Los presos de Guantánamo en una huelga de hambre “hasta la muerte”

Jason Leopold Traducción: Clayton Conn

Guantánamo. Abdulsalam al-Hela no entiende por qué él y otros prisioneros de Guantánamo viven en un perpetuo limbo legal.

«¿Puede ser cierto que Estados Unidos, con todo su poder en todo el mundo, no puede resolver los problemas de cien hombres?», le preguntó a su abogado, David Remes, durante una reunión a principios de marzo. «Así es», dijo Remes al prisionero yemení.

Nadie sabe qué hacer con estos “artefactos” vivos en un mundo posterior a los atentados del 11 de septiembre de 2001. Algunos esperan su juicio por crímenes de guerra. A otros – más de la mitad-, Estados Unidos les aprobó que sean devueltos a sus países de origen, o a otros. Todos cuentan los días, semanas, meses y años perdidos que pasan sin solución, independientemente de su estado.

Al-Hela -detenido sin cargos ni juicio durante casi una década y señalado, absuelto y acusado otra vez de ser agente de Al-Qaeda-, no ha comido nada desde el 6 de febrero. Es delgado y débil, como las decenas de otros detenidos en Guantánamo que participan en una huelga de hambre que cumple ya tres meses. Al-Hela, que camina con la ayuda de un bastón de aluminio, perdió más de 30 libras de peso en las últimas diez semanas.

Esta no es la primera vez que los presos se niegan a comer para protestar por las condiciones en Guantánamo, pero sí es la más larga y generalizada, de acuerdo con abogados de derechos humanos como Remes, que dieron la voz de alarma sobre el visible y progresivo deterioro mental y físico de sus clientes.

Las huelgas de hambre representan históricamente el único medio de control que los hombres pueden ejercer sobre su vida cotidiana. Y hay algo en ésta que marca un nuevo nivel de desesperación y determinación.

Algunos presos hicieron un voto de huelga de hambre «hasta la muerte». Muchos otros tratan acelerar el proceso con intentos de suicidio.

La huelga

A principios de marzo, cuando los periodistas comenzaron a preguntar sobre la denuncia de la huelga de hambre de unos 130 (de 166) prisioneros en Guantánamo, los funcionarios del Departamento de Defensa de los Estados Unidos cuestionaron las afirmaciones.

«No hay una huelga de hambre masiva entre los detenidos en Guantánamo», dijo a Truthout el teniente coronel Todd Breasseale, portavoz del Pentágono, el 4 de marzo. «Algunos detenidos intentaron coordinar una huelga de hambre y se negaron a recibir comida, pero la inmensa mayoría de los detenidos no participa», declaró, y estimó el número de huelguistas en una media docena,  “que fue el promedio del año pasado».

“Unos cuantos» detenidos hicieron huelgas de hambre esporádicas durante varios años, agregó el teniente coronel. Y los presos de Guantánamo «protestan pacíficamente» de vez en cuando por «cuestiones que van desde la disponibilidad de determinadas marcas de cereales para el desayuno, hasta la observancia de las reglas del campo», agregó.

Pero demasiados prisioneros demacrados les contaron a sus abogados una historia diferente, y las notas de reuniones entre acusados y sus abogados, así como llamadas telefónicas e información que Truthout recabó en entrevistas con funcionarios de Guantánamo y del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, apuntan a nuevos avances y frustraciones antiguas que precipitaron la crisis actual.

Cambio de guardia

El verano de 2012, una nueva fuerza de guardia llegó a Guantánamo. El personal de la Marina que patrulló previamente los pabellones del campo fue sustituido por soldados que regresan de sus turnos de servicio en Irak y Afganistán.

Los presos se quejaron amargamente con sus abogados de que los guardias a menudo los “atormentan” y los “provocan”. El abogado Carlos Warner, quien representa al kuwaití detenido Fayiz al-Kandari, señaló el 20 de marzo que su cliente se quejó de que los guardias también los amenazan de muerte -afirmación que los funcionarios del Pentágono y de Guantánamo niegan con vehemencia.

