General Crispín Galeana, revolucionario de La Montaña de Guerrero

Francisco Herrera Sipriano

De izquierda a derecha: Crispín Galeana, Juan Andrew Almazán y Rafael Mendoza, revolucionarios maderistas; Tlapa, Gro., 1911. (Foto: Archivo Histórico de la Defensa Nacional)

La revolución había llegado a la región y a Malinaltepec; el pueblo necesitaba a alguien que lo defendiera y ese alguien fue Crispín Galeana, por decisión de la comunidad, donde la voz y voto de los principales, síntesis de la experiencia y sabiduría campesina, fue determinante.

 

Chilpancingo, Guerrero. Nació el 5 de diciembre de 1881 en el paraje denominado Llano Grande de Nahualtepec, municipio de Malinaltepec, Guerrero., asistido por una partera seguramente. Sus padres fueron Bonifacio Galeana y Narcisa Cantú, indígenas de la etnia tlapaneca o me´phaa, dedicados a las labores del campo, particularmente a la ganadería. Contrajo matrimonio en su pueblo natal, Malinaltepec, a la edad de 16 años con Laureana Rivera, de la cual se separó después de la revolución, uniéndose con la señora Otilia Cadena, de Puebla, Puebla, con quien vivió hasta sus últimos días. Su padre murió en marzo de 1905, cuando él tenía 24 años de edad, y su madre en octubre de 1918, al calor todavía de la revolución en La Montaña.

Crispín Galeana nació y creció durante el régimen porfirista, en una comunidad indígena de larga y arraigada tradición comunitaria en la región de La Montaña Alta de Guerrero. Allí hizo sus estudios hasta tercer año de primaria, en la escuela pública. Al igual que su padre, se dedicó a la agricultura y la ganadería en mediana escala, logrando consolidar una posición económica acomodada y prestigio de buen jinete, montador de toros, muy fuerte físicamente, valiente y enérgico. De buena salud, complexión gruesa y una estatura por arriba del promedio indígena de la región, 1.79 metros, Galeana imponía respeto en su comunidad y alrededores. En 1907 y 1908 desempeñó los cargos de regidor cuarto y síndico municipal, respectivamente, en el Ayuntamiento de Malinaltepec. Por sus antecedentes de servicio a la comunidad y cualidades personales, se perfilaba ya como una persona que pasaría a formar parte del cuerpo de principales, órgano comunitario colegiado donde recaían las orientaciones y decisiones más importantes relacionadas con las diversas problemáticas del pueblo. Principales eran aquellos hombres de la comunidad de mayor edad y experiencia que habían pasado por el largo camino de servir a la colectividad desde los cargos más bajos, como el de mandadero y policía comunitario, hasta los más elevados como los de mayordomo y comisario o presidente municipal.

El régimen de Porfirio Díaz estaba llegando a su fin a principios del siglo XX, los vientos de la revolución llegaron a La Montaña y a Malinaltepec. A los 30 años de edad Crispín Galeana encabezó la defensa de los intereses colectivos de su pueblo, incorporándose al levantamiento armado en abril de 1911 bajo las órdenes del joven estudiante de medicina Juan Andrew Almazán, de quien recibió el nombramiento de teniente coronel de caballería, en correspondencia con el número de fuerza revolucionaria que había logrado levantar con el apoyo de su comunidad. Se menciona que ya había recibido la invitación para sumarse a la sublevación por parte de Cruz Dircio, líder indígena tlapaneco de Apetzuca, municipio de Zapotitlán Tablas, quien estaba en coordinación con la hacendada de Chilapa Eucaria Apreza, partidaria activa del maderismo. Su incorporación no fue un acto de decisión puramente personal, sino apegada a la tradición organizativa de la comunidad. Reconociendo sus cualidades de responsabilidad, valentía, sagacidad, juventud, buen jinete y de ser un indígena como ellos en el que podían confiar, el pueblo de Malinaltepec lo nombró en asamblea como su representante ante la revolución maderista y para la defensa de los intereses y derechos  de su municipio ante los vaivenes de la lucha armada que se avecinaba.

En la memoria de los adultos y ancianos de su pueblo, tienen claro que la incorporación de Galeana a la rebelión no fue por el mero gusto de empuñar las armas, sino porque el momento así lo exigía. La revolución había llegado a la región y a Malinaltepec; el pueblo necesitaba a alguien que lo defendiera y ese alguien fue Crispín Galeana, por decisión de la comunidad, donde la voz y voto de los principales, síntesis de la experiencia y sabiduría campesina, fue determinante. Y Crispín Galeana aceptó la responsabilidad que le confería su gente.

