Una guerrera electricista

Testimonio recogido por Adazahira Chávez en la Ciudad de México

Soy Guillermina Salazar Ávila, trabajadora del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), con una antigüedad de 23 años en el departamento de Oficinistas Varios.

Vivo en el Sindicato Mexicano de Electricistas. Mi casa es Antonio Caso 45; ahí me duermo, me dan permiso de sobrevivir a esta situación tan brutal. Me quedo a dormir en mi oficina y me permiten bañarme. Saco a vender mis productos con la sonrisa más grande del mundo, por la fortaleza, porque tienes que demostrar que un golpe no puede doblarte, que un ser humano tiene el amor para poder hacer muchas cosas.

El cierre de la compañía Luz y Fuerza del Centro fue un cambio brutal en las vidas de todos los electricistas y nuestras familias; fue un total abuso, lo más catastrófico que pueda vivir un ser humano en el sentido de que de un momento a otro te quitan tu modus vivendi. No sólo a uno como persona, sino a las familias que dependían de nosotros, que por trabajar te llevaban la torta o la quesadilla, y a los que nosotros apoyábamos. Esto no habla nada más de 44 mil trabajadores, sino de un sinfín de gente que trabajábamos para servir a México, para poder vivir y en lucha para poder tener una calidad de vida diferente. Esto afectó muchísimo.

Cuando cerró la compañía entré en shock, no lo podía creer, no entendía la magnitud. Decía ¿qué pasa, por qué de la noche a la mañana? Si ayer estuve trabajando en unas auditorías, y hoy ya no tengo trabajo. ¿En qué momento pasó esto? Era un desconcierto total, un shock emocional que no me dejaba pensar más allá porque no podía creer lo que me estaba pasando y lo que decían las televisoras.

Con el cierre yo perdí a mi familia porque –esto no lo había dicho nunca en público- me dieron la espalda. De toda la ascendencia electricista que traigo, soy la única sobreviviente. Todos en mi familia se liquidaron; yo soy la única guerrera. Decidí seguirle porque aún con los derechos de ser hija de trabajador, me costó mucho entrar a Luz y Fuerza, también internamente porque mi padre es muy machista y para él, la mujer no debe trabajar. Yo tuve que buscar mis medios para entrar en este hermoso sindicato y vino desde ese momento mi lucha en contra de mi padre para decirle, yo también puedo y quiero. Después de seis años, de ir y venir y exámenes, logré entrar.

Yo dije, todo lo que he ganado, no lo voy a perder de la noche a la mañana. ¡Por supuesto que no! Además tengo principios y valores. Nos han enseñado a defender lo que tienes, y era momento de defender lo que nos había costado. Soy divorciada, y trabajar en Luz y Fuerza me permitió una casa y darles estudios y una calidad de vida a mis hijos, que es lo que siempre he peleado. Y si yo lo obtuve, me correspondía aguantar para defender a mi sindicato. Este sindicato es nuestro futuro, nuestros ideales y los valores que demostramos como seres humanos.

Al principio de esta situación, mi hijo tuvo un accidente muy fuerte. Un tráiler lo aventó; no pasó a mayores, pero es impactante estar en la imposibilidad de llevarlo inmediatamente a un médico porque la situación estaba muy fuerte. Fueron medicamentos muy caros, y luego el restablecimiento. Después a mi madre le dio un infarto, la tuvieron que operar y le pusieron un marcapasos.

Son situaciones que te van marcando, como el tocar puertas para trabajar y que te digan: “lo lamento, tienes experiencia pero ya no tienes la edad, pero además por instrucciones del gobierno ustedes están vetados. No te podemos dar la oportunidad porque no queremos problemas con el gobierno”.

Y toda la gente, cuando no entendía nuestra situación, se volteaba contra nosotros. Había temor de andar en la calle porque había gente muy agresiva que nos insultaba, y uno con los ánimos y la autoestima por los suelos por todos los golpeteos, los spot, por todo lo que este mugroso gobierno maquinó para desbaratarnos. Pero existimos gente muy guerrera que nos rodeamos de gente a la que no le importa si hoy comemos y mañana y pasado a lo mejor no, pero sigues echándole todas las ganas del mundo.

Esta resistencia de tres años ha sido una situación muy fuerte porque al quedarme sola y tener la responsabilidad de unos hijos, tuve que buscarle. Toqué puertas. En tres años, tengo el record de 15 trabajos de los cuales me despedían. Ellos estaban conscientes de mi calidad de trabajo pero no querían tener problemas con el gobierno, y era decir lo lamento, pero hoy no puedo ayudarte.

Entonces conocí a una hermosa persona que me brindó apoyo –yo los llamo “los ángeles que dios nos manda”- y ella me dijo te voy a apoyar, vende cosméticos vegetales franceses. Empecé a vender pero no sabía; al principio me daba miedo y vergüenza, pero no vergüenza de sobresalir, sino de no saber hacerlo y cómo decirles “¿me compras esto?”, y para qué sirve. Me puse a investigar y a aprender a vender.

