En Chihuahua, la histórica lucha de un pueblo por el agua

Colectivo en Defensa del Desierto de Chihuahua

Chihuahua, México. Contaban nuestros abuelos que los primeros fundadores  de estas tierras -allá por la década de los años veinte del siglo pasado, después de la Revolución- solicitaron al gobierno que les concediera espacio para sembrar sus cosechas de maíz y frijol para mantener a sus familias.

Como no tenían recursos económicos y venían sin nada, lo primero que ocuparon fueron los terrenos que estaban junto a los arroyos, y construyeron jacales o sombras para proteger sus familias. Se cuenta que en un arroyo nacieron don Polo Urrutia, y don Humberto Colomo, los primeros compañeros nacidos en estas tierras.

Entonces, gobernaba el estado el general Ignacio Enríquez, que en esa época promovía las colonias agrícolas como la alternativa para resolver la dotación de la tierra  en contra de la visión nacional de la creación de ejidos. Eso llevó a que la primera decisión que tomaron nuestros abuelos fue la de ser colonia o ejido. Después de mucho discutir, decidieron que el ejido era la mejor opción para ellos.

La superficie de tierra que tenían era usada para la siembra de maíz y frijol durante los primeros años. Utilizaban el agua de río por medio de la acequia para regar en el invierno, para barbechar y arropar la tierra y que ésta guardara la humedad. Además, aprovechaban los terrenos de agostadero, es decir, los terrenos de uso común, para la cría de ganado como vacas y yeguas, y en los años difíciles trabajaban en los ranchos ganaderos de vaqueros. Eran tiempos difíciles. Aquellos años, a lo que aspiraban era a garantizar la comida para la familia. En esas duras condiciones nacieron nuestros padres.

Vivían en lo que hoy conocemos como la colonia De abajo o la colonia Enríquez y Punta de Álamos. Acudían a la escuela, y cuentan los mayores que iban descalzos y que entre ellos se conocían por las huellas de los pies en la vereda. Por las huellas, podían decir: “Ya pasó fulano; mengano aún no pasa”.

Con la fiebre del oro blanco –algodón– en el mercado mundial, se empezó a cultivar el algodón en las tierras que irrigaban en el invierno con el agua del río que subían mediante una acequia, y que daban riegos de auxilio para garantizar la cosecha. El algodón lo despepitaban en  Ahumada, en el despepitador del  señor Berdejas y conseguían dinero prestado para la cosecha con Raymundo Amezcua, de Flores Magón.  El trigo que sembraban lo molían en un molino que utilizaba agua del ojo cercano al carrizal para mover la turbina de la molienda. Todo esto lo hacían en carretas de mulas.

Entre 1954 y 1955 se empezaron a perforar los primeros pozos. Don Chon Castro, el Chato Rayos, Rosendo Rueda, Donato Treviño y Primitivo Vázquez fueron los pioneros en usar el agua del subsuelo para la agricultura. Esto garantizó que se tuvieran cosechas seguras. Con la apertura de los pozos se abrieron más tierras al cultivo. Hoy se dice fácil, pero todo esto se logró con pico, pala y hacha.  Don Jesús, el Chato Rayos, fue el primero que tuvo un tractor en el ejido.

Esto provocó que se cambiara la ubicación del pueblo, para que estuviera más cerca de la nueva tierra de cultivo, y por eso, las primeras casas que se hicieron en este lugar fueron la de Chalia Carbajal, la de Ernesto Armendáriz Zamora y la de don Flores. Luego se construyó la escuela primaria y la planta despepitadora, hasta llegar a lo que hoy es nuestro pueblo.

En 1957 se logró la creación del distrito de riego y la construcción de la presa Las Lajas. Se tiene que resaltar la lucha que dieron nuestros abuelos y nuestros padres para lograr la dotación de aguas de la presa al ejido. No fue fácil. Muchos lucharon para garantizar a las generaciones actuales y futuras el agua del río Del Carmen; además, no fue gratis, el ejido le dio tierras a mucha de la gente que se afectó con la construcción de lo que hoy es el vaso de la presa. Esa gente, siembran hoy en la parte de Las Lajas y utiliza el agua de la presa.

