Ondas de radio, un vehículo para crear consciencia en Florida

Hanna Sassaman Traducción: Sergio Castro Bibriesca

Estados Unidos. En pequeños remolques de tráileres a las orillas del campo, en los bares y tiendas desoladas que venden plátanos y tarjetas telefónicas, a través de las radios de los autos y receptores baratos, una multitud de voces vertidas por el aire tropical de Florida se hacen presentes. «¿Coalición? ¡Presente! ¿Coalición? ¡Presente! ¿Coalición? ¡Presente!». La Coalición de Trabajadores de Immokalee (CIW) -por sus siglas en inglés- estaba presente.

Por un instante, se escuchó el aire muerto después del susurro de la gente moviéndose detrás del micrófono; luego, la voz de un nuevo locutor se acercó: era una mujer que en español se disculpaba por la transición tan difícil. Ella comenzó a cantar una conmovedora canción popular mexicana con su fuerte voz; la multitud atestiguaba el nacimiento de Radio Consciencia. Tocó el turno en el micrófono a un miembro de la Coalición; saludó a los compañeros de trabajo en toda la ciudad, haciéndolo en español y en una variedad de lenguas indígenas de México y Guatemala. Así fue la primera emisión de la nueva estación de radio de baja potencia, una herramienta que la Coalición usaría para luchar por los derechos de los trabajadores en los campos de tomate del suroeste de Florida y alrededor del mundo.

La Coalición comenzó en 1993 como un pequeño grupo de agricultores que se reunían semanalmente en una iglesia local para discutir cómo mejorar sus comunidades y sus vidas. Los miembros de la Coalición, que suman hoy alrededor de 2 mil 500 en toda Florida, son en gran medida latinos, haitianos y mayas. La mayoría hablan poco o nada de inglés. Están aislados de sus amigos y familiares. La mayoría de las leyes laborales de Estados Unidos, incluyendo la semana laboral de 40 horas, el derecho a organizarse colectivamente, la protección del trabajo infantil y el seguro de desempleo, no son efectivos para ellos, y si quieren pelear por esos derechos, corren el riesgo de ser deportados.

Como explica Luisa Fernández, integrante de la Coalición, los productores de tomate llegan a controlar los movimientos cotidianos de los agricultores: «Es obligatorio, una vez que estás en el campo, no se puede volver a casa. El jefe es el que te lleva al campo y te trae de vuelta a casa”.

Viven ocho, diez o 12 en un remolque, y pagan un alquiler exorbitante por los hogares que utilizan sólo cuando no están recogiendo tomates, actividad que realizan desde las cuatro de la mañana hasta el anochecer. A los agricultores se les pagan 45 centavos de dólar por cada balde de tomate que recogen. Ahora, gracias a la Coalición, los recolectores de tomate ganan mejor. Antes de que la Coalición comenzara a organizarlos, los salarios habían bajado muchísimo.

Como ellos pelean por “un centavo más” –un centavo más por cada balde de tomates que recogen–, las voces de los propios trabajadores son las herramientas más eficaces para la Coalición.

«Cuando llegué por primera vez, me llevaron a Carolina del Sur, donde me dijeron que trabajaría en los campos recogiendo pepinos. Lo que no me dijeron es que había consentido, sin saberlo, ser un prisionero y un esclavo. Yo gritaba a diario, no podía salir de las instalaciones y éramos amenazados a punta de pistola en todo momento», dice Julia Gabriel, una joven de 29 años de edad, trabajadora agrícola maya-guatemalteca. Julia llegó por primera vez a los Estados Unidos en 1992 y trabajó como esclava por deudas que contrajo con la empresa que la empleaba. Estuvo cautiva, junto con otros 70 trabajadores indocumentados en un trabajo en Carolina del Sur durante tres meses. Después de escapar, se convirtió en un testigo clave en el caso Estados Unidos contra Flores, lo que la llevó a la Fuerza Especial Federal de Explotación Laboral en 1998 y a la Ley de Víctimas de la Trata y Protección de la Violencia en 2000. Diez años más tarde, ella comparte su historia en los mítines y entrevistas, y ahora -a través de Radio Consciencia- habla de su experiencia para disipar el mito de que la esclavitud ha muerto en Estados Unidos. Ésta fue una de las cinco operaciones de esclavitud moderna donde la Coalición ayudó a llevar la justicia, liberando a más de 500 trabajadores que estaban en situación de esclavitud por deudas.