El 2 de enero de 2012, la tensión se incrementó por un tiroteo sin precedentes en el campo de fútbol -que costó 744 mil dólares y que fue construido por la Fuerza de Tarea Conjunta de Guantánamo para los presos que residen en las cámaras comunes conocidas como Campo 6.

El portavoz de la cárcel de Guantánamo, el capitán Robert Durand, dijo a Truthout que el incidente se produjo después de que un detenido intentó escalar las rejas del patio de recreo al aire libre, mientras «un pequeño grupo de detenidos lanzó piedras a la torre de guardia”.

«Ignoraron las reiteradas advertencias, y la guardia se vio obligada a recurrir a medidas apropiadas de dispersión de multitudes”, tales como hacer disparos «no letales», uno de los cuales alcanzó a un prisionero talibán afgano en la garganta.

Pero un prisionero yemení, Uthman Abdul Rahim Mohammed Uthman, y otros contaron una historia diferente. Él dijo que los presos no provocaron a la guardia, sino que un guardia reaccionó de forma exagerada.

Uthman, que es uno de los 13 prisioneros de Guantánamo representados por Remes, dijo a su abogado que los presos jugaban al fútbol cuando otro preso intentó entrar a la zona de recreo. Un guardia, situado en una de las dos torres del campo, dijo que no.

«Los detenidos agitaron la puerta, algo muy común», precisó Uthman a Remes el 7 de marzo. «El guardia de la torre le apuntó con su rifle y los hermanos en el patio empezaron a gritar. El guardia dio la vuelta y empezó a disparar contra ellos. Una bala la dio a un detenido en la garganta».

El 5 de marzo, dos días antes de la conversación entre Remes y Uthman, otro preso, Yasein Ismael, le dijo al abogado que los prisioneros fueron «sorprendidos cuando un guardia en una torre apuntó con un arma y le disparó al grupo».

«Ellos vieron la pistola disparando», dijo Ismael, que llegó a 52 kilos de peso cuando Remes lo vio, en marzo. Incapaz de mantener el equilibrio, Ismael tuvo que beber agua azucarada para permanecer alerta, señaló el abogado.

«Hablé con el Auditor Militar del Estado Mayor de Guantánamo, con gente de la sala de sicología e investigadores, y les dije que pensé que mi vida estaba en peligro», dijo Ismael después del tiroteo. «No salí durante un mes porque pensé que podían asesinarme por error o a propósito. Ellos siguen creando provocaciones y traen Hummers con ametralladoras sin razón alguna».

Uthman insistió en que los hombres no lanzaron piedras antes del disparo, pero que un preso sí lo hizo después. Cuando la bala del guardia alcanzó a un preso en la garganta, todos -menos uno de los prisioneros, justo el que lanzó la roca- fueron a ayudarlo, señaló.

«Estábamos indefensos», dijo Uthman. «No teníamos armas».

El prisionero afgano no resultó herido de gravedad y lo trasladaron a la sección de máxima seguridad del Campo cinco, donde estuvo en aislamiento durante 30 días.

Los prisioneros respondieron al incidente con una huelga de hambre que duró alrededor de cinco días. Uthman y otros presos dijeron que un oficial a cargo (OIC) de su bloque se reunió con los presos tras el tiroteo y se disculpó. La OCI aclaró a los prisioneros que el guardia que disparó irá a la corte marcial porque no recibió órdenes de disparar.

Clive Stafford Smith, director del grupo de derechos humanos británico Reprieve, envió una carta al almirante John W. Smith, comandante de la prisión, para solicitar una investigación formal sobre el asunto. «Lo que hizo el guardia configura al menos el delito de asalto», escribió.

El ex sargento de personal Joseph Hickman, que trabajó en Guantánamo como guardia entre 2006 y 2007, dijo a Truthout que el guardia que disparó debió firmar una declaración jurada sobre el incidente y «después del informe de la acción» debe ser solicitado por su mando. Truthout solicitó los comprobantes de estas acciones bajo la Ley de Libertad de Información (FOIA). La solicitud está pendiente.

