La izquierda abertzale, “crear una sociedad nueva desde bases comunitarias”

Adazahira Chávez

La izquierda nacionalista vasca o abertzale se encuentra en un escenario donde, por un lado, hay un proceso unilateral de paz en el que los Estados español y francés parecen no querer participar. Por otro lado, después de diez años de ilegalización a su partido político, conformaron un nuevo partido político, Sortu.

El delegado de la izquierda nacionalista para América Latina, Asier Altuna, explica a Desinformémonos que la tradicional organización comunitaria de los vascos, reflejada en la organización del movimiento de liberación nacional, ayuda a que las bases mantengan el control y la participación dentro del proceso político, incluyendo la parte institucional. También señala que los presos políticos, depositarios de décadas de lucha, son una de las partes más importantes si se quiere emprender un proceso de paz bilateral, y que persiste una estrategia injusta y vengativa por parte de los Estados, a dos años del alto el fuego permanente, general y verificable de la organización armada ETA.

Para Altuna, aunque la lucha institucional de la izquierda abertzale va encaminada, todavía falta activar la lucha de masas después de una década de ilegalizaciones y encarcelamiento de cuadros políticos. 

Abajo y a la izquierda, y los partidos.

Hay una lectura mundial de que la política está corrupta. Es cierto en el 99.99 por ciento de la realidad, pero en el País Vasco existe una izquierda partidaria que no se ha corrompido y que lucha desde posiciones de abajo y a la izquierda. Esa parte es la izquierda independentista vasca, con una trayectoria de lucha armada y de lucha política.

El trabajo político es verdadero y hay que diferenciarlo de lo que se nombra normalmente como política y que está corrupta. Nosotros trabajamos dentro de las instituciones como partido con una coalición, Bildu, dentro de un parlamento corrupto pero desde unas posiciones de izquierda, completamente honestas y revolucionarias, con la intención de no corrompernos nunca y de contrarrestar esa fuerza parlamentaria corrupta. Esa es tu lucha diaria.

Quienes nos votan, 21 por ciento, lo hacen desde abajo y desde la izquierda, con todo y las contradicciones que lleva estar en dos parlamentos.  No hay un solo caso de corrupción y hemos manejado desde ayuntamientos hasta la diputación foral. El sueldo que te da el parlamento lo entregas automáticamente al partido, y el partido te paga un sueldo de unos mil 300 euros, equivalente al de un barrendero.

Está también la propia idiosincrasia de la izquierda abertzale. Desde que se define como una unidad popular, nunca ha sido una pirámide sino más bien como un círculo con diferentes círculos dentro, que son el movimiento sindical, el popular, el feminista, el juvenil y el político. En cada momento y según la realidad, hay necesidad de activar más alguna lucha. En los ochenta, con la reconversión industrial, toda la fuerza se volcó en el movimiento sindical; los jóvenes iban con pancartas y a las barricadas en defensa de sus padres y de la clase trabajadora. Y al revés, cuando el movimiento juvenil era muy golpeado, el movimiento sindical y el feminista salían directamente en defensa de los jóvenes. Eso ha hecho posible que la corrupción sea muy difícil dentro del movimiento político porque todo está a la par dentro del círculo, con esa conciencia revolucionaria de trabajarse uno al otro, rendir cuentas desde el propio respeto sabiendo que cada quien tienen su trabajo, su área, y aborda su estrategia pero encaminando todo al mismo objetivo.

Hacia el exterior somos muy flexibles. Muchos movimientos y partidos que son pequeños y se definen marxistas leninistas, hacia el exterior tienen una cáscara dura, pero lo rompes y dentro está todo blando. Nosotros somos como un melocotón, hacia el exterior es muy  flexible pero al interior está el núcleo, el hueso, bien protegido y con una capa amplia que permite incorporar a más sectores.

El País Vasco siempre ha sido de trabajo comunitario, la euzola. Eso se mantiene y hay un control social sobre los líderes de la base, porque hay una cultura de trabajo comunitario, de compartir las ideas, de mantenerlo. Si un líder se va, la base te deja, estás fuera.

Estamos trabajando para darle a esa conciencia comunitaria el sentido de la izquierda, que sea igualitario, con un proyecto político definido que engarza lo ideológico y lo socialista con lo comunitario. Para nosotros es lo importante: crear una sociedad nueva desde esas bases comunitarias, de trabajar en círculo para toda la sociedad.