En español, en criollo haitiano, lenguas nativas mexicanas y guatemaltecas como el zapoteco, quanjobal y quiché, miembros de la Coalición fueron de puerta en puerta durante la temporada de cosecha en invierno, explicando los esfuerzos de la Coalición para ganar salarios más altos y mejores condiciones de trabajo para los agricultores. El volumen de ventas es pesado -una nueva ola de trabajadores inmigrantes llegan cada invierno- y cada cara nueva en un remolque es un nuevo desafío, pero también es otro socio potencial en la lucha de la Coalición por una remuneración justa y un trato digno en los campos.

Algunos trabajadores de la Coalición han ganado victorias impresionantes. En 1998, lograron del 13 al 25 por ciento de los aumentos para los recolectores de tomates y en el 2002, la condena de tres líderes de pandillas por obligar a 700 trabajadores a trabajar como esclavos en plantaciones de cítricos de Florida.

Ahí es donde Prometheus fue capaz de ayudar. El Proyecto de Radio Prometheus es una organización sin fines de lucro que lucha por un espectro de radio más democrático. Fue fundada en 1998 por veteranos del movimiento de las radios piratas, que estaban en la vanguardia de la lucha popular que llevó a crear nuevas licencias de radio de baja potencia,  para atender las necesidades de la comunidad que no estaban siendo satisfechas por las grandes emisoras. Ahora, los fundadores viajan por todo el país construyendo antenas y espacios para las estaciones de radio comunitarias y los grupos que los necesiten.

Prometheus ha realizado seis de estos proyectos de construcción, llamados «Barnraisings Radio», cuyo nombre indica el espíritu de los vecinos que se reúnen para construir un granero. La gente de Prometheus trabaja estrechamente con los fundadores de la estación naciente, y los ayuda a encontrar y construir el equipo necesario de forma barata y sostenible, por lo que un equipo de voluntarios con pocos recursos, además de un gran corazón, puede mantener una estación en el aire permanentemente, para una comunidad que realmente lo necesita.

La Comisión Federal de Comunicaciones (FCC, por sus siglas en inglés) emitió finalmente un permiso para una estación de la Coalición en 2003. Anteriores “barnraisings” se organizaron para luchar contra la expansión urbana y ambiental en la bahía de Chesapeake y para hacer más fuerte una organización de 25 años de derechos civiles en Opelousas, Louisiana, prepararon a Prometheus para los desafíos técnicos que enfrentarían. Sin embargo, el objetivo en Florida no era sól instalar la torre de la Coalición, probar el audio de la consola o probar los equipos, sino reunir a cientos de pioneras y potenciales radios existentes de todo el sureste y en todo el mundo, y, en conjunto, dar a luz una nueva estación. Todo esto, en el transcurso de un fin de semana muy largo.

En diciembre de 2003, los miembros de Prometheus llegaron a Immokalee y comenzaron la realización de talleres para hacer  transmisiones de radio, receptores, interruptores, fusibles, y hasta para ser DJ. Mientras tanto, los miembros de la Coalición compartieron con Prometheus sus estrategias de organización y éxitos. Hablaron de tres huelgas generales, una huelga de hambre de 30 días para protestar por sus bajos salarios y una marcha de 230 millas desde Immokalee a Miami y de regreso, justo antes de que el Área de Libre Comercio de las Américas se reuniera el año pasado, para dar a conocer la difícil situación de los trabajadores del campo alrededor del mundo.

«Prometheus empezó a comprender nuestra lucha, y los trabajadores aprendieron qué botones apretar para que nuestras palabras emprendieran el vuelo», dice Gerardo Reyes Chaves, un miembro del personal de la Coalición.