Mis hijos al principio no creían en la resistencia porque era mucha la presión de lo que mi familia decía, que esto no tenía ningún sentido, que me liquidara, que entendiera que esto se acabó; y por el otro lado, veían a la mamá diciendo ¡no! Y me voy a mi marcha, a mi mitin, a pegar información, a hablar con los vecinos, a pedirle apoyo a la gente, que metiera su queja, porque no nada más éramos nosotros como trabajadores, sino que se iban a elevar los costos de la energía eléctrica.

Todo esto lo hizo una mafia catastrófica, más allá de lo que podamos creer y ver, pero nosotros unidos podemos hacer la diferencia y salvar a muchas personas que nos necesitan.

Mis dos hijos me veían y decían: te amamos, te respetamos y si tu decisión es esa, vamos a estar contigo. Creo que no es lo normal. Llegó un momento en que mi hijo mayor me dijo: Mamá, por favor entiende que esto ya no tiene remedio, liquídate porque te me estás envejeciendo y te me vas a enfermar, y yo te quiero. Y yo le respondí, pues yo voy a continuar porque esto no acaba aquí, y no me voy a liquidar. Entonces me dijo: eres egoísta porque piensas en tí, no piensas en nosotros. Yo le contesté, perdóname si lo ves así pero no soy egoísta, mañana te vas a dar cuenta de la magnitud  de lo que estamos viviendo. Al final me dijo: respeto lo que tú decidas y aquí vamos a estar a tu lado siempre, apoyándote.

Eso me volvió a levantar porque hay días en que te caes. De repente las pilas están muy bajas, pero pienso en ellos y se me recargan. Y la gente, al verme en mi puesto, por ayudar me compraba, y eso me animaba más. Decía, no toda la gente es indiferente y dice que no pasa nada. Y por otro lado, la gente que decía que no pasaba nada le explicaba la situación y terminaba entendiendo. Muchos me empezaron a comprar por ayudarme y otros porque conocen los productos. Hay días excelentes, que vendes bien, y hay días que no hay venta y tenemos que salir adelante. Como estoy aquí en el sindicato, los jubilados se cooperan y nos dan para comer. Aquí desayuno y como, para que lo que venda lo pueda llevar a casa para las necesidades de mis hijos.

Hay muchas personas que se solidarizan con nosotros y nos traen una despensa o un apoyo. A veces no se imaginan cuántas maravillas podemos hacer con eso, que también da la fortaleza de decir que podemos. Con humildad aceptamos esa ayuda. Yo aprendí a que algún día pude ayudar a alguien y hoy yo necesitaba el apoyo de otras personas.

Ese amor que mis compañeros, amigas y amigos me han brindado, y el amor a mis hijos, me han dado fortaleza. A mis hijos sólo los veo los fines de semana, y es muy difícil. Sé que me extrañan tanto como yo a ellos, pero son mi motor para continuar, para que vean el esfuerzo, que sean hombres de bien y el día de mañana luchen -porque a ellos principalmente les va a tocar una vida mucho más difícil que a nosotros-, para que aprendan a decir no cuando te atropellan, cuando rebasan los límites, porque tenemos valores y nadie nos va a pisotear.

Lo mejor de la resistencia es darme cuenta de que cuando te decides a hacer algo, lo logras, que el amor supera todas las situaciones, y que si defiendes algo que está en lo legal y pones tu corazón, todo se va a dar. Todo, tarde que  temprano, tiene que caer a su tiempo. Para mí lo más hermoso es seguir con mis hijos y demostrarle a toda mi familia que soy una guerrera y no por eso dejo de amarlos. Doy las gracias por toda la humanidad y el apoyo de mis amigas, compañeros, de los jubilados, por enseñarnos humildad y amor. Si te dan de comer o no, no es tan significativo como un abrazo y decirte, no estás sola. Eso te llena muchísimo.

Lo más fuerte ha sido que después de muchos años de trabajar todos los días con compañeros, nos veamos como enemigos porque ellos se liquidaron y nosotros seguimos. Les digo que no somos enemigos, que cada quien tomó sus decisiones y no sé qué va a pasar con ellos ahora. Va a ser muy difícil.

Con la noticia de que se tiene que reconocer a la Comisión Federal de Electricidad como patrón sustituto, todavía hay que ver qué va a pasar. Como que todavía no me lo creo, pensar que voy a regresar a trabajar, aunque en otra compañía. Ya es justo porque hemos pasado tantas cosas en estos años… Ahí vamos a estar para aportar, como siempre lo hicimos en el SME.

Aquí tengo una gran familia electricista que si me caigo, ellos me levantan. Si ellos se caen, yo los levanto. Y siempre, con la más grande de las sonrisas.

Publicado el 15 de Octubre de 2012

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