Surinam, el moderno “El Dorado” de América

Alexandra McAnarney  y Rudolf Kemper Traducción: Amaranta Cornejo Hernández

Surinam. Surinam se vende a los inversionistas internacionales como un país rico en recursos, como el moderno El Dorado, pero hay quienes temen que esta pequeña nación de la costa atlántica sudamericana se venda a costa de la salud de su población. La minería está convirtiendo al país en el emblema del complejo juego entre degradación ambiental, desplazamiento humano y estragos en la salud comunitaria e individual, entre los que están el envenenamiento por mercurio causado por las fugas en la industria y el incremento de casos de malaria y VIH.

La olvidada selva costera de Latinoamérica

En pláticas con los buitenlanders o extranjeros, su reacción más común al oír la palabra Surinam es “Suri-¿qué?” El país se encuentra entre Guyana y la Guyana francesa; al sur está Brasil. Ocupa 63 mil 675 rugosas millas. Cerca del 80 por ciento del territorio está cubierto por la selva húmeda. La mayoría de sus 56 mil habitantes vive en la ciudad capital, Paramaribo, o alrededor de ella. En la selva viven indígenas o maroons, descendientes de esclavos forajidos.

La antigua colonia holandesa que es Surinam tiene un perfil multiétnico, el cual lo borra del mapa conceptual de Sudamérica. De hecho, comparte más con el Caribe. La nación -de habla holandesa- es un rompecabezas multicultural compuesto por creoles, javaneses, chinos, maroon, hindis e indígenas. El sranan-tongo, idioma creol acuñado por esclavos africanos en el siglo diecisiete, es el idioma oficial. Sin embargo, los grupos étnicos hablan distintas lenguas entre ellos.

Surinam produce oro y bauxita, los cuales dominan la economía. Tiene una naciente industria del aceite. La minería, la industria más extendida en el país, comenzó durante la colonia a finales del siglo diecinueve y principios del veinte, con la base estadounidense Alcoa y su subsidiaria Suralco. La bauxita, principal recurso para el aluminio, constituye la más importante exportación del país.

El oro, sin embargo, se convirtió en una mayor atracción. Desde el inicio del siglo veinte los buscadores comenzaron a ir por su fortuna. En 1901, la industria del oro en Surinam empleó a cerca de 5 mil 500 personas. Para 1903 se construyó una vía de tren para conectar a Paramaribo con las minas, y así creció el desarrollo. Después de que Surinam consiguió su independencia en 1975, las operaciones mineras disminuyeron. Entre 1980 y 1990, el país experimentó una turbulencia política, incluyendo dos golpes de Estado, los cuales resultaron en ocho años de guerra civil. La pobreza regional se acopló con el aumento de los precios del oro a nivel mundial. Esto implicó un renovado interés en la industria. Para 2007, las exportaciones, incluyendo al oro, la bauxita y el aceite representan el 5 por ciento del producto nacional bruto. Gracias al sector minero, el país ahora se clasifica como uno de ingreso medio, a la par de Sudáfrica, y tiene una de las deudas públicas más bajas en la región.

El incremento del mercurio

El medio ambiente y la salud en Surinam cargan con el peso de esta prosperidad. Inspirados por las promesas del oro, pequeños y medianos mineros artesanales- definidos como “minería caracterizada por mano de obra no calificada que utiliza técnicas rudimentarias para prospectar, extraer y procesar el oro”- explotan lo que alguna vez fueron densas áreas de bosques. Para los estimados 20 mil mineros de pequeña escala, el método más común es el fuga hidráulica. Este método usa monitores hidráulicos y excavadoras con agua presurizada en spray para desintegrar y mover secciones del suelo que pueden contener oro.  Una vez que está rociada la tierra, el fango rojizo es bombeado en cajas con compuertas donde los minerales más pesados, incluidas las partículas del oro, se separan de los más ligeros. Las partes que tienen oro son recolectadas y mezcladas con mercurio para seguirlas procesando. Al final, el desecho mineral es vertido en los arroyos cercanos y en la selva. Esto provoca contaminación del agua con la sedimentación de metales pesados y mercurio.

La exposición a pequeñas cantidades de mercurio puede provocar serios problemas de salud, dependiendo del tipo de mercurio. En Surinam, la mayoría de los mineros están expuestos al mercurio metálico y en vapor. De acuerdo a un reporte de la Fundación Mundial por la Naturaleza (WWF), “altos niveles de vapor de mercurio, y un poco menos de mercurio metálico, pueden causar daños al sistema nervioso, provocando temblores, así como cambios de humor y alteraciones en la personalidad. De manera más amplia provoca efectos sistémicos en los riñones, pulmones, músculos, hígado, sistema cardiovascular, gastrointestinal y circulatorio”.