La unidad popular en Sortu

Debido a la ilegalización (del partido Batasuna) estaba pendiente hacer un debate, que se hizo en los tres primeros meses de 2013, desde los pueblos hacia arriba. Participaron más de 7 mil personas, más de la mitad menores de 35 años, porque hay un relevo generacional importante.

La izquierda abertzale siempre se ha definido como una unidad popular en la que puede haber desde un socialdemócrata hasta anarquistas. En este debate salimos fortalecidos y la base radicalizó el borrador de debate. Sortu se autoproclama como una organización independentista, socialista, euskaldun y feminista, internacionalista y antiimperialista.

Las preocupaciones más evidentes para las bases son el bloqueo del proceso de paz y la crisis económica, cómo evidenciar que el neoliberalismo fracasó y que se puede poner en marcha otro proyecto.

Para activar la lucha de masas tiene que cambiar la estructura de Sortu porque con el cambio de la sociedad, la anterior quedó obsoleta. Ahora se le da mucha más importancia a los eskualdes, comarcas en las que nos repartimos, mucho más pequeñas y dinámicas que las de antes, los herrialdes. Se plantea trabajar más desde la cercanía con el pueblo.

Se recupera también una de las aportaciones que hizo la organización armada en 1975: el concepto de pueblo trabajador vasco, que desde los noventa y por la debilidad ideológica que ha habido, estaba en el cajón.

Queda mucho por hacer. La lucha institucional está encaminada pero nos falta activar la lucha de masas.

La izquierda ante el inmovilismo del proceso de paz

El proceso de paz partió de una manera unilateral. Entendemos que debe ser bilateral para que realmente se supere el conflicto, pero el Estado no está por la labor y se agarra a lo que tiene en sus manos, que son los presos políticos y el incumplimiento de su propia legalidad. Nosotros seguiremos desde la unilateralidad dando pasos, activando a la sociedad, buscando internacionalmente la adhesión a la campaña a favor de los presos, evidenciando que se tienen que dar pasos en ese sentido.

Con el panorama abierto desde hace dos años nadie puede negar que ha habido cambios; se ha rebajado mucho la tensión que se vivía y de eso también es consciente el Partido Popular vasco. No quieren abordar la cuestión en su agenda, pero hay que seguir trabajando para forzarles. Siempre hemos estado conscientes de que el proceso no iba a ser fácil. En este momento estamos en una situación de bloqueo, y la reflexión es cómo desactivarlo.

La izquierda abertzale cuenta con una estrategia ante el inmovilismo que es el movimiento popular, la activación de las masas, la solidaridad internacional, y el seguir peleando en la calle y mostrándoles a los presos todo nuestro apoyo. Para ello avanzaremos en la estrategia puesta en marcha, desde lo institucional (defendiendo sus derechos desde Europa hasta los ayuntamientos y la Diputación) e impulsando movilizaciones en la calle.

Es delicado el sentimiento de la gente ante el estancamiento. Aunque sea una estrategia unilateral, quieras o no piensas que para ser justos, el otro también debería dar pasos. El Estado español es consciente de ello y juega a crear contradicciones y una sensación de frustración. También es consciente de que si aborda las consecuencias (el desmantelamiento de la estructura militar por parte de la organización armada, el reconocimiento de todas las víctimas del conflicto –no sólo las de un bando-; la cuestión de los presos y de los exiliados), lo siguiente que tienen que tratar es la naturaleza del conflicto, qué proyectos hay encima de la mesa para el pueblo vasco.

Ahí está el proyecto de la independencia, que está más fuerte y más renovado que nunca, y ellos no tienen una oferta qué hacer. Tienen pánico y están cerrando para que no llegue ese momento. Nuestra tarea es seguir presionando con el tema de las consecuencias e ir ganando terreno, tanto ideológico como institucional, en el camino hacia la independencia y el socialismo. Puede ser de manera unilateral; en caso de que veamos que hay fuerza suficiente unilateralmente, y si el Estado no está dispuesto a resolver esto, pues… la independencia.

La llave de la mazmorra

Hay más de 650 presos y a situación es la misma que antes del proceso. Aunque algunos han salido en los últimos meses, todos cumplieron la condena, excepto Bolinaga, que padece una enfermedad incurable y salió por una huelga de hambre que hizo en defensa de sus derechos. Se trata de una jugada del Estado Español para no inmiscuirse en el proceso y no asumir sus responsabilidades en un hipotético proceso de paz. Por el momento no podemos decir que estamos en uno porque no hay pasos en lo que corresponde a los Estados español y francés.