La estrategia dio resultado, porque la cabecera municipal de Malinaltepec fue uno de los pocos pueblos de La Montaña que no sufrió ataques ni daños graves durante la revolución, salvo la quema de los archivos municipales realizada por sus propios habitantes al inicio de la revolución maderista. El área principal de acción de Galeana llegó a abarcar toda la región de La Montaña, las partes colindantes con Oaxaca y Puebla y ocasionalmente otras zonas de Guerrero, cuando incursionaba en acciones coordinadas o de apoyo a otros jefes revolucionarios. También llegó a movilizarse y efectuar operaciones militares en los estados de México y Morelos, a invitación del Cuartel General o de Emiliano Zapata.

Con unos 150 indígenas tlapanecos, de extracción humilde, sin entrenamiento militar y mal armados, Crispín Galeana entró a la revolución  representando inicialmente a Malinaltepec, para luchar contra los abusos de las autoridades y caciques regionales y locales y contra el impuesto personal, incrementado en un cien por ciento no hacía mucho. También por recuperar las tierras de que habían sido despojados por el terrateniente ausentista Guillermo Acho a mediados del siglo XIX, español que había logrado constituir la hacienda caprina volante más grande de La Montaña desde fines del siglo XIX, la cual fue administrada y heredada o vendida a su yerno, el estadounidense Lewis Lamn durante la revolución. Las tierras de las que se apoderó, mediante compra, pertenecían al cacicazgo de Zitlaltepec e incluía 8 pueblos con categoría de “comisarías” (Zitlaltepec, Huehuetepec, Mixtecapa, Buenavista, Zilacayotilán, Ojo de Pescado, Tonaya y el sureste del territorio de Iliatenco), y 4 denominadas “cuadrillas” (San Juan Acatlán, Zapote, Las Pilas y Yucunduta). Al parecer, el 10 de abril de 1911 se entrevistó con Almazán en Atlamajac, pueblo cercano a Tlapa, donde este le confirió el grado militar citado arriba. Cinco días después, el 15 Sábado de Gloria, el pueblo de Malinaltepec y de otras comunidades, dieron muerte al rico y odiado comerciante local Ignacio Jorge Cantú, quien había sido presidente municipal y se caracterizaba por ser despótico y prestamista que despojaba de sus bienes a quienes no podían pagarle, al cual fueron a tirar a una barranca, no permitiendo que sus familiares lo sepultaran porque, de acuerdo a sus creencias, por ser hombre malo no tenía derecho a ser enterrado en el panteón del pueblo. Quienes lo lincharon fueron principalmente sus deudores, tanto de Malinaltepec como foráneos, ya que también prestaba dinero o daba mercancía a crédito a campesinos de las comunidades y municipios circunvecinos.  La participación de Galeana en este linchamiento no está muy clara; él siempre negó haber participado. Con el citado comerciante agiotista lo unían lazos familiares.

Ya con su gente armada, el primer combate lo tuvo en el cerro de Zopilotepec, hoy de la jurisdicción comunal de Ocoapa, municipio de Copanatoyac, al enfrentarse con las fuerzas militares enviadas por el prefecto político de Tlapa, quienes iban rumbo a Malinaltepec a investigar y castigar a los que habían dado muerte al comerciante Ignacio Jorge Cantú. Del combate salieron victoriosas las fuerzas rebeldes comandadas por Galeana, obteniendo, además, un buen número de armas, parque y caballos. Galeana y su gente comenzaban bien, cumpliendo la misión de defender a su comunidad.

