(Especial Día de la Mujer) Embarazo adolescente en Nicaragua, hijo del machismo, la violencia y el abuso

Texto: Andrea Luque Foto: María Martha Escobar, Karen Rodríguez y Gabriela Montiel

Managua, Nicaragua. La alta incidencia de embarazo adolescente es un problema hijo de la cultura machista, que limita las posibilidades de una vida plena para las jóvenes nicaragüenses.

Distintos documentos aseguran que Nicaragua es el país de América Latina con más embarazos adolescentes (1), además de uno de los primeros del mundo. Esta afirmación, ya de por sí preocupante, lleva aparejada una compleja red de problemáticas socioculturales que son su causa y motor, y una serie de consecuencias socioeconómicas que la perpetúan.

Esta realidad no está asumida plenamente por las instituciones públicas: no existen datos oficiales, las estadísticas son anacrónicas y apenas se registra información acerca de las menores de 15 años. Igualmente, las cifras publicadas oficialmente son abordadas como meras estadísticas y no relejan los casos de machismo, violencia, abuso y explotación que las acompañan.

De hecho, es importante apuntar que en el periodo de enero a noviembre de 2012, el Instituto de Medicina Legal de Nicaragua registró 4 mil 236 peritajes por violencia sexual, siendo las niñas de 0 a 13 años un total de 2 mil 551 casos, y las adolescentes de 13 a 17 años un total de mil 685 (más del 80 por ciento reporta que el agresor es conocido, y más del 55 por ciento que es un familiar). En un país con tan elevada incidencia de abuso sexual y donde el aborto – inclusive el terapéutico – está penalizado, muchas niñas y adolescentes tienen que hacer frente a embarazos obligatorios que suponen un riesgo para su integridad física y un obstáculo para el desarrollo de una vida plena, protagónica y saludable.

El embarazo adolescente no es un problema fortuito en Nicaragua, sino que está íntimamente relacionado con otras realidades y estructuras sociales predominantes en el país, principalmente por una cultura patriarcal y machista que relega a las mujeres al hogar y a la maternidad. Esta misma cultura machista legitima el abuso sexual en un contexto de impunidad, sostenido por la falta de educación sexual y planificación familiar, el poco protagonismo de las mujeres en espacios de toma de decisión, y la influencia de las iglesias y concepciones religiosas en las instituciones encargadas de velar y/o promover los derechos de las mujeres.

Los adolescentes no viven aislados de estas problemáticas sociales, sino que forman parte de ellas y las reproducen o las padecen. El aprendizaje de su sexualidad y sus comportamientos sexuales viene marcado por la desigualdad y la falta de autonomía, protagonismo y participación. En Nicaragua, aproximadamente el 40 por ciento de la población tiene menos de 15 años, por lo que su forma de vida y su presente marcarán sustancialmente el futuro del país.

Según informes sobre el estado de población mundial, realizados por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), la tasa de fecundidad adolescente aumentó en todo el mundo en los últimos años, principalmente en los países empobrecidos en los que se ha incrementado la incidencia de partos en menores de 20 años. Y aunque en América Latina la fecundidad total (TGF) ha disminuido en las últimas décadas, esta mejoría no se ha producido entre las adolescentes y jóvenes. En el caso de Nicaragua, a pesar de existir una tendencia positiva, apenas es significativa y, además, en el caso de adolescentes madres menores de 15 años la cifra aumentó de un 3.9 por ciento a un 4.4 por ciento.

En esta línea de análisis, el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe elaboró en 2011 una investigación que evidencia la falta de autonomía física, económica y la capacidad para la toma de decisiones de las mujeres adolescentes y jóvenes del país. En él se observa cómo 109 de cada mil mujeres adolescentes (de 15 a 19 años) son madres, mientras que las cifras sobre la paternidad adolescente ni siquiera aparecen. Recurriendo a las cifras oficiales, publicadas en 2007 en la “Encuesta Nicaragüense de Demografía y Salud (ENDESA)” del Instituto Nacional de Información de Desarrollo (INIDE), se observa cómo un 85 por ciento de las madres primerizas tuvieron su embarazo antes de los 20. Un 13 por ciento de ellas lo tuvo siendo menor de  15 años (3).

Por su parte, el informe “Maternidad temprana en Nicaragua: un desafío constante”, del Institute Guttmacher, recoge que una cuarta parte de los nacimientos en Nicaragua (35 mil al año) son de mujeres entre 15 y 19 años, lo que tiene mayor incidencia en el ámbito rural. Además, el 45 por ciento de los embarazos adolescentes no son planificados. Esta situación de falta de planificación apenas varía en proporción entre lo rural y lo urbano y entre los distintos niveles educativos. Y a pesar de que el embarazo adolescente viene determinado en gran medida por la pobreza y el nivel educativo, de estos datos se extrae cómo la educación formal no contempla la educación sexual y, en concreto, la planificación familiar como una de sus prioridades, por lo que muchas niñas y adolescentes que asisten a los centros escolares quedan embarazadas y, por ello, abandonan sus estudios.

Los numerosos casos de embarazo adolescente están relacionados con la falta de protagonismo que viven las mujeres en Nicaragua. Entre las mujeres sexualmente activas entre los 15 y los 19 años (en pareja y solteras), el 86 por ciento no desea tener un hijo en los próximos 2 años y el 36 por ciento declara que tiene una necesidad insatisfecha de anticoncepción efectiva (4).

