En Sao Paulo, la lucha de un barrio por el derecho a un centro cultural

Jéssica Moreira Traducción: Waldo Lao

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Sao Paulo, Brasil. Mientras mira una fotografía en blanco y negro, Francisca Cunha, de 90 años, se emociona al observar la casa donde vivió cuando apenas tenía diez años. Unos minutos después, la historia de Francisca se mezcla con la de Nair Silva, de 77 años,  quien recuerda los tiempos en que ni siquiera existía energía eléctrica en Perus, uno de los mayores barrios de la zona norte de la periferia de la capital de Sao Paulo, en Brasil.

Fue con estos recuerdos en común que diversos habitantes del barrio se reunieron en agosto, para un gran acto artístico, en favor de la memoria histórica del lugar. Hubo diversas presentaciones y exposiciones fotográficas. El evento, promovido por el grupo de teatro Pandora y la comunidad cultural Quilombaque, tuvo como objetivo rescatar la memoria y reencender la lucha por un Centro de Cultura del Trabajador, en la área donde funcionaba la antigua Compañía Brasileña de Cemento Perus Portland (CBCPP), que a pesar de estar considerada como un patrimonio histórico de la ciudad desde hace 20 años, está totalmente abandonada. De acuerdo con algunos moradores, el espacio se volvió un punto de compra, venta y consumo de drogas,  y también ha habido tentativas de violación.

 La red Nossa Sao Paulo reporta que en Perus no hay ningún centro cultural, cine, teatro, museo o unidades especiales de cultura. La  lucha por espacios culturales en Perus no es nueva. Desde la década de 1970, los habitantes piden un centro cultural, pero el gobierno municipal no ha prestado ningún interés a la demanda. Sin embargo, la población no desiste,  gracias al espíritu guerrero que habita en los vecinos, quienes protagonizaron una de las mayores huelgas del movimiento obrero brasileño, que inició el 14 de mayo de 1958, con una duración de casi siete años.

 Esta acción hizo que el barrio desconocido de la periferia paulista entrara en el escenario de luchas de un país tan grande. De 1926 a 1933 ésta fue la única fábrica de Brasil, y alimentó buena parte de la construcción civil paulista y también de otros estados. Fue el cemento producido en Perus el que permitió la construcción del Viaduto do Chá y de la biblioteca Mário de Andrade, además de la  canalización del río Tietê, algunas de las construcciones más conocidas de Sao Paulo.

 El director del grupo Pandora, Lucas Vitorino, dice que esa historia es importante porque da a las luchas actuales el ejemplo de resistencia de los trabajadores de la fábrica. “Las personas creen que utopía se volvió una palabra vieja. Creo que en esta historia existe un poco de esa voluntad de ser utópico. Hablar de la historia de la fábrica y de esa resistencia de siete años de huelga no es sólo hablar de la historia de Perus, sino de la historia de Brasil”, explica Lucas.

Ese recuerdo puede irse desmoronando tal como el edificio donde funcionaba la fábrica. Y por eso es importante la batalla de los habitantes de este barrio,  para que estos sucesos no sean olvidados y sirvan como ejemplo para los diversos sindicatos y movimientos que exigen más cultura en las periferias, no sólo de Sao Paulo, sino de toda América Latina.

 La historia de la fábrica

 La Compañía Brasileña de Cemento Perus Portland fue inaugurada en 1926 y fue una de las primeras fábricas de ese sector en el país, resultado de un consorcio entre comerciantes canadienses de Drysdale y Pease (Montreal) y brasileños relacionados con la Compañía Industrial y la carretera de fierro Perus- Pirapora.

 La fábrica transformó totalmente la historia de Perus. A partir de su fundación el barrio fue creciendo; nuevas villas fueron construidas para los funcionarios, y también la primera escuela. “Todo giraba en torno a la fábrica, inclusive la vida de los comerciantes”, cuenta Elias Aun, de 86 años, quien en esa época era comerciante de una tienda de tejidos en el barrio.

 Nace el sindicato y el concepto de no-violencia

 En ese período, mucha gente venía a vivir a Sao Paulo exclusivamente para trabajar en la fábrica,  relata Maria Rubio de Camargo, mujer jubilada, que vivió en una de las casas que había alrededor de la industria. “Mi papá fue llamado de España para trabajar como jefe-general de la fábrica. Vivía en una casa bonita”, dice Maria sobre la casa que, actualmente, está abandonada.

 Pero en 1951 hubo un cambio de gestión, el Grupo J.J. Abdalla compró el área de la fábrica, la ferrovía y las minas localizadas en Cajamar, un municipio vecino. En 1954, comenzó el movimiento sindical de Cemento Perus, basado en el concepto de “no  violencia activa”, creado por Ghandi, en la India.

