

Pensar en lo que representa una escuela para quienes nos formamos en la visión occidental de la educación, nos refiere a pensar en la autoridad de una jerarquía, en la competitividad, en la acumulación de conocimientos y pensamientos que nos permitan adaptarnos a la división internacional del trabajo, o al desempleo y a la cultura de consumo. La experiencia de esa otra escuela, o la Escuelita Zapatista, como le ha llamado el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), es una nueva iniciativa que permitió abrir las ventanas y las puertas del tiempo y del caminar zapatista para saber de qué están hechos, y cómo se camina la libertad y la autonomía en la vida diaria de los mas pequeños, como se dicen ellos.

Quienes tuvimos la oportunidad de escucharles y conocerles en sus caminos, en la milpa, en el potrero, en los cafetales o tomando pozol, nos vimos reducidos teórica y políticamente, pues en este tipo de escuelita no hubo un conjunto de sabios o profesores que lo saben todo. Aquí no tuvieron gran importancia las categorías y conceptos para entender la realidad. Las palabras sencillas y tan fuertes que ellos compartieron, acompañadas en la mesa con el frijol, la salsa con limón, las tortillas y totopos, son palabras que no caben en las abstracciones académicas, pero que representan una realidad concreta que muchos hemos soñado.

Aquí se empiezan a reconstruir otro tipo de relaciones sociales que rompen con el individualismo y con la dependencia del mercado, un tipo de relación social que no sigue las manecillas del reloj, que más bien mide el tiempo con el sol, con el agua y con el sentir de la madre tierra, como lo dijo alguien en el Municipio Autónomo de Champa San Agustín, del Caracol de la Realidad: “No necesitamos el dinero, pues lo único que compramos es aceite, sal y jabón. Todo lo demás lo tenemos en la comunidad. Nuestras formas de gobierno son como lo hacían antes nuestros abuelos”.

Cuando pensamos en la resistencia de los pueblos zapatistas muchos imaginamos que es una situación tortuosa, pero al ver las sonrisas de una vida que no mendiga ni pide limosnas a nadie, entonces entendemos. Entendemos lo que ellos nos explican al decirnos que la resistencia está en el corazón y en el trabajo con dignidad que se hace a diario en sus comunidades. Nos afirman que tienen claro que no se levantaron en armas para su beneficio, sino para la liberación de todos los pueblos del mundo. Nos dicen que actualmente tienen una vida digna y que no necesitan las migajas del gobierno: “el gobierno siempre ha querido ofrecernos apoyos, pero no aceptamos migajas. Si ellos quieren construir una carretera o un  puente que pasa por nuestro territorio, tienen que pagar un impuesto y hacer lo que nosotros decimos, porque aquí el pueblo manda y el gobierno obedece”, explicó un zapatista.

Nos enseñaron el tiempo de la milpa, la comida silvestre, nos asaron elotes y comimos pepitas de calabaza, mientras nosotros hacíamos nuestras preguntas, algunas con mucha sustancia y algunas otras absurdas. Sin embargo, nos tuvieron mucha paciencia y respondieron a todo lo que preguntamos; cuando no podían, se juntaban entre varios miembros de la comunidad o recurrían a los ancianos y ancianas, quienes se han encargado de mantener viva la historia de sus luchas.

Así, el pupitre, el aula y las clases sobre libertad y autonomía se adquirieron caminando a lado del Votan, con las familias y con la comunidad, quienes compartieron la forma de resolver sus problemas, de elegir a sus autoridades, de asumir un cargo, la participación de la mujer y las responsabilidades de los niños. Nos enseñaron un pedacito de su trabajo, de cómo hacen para la educación o para mantener buenas relaciones con otras personas que no son zapatistas.

La fiesta es parte de esta lucha y representa algo muy importante para toda la comunidad, niños, ancianos, hombres y mujeres. Todos nos divertimos y disfrutamos, nos dijo otro miembro del Municipio Autónomo: “Nosotros sabemos cuándo es el tiempo de ir a la milpa y cuándo de la fiesta porque estamos disciplinados, pues toda lucha requiere disciplina pero también se necesita bailar, pues”.