Durand, el portavoz de Guantánamo, no respondió si el guardia siguió las reglas del centro de detención y las reglas para el uso de la fuerza. La política especifica el protocolo que los guardias deben seguir «cuando la fuerza es necesaria para proteger o controlar a los detenidos… si el tiempo y las circunstancias lo permiten». Se incluye, por ejemplo: utilizar la menor cantidad de fuerza posible para detener la fuga; hacer uso del fuego pensando en la seguridad de personas inocentes; un arma no se desenfunda a menos que vaya a utilizarse; y reportar el uso de la fuerza a su cadena de mando.

Poco después de que los presos rompieron su breve huelga de hambre inicial, la OCI llegó al bloque de Uthman con docenas de guardias que confiscaron documentos legales, lentes y otros artículos personales.

Uthman dijo que los presos protestaron cubriendo las cámaras de vigilancia en sus celdas de manera que los guardias no vieron sus movimientos. La OCI regresó y de nuevo se disculpó con los prisioneros, diciendo que los materiales confiscados serán devueltos. Los presos señalan que no sucedió así.

Una semana después, la OCI volvió a uno de los pabellones del Campo 6. «Fue entonces cuando buscaron el Corán,» relató Uthman a Remes. «Y así comenzó el gran problema».

El gran problema

Los presos afirman que desde mayo de 2006, sus ejemplares del Corán no habían sido revisados. Ese año, el comandante almirante Harry Harris ordenó a los guardias examinar dentro de los libros sagrados tras el hallazgo de varios presos inconscientes en sus celdas, resultado de lo que las autoridades dijeron que eran intentos de suicidio por ingestión de dosis casi letales de medicamentos.

Harris declaró que durante los registros del Corán, los guardias encontraron medicamentos ocultos en ellos. Los prisioneros, que vieron el manejo de los ejemplares del Corán por los no musulmanes como una forma de profanación, se amotinaron y lanzaron la segunda gran huelga de hambre en Guantánamo.

El incidente dio lugar a un nuevo procedimiento que impide a personal uniformado manipular el Corán y obliga a que las búsquedas sean realizadas por los lingüistas civiles. «Así se elimina la posibilidad de que se acuse a la guardia por abuso contra el Corán», señaló a Truthout el portavoz de Guantánamo, capitán Alvin Phillips.

La muerte de Adnan Farhan Abdul Latif, un preso yemení también representado por Remes identificado como un huelguista de hambre habitual, es, en parte, lo que llevó al coronel John Bogdan, comandante del Grupo Conjunto de Detención de Guantánamo, a pedir el registro de ejemplares del Corán nuevamente.

La muerte de Latif fue clasificada como un suicidio. Los investigadores concluyeron que acumuló suficientes medicamentos con receta para tomar una dosis letal. Creen que ocultó la medicación en su Corán.

Ismael dijo que las inspecciones iniciaron el 4 y 5 de febrero. «Un oficial pidió un intérprete cristiano para buscar en los ejemplares del Corán”, dijo Remes. «Pero el intérprete se negó porque señaló que la búsqueda crearía grandes problemas en la cárcel». El oficial respondió que la inspección se haría de todas maneras. El intérprete le dijo que si para eso, lo mejor era un intérprete musulmán.

Ismael recuerda que otro intérprete también se negó a hacer la búsqueda, y que el funcionario lo forzó. Un soldado le dijo a los presos: «Buscamos en el Corán todos los días en Afganistán. ¿Por qué están tan enojados?»

Este soldado fue rociado con una mezcla de heces y sangre, de acuerdo con otro prisionero, Al-Khadr Muhammed Abdullah al-Yafi, quien señaló que el soldado respondió: «Puedo matarte en cualquier momento.»

