Caperucita Roja ya tiene perfil en Facebook

Rodolfo Romero Reyes

La ola de protestas desatadas a inicios de 2011 en los países de África del Norte y el Medio Oriente, estuvo ampliamente mediada por el uso de nuevas tecnologías. Según el periodista y corresponsal de Telesur en Libia, Rolando Segura: “previo a los acontecimientos se distribuyeron en la población y de forma gratuita miles de celulares marca Thuraya”. Artículos de analistas internacionales confirman que estos teléfonos fueron utilizados para garantizar las comunicaciones OTAN-fuerzas insurgentes del Consejo Nacional de Transición (CNT) y para los ataques aéreos de los aliados. Para completar el escenario, uno de los captores de Muamar Al Gaddafi contó que el líder libio disponía de un teléfono satelital en el momento de su captura.

La Habana, Cuba. Había una vez una niña muy bonita a la que todo el mundo llamaba Caperucita Roja. Su madre le había regalado una laptop y después de mil gestiones la niña pudo conectarse a Internet. Empezó con un correo en Yahoo, después emigró para Gmail y terminó abriéndose una cuenta en Facebook.

Un día mientras revisaba sus notificaciones, leyó que su abuela estaba enferma. Decidió visitarla y llevarle unos pasteles. La niña sabía que el bosque era muy peligroso porque por allí merodeaba el lobo.

Caperucita no aceptaba la idea de ir por el camino más largo. Utilizó su chat para convocar a amigas y amigos para que fuesen con ella y así enfrentar su miedo. Entró a Twitter para leer las últimas actualizaciones del lobo y prever su próximo paso. Después de tomar todas las precauciones salió rumbo a casa de su abuela.

La niña ignoraba que los servidores de Internet y todos los satélites que permitían la conexión en el bosque estaban en casa del lobo. Desde allí y con solo oprimir una tecla, el temible mamífero podía tener el control de todos los planes de Caperucita. Por eso esta vez el lobo no la espero en el bosque, salió directo y disfrazado para casa de su abuela mientras repetía su consigna: “Para comerte mejor”.

A 305 años de que Charles Perrault recogiera en la literatura este cuento transmitido de forma oral de generación en generación, un nuevo escenario rodea los cuentos de hadas con que crecen las niñas y los niños de hoy. En un mundo vigilado por las nuevas tecnologías, Caperucita podría preguntar: ¿Internet es amiga o enemiga?

Al principio la batalla era por lograr evadir la brecha tecnológica y estar entre los “conectados”. Ahora la conectividad aumenta, pero sólo un pequeño grupo decide cuáles son los contenidos que otros debemos consumir. ¿Qué hacer ante esta situación que nos sitúa en el terreno de los dominados?

Algunos han huido de Internet en señal de protesta. Otros han decidido enfrentar los poderes hegemónicos que en ella se desarrollan desde posturas “indignadas” y revolucionarias.

Felicidades para aquellas y aquellos que decidieron dejar a un lado los componentes lúdicos y recreativos de la web para ser activistas “on line”. Pero no es suficiente. La ausencia de estrategias en estos nuevos escenarios ha golpeado fuertemente a los movimientos de izquierda. El sector estudiantil quizás ha sido entre los primeros en utilizar las nuevas tecnologías como herramientas de movilización y comunicación alternativa. Amén de las experiencias positivas, es necesario dejar a un lado individualismos y espíritus competitivos y luchar desde Internet para que en este mundo cada vez sean menos las personas excluidas.

En busca de opciones

¿Cómo participamos en las redes sociales? ¿Cómo llenamos el universo digital de sentidos políticos? La propuesta de crear ciberguerrillas parece una de las más pertinentes. Las conquistas alcanzadas en el ciberespacio por el movimiento zapatista en México y la reciente ola de “indignados” y “ocupys” convocados vía Twitter, blogs y Facebook, son una fuente de inspiración revolucionaria.

Sin embargo, para crear estas ciberguerrillas algunos movimientos de izquierda han decidido implementar desafortunados cursos de aprendizaje técnico cuyo fin último es que cada participante egrese con un blog en el que duplique y repique mensajes de izquierda. La mayoría de estos resultados son sitios digitales sin atractivo, carentes de creatividad y repetidores de discursos arcaicos.