 Alimentado por ese sentimiento de contestación,  en 1958 el sindicato realizó una huelga de 46 días, reivindicando reajuste salarial del 40 por ciento, aunque dijeron que aceptarían un 30 por ciento, en caso de que el precio del cemento bajara. Fue, entonces, cuando el sindicato empezó a ser conocido como “Queixadas”, por la semejanza con un tipo de puerco que, al sentirse en peligro, se agrupa, pues ellos permanecían unidos para obtener sus derechos.

 Este grupo se ganó la opinión pública con el lema: “Estamos dispuestos a ganar menos, si el precio del cemento baja”.  Después de diversas asambleas, su resistencia consiguió que finalmente consiguieran un reajuste salarial del 40 por ciento.

 La lucha por los derechos de los trabajadores

 En 1959, el Grupo Abdalla decidió despedir a 80 funcionarios que llevaban nueve años prestando sus servicios. Era una maniobra para que los empleados antiguos no consiguieran la estabilidad al completar 10 años de trabajo. Los Queixadas hasta intentaron dialogar con el entonces presidente del grupo –quien era considerado un mal patrón– para no iniciar una nueva huelga, pero el no cedió. El sindicato dio un plazo de 48 horas para el pago. En casi contrario, mil trabajadores comenzarían un nuevo paro de labores.

 Antes del plazo, el grupo Abdalla comenzó a llevar trabajadores de otras fábricas para minar la huelga. Franco Montoro, diputado en la época, consiguió dialogar con el “mal patrón”. Abdalla estaba decidido a pagar la indemnización de los despedidos. “Nuestra respuesta a la dirección de la fábrica fue categórica: no nos interesaba la indemnización, pues los despedidos habían cometido ninguna falta, queríamos que ellos volvieran servicio”, dijo quien entonces era el abogado del sindicato, Mario Carvalho de Jesus, en su libro sobre el asunto. Desde entonces, cualquier trabajador que fuera a entrar a la fábrica pasaba por la evaluación del sindicato.

 Una huelga de 7 años en plena Dictadura Militar

 La huelga de siete años inició el 14 de mayo de 1962, cuando trabajadores de la Compañía del Cemento se juntaron con otras cuatro industrias del Grupo Abdalla y decidieron reivindicar mejores condiciones de trabajo y el pago de los salarios atrasados. Pero, después de 32 días de paros, las otras fábricas llegaron  a un acuerdo con el patrón. En cambio, los funcionarios de la fábrica de Perus continuaron en la lucha por sus derechos.

 Cuando comenzó esta huelga, Sebastião de Souza Silva, de 79, apenas tenía siete meses de servicio. Luego entró al sindicato de los Queixadas. Hoy en día, él es uno de los que todavía están vivos. Y estos recuerdos se vuelven esperanzas, cuando cuenta a los habitantes más jóvenes la historia persistente de la lucha, en la que nunca se utilizó la violencia física.  Sebastião también cuenta que los comerciantes del barrio dejaron de vender alimentos a los trabajadores que estaban en huelga. Según el, muchos de ellos querían agradar al dueño de la fábrica, que tenia relaciones políticas muy fuertes en Sao Paulo.

 Muchos lugares de Sao Paulo mandaban donaciones para que los trabajadores pudieran continuar, aún con las dificultades. “Fue un problema social muy grande. Nosotros sentíamos los problemas de nuestros vecinos, del sindicato, y por eso digo que la memoria de ese pueblo debe ser reverenciada”, comentó Elias Aun, quien asegura ser  testimonio ocular de la historia porque, aun sin ser trabajador de la fábrica, vivió indirectamente la trayectoria de la huelga.

  “Decían que los Queixada eran vagabundos”

 Los Queixadas eran los trabajadores huelguistas. Los Pelegos eran aquellos que salieron de la huelga y volvieron a trabajar. Por más que los Queixadas nunca hayan llegado a la violencia física, el embate contra ellos fue inevitable. Según Sebastião, cuando la mujer de un Queixada iba a comprar un regalo, las mujeres de los pelegos comenzaban a provocarla, diciendo que ella no tenía dinero porque el marido no trabajaba. “Decían que los Queixada eran vagabundos. Una vez, una mujer dijo que quería criar a mi hijo, pues decía que nosotros no conseguiríamos criarlo”.

 Fin de la huelga

 En septiembre de 1962, los 501 trabajadores huelguistas, que eran empleados estables, es decir, que tenían al menos diez años de servicio, fueron acusados de participar en la huelga de manera ilegal. Sin utilizar jamás la violencia, el sindicato realizó hasta huelgas de hambre, pero nada sensibilizaba al patrón.

 En 1965, se realizó una de las primeras audiencias sobre el proceso de indemnización en la Justicia  del Trabajo de Sao Paulo. Y, en 1967, un  hubo un nuevo juicio y el abogado del sindicato en eaa época, Mario Carvalho de Jesus, elaboró un memorial de 164 páginas sobre el proceso y los trabajadores, quienes finalmente, recuperaron el derecho a trabajar.