Después de esta acción, Crispín Galeana en acuerdo con Cruz Dircio y Rafael Mendoza, hicieron recorridos por los pueblos de la región para invitar a la lucha y al mismo tiempo enfrentando a las fuerzas y partidarios del gobierno. Además de su municipio, Galeana incursionó en Zapotitlán Tablas encontrando respuesta positiva en las comunidades de Zontecomapa, Apetzuca y Huitzapula, donde se le unieron los hermanos Bernabé y Agustín de la Cruz; no así en Ahuixotitla y la cabecera municipal donde, como represalia, quemaron la cárcel y cometieron algunos atropellos contra sus habitantes. En Cuapala y Tlatlauquitepec, municipio de Atlixtac, logró la incorporación de dos líderes indígenas importantes: Perfecto Hiriarte y Pascual Ojendis, además de Amador Ramírez, pastor de ganado conocedor de los caminos y pueblos de la región. Por su parte, Dircio y Mendoza lograron reclutar a los cabecillas indígenas José Rubio y Lorenzo Melo, de Acatepec y Teocuitlapa. El objetivo inmediato era conjuntar y preparar las fuerzas necesarias para la toma de Tlapa, enclave principal y estratégico de la región, lo que lograron el 7 de mayo de 1911 después de varios días de combate y grandes sacrificios humanos. A Crispín Galeana con su gente les tocó atacar por el sur de la ciudad, frente al barrio de San Antonio, donde estaban fuertemente pertrechadas una parte de las fuerzas de la guarnición militar al mando del capitán 1º Emilio Guillemín. Aunque tuvieron muchas bajas, por la escasez de armamento y falta de preparación militar, contribuyeron de manera importante al triunfo regional de la causa maderista. Lograda la victoria, como un reconocimiento a su valor y comportamiento en la toma de la ciudad, tanto de él como de su fuerza, Galeana fue ascendido a coronel y fue nombrado por Almazán como jefe de la Plaza de Armas de Tlapa, responsabilidad que cumplió aproximadamente por dos semanas, siendo sustituido el 23 de mayo por el teniente coronel José Antonio Gálvez, nativo de la ciudad con cierto prestigio.

Concluida la revolución maderista, las fuerzas del general Juan Andrew Almazán fueron licenciadas en la ciudad de México a fines de junio de 1911, a donde habían ido a participar del recibimiento a Francisco I. Madero. Galeana se retiró a su pueblo, pero no por mucho tiempo, a fines de este año o principios de 1912, ingresó a las fuerzas militares del gobierno maderista y fue comisionado para combatir al zapatismo en ascenso en la región. El golpe militar de Victoriano Huerta contra Madero en febrero de 1913 no lo hace cambiar de opinión inmediatamente, durante un año se mantiene al servicio del régimen golpista. En septiembre de 1913 reaparece su nombre en algunos documentos con el grado de capitán 1º, cuando lo habían comisionado por parte del gobierno para marchar rumbo a Huamuxtitlán, con el fin de internarse al estado de Puebla,  tomar Acaxtlahuacán y expulsar a los zapatistas. Es en marzo de 1914 cuando, en acuerdo con otros jefes y oficiales, se sublevan contra el gobierno huertista en la plaza de Tlapa, tomando partido algunos por el carrancismo y la mayoría por el zapatismo. Galeana se suma a este último y enarbola, a su modo, la bandera del Plan de Ayala en la región de La Montaña durante varios años. Con el Ejército Libertador del Sur alcanzó el grado de general de brigada, aunque su convicción agraria fuese cuestionada por alguno líderes zapatistas que lo acusaban de obstaculizar el reparto de tierras y de proteger a algunos enemigos carrancistas de la región. Como quiera que sea, pronto se convirtió en el dirigente zapatista de mayor peso y jerarquía en La Montaña. El municipio de Malinaltepec jugó un papel decisivo con respecto a Galeana, porque siempre le brindó su apoyo (gente para su tropa, información sobre los movimientos del enemigo, dinero, maíz, forraje, carne, totopos, zacate para los caballos, etc.), siempre y cuando éste cumpliese el acuerdo de defender los intereses de la comunidad.

¿Por qué este comportamiento del general indígena de Malinaltepec, de no ser partidario firme y radical de los intereses  y demandas de los campesinos pobres? ¿Por qué mostraba tibieza o generosidad hacia los sectores o elementos campesinos acomodados y, posiblemente ricos, considerados como enemigos de la revolución?

Posiblemente la explicación sobre su comportamiento dudoso acerca del poco interés por favorecer radicalmente las demandas de restitución de tierras y otros bienes despojados a los campesinos por la oligarquía española y mestiza regional, se halle en que su posición social de campesino indígena acomodado, agricultor y ganadero en pequeña o mediana escala y originario de una comunidad donde no tenían problemas graves de escasez de terrenos, a pesar de que una parte de ella la tenían en conflicto con el más grande dueño de haciendas volantes en La Montaña, el español Guillermo Acho, lo hacía identificarse más con la clase de los pequeños y medianos propietarios, campesinos acomodados y rancheros que habían construido su patrimonio a base de trabajo personal y familiar principalmente. Esta formación y posición social posiblemente le impedía percibir con claridad y profundidad, que se trataba de una revolución de los desposeídos contra los usurpadores de la riqueza social, de los humillados y explotados contra los explotadores, de los de abajo contra los de arriba, de los pobres contra los ricos, en fin, de una revolución que le hiciera justicia a los marginados y perjudicados por el régimen dictatorial de Porfirio Díaz.