Un integrante de la OCI, a quien Uthman identificó como el «Líder Negro», provocó a los prisioneros diciéndoles que otro «OCI y los soldados estaban disparando» a los coranes. Ismael señaló: «Pensamos que buscaban una reacción violenta para tener excusa para hacernos daño».

Los presos en otro bloque de la cárcel «trataron de romper la cámaras en las celdas y en otros lugares, pero los aparatos eran demasiado fuertes», dijo Uthman. Ismael contó la misma historia. Dijo que la inspección de los libros sagrados molestó mucho a los prisioneros, que empezaron a golpear las puertas del bloque vecino.

Lo que siguió fue una visita de un equipo de guardias vestidos con uniformes antidisturbios, que llegaron en camionetas Hummer.

«Eran [tres] grupos, uno de ellos con armas de fuego, uno con palos y otro con escudos,» dijo Ismael. Hickman, ex guardia de Guantánamo, precisa que Ismael se refiere a la Fuerza de Reacción Rápida (QRF), un equipo de 10 hombres que manejan incidentes importantes. Como sargento en Guantánamo, Hickman estuvo a cargo de los equipos QRF para todos los campos.

«Vimos a través de unos agujeros en la zona de recreo», dijo Ismael. «Los hermanos trataron de impedir el ataque, era una protesta pacífica. Pasamos la información al otro bloque [que estaba intentando desmantelar las cámaras de vigilancia], que se calmó. Así se frustró el plan del ejército, pero los guardias entraron de cualquier manera. Usaron gas pimienta. Los equipos [de QRF] permanecieron durante unas dos horas. Fuimos capaces de mantener la calma y luego se fueron».

«Ese fue el comienzo de la huelga [de hambre] «, dijo Uthman. «Cubrimos las cámaras, dejamos de asistir a las clases, hicimos sentadas. Todo mundo se unió a la huelga de hambre».

Al-Hela, el cliente yemení de Remes, dijo que durante años no existieron incidentes en la prisión relacionados con el Corán. «Luego, entró nueva OIC y realizó cambios, con la luz verde del JDG [Grupo Conjunto de Detención],» dijo Al-Hela.

Los prisioneros se ofrecieron a entregar sus coranes y a poner fin a su huelga de hambre para detener las inspecciones. Funcionarios de Guantánamo aceptaron la entrega de ejemplares del Corán en 2006, pero lo rechazaron esta vez.

El prisionero yemení Salman Rabeii cree que la oferta fue rechazada porque los coranes proporcionan a los presos «fuerza espiritual, por lo que temen que los presos se matarán a sí mismos si se les retira de inmediato». Pero el temor de provocar el suicidio no es la única razón, dijo Rabeii. Los funcionarios de Guantánamo también tienen miedo de verse mal en los medios de comunicación si se priva a los presos de material religioso.

Mientras, se incrementó la preocupación de los abogados por la dramática pérdida de peso de sus clientes porque la huelga de hambre se extendió por meses. Los letrados escribieron una carta al comandante de Guantánamo, coronel Smith, al capitán de la Marina, Thomas Welsh,  al jefe de los abogados militares en Guantánamo, y al secretario de Defensa, Chuck Hagel, señalando que la vida de los prisioneros estaba en peligro y pidiendo elfin inmediato de las inspecciones del Corán.

El coronel William K. Lietzau respondió a los abogados que los coranes se inspeccionaron debido a «incidentes» y a que supuestamente los prisioneros escondieron «armas improvisadas, comida no autorizada, medicina y otros artículos» en el libro sagrado.

Los funcionarios de Guantánamo aumentan constantemente la cuenta oficial de los presos en huelga de hambre semana con semana. Llegó a 84, aunque los presos dicen que son casi el doble. Los funcionarios clasifican a un preso como huelguista de hambre cuando no toma nueve comidas consecutivas.

Después de que una delegación del Comité Internacional de la Cruz Roja salió de Guantánamo, los guardias realizaron una redada antes del amanecer en el campo común y contra los presos aislados en celdas individuales, en un intento de poner fin a la protesta.

