Shakiras en el zócalo y poco espacio y público para la contracultura en el DF

Adazahira Chávez

México, Distrito Federal. Decenas de jóvenes hacen fila fuera del Multiforo Cultural Alicia, en la colonia Roma de la Ciudad de México, después de que el espacio estuvo clausurado por el gobierno un par de días; esperan para ver la presentación musical del popular poeta náhuatl Mardonio Carballo, a la mitad del precio que en otros foros. El día anterior, una banda de death metal bastante menos conocida presentó su nuevo disco ahí, cobrando una entrada similar.  “El Alicia” es uno de los pocos espacios que quedan donde los músicos pueden ganar el dinero indispensable para recuperar los gastos que genera dedicarse al arte y la cultura en la capital del país, pues hay poco trabajo remunerado. Bajo esta situación, las bandas menos conocidas desaparecen en uno o dos años.

La oferta cultural en el Distrito Federal  (privada, gubernamental y de centros autogestionados) “es vasta y variada, es el menú más grande del restaurante más grande; puedes salir el viernes por la noche y encontrar lo que quieras, lugares especializados en reggae o un festival de música balcánica”, señala Arturo Flores, escritor y periodista especializado en espectáculos. Sin embargo, coincide con la bailarina Argelia Guerrero, el público escasea. Ignacio Pineda, del Multiforo Alicia, agrega que son pocos los lugares donde los artistas pueden cobrar por su trabajo y eso perjudica seriamente a producción cultural de la capital.

Arturo Flores reconoce que hay un monopolio en el manejo de los lugares para organizar espectáculos y que la oferta es muy cara (dos jóvenes entrevistados brevemente afuera de una sala de conciertos informan que asisten a muchos y los pagan con tarjeta de crédito), pero señala que las actividades gratuitas son variadas y de buena calidad: “Lo que hace falta ahora es público que se anime a salir a la calle”. Guerrero considera que hace falta mayor fomento y difusión de las actividades, pues “las instituciones oficiales programa uno que otro evento al mes pero no hay difusión, entonces se presenta el fenómeno tan generalizado de los teatros vacíos”, a lo que se agrega la masificación de algunas partes de la cultura -más fáciles de promover- y el abandono a otras.

La gente está más acostumbrada a la cultura ya digerida, “a lo que ve en televisión”, y no acude a las presentaciones de disciplinas menos conocidas, señala la bailarina. Esto perjudica la vida de las personas, pues “genera un vacío intelectual y emocional; nos quedamos en lo superficial, no nos cuestionamos, no generamos una identidad”, analiza la bailarina. Para Flores, es cuestión hasta de salud, pues “si no sales a moverte, a bailar en un concierto, a la calle”, se agravan las enfermedades como la obesidad y la diabetes. El escritor de Te lo juro por Saló recuerda que su generación “estaba llena de ira y buscába esa música; ahora los chavos sólo quieren canciones de amor y cosas parecidas”. Un joven músico asiduo al Alicia, que se niega a dar su nombre, resume: “Ahora son bien fresas. Dos sexenios de gobiernos panistas sí se notan”.

Lejos de las salas de conciertos, en la comunitaria Escuelita de Artes y Oficios Emiliano Zapata, en el Pedregal de Santo Domingo, una decena de jóvenes toma un taller de periodismo, otro vende libros y otros más se asoman a los distintos talleres culturales y deportivos que ofrece este espacio, creado por los propios colonos tres décadas atrás por la necesidad de un espacio educativo. “Ninguno de los chavos que están aquí regularmente le entra a las drogas ni nada de eso”, señala Julio, quien riega los jitomates de la azotea verde del edificio. Estos jóvenes no van regularmente a los grandes conciertos, pero sí se inscriben a los talleres y hacen sus propios grupos musicales. “En una familia que conozco, están en tres grupos diferentes”.

Políticas culturales y públicos, a la baja

Las actividades culturales generan un nueve por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) capitalino. Sin embargo, “no hay fomento, no hay buena paga, y en el caso de la danza, hay pocos espacios para que los bailarines se desarrollen profesionalmente”, señala Argelia Guerrero, y agrega que en la ciudad solamente hay dos compañías de danza financiadas por el Estado. “La cultura en teoría es un derecho, pero el problema es que si los más elementales no están garantizados, éste, que no les resulta tan elemental, menos lo está”, señala la bailarina.

En 2008, el gobierno del Distrito Federal creó un fideicomiso privado con el propósito de ampliar la oferta cultural y promover el arte en la Ciudad de México, llamado Fundación Cultural de la Ciudad de México. Después de cuatro años de funcionamiento y pocos logros, desapareció.

Con la llegada de los gobiernos del Partido de la Revolución Democrática (PRD) a la ciudad comenzaron los conciertos masivos y gratuitos en el Zócalo capitalino, señala Flores, “quizá porque vieron en los jóvenes un capital político o porque hubo dentro de él jóvenes de izquierda a los que les gustaba el rock, pero lo que sí hay es una demanda de la sociedad”.

Para 2013 se destinarán 504.1  millones de pesos al presupuesto de cultura de la capital. Las delegaciones que concentran el mayor número de instalaciones y actividades para cultura y esparcimiento son Cuauhtémoc, Benito Juárez, Coyoacán e Iztapalapa. Las que menos disponen de ellas son Azcapotzalco, Venustiano Carranza, Cuajimalpa, La Magdalena Contreras, Gustavo A. Madero, Milpa Alta y Xochimilco, de acuerdo con información del gobierno local.

El gobierno, denuncia Argelia Guerrero, ve a los artistas como “entretenedores de los zares y los ricos”. Por otro lado, prefiere promover los espectáculos masificados y mercantilizables “que tienen más impacto en la población: no es lo mismo llevar al ballet de Belle Artes al Zócalo que a Joan Sebastian”, ilustra.