Otro aspecto que ayuda a entender un poco el comportamiento dudoso de Galeana respecto a la causa del Plan de Ayala es su paso por el ejército huertista, lo que da origen a que él, y sus compañeros del cuartelazo de Tlapa de marzo de 1914, sean denominados como los “voltiados”, es decir, zapatistas ilegítimos, de última hora; creando desconfianza con los revolucionarios antiguos, o sea, aquellos que desde un inicio habían abrazado la bandera zapatista por convicción.

Esta actitud de Galeana, de no ponerse resueltamente del lado de la causa y demandas del campesinado pobre, motivó que en febrero de 1915 el general Emiliano Zapata le llamara la atención enérgicamente, advirtiéndole que de continuar con ese comportamiento sería considerado como enemigo de la revolución campesina y aliado del carrancismo. Galeana contestó que acataría las órdenes del Cuartel General y daría cumplimiento al Plan de Ayala; aunque seguía mostrando sus reservas, como lo expresaba en una circular de marzo de este mismo año, donde informaba a los presidentes municipales de que pronto saldría de la ciudad de México hacia Guerrero, una comisión de agrónomos de la Escuela Nacional de Agricultura nombrada por la Soberana Convención Revolucionaria, para encargarse del reparto equitativo de los terrenos confiscados a los enemigos de la revolución, razón por la cual debían abstenerse de hacerle caso a los trabajos que en ese sentido quisieran hacer algunos jefes revolucionarios locales porque, en la opinión de Galeana, dichos jefes sólo lo hacían con la intención de explotar a los pueblos y no porque tuviesen autorización para ello ni obraban de buena fe.

No obstante, existen testimonios escritos de que resolvió por lo menos dos casos de conflictos agrarios en la región, con fundamento en el Plan de Ayala: el de su propia comunidad, Malinaltepec, contra el hacendado español Guillermo Acho, y el pleito por límites de tierras entre dos pueblos indígenas mixtecos. Como es obvio, en el primer caso resolvió en contra del hacendado español y le dio la razón a la comunidad, recuperando Malinaltepec de este modo sus terrenos. En el otro caso se trataba de dos comunidades mixtecas vecinas que se disputaban una fracción de terreno desde antes de la revolución: Atlamajalcingo del Monte y Quiahuitlatzala. Posiblemente porque esta última abrazó la bandera del zapatismo y la otra fue gobiernista, Galeana falló a su favor, considerando que Quiahuitlatzala tenía la razón. Desde luego, Atlamajalcingo del Monte se inconformó y al concluir la revolución el conflicto resurgió y fue llevado nuevamente ante los tribunales agrarios, conflicto que aún continúa hasta la actualidad.

Fuera de estos casos no he hallado pruebas escritas ni orales que hablen de otras intervenciones suyas a favor de la restitución o reparto agrario; por el contrario, los testimonios orales indirectos que existen en la región no recuerdan ningún caso en el que Galeana haya intervenido para repartir tierras. La memoria oral en Malinaltepec lo recuerda por su fuerza física extraordinaria, su carácter enérgico, su astucia militar, el buen manejo de las armas y la defensa que siempre hizo de su comunidad.

            Desde el enfoque del Plan de Ayala presentaba menos dificultad resolver el caso de Malinaltepec, porque se trataba del enfrentamiento con un hacendado español que había usurpado terrenos a una comunidad, es decir, de un enemigo plenamente caracterizado e identificado en el documento agrario; no así el caso de Quiahuitlatzala y Atlamajalcingo del Monte, porque se trataba de dos comunidades indígenas vecinas que se disputaban una fracción de terreno, lo cual no se tipificaba ni consideraba en el Plan de Ayala. Sin embargo, Galeana lo aplicó y resolvió a favor de una de ellas, lo que no significó la solución definitiva a dicho conflicto.