En el mismo estudio, se recoge que en Nicaragua el 15 por ciento de las mujeres de entre 15 y 49 años no tiene la posibilidad de planificar sus embarazos. Esta situación choca con la inclusión de mujeres en los gabinetes ministeriales, un 56 por ciento, cifra muy superior a otros países de la región latinoamericana y del Caribe. Esto hace pensar que la inclusión de la mujer en la vida pública no se ha hecho desde una perspectiva de género y feminista, sino como una simple estrategia de paridad que no conlleva beneficios reales para las mujeres en las acciones tomadas por las instituciones públicas, como lo es el caso de la penalización del aborto terapeútico mencionado anteriormente. En conclusión, el punto no está sólo en que haya mujeres en cargos de representación, sino en empoderarlas y en que se promueva real y activamente la democracia equitativa.

En este sentido, es importante recalcar, cómo no sólo las personas responsables de la gestión pública lo hacen desde una lógica patriarcal, sino que también los prestadores de servicios desempeñan su práctica profesional bajo este modelo cultural. Esto supone un grave problema para las estrategias de prevención del embarazo adolescente, ya que las adolescentes no tienen acceso a información científica y de calidad, no reciben una atención correcta y son víctimas de numerosos prejuicios y discriminaciones.

A esta situación se suma el que la cultura patriarcal y sus expectativas en cuanto a los roles de género asignados hacen que la mujer vea la maternidad como un paso prioritario en su vida. Aunque en este sentido se produce una fuerte contradicción, puesto que si la maternidad temprana no es considerada un problema y es muy frecuente, la maternidad fuera de la pareja sí es vista como un tabú y se ubica en el contexto de la promiscuidad, el placer sexual impropio y el escándalo.

Muchas mujeres adolescentes en Nicaragua son madres solteras o lo serán en breve, ya que la paternidad no se aborda desde el compromiso y la responsabilidad (el propio Observatorio de igualdad de género de América Latina y el Caribe, en su informe anual de 2011, asegura que no existen cifras sobre paternidad adolescente). Como ejemplo del imaginario cultural y colectivo nicaragüense sobre la paternidad, es interesante hacer mención de una expresión muy utilizada por los hombres del país: “Me tiene un hijo”, lo que lingüísticamente ejemplifica la ausencia de compromiso e involucramiento de los padres en la crianza de las y los hijos.

Un aspecto fundamental a tener en cuenta es la relación de la educación y la pobreza con el embarazo adolescente. “En 2001, la proporción de mujeres de 20 y 24 años que había tenido un hijo antes de los 15 años fue 11 veces mayor en mujeres con tres años o menos de escolaridad, que entre sus contrapartes con 7 años o más de educación formal (…) Las jóvenes de menores recursos tenían el doble de probabilidades de ser madres adolescentes que las jóvenes más acaudaladas”, tal y como afirma Fernanda Abella en su artículo Maternidad temprana en Nicaragua: escenario de un problema latinoamericano.

Esta situación se complejiza porque no sólo está relacionada con la falta de información o acceso a servicios de planificación familiar, sino que en algunos casos es una decisión consciente por la influencia cultural y los roles de género asignados a las mujeres.

De hecho, tan sólo el 46 por ciento de las adolescentes sexualmente activas indicó que estaba usando un método anticonceptivo, situación que se agudiza en las adolescentes solteras, ya que sólo el 29 por ciento afirma utilizarlo. El porcentaje de uso de anticonceptivos aumenta notablemente –un 62 por ciento- en las jóvenes madres en pareja.

El embarazo adolescente es igualmente un problema de salud determinante para Nicaragua. Las mujeres adolescentes – cuyos cuerpos aún no han terminado de desarrollarse – tienen un mayor riesgo de muerte materna. Los niños nacidos de madres menores de 18 años, así mismo, tienen un mayor riesgo de tener una salud precaria y de morir durante la infancia (5). Si a esto se le suma la pobreza y sus consecuencias, tales como la desnutrición, la falta de acceso a los servicios de salud, los problemas de incorporación al empleo, la violencia, entre otros, el futuro de estos niños estará marcado por la desigualdad y la pobreza.

Es importante abordar el embarazo adolescente en Nicaragua de forma integral, es decir, teniendo en cuenta factores como el acceso a la información, los recursos económicos y los servicios sanitarios, pero considerando también la importancia de la falta de educación sexual y la cultura patriarcal y machista como determinantes para la incidencia de casos.

NOTAS

(1)Uno de los últimos documentos es El Informe Estado de Población Mundial 2012 del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), que apunta que Nicaragua es el país con más embarazos precoces en la región y tiene una tasa de 109 nacimientos por cada 1.000 mujeres de 15 a 19 años, seguido de Honduras (108) y Venezuela (101).

(2)No existen datos oficiales actualizados sobre este tema

(3)Institute Guttmacher, Maternidad temprana en Nicaragua: un desafío constante. Serie nº 3 de Progresando en la salud sexual y reproductiva en el mundo a través de la investigación, el análisis de políticas y la educación pública, 2006.

(4)Cynthia Lloyd et al. (eds) Growing Up Global: The changing transitions to adulthood in developing countries, Washington, DC: National Academies Press. 2005.

Publicado el 11 de marzo de 2013

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