 El Grupo Abdalla fue obligado a pagar los salarios con reajustes de intereses y corrección monetaria, que contaba del inicio de la huelga, en 1962, hasta la reintegración.  Pero fue hasta 1969 cuando 309 empleados huelguista volvieron al trabajo. Para entonces, muchos ya habían muerto.

 No fue hasta 1975, cuando los trabajadores recibieron la indemnización, con un valor de 18 millones de cruceros (moneda brasileña de la época), que equivalen actualmente a 65 mil reales. El pago fue hecho a la luz de las velas en la sede del sindicato, donde había una intervención militar.

 Paseata ecológica Por el fin del polvo del cemento

 Las chimeneas de la fábrica no tienen filtros, y por eso todo el polvo del cemento producido acababa siendo lanzado hacia el barrio. El polvo cubría los techos, los árboles estaban negros y la mayor parte de la población padecía enfermedades respiratorias. Fue en 1972 cuando Perus se volvió sede de una de las primeras campañas ambientales en la historia de Brasil, con el lema “el polvo del cemento aplasta la vida”.

 En la década de 1980 hubo otras huelgas. En 1986 se realizó la última huelga y el cierre definitivo de la fábrica que, en 1992 fue reconocida como patrimonio histórico. Desde entonces, la delegación no promueve ninguna acción de restauración y los Abdallas, los antiguos propietarios, nunca autorizaron a los habitantes del barrio la utilización del espacio.

 Acto artístico Cemento Perus: por un centro de cultura

 El significó retomar el movimiento en pro de un centro de cultura que evidencie la historia de los trabajadores y traiga opciones de pasatiempo para la población.

 Después de años sin haber entrado al espacio, Sebastião de Souza Silva dice que estaba en las manos de la juventud de Perus la restauración del espacio. “La transformación de la fabrica en un centro cultural va ha ser una cosa que tal vez no alcance a ver, pero mi esperanza es que mis nietos y bisnietos vean y puedan disfrutar de todo esto”.

 En la opinión del coordinador de la Comunidad Cultural Quilombaque, José Queiroz, la inversión en cultura es uno de los pilares para la transformación social de la periferia, pero es necesario crear condiciones locales y fortalecer a las organizaciones para que éstas consigan traer recursos y sustentar el circuito interno. “Solamente el arte y la cultura consiguen proporcionar al individuo la ampliación y amplificación del universo imaginario, potencializando así la creatividad y ayudando a la reducción del grado de violencia” afirma Queiroz, evidenciado la importancia de este espacio cultural para Perus.

 Desde que conoció la historia de la Compañía de Cemento, el profesor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU), de la Universidad de Sao Paulo (USP), Euler Sandeville, resolvió organizar una materia que dialogue con la Fábrica de Cemento, para colaborar en esta lucha por un espacio cultural.  “La materia forma parte del proyecto Poéticas y Conflictos en el Paisaje, que tiene por objetivo realizar clases en espacios alternativos, con la participación de grupos externos, como es el caso del movimiento en favor de la cultura”, explica. De acuerdo con Sandeville, la fábrica tiene condiciones de ser reabierta, pero debe existir un proyecto que haga eso de forma segura y bien orientada.

 «La arquitectura abriga la vida y el trabajo humano en un paisaje, y esta fábrica cumple no sólo el rescate de una memoria de trabajo, sino de los propios medios de producción del espacio urbano, dando testimonio de una fase de construcción de la ciudad. Hoy, puede ser un testimonio de las relaciones de producción de la ciudad, de un reclamo por la imaginación, el potencial educativo y la elaboración de una nueva ciudad que tome en cuenta su memoria, sus lugares y su historia”, finaliza el profesor.

   Publicado el 10 de septiembre 2012

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2 Respuestas a “En Sao Paulo, la lucha de un barrio por el derecho a un centro cultural”

  1. Geralda Ribeiro Braga

    Desde Perus, São Paulo, Brasil, dejo mis saludos y agradecimiento por este artículo tan interesante. Soy Profesora de Historia e hija de un trabajador de la Fábrica de Cemento. Mi padre, José Agostinho Maciel Braga, ya fallecido, por treinta y siete años fue enfermero en la Asistencia Médica de la fábrica, la que por muchos años ha sido el único servicio de emergencia médica de Perus.

    • QGI dit :L’imparfait? Cau employait le présent je crois. Vous voilà quittes.Et, ne vous en déplaise, les &lna;ou faits&qbsp;» sont à démontrer: la gêne du PC est d’autant moins crédible qu’il parle aussi en leur nom (bien que dans une moindre mesure).Ce n’est pas parce que de nombreux éditoriaux se permettent d’affirmer que le PC est gêné sans aucun élément étayant ces allégations que c’est un fait avéré.

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