“Necesitamos un movimiento único para cambiar la política educativa”

Jaime Quintana Guerrero

México. En la lucha contra la exclusión en la educación, “estamos en un momento de fortaleza y el movimiento crece”, afirma Hugo Aboites, profesor investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), a 20 años del inicio del movimiento con el rechazo a los exámenes de ingreso a las instituciones.

En un balance del movimiento estudiantil contra la exclusión educativa, Aboites explica que nació cuando se creó el Centro Nacional de Evaluación (CENEVAL), organismo privado que evalúa a estudiantes mediante exámenes de ingreso a instituciones públicas.

En dos décadas de existencia, el Movimiento de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior (MAES) generó un proceso de diálogo con las diferentes instituciones de educación, una mesa donde se sientan los representantes de las escuelas y del movimiento.

Para el MAES, explica Atzelbi Hernández, una de sus integrantes, “la exigencia de una mesa de diálogo es parte de una visión de movimiento y un aporte al proceso de lucha por la educación”. La joven indica que la responsable de las políticas educativas es la Secretaría de Educación Pública, por lo que la demanda no se puede dirigir solamente a las instituciones o universidades. La negativa de la Secretaría de Educación Pública a sentarse a esta mesa es un síntoma de que quiere reducir la responsabilidad de la demanda  a los aspirantes, indica Hernández.

En México, el 64 por ciento de la educación se imparte en instituciones privadas. En 1990 eran 200 escuelas, y para el 2013 son 2 mil, mientras el número de rechazados de las universidades públicas en la Ciudad de México fue de 200 mil jóvenes, lo que se considera un problema nacional.

Para inicios de agosto, no hay todavía una convocatoria de mesa, por lo que el MAES manifestó en un documento público que “es lamentable que esta disposición al diálogo haya tardado tanto en llegar, pues las clases en la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) e IPN (Instituto Politécnico Nacional) inician ya este 5 de agosto, y la mesa de diálogo estará instalándose con semanas de retraso. La experiencia que nos ha dejado la cerrazón de las autoridades es que sólo cuando nos movilizamos en la calle somos escuchados; por ello hemos decidido no bajar la guardia”.

El nacimiento de un movimiento

El movimiento de aspirantes excluidos generó una resistencia masiva a las políticas educativas. El Estado diseñó estrategias para debilitarlo en los años siguientes, pero fracasó, señala el investigador Aboites. “El primer año, el examen tuvo lugar en grandes sedes donde se acumulaban miles de personas afuera y miles de aspirantes adentro realizando el examen. Al salir se volvían mítines de descontento”, recuerda.

El movimiento de ese tiempo supo aprovechar, relata Aboites, “que la estrategia gubernamental fue reprimir, no conceder nada y crear sedes muy pequeñas de exámenes, con centros de quejas, a lo largo y ancho de la ciudad. Pensaron en una estrategia que disolviera los núcleos que generaran oposición y resistencia”.

En el rechazo al examen único, explica Hugo Aboites, “las autoridades se han visto obligados a negociar y cada vez el movimiento crece más”. El especialista en educación considera que la lucha de los excluidos antes era más difícil, pues “era un único examen, un único centro de evaluación y un único criterio para la asignación, todo regimentado, era más difícil la lucha”. Ahora, señala, la UNAM piensa por su cuenta, el IPN por la suya, la UAM y la Universidad Pedagógica Nacional también, por lo que presentan un frente muy dividido que aprovecha el movimiento”.

La lucha de los rechazados en la educación viene de décadas atrás, pero el proceso de exclusión en la educación es más complicado ahora, relata Atzelbi. “Los movimientos de rechazados estaban centrados en las instituciones de las que eran excluidos, los de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Instituto Politécnico Nacional”, rememora. Hernández indica que en el MAES “nos consideramos herederos de otros movimientos que históricamente han denunciado el problema de la exclusión en todos los niveles educativos”.

La estudiante explica que la lucha contra las políticas educativas de exclusión se ha mantenido por décadas en diferentes estados de la república y con gobiernos de todos los partidos políticos. La demanda es mayor cobertura, más escuelas, contra políticas de selección y por plazas  de trabajo. “La exclusión tiene que ver no sólo con que puedas entrar a la universidad, sino con que puedas participar dentro de ella”, define.

El MAES, organización de jóvenes aspirantes, considera que el problema es de todas las instituciones responsables de la educación, por lo que “se tiene que desarrollar un solo movimiento de rechazados, que plantee demandas no sólo a cada institución, sino que exija una política educativa encaminada a la inclusión”, explica Hernández.

El desarrollo de la lucha tiene etapas distintas, explica Hugo Aboites, “y ahora intentamos recuperar toda la problemática del examen único, estimulados porque se vuelve constitucional el derecho a la educación media superior”. Este tema fue, en años anteriores, un callejón sin salida porque desde las instituciones se afirmaba que no era un  derecho establecido. “Ahora ese argumento ya no vale”, remata el investigador.

Educación obligatoria, examen inapropiado

El 21 de diciembre del 2012, en la Cámara de Diputados y con 360 votos a favor, se aceptó la modificación -que el Senado de la República incluyó en la minuta de reforma constitucional en materia educativa- que agrega que la educación que imparta el Estado será gratuita y de calidad.

“Con la declaratoria de constitucionalidad del nivel medio superior, quienes tienen menos de 31 aciertos ya no son excluidos”, explica Hugo Aboites. “Se van a las escuelas técnicas y esto ocasiona una molestia por parte de estas instituciones, que se ven como los lugares donde se envía el desecho. El propio examen único ha generado dinámicas perjudiciales para este instrumento”, evalúa el especialista.

Después de 20 años, el examen único “se ve como un experimento agotado que simplemente se replica cada año sin generar dinámicas de mejoramiento en la  educación, simplemente se administra la demanda”, valora el entrevistado.

Atzelbi Hernández finaliza diciendo que “los de abajo estamos bien abajo, en las colonias populares, pero la exclusión jala parejo”.

Publicado el 12 de agosto de 2013

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