Los presos evidencian la naturaleza del conflicto político; más de 650 presos equivaldrían a tener 20 mil presos políticos en México. Desde el Estado Español, en los últimos diez años se pone en la línea de fuego a los presos con la presión de la política anti terrorista.

El Estado tiene la llave de las mazmorras y nosotros tenemos que poner en marcha un movimiento popular y una presión potente, que sea un clamor en el País Vasco y en el Estado español también. No vamos a conseguir la llave pero sí a cambiar la cerradura. Se trata de que en el tema de derechos humanos la gente reconozca que hay un escenario nuevo y que el tema de los presos hay que abordarlo como tal; no es mera cuestión de criminalidad, sino que detrás está la naturaleza política del conflicto.

La importancia de los presos políticos

Los presos son tan importantes para la sociedad vasca porque representan una de sus partes más combatientes y más comprometidas. Un pueblo que se olvida de sus presos es un pueblo sin memoria, condenado a morir. En ellos está la lucha de más de 30 años; Euskal Herria no ha conocido en los últimos cien años un día sin que haya presos políticos, lo que evidencia la lucha por sus derechos y sus ansias de libertad.

Al ser un pueblo tan pequeño y con tantos presos, prácticamente todos tienen alguien cercano que ha estado en la cárcel. Eso se refleja en el constante movimiento que ha habido en los últimos 30 años y que va a estar ahí hasta que el último preso político salga a la calle.

Será claro que el conflicto político se ha acabado cuando ya no haya presos porque los derechos democráticos se han reconocido como tal, porque si no, sea con lucha armada, con desobediencia civil o como sea, la resistencia estará ahí y el Estado utilizará las cárceles para intentar frenar esa lucha por la independencia y el socialismo.

La doctrina Parot es una cadena perpetua encubierta y han mantenido injustamente y como rehenes a presos que llevan más de 20 años en las cárceles. Una cosa significativa es cómo la aplican; no es que te digan: te metí diez años más por tal caso y te vas a quedar hasta 2022. No te dicen nada, y cuando estás para salir –lo que sicológicamente es muy brutal, porque la familia ya está lista para ir a esperarte a la puerta de la cárcel, con las maletas hechas-, un día o unas horas antes, llega una orden judicial y te dice “no puedes salir y te quedas diez años más”. No es una cosa de condena legal, es una cuestión de venganza personal.

Uno de los flancos abiertos es el caso de Inés del Río, que tenía ya la sentencia cumplida y debía salir a la calle. Recurrió la doctrina Parot y la sentencia fue favorable. El Tribunal de Estrasburgo lo declaró ilegal porque se aplican condenas retroactivamente, pero el Estado español no hizo caso de esa sentencia y armó un recurso contra ella. En septiembre, el Tribunal de Estarsburgo va a dar sentencia. Si es favorable, más de 70 presos deberían salir a la calle ya.

La opinión pública y la izquierda española

Poco a poco se ven cambios en la opinión pública española. Eso lo vemos por ejemplo en el congreso de (el partido) Sortu. Vinieron más partidos que nunca; quisieron estar presentes, arropándonos, apoyándonos y viendo el debate. También se ve a nivel social: en la manifestación de enero por los presos, vinieron decenas de autobuses del Estado español, de Madrid, de Andalucía.

Toda esa gente de izquierdas, que es mucha, ve cómo el Estado español de democrático no tenía nada y se da cuenta de que hay una parte del conflicto que está dando pasos y otra que no tiene interés, que lo que quiere es que todo se pudra para volver a las andadas porque se sentía más cómoda con la política antiterrorista, que le da la posibilidad de hacer todo lo que les venga en gana.

Las posibilidades para la solidaridad internacional

Se puede participar en la Semana Internacional de Solidaridad con Euskal Herria, que es en marzo. También a título personal se puede escribirle a un preso; siempre es importante y es un aliento si se escribe desde otro país. Todo lo que sea evidenciar la situación de los presos políticos es solidaridad. Puede haber miles de ideas, desde una concentración hasta crear comités y grupos de apoyo. Eso es solidaridad internacionalista.

El tema se puede abordar desde una perspectiva revolucionaria pero también desde el campo de los derechos humanos, que es muy amplio y tiene mucho por recorrer. Se trata de que se comprometan todos los que se dicen defensores de los derechos humanos y demócratas: que le digan al Estado español que reconozca la legalidad internacional porque los derechos de los presos son conculcados sistemáticamente y al Estado le sale impune.

Publicado el 19 de agosto de 2013

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