La medicina ha documentado el impacto negativo de la exposición al mercurio en Surinam desde 2003. Médicos locales notaron un incremento en los defectos de neonatos, atribuidos al envenenamiento por mercurio, en los niños nacidos de mujeres indígenas y maroons que viven cerca de los campos de minería artesanal. Los defectos al nacer incluyen afectaciones al sistema nervioso central y el desarrollo atrofiado de las piernas.

En 2006, la WWF diseñó capacitaciones para que las actividades de los mineros del oro sean amigables con el medio ambiente. El gobierno de Surinam aprobó una legislación para regular el uso del mercurio. Sin embargo, el envenenamiento por mercurio continúa siendo un problema entre la gente wayana y otros grupos indígenas y maroons.

Las mineras a larga escala también usan químicos peligrosos. Frecuentemente usan cianuro en el cerrado circuito industrial para lograr lo que los mineros en pequeña escala hacen con el mercurio. Las fugas y los incidentes son comunes. En 1995, la mina de oro Omai, en la vecina Guyana, tuvo un derrame de 800 millones de galones de cianuro que cayó y se sedimentó en uno de los principales ríos, por lo que miles de personas resultaron envenenadas. Como resultado, se dictó legislación gubernamental sobre el medio ambiente, la cual es difícil de reforzar, especialmente en las fronteras con Surinam, Guyana y Brasil, que es donde hay muchas concesiones de exploración.

Malaria en la frontera dorada

En Surinam, la minería se concentra en el distrito nororiental  de Brokopondo, lugar de una reserva hecha por el hombre; así como en el río Marowijne, a lo largo de la frontera con la Guyana francesa. A lo largo de estas áreas, los índices de malaria son los más elevados.

La reciente fiebre del oro atrajo a mineros de toda Latinoamérica. Los más documentados y visibles vienen de Brasil. Entre ellos se llaman garimpeiros, mientras que la gente local les dice porkknockers. Aproximadamente 8 mil de ellos viven en la frontera. Se calcula que muchos más van y vienen entre el noroeste de Brasil y la Guyana francesa.

La migración, la minería a pequeña escala y la malaria van de la mano. Los mineros brasileños y maroon viven en campamentos al aire libre, sin mosquiteras. Estos campamentos se encuentran cerca de depósitos de agua hechos por las personas, donde el oro es extraído de la selva recién desmontada. Este sitio es ideal para que reproduzcan los mosquitos portadores de los parásitos de la malaria. El cuerpo humano puede desarrollar cierta inmunidad, pero los altos grados de movilidad entre los grupos mineros contribuyen a la creación de interminables ciclos de “malaria de frontera”- un tipo de malaria alimentada por la movilidad y degradación ambiental en el Amazonas.

En 2004 comenzó una campaña mundial con el objetivo de incidir sobre los mineros brasileños. Esto ayudó a reducir drásticamente los índices de malaria a lo largo de Surinam. Aun así, de acuerdo a un reporte del 2012, el 81 por ciento de los nuevos contagios se dieron entre la población minera. Las comunidades indígenas y maroon sin exposición a los parásitos son las más vulnerables a la malaria, así como cocineros, conductores, tenderos y trabajadoras y trabajadores sexuales que viajan con ellos.

 Dinero, sexo y sangre: VIH-Sida

El trabajo sexual en Surinam se convierte en el sector más lucrativo de los servicios. Esto ha llamado la atención de oficiales del gobierno, quienes buscan aumentar los impuestos en el país para obtener más del aproximado billón de dólares que implica la minería. En septiembre de 2011, el comité del sector del oro anunció que las trabajadoras sexuales operando en los campos de las minas deben registrarse ante el gobierno y pagar anualmente sus impuestos. Sin embargo, rápidamente los riesgos superarpn a los beneficios.

Antes de la XIX Conferencia Anual sobre Sida, realizada en Washington en 2012, se publicó el reporte “Juntos para terminar con el Sida”, que ofrece datos globales actualizados de la pandemia. Entre la información más curiosa estaba aquella sobre Surinam, que estima que la prevalencia del Sida entre trabajadores sexuales es del 24 por ciento. Entre el resto de la población, el índice de infección gira en torno al uno por ciento para adultos de entre 15 y 49 años. Al igual que el resto del mundo, las trabajadoras sexuales en Surinam son desproporcionadamente más afectadas por la epidemia. En Paramaribo, la prostitución callejera es ilegal, mientras que en los clubes nocturnos está permitida y regulada. Por ley, los trabajadores sexuales deben registrarse en la clínica dermatológica local y hacerse pruebas ITS cada 15 días.