Una anécdota de la lucha por  la dotación del agua de la presa

Cuentan que estaban en la Ciudad de México don Jesús Gardea y don Andrés Solís comisionados por el ejido y todos los días acudían a las oficinas para que les firmaran el decreto de dotación de aguas. La famosa firma se tardaba y se tardaba y el dinero se agotaba, pero resistieron. Hoy no sabemos que comían o si comían  o donde dormían en la capital del país, pero ellos regresaron con el mandamiento firmado.

En 1959 se desplomó el precio del algodón en el mercado mundial,  lo que llevó a nuestros ejidatarios a la cartera vencida.  Después de numerosas gestiones, se logró la consolidación de adeudos en Chihuahua, lo que permitió la continuación de las actividades productivas en el ejido.

Los años siguientes  se pueden resumir en la época de bonanza, gracias al acceso al crédito. La cuenca lechera, las colectivas ganaderas y la importante producción de trigo y algodón lograron que se conociera a nuestro ejido como el ejido piloto, lo que permitió la ampliación de tierras en la zona de Las Lajas y que se construyeran los canales de riego, los sistemas de riego de aspersión, la reposición de pozos en la administración de Lorenzo Rueda y la ampliación de las tierras de agostadero.

A mediados de los años ochenta, nuevamente la crisis económica del país provocó la cartera vencida, y esta vez fue la organización del ejido la que permitió salir adelante. Pero hubo nuevas y recurrentes crisis con el incremento de las tasas de intereses bancarios, la caída del precio de las cosechas, el incremento de los insumos y los pocos apoyos gubernamentales. Los campesinos del país caímos de nuevo en cartera vencida.

Nuestro ejido fue de los primeros grupos organizados de Chihuahua y del país que  salió a exigir una solución a la cartera vencida y la reactivación del crédito; a defender nuestro patrimonio familiar, nuestro derecho a seguir siendo productores agrícolas.

Documentado está que de aquí salieron a tomar los puentes internacionales, las casetas de cobro y los bancos; de aquí salieron a México desde Ciudad Juárez, y  a caballo,  para exigir la reactivación del campo, y lograron modificar por primera vez el presupuesto para el campo en diciembre de 1999.  En el 2001, fuimos los primeros en realizar la resistencia civil por los precios altos de la energía eléctrica  para el bombeo agrícola y luchamos con otras organizaciones  hermanas para lograr la ley de energía para el campo que establecen tarifas y precios preferenciales al diesel agropecuario y a la energía eléctrica. En el 2008, compañeros nuestros del ejido participaron en la marcha a México, en tractores, y en enero de este año participamos en la Caravana del Hambre a la Ciudad de México.

Hoy, nuestro ejido es pilar importante en la lucha por el agua, por el ordenamiento de la extracción del acuífero Flores Magón Ahumada, ante los aprovechamientos irregulares por parte de los menonitas. También estamos en la lucha para que se impida el aprovechamiento irregular del agua del río Del Carmen, y se permita que la presa Las Lajas se recargue y nos garantice el agua para los siguientes ciclos agrícolas.

Finalmente éstos son sólo algunas de las luchas importantes de nuestro pueblo. A través de los años de existencia de nuestro ejido, diferentes compañeros han luchado para lograr mejores condiciones de vida, de producción y  garantizar a las siguientes generaciones la tierra y el agua.

Así como desde hace años nuestros abuelos, padres  y hermanos mayores  se han comprometido con la defensa del ejido, se requiere que hoy continuemos con la tarea de cuidar la tierra el agua y los recursos naturales por los que vienen atrás.

Escuchemos a los ejidatarios mayores, que tienen  la experiencia de la vida, y reconozcamos que somos una comunidad  que ha salido adelante ante los problemas. Pocos ejidos tienen la organización, generaran economía y participan activamente por  la solución a sus demandas.

Si los primeros pobladores vivieron en arroyos, si nuestros abuelos y padres andaban descalzos y araban la tierra con mulas, desmontaron con picos y hachas  y nunca se rajaron; si los ejidatarios mayores participaron en mejorar las condiciones del ejido, nosotros no podemos acobardarnos, defendamos nuestra tierra, nuestra agua  y nuestros recursos, éste es el mejor tributo que les podemos brindar  a nuestros  abuelos  y a nuestros padres.

Publicado el 01 de Octubre de 2012

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