No basta con una intención política antihegemónica, es necesario también diseñar estrategias de formación, que van mucho más allá de conocer o “dominar” determinada herramienta tecnológica. Habría que preguntarse si hoy las universidades facilitan espacios de aprendizaje de nuevas tecnologías o por el contrario, reproducen lógicas de educación bancaria, unidireccionales, verticalistas y poco participativas en los espacios digitales.

Creo que la concepción y la metodología de la Educación Popular, enriquecida desde Pablo Freire hasta hoy, han dado algunas luces de cómo invertir estas lógicas en pos del diálogo y la participación de sujetos sociales capaces de transformar esta realidad. El reto está ahora en adaptar esas lógicas metodológicas al escenario web.

No se necesitan hombres y mujeres que llenen de consignas revolucionarias las páginas de Internet. ¿Acaso hemos escuchado alguna intervención de Bill Gates, o leído una promoción de McDonald’s, donde se den Vivas al capitalismo? No, ellos reproducen su sistema con lógicas que la mayoría de las veces pasan desapercibidas.

Un blog de un joven chileno que cuente su día a día en las protestas estudiantiles o los mensajes de Twitter de un médico cubano que cumple misión en otro país, proclaman más revolución que cien pancartas en rojo y negro.

Escribo estas líneas y pienso en la cuenta de Twitter del presidente venezolano Hugo Chávez (@chavezcandanga). Millones de venezolanos con solo teclear 120 caracteres pueden hacer llegar su mensaje al presidente y contarle su realidad sin intermediarios. Este es el lado bueno de las nuevas tecnologías, un lado bueno que debemos saber aprovechar.

La izquierda y el movimiento estudiantil deben unirse de una vez. Todavía hoy seguimos enfrascados en limitarnos a defender nuestro grupo, nuestro blog o nuestra comunidad. Ese pensamiento “de parcelas” debe desaparecer. Debemos dejar de competir entre nosotros mismos y crear nuevas y colectivas iniciativas de resistencia. Hagamos proyectos de identidad desde la web, multipliquemos los blogs comunitarios y vayamos etiquetando algunas recetas que nos permitan ser más activos en Internet. Yo por mi parte comparto las mías; algo así como unas “acciones urgentes” para empezar:

-Cargar de sentidos políticos nuestras prácticas en la web. No podemos ser ingenuos; allí también se reproducen ideologías.

-Promover los espacios de empoderamiento ciudadano: hombres y mujeres capaces de pensar por ellos mismos y usar las nuevas tecnologías como amplificadores de sus voces. Es necesario saber qué poderes enfrentamos y qué poder queremos instaurar.

-Producir eventos fuera de la web. La revolución se puede organizar en Twitter pero se gana en la calle. Facebook no puede ser un muro de lamentaciones, hay que impulsar causas, movimientos, iniciativas de transformación social.

-Incentivar una comunicación dialógica. No queremos sitios que nos digan, sino espacios digitales que nos permitan decir, decidir, participar en el sentido más amplio de la palabra.

-Crear y articular redes progresistas capaces de transformar la sociedad actual. ¿Hasta cuando les vamos a permitir a “los malos” decidir por nosotros?

El escenario es complejo, y complejo tiene que ser nuestro accionar. Cuando pequeños éramos inocentes y creíamos en la magia de los cuentos infantiles. Nos emocionábamos cuando venía un leñador y de un “tajazo” abría con su hacha la barriga del lobo y salvaba a la Caperucita y a su abuela.

Aunque ya tengo 24 años, soy un utópico-soñador. Sé que las hachas afiladas están a nuestro alcance, confío en que son muchos los leñadores que habitan nuestros bosques y creo firmemente que debemos y estamos en la obligación de formar Caperucitas Rojas preparadas para subvertir por ellas mismas los poderes que hegemónicamente se posicionan en la red.

Tengo una última convicción: el lobo no es tan fiero como lo pintan.

Publicado el 4 de junio 2012

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