Mientras los estudiantes escuchamos y miramos a los ojos a los miembros de la comunidad, quienes nos compartieron su palabra, una de las voces nos dijo: “esta Escuelita servirá para compartirles cómo hemos construido nuestras formas de gobierno y nuestras experiencias, así como los errores que hemos tenido”.

Al regreso de la milpa, del potrero o del cafetal, cada quien con su Votan dio lectura e hizo preguntas sobre los libros que nos dieron al entrar a la escuelita, que trataron sobre el Gobierno Autónomo 1 y 2; Resistencia Autónoma y Participación de las Mujeres en el Gobierno Autónomo.

Aprendimos sobre la importancia de la milpa; la historia; los cargos, obligaciones, derechos y las formas de resistir, bajo los siete principios del mandar obedeciendo con los cuales se rigen: Servir y no servirse; representar y no suplantar; construir y no destruir; obedecer y no mandar; proponer y no imponer; convencer y no vencer; bajar y no subir. Esta es la columna vertebral del pensamiento y acción de cada uno de nosotros, nos compartió una de las autoridades del municipio. También nos precisó que lo aprendido en la Escuelita no es un modelo que se tiene que llevar a otros lugares, sino que es un muestra de que otra realidad es posible, y que todo lo que se pueda aprender y que sirva para otras luchas, será parte de un nuevo tiempo que juntos comenzaremos a construir.

La calidez humana de los zapatistas hace que se me enchine la piel, dijo uno de los estudiantes, y la gente de la comunidad autónoma expresó que extrañaría mucho a los visitantes que decidieron conocer la vida en territorio liberado, la lucha por la libertad y la autonomía: “Estaremos muy tristes cuando se vayan, pero estaremos más tristes si cada uno de ustedes no lucha en su propio pueblo, pues los zapatistas no vamos a poder solos. Tenemos que hacerlo todos juntos”.

A los zapatistas les agradó mucho nuestra presencia, pero nos dejaron claro que cada uno de los estudiantes debe asumir la responsabilidad que le corresponde en sus comunidades, en sus pueblos y en sus países, todos construyendo un pedacito de ese mundo que tanto soñamos, ahí donde quepamos todos y todas. Si no es así, “sólo vinieron de turistas y a visitarnos, sólo nos seguirán viendo desde fuera, y entonces quiere decir que no aprendieron nada”, dijeron, mientras cada uno de nosotros nos transportamos a los lugares de donde venimos e imaginamos qué podemos hacer o qué es lo que nos ha hecho falta, y lo buscamos en estas comunidades, con los más pequeños y de corazones enormes, quienes son como luciérnagas en la noche.

Mientras escuchamos con atención las palabras de despedida para regresar al caracol que nos corresponde, nos dictaron la tarea: “hay tarea pues para el siguiente nivel, y esa es la que ustedes mismos se van a poner en sus lugares de donde vienen. Lo importante es romper con la individualidad y reconstruir nuestras comunidades, como lo hemos hecho nosotros”.

Estos son solo algunos recuerdos de las clases que recibimos en nuestras aulas, que fueron los diferentes municipios que integran los cinco Caracoles zapatistas. Así se podrán compartir las múltiples experiencias que vivieron todas las estudiantes, pues a la hora de la salida de clases todos nos compartimos lo aprendido y coincidimos en que la escuelita fue un gran éxito. Muchos pudimos entender la magnitud de lo que implica pensarnos, o pensar en el peso que tiene esa palabra que tanto usan los zapatistas: “Nosotros”. Entonces, nosotros nos llevamos la tarea de aprender a pensarnos en comunidad, aprender a escuchar y hacer nuestros los siete principios sobre los cuales caminan los más pequeños.

Publicado el 26 de agosto de 2013

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