«Esta medida se tomó en respuesta a los esfuerzos de los detenidos para limitar la capacidad de la fuerza de vigilancia», señaló la Fuerza de Tarea Conjunta en un comunicado. «Es necesaria una vigilancia de 24 horas para garantizar la seguridad y el orden”, agrega el documento.

Stafford Smith dijo que las autoridades de Guantánamo potencian el conflicto. «Por esta escalada autoritaria tenemos un problema y no una solución», dijo a Truthout. Un día antes de la redada, un prisionero intentó suicidarse, y otro trató de hacer lo mismo cuando la acción terminó.

«No pudieron lograrlo», especificó Durand. «En ambos casos, los guardias intervinieron, los médicos revisaron a los detenidos y ninguno sufrió lesiones o daños permanentes. Ya fueron revisados por especialistas en salud mental», agregó.

Los presos señalaron a sus abogados que vieron a decenas de detenidos caer inconscientes y ser transportados al campamento de máxima seguridad para estar en aislamiento como castigo por participar en la huelga de hambre.

«Un detenido cayó inconsciente», dijo Hussain Almerfedi, prisionero yemení, en una reunión con el abogado Remes. «No sabemos si está vivo”. Al-Hela informó que un preso que perdió el conocimiento fue llevado a una celda de aislamiento.

Los presos señalan que más de 20 huelguistas fueron enviados al aislamiento en el Campo cinco, que ahora tiene más presos que el Campo seis, dijeron a periodistas las autoridades de Guantánamo.

Shaker Aamer, el último preso británico en Guantánamo y quien organizó una huelga de hambre en 2005, estuvo en aislamiento en el Campo cinco por un mes. Le dijo a Stafford Smith, su abogado, que lo sometieron a inspecciones violentas de la celda varias veces al día como castigo por participar en la huelga de hambre. «Nos están matando», dijo Aamer, según las notas de Stafford Smith.

Ismael señaló que en un intento de romper la huelga de hambre, los funcionarios redujeron la temperatura de las células a 62 grados Fahrenheit. «Eso es muy frío, especialmente para los hombres débiles», señaló. La respuesta de los guardias fue que falta una parte del sistema de aire acondicionado que se debe importar de los Estados Unidos, para lo cual no hay presupuesto.

Otros prisioneros informaron que tienen prohibido hablar de la huelga de hambre durante las llamadas telefónicas a sus familiares, y que si pronuncian una palabra al respecto se desconectan las llamadas.

El 2 de marzo,  Ismael dijo que tuvo lugar “una reunión entre el coronel y uno de nuestros hermanos”, en un intento por llegar a una solución a lo que era entonces una huelga de hambre de un mes. No se sabe si se refiere al coronel Bogdan, el comandante del Grupo Conjunto de Detención.

«Desafortunadamente, el coronel no dio solución», dijo Ismael. Rabeii dijo a Remes, el 7 de marzo, que  el «doctor jefe» fue enviado a negociar con los prisioneros. «Usted sufre. ¿Por qué no rompe la huelga de hambre?», recuerda Hassan que le dijo el médico. Uthman señala que los presos se comprometieron a «la huelga de hambre hasta la muerte».

Mientras que la inspección de los ejemplares del Corán pudo ser el catalizador detrás de esta huelga de hambre, la fuerza motriz que lo sustenta es la desesperación por más de una década de detención indefinida sin esperanzas de ser liberados.

Ismael dijo que él será el próximo prisionero en salir de Guantánamo en una caja. En una carta del 11 de marzo a Remes, dijo que va hacia lo peor. «Creo que voy a morir en esta huelga de hambre y esta podría ser mi última carta. Hoy es probablemente mi último día en este mundo», escribió.

Remes fue informado en abril de que Ismael es uno de los 17 presos que se mantiene vivo porque lo ataron a una silla de inmovilización y lo alimentaron por la fuerza.

Texto original de Truthout.org.

Publicado el 29 de abril de 2013

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