Los activistas de la radio y los trabajadores propusieron estrategias para que movimiento democrático de medios de comunicación creciera, como dividirse en pequeños grupos y exponer los problemas de nuestras comunidades locales. Una conversación sobre las formas más creativas para obtener las licencias de las estaciones locales de Clear Channel,  entre un profesor Montessori de Puerto Rico, un jardinero -que recién salió de la cárcel por protestar contra el Área de Libre Comercio de las Américas- y un entusiasta radioaficionado local, continuó hasta altas horas de la noche, en la habitación de trasera del edificio utilizado como centro de conferencias. El “barnraising” estaba construyendo no sólo una comunidad local, sino una comunidad nacional.

Mientras tanto, una horda de voluntarios estaba trabajando en el mástil para que la antena se mantuviera erguida e instalando el cable que uniría el estudio, el transmisor y la consola. A medida que la fecha límite para el nacimiento de la estación -noche del domingo- se acercó, los voluntarios seguían grabando un último anuncio de servicio público y soldaban un último cable. De alguna manera, todos se reunieron. La primera transmisión de Radio Consciencia comenzó.

La estación demostró rápidamente su importancia durante la temporada de huracanes del año pasado. Una compañía llamada Balance contrató a más de 600 personas que trabajan en  limpieza y reconstrucción en las zonas de Florida para reparar las zonas afectadas por el huracán “Charley”. Un día, cuatro de esos trabajadores fueron interceptados por la oficina de la Coalición y explicaron que no se les había pagado, junto a otros 300 trabajadores. Radio Consciencia hizo una invitación al aire a las personas que no habían recibido sus cheques a registrarse en la Coalición y exigir el pago de la empresa.

«Pusimos el anuncio al aire a las cinco de la tarde y esperamos, para que de 30 a 40 personas respondieran esa noche. Dos horas más tarde, cerca de 300 trabajadores habían llegado a nuestra oficina», explicó Chaves. Los trabajadores, junto con los organizadores de la Coalición, fueron a confrontar a los dirigentes de Balance a sus oficinas. A los trabajadores se les pagaron 57 mil dólares en salarios atrasados.

La radio se convirtió en una herramienta fundamental de la Coalición en el boicot a Taco Bell. YUM! Brands posee algunas de las mayores franquicias de comida rápida del mundo, incluyendo Kentucky Fried Chicken (KFC), Long John Silver’s, A&W, y Taco Bell. YUM! es el mayor comprador de tomates que recogen los trabajadores de Immokalee. Debido a su enorme poder de compra, la empresa es capaz de exigir los tomates a bajo precio, lo que provoca que los salarios bajen y aumenta las malas condiciones de trabajo.

En 2001, la Coalición se acercó a YUM! y pidió garantías contra el trabajo forzoso y por un aumento salarial de un centavo por libra de tomate para los recolectores, cosa que no se dio. Así comenzó el boicot.

Radio Consciencia ha exhibido la relación entre las ganancias de Taco Bell y las dificultades de los trabajadores que cosechan los tomates. La estación también transmitió anuncios de giras nacionales para dar a conocer el boicot e invitó a los trabajadores a participar en la planificación del mismo.

Chaves, Luisa Fernández, Julia Gabriel, y docenas de otros líderes de la Coalición han hablado con grupos de estudiantes desde Monterrey a Michigan y Maine para pedirles que trabajen para prohibir las franquicias de Taco Bell en el campus de la universidad. Veintiún escuelas han cedido a la presión de los estudiantes hasta el momento, y otros estudiantes de más de 350 universidades se están organizando para «Boot the Bell».

Como Prometheus lucha para ampliar las radios de baja potencia de FM, depende en gran medida de la confianza que pueda ejercer la Coalición y contar con los métodos para llegar a activistas de  nuevos medios. Es el momento de luchar para ampliar este servicio y llegar a las comunidades que más lo necesitan, y así poder contar historias mediante ondas de radio.

Publicado el 26 de noviembre de 2012

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