Sin embargo, la regulación y disponibilidad de anticonceptivos están ausentes en los campos mineros al interior del país. Los mineros que contratan servicios sexuales normalmente practican sexo no protegido, que conlleva enfermedades de transmisión sexual y VIH-Sida. Aunque Surinam hace esfuerzos significativos para incrementar las pruebas de VIH y aplicar regímenes de primera y segunda línea de antiretrovirales, el reto queda en la topografía de la zona amazónica. Los esfuerzos localizados realizados por mujeres indígenas y maroon implican juegos y bailes que invitan al sexo seguro, y usualmente son las mejores y únicas líneas de defensa.

La promesa de El Dorado: desplazamiento y degradación

Aun cuando los precios del oro bajaron y los costos de operación subieron, la fiebre del oro reina entre los mineros a pequeña escala y entre las corporaciones mineras transnacionales. El 6 de junio, el gobierno de Surinam y la empresa canadiense Iamgold firmaron un acuerdo para expandir la mina de oro Rosebel, la más antigua y productiva en el país. Se programaron pláticas con la minera de Denver Newmont Mining para próximamente desarrollar el proyecto de oro Merian.

Este último se vino abajo en 2009, cuando la Asociación de Biología Tropical y Conservación (ATBC)  advirtió que el proyecto, localizado en los 400 kilómetros cuadrados de área protegida de selva conocida como Nassau Plateau, “podría destruir hábitats que alojan especies raras y endémicas, incluidos los nuevos descubrimientos de especies de pez gato, ranas y el increíble sapo morado”. La resolución también afirmó que “las operaciones mineras pueden fomentar el flujo de mineros depredadores en esa área, incrementando así el daño ambiental y poniendo bajo presión la vida salvaje”.

El impacto más inmediato de este estallido es el desplazamiento de tribus indígenas y maroon. En 1960, Suralco forzó a integrantes de las tribus saramaka y n’dyuka a dejar sus tierras para construir una represa hidroeléctrica. Varias familias fueron relocalizadas en Niew Koffiekamp, que es donde se encuentran los depósitos que alimentan a la mina de oro Rosebel. Un acuerdo firmado con Alcoa en 2003 para desarrollar la región montañosa de Bakhuis provocó el desplazamiento de comunidades indígenas que habitaban ahí.

En 1597, el explorador británico Sir Walter Raleigh se refirió a la Guyana como “un país que aún tiene mente de doncella: nunca saqueada, convertida ni forjada.” Este retrato sexualizado refleja las aspiraciones coloniales de la Europa de los siglos dieciséis y diecisiete con la fiebre del oro. Los exploradores españoles, portugueses y británicos buscaron la mítica ciudad de oro que supuestamente está en la salvaje amazonia. Sin embargo, como lo dijo uno de los contemporáneos de Raleigh, la incansable búsqueda de El Dorado “costó a España más que todos los tesoros que recibió desde sus colonia en América del Sur”. Raleigh mismo lideró varias expediciones fracasadas en el río Orinoco y en la región de la Guyana, que comprende a la actual Venezuela. Como muchos otros antes que él, pagó un costo muy alto por su búsqueda, que incluyó la vida de su hijo Watt Raleigh, su libertad y su propia cabeza.

A pesar de los terribles destinos de Raleigh y muchos otros, la idea de una inexplotada e interminable fuente de riqueza es resistente y atrae exploradores sin ruta y desesperados seres humanos que buscan mejorar su fortuna.

Los mineros a pequeña escala que trabajan informalmente en el sector, sean de Surinam o Brasil, difícilmente se vuelven ricos. Sus magros hallazgos alivian temporalmente la pobreza, pero a expensas de su salud y del medio ambiente.

Aun así, el viejo mito persiste, y el precio de buscar las calles pavimentadas de El Dorado sigue siendo la vida misma.

Alexandra McAnarney es una consultora en comunicación egresada del programa de estudios latinoamericanos de la Universidad de Chicago. Como parte de su investigación, vivió en refugios de migrantes en la frontera de México con Guatemala. Trabajó como coordinadora de comunicación de la Coalición de migrantes de Florida y como periodista especializada en VIH. Escribe para el Programa de las Américas; nacida en El Salvador y ex residente en México, su trabajo se enfoca en migración, juventud, pandillas y salud, 

Rudolf Kemper conrtibuyó a este reporte.

Texto publicado en inglés en el Programa de las Américas

Publicado el 24 de junio de 2013

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3 Respuestas a “Surinam, el moderno “El Dorado” de América”

  1. Muchas gracias por el reportaje , sentía curiosidad sobre este país que usualmente se suele pasar por alto , me gustaría poder visitarlo algún día ! Sinceramente pienso que es mejor un país culturalmente rico que uno económicamente rico , tiendas y centros comerciales hay en todas partes pero la experiencia tan enriquecedora que se obtiene al entrar en contacto con la gente y abrir tu mente a otros modos de vida y de percibir el mundo es invaluable

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