Durante un año y medio aproximadamente, entre 1914 y 1915, el zapatismo dominó y gobernó casi totalmente en La Montaña. La posición social de campesino acomodado de Crispín Galeana la compartían la mayoría de los miembros del núcleo dirigente regional, e incluso rancheros que se incorporaron más para proteger sus intereses personales y familiares que por convicción agraria o social. Esta situación influyó en el modo como se dio la práctica revolucionaria y de gobierno campesino en la región, no siempre favorable o en conflicto con elementos e intereses de los sectores más bajos de la población campesina. Crispín Galeana, y su gente más cercana, no mostraron mucho interés en la cuestión agraria a favor de los campesinos pobres.

De fines de 1915 en adelante la bandera zapatista empezó a declinar en la región, en la misma medida en que el carrancismo avanzaba terreno y se consolidaba como la facción revolucionaria triunfante.

En noviembre de 1918, el general Sabás Crispín Galeana Cantú aceptó en la ciudad de Tlapa el indulto tantas veces ofrecido por el gobierno y, sin entregar las armas, con algunos de sus partidarios, se fue rumbo a su tierra, Malinaltepec, a dedicarse a la vida privada por algún tiempo. Fue de los pocos dirigentes zapatistas indultados que no aceptó incorporarse a las filas carrancistas para combatir a sus ex compañeros del Plan de Ayala. Meses antes, muchos otros jefes y soldados zapatistas en diferentes partes del estado ya habían hecho lo mismo. La rendición del principal dirigente zapatista de la región marcó el fin de la revolución en La Montaña. El movimiento zapatista regional ya no daba para más.

Por su participación, grados militares alcanzados y haber sobrevivido a la revolución, llegó a ser el líder indígena más importante de la comarca. Fue maderista, huertista y zapatista. En lo que no varió fue en asumir la defensa de su comunidad y su municipio.

Bajo el gobierno de Álvaro Obregón ingresó al ejército federal e hizo carrera militar, desempeñando comisiones en diferentes partes del país. Para efectos de retiro, se jubiló con el grado de general de brigada en 1945, con una hoja de servicios prácticamente impecable, salvo su escasa preparación escolar y poco dominio del idioma español, lo que motivó que en varias ocasiones lo examinaran para determinar si era apto para cumplir con sus responsabilidades de general  brigadier, obteniendo siempre resultados positivos.

Después de su jubilación vivió en la Ciudad de México, pasando algunos apuros económicos. La pensión que recibía como general retirado del Ejército Mexicano, era insuficiente para el sostenimiento de su numerosa familia, como lo hace constar en diversos documentos.

            Falleció el 26 de junio de 1972 en la Ciudad de México, de hemorragia gastrointestinal, a los 91 años de edad, regañando a los médicos porque eran incapaces de curar los males de su cuerpo ya que, decía, que de su mente estaba bien, lo que no le servía era su cuerpo. Murió haciendo honor a su carácter enérgico. Genio y figura hasta la sepultura.

            Como casi todos los líderes revolucionarios guerrerenses, Galeana no fue un intelectual ni contó con el apoyo de algunos de ellos; fue eminentemente un hombre de acción, de armas, al servicio de la causa campesina, principalmente de su comunidad y municipio.

El general Crispín Galeana, indígena tlapaneco o me´phaa de Malinaltepec, famoso por su sagacidad, personalidad fuerte, buen jinete y montador de toros, bueno para el manejo de las armas, valentía y fuerza física extraordinaria, permanece en la memoria de los pueblos de La Montaña, principalmente de su municipio, donde la tradición oral lo ha convertido ya en leyenda y héroe local.

*Francisco Herrera Sipriano es profesor investigador/INAH. Museo Regional de Guerrero

Correo: herreracipriano@yahoo.com.mx

Bibliografía.

Dehouve, Daniele, Cuando los banqueros eran santos. Historia económica y social de la provincia de Tlapa, Guerrero, UAG, México, 2001.

Guerrero Gómez, Gerardo y Santano Gonzáles Villalobos, La Revolución Mexicana y los indígenas tlapanecos de Zapotitlán Tablas, Guerrero, Tesis de licenciatura, UAG, Chilpancingo, Gro., 1992.

Herrera Sipriano, Francisco, La Revolución en La Montaña de Guerrero. La lucha político-militar zapatista, 1910-1918, Tesis de maestría, UAG, Chilpancingo, Gro., 2004.

Publicado el 10 de abril de 2013

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