México DF. Con el fin del sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, terminará también la absurda “guerra contra el narcotráfico”, que el ahora ex presidente de la República declaró a los grupos de delincuencia organizada a principios de 2007. Su partida, sin embargo, no acabará con el dolor de decenas de miles de familias que hoy padecen las consecuencias de su mal planeado, irresponsable y –hoy más evidente que nunca–  fallido “combate al crimen”.

Durante los últimos seis años, organizaciones no gubernamentales y grupos defensores de los derechos humanos han contabilizado más de 80 mil muertos, alrededor de 20 mil desaparecidos y 250 mil desplazados. Esta cantidad inaudita de víctimas –que el gobierno insiste en llamar “daños colaterales”– no son sólo cifras. Se trata de familias enteras, cuya cotidianidad fue destrozada por la violencia y por el miedo, decenas de miles de madres, padres, hijos, amigos que enfrentan hoy el dolor inenarrable de una guerra que no pidieron. Trinidad Ramírez, del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, del combativo pueblo de Atenco, refiere en entrevista que el saldo de este sexenio son más de 80 mil muertos y un número impreciso, pero escandaloso de desaparecidos. “Felipe Calderón se va dejando el corazón de muchas familias destrozado. Deja un país ensangrentado y lleno de violencia, no sólo por los asesinatos, sino porque la situación económica es cada día peor, hay más hambre, más desempleo, más inseguridad y más incertidumbre. Y aunque ya tenga un lugar a donde ir, las lágrimas de las madres y de los hijos a los que les arrebataron a sus seres queridos algún día lo alcanzarán. Estarán en sus sueños Nepo, Trino y todo el México resquebrajado que deja”. No hay un solo estado del país que haya estado libre de violencia durante los últimos seis años, aunque hay muchos en donde los estragos han sido mucho mayores. El pasado 26 de noviembre, familiares de desaparecidos en Baja California, Nuevo León, Coahuila, Durango, San Luis Potosí, Chihuahua, Michoacán, Oaxaca, Guerrero, Veracruz y Zacatecas –estados en donde el número de asesinatos ha sido especialmente elevado y la violencia se ha manifestado de forma más cruda– se reunieron frente al Palacio de Bellas Artes para “despedir” a Felipe Calderón. Unidos por el dolor y la rabia, los agraviados exigieron justicia, mostraron más de cien fotografías de personas desaparecidas y se preguntaron, en un grito unánime, “¿dónde están?” En un comunicado, las Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (FUNDEM) preguntaron a Felipe Calderón “¿En verdad te vas con la conciencia tranquila?”, y le espetan que “la Nación te recordará como el presidente más cruel, sanguinario e inepto de la historia de México. Nuestros hijos, hijas, madres, padres, hermanos y hermanas no son daños colaterales de tu guerra; son víctimas inocentes de tu ambición, de tu miopía política, enorme ego y ansias de poder. “Nuestros familiares tienen nombre, no son un número de averiguación previa o acta circunstanciada, ellas y ellos tienen sueños, historias de vida y sobre todo una familia que los ama y los buscarán cada instante de nuestras vidas. “Como presidente te negaste a escucharnos,  pero  criminalizaste a nuestros desaparecidos.  A pesar de que tenías el poder, el dinero, y las armas, no hiciste nada para evitar esta tragedia humanitaria; quizás,  como no son tus hijos, no los buscaste. Tu guerra fallida y tu ambición no tuvieron límites, la historia y nuestras familias se encargarán de recordártelo y nuestro pueblo te juzgará”. En el marco del evento “Recuento de daños: sexenio de muerte”, organizado por el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD) frente a la Estela de Luz, las madres de Carlos Ruiz Martínez y Javier Alejandro Rocha explican que desde hace seis años buscan a sus hijos. Ellos eran amigos, y ahora sus madres son compañeras de dolor y búsqueda. María del Carmen, madre de Carlos, cuenta que sus hijos “están desaparecidos desde el 2007 y aunque han acudido a muchas instancias, las autoridades no hacen nada para encontrarlos”. La madre de Javier Alejandro agrega que su hijo “estaba recién recibido, era ingeniero en Comunicaciones” y asegura que “no estaba involucrado con ningún grupo de delincuentes. Si hay algo peor que ver morir a un hijo, es perderlo y no encontrarlo nunca, no saber dónde está. Al mío yo lo he buscado por cielo, mar y tierra. Es un dolor muy grande. No sé ni cómo he podido sobrevivir”. También hay quienes, como María Herrera, tienen a más de una familiar desaparecido. Esta mujer –originaria de Pajacuarán, Michoacán “un municipio muy humilde y muy pequeño en donde han desaparecido más de 20 personas”– tiene a cuatro hijos desaparecidos. “Dos de ellos desaparecieron el 28 de agosto, en el estado de Guerrero, y dos más el 12 de septiembre de 2010, en Veracruz. Es un dolor indecible. He hecho todo para encontrarlos, pero no nos han resuelto nada. Las autoridades sólo nos han engañado una, y otra, y otra vez. Es un dolor muy fuerte el que se lleva en el alma, pero, como decía nuestro compañero Nepomuceno todo pa’ lante y nada pa’ tras. Seguiremos en esta búsqueda, y luchando para que la sociedad despierte y se entere de lo que está sucediendo”. Nepomuceno Moreno fue asesinado el 28 de noviembre de 2011; en junio de ese año se unió al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad para buscar a su hijo Jorge Mario, que había sido “levantado” en Sonora por policías. Poco tiempo antes de ser asesinado en las calles de Hermosillo, don Nepo declaró en entrevista con Desinformémonos: “Debemos de esperar…. no sé… que lo maten a uno. Lo que sigue es que le den pa’ abajo a uno, que lo maten porque anda pegando de gritos”. Un año después, quienes mataron a Nepomuceno están en libertad. Nadie fue castigado por su cobarde asesinato. De acuerdo con declaraciones de Antonio Mazzitelli, representante en México de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, la impunidad que priva en México “alimenta la acción de grupos criminales, así como su perfil inédito de violencia”. En este país, el 98 por ciento de los delitos que se denuncian quedan sin resolverse. Los policías que integran los cuerpos de seguridad dedicados a “abatir” los delincuentes, se han convertido también en víctimas de esta guerra. Araceli Rodríguez, madre del policía federal Luis Ángel Rodríguez, cuenta que su hijo “desapareció, luego de ser levantado junto con otras seis personas”, por eso, dice, “ahora lucho contra el silencio y la indiferencia, ante tanto dolor, lo único que no se vale es no hacer nada. No hay ninguna acción pequeña. Luchar por nuestros hijos, es luchar por los hijos de todos”. Durante el evento del MPJD frente a la Estela de Luz una madre solloza y se pregunta “¿cuánto vale la vida en Monterrey?, la misma mujer, cuyo hijo fue abatido a tiros en esa ciudad, se responde “vale 2 mil pesos. A mi hijo lo mataron por 2 mil pesos. Él era estudiante de la Universidad de Nuevo León, le gustaba la poesía, hablaba inglés, francés y alemán; también era músico se había graduado de la Escuela Nacional de Música; después se fue a Nuevo León a continuar estudiando, y allá lo mataron; no había ninguna parte de su cuerpo sin heridas… Yo sólo pido que se haga justicia, pues las autoridades no han hecho nada por castigar a los autores intelectuales de su asesinato, quienes pagaron 2 mil pesos a otros jóvenes para que lo asesinaran. Y no, mi hijo no ‘andaba en algo’, como ahora insinúan las autoridades, mi hijo era un buen estudiante, que se fue a Monterrey a buscar la vida, y encontró la muerte”. Carmen Cadena, de la región de Los Tuxtlas, en Veracruz, también perdió a su hijo. “Él y su novia fueron baleados, sin deberla ni temerla, el 15 de julio de 2011. Estaba por terminar su carrera como ingeniero, y ella era doctora, ya estaba haciendo su servicio social. Hasta ahora nadie ha hecho nada para averiguar lo que sucedió; no he encontrado en ningún lugar respuesta para mi reclamo de justicia”. Pietro Ameglio, activista, defensor de los derechos humanos e integrante del MPJD, señala en entrevista con Desinformémonos que “El sexenio de Felipe Calderón nos deja gran hambre y sed de justicia, y una brutal impunidad. Hay una gran ignorancia respecto a cómo se construyen condiciones de paz. Calderón cree en el ejemplo del modelo de la espiral de violencia y la guerra, pero no hay ningún ejemplo histórico que pueda demostrar que la violencia pueda ser frenada con más violencia, al contrario, la aumenta. Hay, además, algo que no debemos perder de vista: el gran negocio que significa esta guerra. Todo este sadismo y perversión que estamos viviendo tiene detrás de sí un gran negocio”. “Antes que de paz hay que hablar de justicia”, señala Ameglio, “en Morelos y en otros estados, los gobiernos han tomado el lema de paz y reconciliación, de forma completamente cínica, porque dejan de lado la justicia, es una total tomadura de pelo, porque es una simulación, es seguir con la impunidad. Y la única manera de que haya justicia es seguir organizándonos desde abajo, en forma de defensa comunitaria, en forma de denuncia, en formas de no cooperación con el poder, desobedeciendo lo inhumano de las autoridades, tenemos que subir la escala de acciones y presionar en otras formas al poder económico y político. Porque si seguimos pidiendo y exigiendo arriba, nada vamos a lograr. “El gobierno trae el discurso el paz – y yo creo que es también parte de lo que intentarán hacer el general Naranjo y Enrique Peña Nieto-  pero vaciado de la justicia. Van a construir la trampa, ya no de una forma militarista, sino con una simulación pacifista. Pienso que se seguirá el modelo de ‘paz’ colombiano, con un enorme control policial, como vemos ahora en el cerco a San Lázaro, habrá negociación con los grandes campos del delito organizado y bajaran las tasas de homicidio, pero el despojo de territorio y la invasión de las trasnacionales, van a subir e intentarán pasar leyes y decretos para entregar territorios comunitarios de manera brutal. También seguirán aumentando los casos de exterminio selectivo de luchadores sociales, porque está de por medio el  control sobre la cesión del territorio a las trasnacionales, que es el negocio que más les interesa”. En ese mismo sentido, Trinidad Ramírez concluye: “No debemos olvidar que se va Calderón, pero llega al poder otro asesino, Enrique Peña Nieto, por lo que tiene que crecer en nosotros la esperanza de un mundo nuevo para todos, donde podamos vivir con libertad y sin violencia. Y así como tiene que crecer la esperanza, también tiene que crecer la rabia y la convicción de luchar juntos. Porque si no somos nosotros, ningún gobernante lo hará. Sólo el pueblo es capaz de comprometerse con el pueblo”.

Publicado el 3 de diciembre de 2012