Se llama feminicidio y sucede en Italia

Tiziana Perna Fotos: Simona Granati Traducción: Adazahira Chávez

Italia. Sabrina Blotti tenía 44 años. El 31 de mayo salió de casa para acompañar a su pequeña a la escuela y se encontró de frente con su ex novio. Él le disparó dos balazos: la mató en el portal de casa, de la mano de su niña de 5 años.

Sabrina es la número 61 en el desolador recuento de las mujeres asesinadas desde el inicio del 2012 en Italia: una cada dos días. Tanto a Sabrina como a las 60 que la han precedido, los medios de comunicación italianos le dedicaron el tratamiento habitual, superficial y morboso, concentrándose en la sangre y las lágrimas y rebajando el hecho al habitual móvil de delito pasional o arrebato de celos.

Elena Tanasa, que apenas tenía 25 años, huyó de casa para escapar de la violencia cotidiana de su compañero; estaba refugiada en casa de una amiga. El hombre derribó la puerta, la masacró a golpes y la dejó en coma. Murió después de dos días de agonía.

Por otro lado, Valerio, un joven italiano de 21 años, alcanzó a su ex novia cuando estaba en el auto; le vació encima un tanque de gasolina de tres litros y luego intentó prenderle fuego con un encendedor. El mal funcionamiento del encendedor salvó a la joven mujer.

En Italia, casi todos los días un marido, un novio o un ex asesina a su mujer o ex mujer. En el 2011, las mujeres muertas a manos de sus hombres fueron 120, dato que crece cada año.

Los números nos dicen mucho más que la simple cuestión del registro. Primero, porque podemos escribir la cifra de 120 sólo gracias a la voluntad de la Casa de las Mujeres de Boloña, que por iniciativa propia decidió recoger estos datos en su base de las noticias proporcionadas por los medios. No existe en Italia un observatorio o estudio oficial que se ocupe de sistematizar los datos sobre homicidios desagregados por género, de tal manera que cuando la Cedaw, organismo de las Naciones Unidas para la eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres, pidió oficialmente los datos a Italia en julio pasado, el gobierno italiano se vio obligado a responder que no estaba en posibilidad de ofrecer alguno porque nunca habían sido recogidos.

Los homicidios de mujeres a manos de sus hombres no son registrados como homicidios contra las mujeres, con lo que no se permite dar luz al fenómeno ni disponer de políticas de prevención adecuadas para la protección de las mujeres. Sin embargo los datos, aunque sean parciales y no tomen en cuenta lo que está oculto pero se entrevé, son alarmantes y van en constante aumento: han pasado de 85 casos en el 2005 a 120 en el 2011. Mientras en Italia disminuye progresivamente el número de homicidios, aumenta, sin embargo, el número de mujeres asesinadas, predominantemente en casa.

En Italia, el homicidio de mujeres perpetuado por personas conocidas íntimamente por la víctima es además la primera causa de muerte en las mujeres de entre los 16 y los 44 años. Los hombres mueren más por cáncer o en accidentes de tráfico. Es la casa, el ambiente familiar, el lugar más peligroso para las mujeres. El 89 por ciento de la violencia sufrida por las mujeres tiene lugar en casa, no en la calle, y a manos de hombres en su mayoría italianos, íntimamente ligados a la víctima. En el 65 por ciento de los casos mortales, el perpetrador es el marido, novio o el ex, y la causa desencadenante resulta ser casi siempre la voluntad de la mujer de escapar de una relación sentimental o de reafirmar la libertad propia en las decisiones autónomas de vida.

Los asesinos son hombres, en el 80 por ciento de los casos italianos, de cualquier edad y de cualquier estrato social. La violencia de género es un fenómeno transversal a las culturas, a las generaciones, al estatus económico; un fenómeno alarmante y que resulta ser sólo el último acto de un camino de violencia física y sicológica que sufren las mujeres. De hecho, en el 70 por ciento de los casos, las mujeres asesinadas habían denunciado o señalado anteriormente la violencia infringida por sus hombres, sin recibir la debida protección o asistencia por parte de las instituciones o de los organismos responsables.

Son homicidios anunciados y previsibles que dejan ver la inmensa soledad en la que son dejadas las mujeres tras las paredes domésticas, y nos hablan de la degradación cultural de un país todavía tan profundamente patriarcal que considera a las mujeres propiedad del hombre, sea el padre, amante o marido. Es todavía más alarmante si se considera que solamente un exiguo número de mujeres denuncia la violencia o los maltratos sufridos dentro del contexto familiar. El homicidio de una mujer no es un “incidente inesperado” ligado a un arrebato de locura, tal y como lo describen los medios masivos de comunicación, sino el episodio final de un camino de violencia física y sicológica. Muy a menudo es también un suceso premeditado y realizado, en la mayoría de los casos, con extrema violencia. Es solamente analizando los datos como podemos abandonar la imagen del suceso imprevisto y encuadrarlo como un fenómeno que tiene estructura y modalidad propia y que se llama violencia de género, fruto y resultado de una sociedad patriarcal y misógina.

La escritora feminista Diana Russell sostiene que “todas las sociedades patriarcales han usado –y siguen usando- el feminicidio como forma de castigo y de control social sobre las mujeres”. La relación hombre-mujer es todavía hoy una relación connotada por la violencia y por el abuso, aún si no necesariamente se trata de una violencia física manifiesta.

Estos datos, aunque sean tan graves y alarmantes, se refieren solamente a los homicidios de mujeres, pero todavía más vasto es el infierno de golpes, violencias sexuales y torturas sicológicas que aún sufren las mujeres todos los días en Italia. Lo dicen los datos del Centro Antiviolencia, que denuncian la falta de recursos y de estructuras de protección para acoger a las mujeres maltratadas. Hay lugares gestionados por mujeres que cada día, gracias a su pasión y generosidad, salvan la vida de otras mujeres, en medio del silencio, la falta de recursos, la indiferencia de la política italiana.

Canadá, con 30 millones de habitantes, tiene 430 casas refugio; Italia, con 60 millones de habitantes, tiene cien centros antiviolencia y 40 casas refugio, y aquellas que existen están siempre al borde de la clausura por falta de fondos. El otro dato desalentador es la casi total ausencia de políticas de prevención como campañas culturales y de sensibilización, así como proyectos educativos en las escuelas, también son llevadas adelante por asociaciones de mujeres y grupos feministas que obstinadamente siguen trabajando, sobre todo con las jóvenes generaciones, para contarles, por ejemplo, de María, que quedó desfigurada por el ácido que le arrojó en el rostro su marido. No es en Kabul, sino en Italia.

i El original en italiano es “violenza agita”, que se refiere un acto grave de agresión, la mayoría de las veces físico y que puede llegar a la muerte. La traducción literal sería “violencia actuada”. Se puede enmarcar en el ciclo de violencia tensión-explosión-reconciliación.

Publicado el 2 de julio 2012

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