En la plancha del Zócalo se han presentado artistas famosos, desde Manu Chao hasta Shakira, a través del acuerdo con la empresa que maneja la mayoría de los centros de espectáculos: OCESA. “Pero ahora ya no hay buenos, esos quedan para los conciertos caros”, señala un joven músico. “Además, para los grandes espectáculos casi no contratan bandas mexicanas para abrirle a los grandes; para nosotros hay pocos espacios”, acusa.

Entre las actividades gratuitas para la ciudadanía se encuentran el Festival de México en el Centro Histórico, la Gira de Cine Documental Ambulante y el Encuentro Hispano de Video Documental Independiente.  “Sí hay una oferta cultural –muy mínima-, pero lo malo es que hay una demanda todavía menor”, señala Argelia. Para remediarlo, lo mejor es la educación, valora: “Quienes diseñan los programas de educación artística para las primarias o secundarias los ven como una pérdida de tiempo, pero estas materias pueden generar sensibilidad y un público asiduo. Si tú generas educación artística, le muestras a la gente que además de lo que ve en la tele hay otras opciones y ofertas”.

Arturo Flores coincide en que el aprecio por la cultura debe empezar desde la infancia y en las calles: “Yo le enseñé a mi hija desde pequeña a salir a la calle cada fin de semana a ver qué nos encontrábamos, a ser una vaga”. El periodista apunta que la generación de jóvenes actuales no sale a la calle:”Internet concibió otro tipo de juventud; nosotros estábamos acostumbrados a buscar cosas en la calle, a sacar libros en la biblioteca, a preguntar si te perdías –no tuvimos GPS-. Esta nueva generación está muy acostumbrada a tener todo delante de una pantalla. Se genera pereza y apatía”.

Flores, también editor de la revista Playboy, señala que hay muchos lugares para presentar actividades culturales: “Puedes ir a una pulquería, a una taquería, a una librería; no te pagan, pero sí aceptan que te presentes en casi todos los lugares. A cambio, ofreces que va a ir un mínimo de personas y así te promueves”.

Para Pineda, esta opción perjudica sobre todo a los músicos: “Tocar en vivo es una gran escuela, y para hacerlo bien necesitas un ingeniero y buenos aparatos para escucharte; todo eso le cuesta a los músicos, y si tocan gratis no pueden estarlo pagando de su bolsillo mucho tiempo”. Con el tiempo, la mayoría de las bandas desaparecen por no poder pagar para tocar, o tocan en malas condiciones.

Los artistas se enfrentan a otro problema: la falta de regularidad en el ingreso. “No siempre ganas lo mismo, pero la renta sí te cuesta lo mismo cada mes”, reflexiona Argelia Guerrero. “No tenemos ningún tipo de seguridad social y, en el caso de los bailarines, es gravísimo porque si te lesionas, pierdes tu herramienta de trabajo”. La bailarina informa que existe una iniciativa legislativa para proporcionar seguridad social a los artistas, pero está congelada.

La cultura, una necesidad

En los tres edificios de la Escuelita Emiliano Zapata, se ofrecen talleres de arte (como música, circo y teatro), de oficios (serigrafía, herrería y baristas de café), educativos y deportivos. Julio señala que tienen subproyectos –algunos manejados por la asociación civil y otros en conjunto con dependencias gubernamentales-. “Estamos cumpliendo lo que le corresponde al gobierno; esta fue la primera casa de cultura de Los Pedregales, de los jodidos”, apunta. También se hacen actividades para reforzar la identidad del barrio –ocupado por los habitantes en 1971-, como publicaciones, videos y actividades de aniversario para que los jóvenes conozcan de dónde viene su casa.

La Escuelita también trabaja, a través de la cultura, temas como la violencia de género y la paz, importantes en su contexto “pues Santo Domingo es la colonia con mayor índice de violencia de género en el Distrito Federal”. Los talleres, que tienen una cuota mínima, sirven también de apoyo económico para quienes los imparten. Se creó el festival de música Santocho Vive para llevar a la colonia a una diversidad grande de grupos musicales y para que se muestren los propios.

Pineda señala que para remediar el panorama cultural para la gente de abajo, lo que hace falta “es que la comunidad artística exija la entrega de espacios; de otra manera, los espacios autogestionados desaparecerán”.

La tarea de los artistas va más allá de entretener a la gente, valora Guerrero. “Nuestra actividad es mucho más crítica, aporta a la conciencia de una nación, da identidad, cuestiona, marca rumbos, critica, da opciones y opiniones”. Señala que es una relación de ida y vuelta con la sociedad, pues el artista hace viajes al inconsciente colectivo y presenta reflexiones a la gente para que las examine y las critique: “Se tiene la visión general de que nos dedicamos a la superficie, a lo bonito, a la parte espiritual. Se nos ve como seres poco productivos dentro de un pensamiento capitalista, pero la materia de trabajo del artista es la realidad”.

Una persona que solamente consume la cultura de masas tiene vacío intelectual y emocional por la falta de reflexión, considera Guerrero. “La  gente homogeneizada sólo a partir de patrones impuestos a por la cultura de masas conviene a los  que pretenden manipular a una nación. La falta de arte genera falta de pensamiento autónomo”.

Publicado el 17 de junio de 2013

Este material periodístico es de libre acceso y reproducción. No está financiado por Nestlé ni por Monsanto. Desinformémonos no depende de ellas ni de otras como ellas, pero si de ti. Apoya el periodismo independiente. Es tuyo.

Otras noticias de cultura   Geografía   méxico  

Dejar una Respuesta