Kukutza, un paradigma de organización popular de los jóvenes vascos

Carlos Aznárez

País Vasco. Kukutza

País Vasco. El día en que se escriba la historia de la victoria del pueblo vasco sobre sus invasores y colonizadores (todo llegará), la juventud tendrá un lugar preponderante en todo lo que ha sido este largo período de resistencias. No en vano, el aparato represivo de los Estados español y francés se ha cebado con ellos y ellas, les han perseguido, detenido, torturado, asesinado, desterrado. Sin embargo, l@s jóvenes vascos no cejan en su idea de darlo vuelta todo, de generar espacios de libertad, de entretejer solidaridades.

En ese sentido, allí están las experiencias militantes de quienes forjaron organizaciones multitudinarias como Jarrai (“Seguir”, en euskera), gestores de una intensa actividad política, formativa, a veces también de diversión y siempre de confraternidad. Formaban parte del Movimiento de Liberación Nacional Vasco y fueron parte de la primera línea que luchó por la autodeterminación, por una Euskal Herria independiente y socialista. Por eso mismo, muchos de ellos y ellas fueron a dar con sus huesos en la cárcel y otros debieron afrontar los peligros de la clandestinidad.  Los jueces más ponderados (en lo represivo) del Estado Español, como Baltazar Garzón, ilegalizaron Jarrai y con ello pretendieron acabar con la “insurrección juvenil ligada a ETA”, como les gusta sermonear.

Como es habitual en el País Vasco, enseguida otros jóvenes -o los mismos pero que no habían sido detenidos- conformaron Haika (“De pie”), fusión de Jarrai y Gazteriak[1] y definida como una organización juvenil vasca, independentista, socialista, revolucionaria e internacionalista. Pronto corrió la misma suerte que las anteriores, con su dirigencia detenida y muchos de los jóvenes huidos y viviendo en la clandestinidad para no terminar torturados en un calabozo. Entonces se creó Segi (“Continuar”), que llegó a reunir a decenas de miles de chavales en actividades políticas, a las que la Guardia Civil española y las otras policías que pululan por Euskal Herria trataban de quebrar y disolver a punta de razzias, detenciones masivas y allanamientos.

Pero “Segi” también fue prohibida y toda su dirección enjuiciada y condenada a muchos años de prisión, aunque esta vez no hubo necesidad de buscar un nuevo nombre: desde la ilegalidad se siguieron desarrollando acciones reivindicativas, desde las que trataban sobre lo propio que afecta a la juventud (falta de trabajo, de vivienda, etc.) hasta las de exigir amnistía para las más de 700 presas y presos políticos vascos, o las de generar matxinadas (revueltas) contra el recorte de las libertades democráticas que afectan a toda la sociedad vasca.

Además de estos nucleamientos de militancia juvenil, hay otros escenarios que tienen que ver con temas más locales, barriales o sindicales donde, partiendo de la misma idea de enfrentar las injusticias, se van construyendo espacios alternativos de poder popular. Una de esas experiencias es la que desarrollan los Gaztetxes o Centros Sociales okupados y autogestionados; existen por toda la geografía vasca y, debido a sus características asamblearias y contestatarias al discurso de las “sacrosantas instituciones”, generan casi siempre respuestas represivas. Precisamente de eso y de una lucha de muchos años por sostener uno de los Gaztetxes más emblemáticos estamos hablando cuando se menciona el nombre de Kukutza.

Una historia de sueños a realizar

 

Kukutza nació como una necesidad de los vecinos de un barrio de Bilbao, Errekalde, que a lo largo de su historia siempre tuvo dinámicas experiencias asociativas. En este caso, la Asociación de Familias de Errekalde buscaba –con posterioridad a la tremendas inundaciones de 1983 que arrasaron Bilbao- reconstruir los sitios que la tromba de agua había destruido. Obviamente, lo primero fue la reparación de viviendas anegadas y rehabilitación de escuelas, centros de salud y otras instituciones vecinales afectadas. Para ello, como casi siempre, lo más importante fue la solidaridad entre los vecinos y no las ayudas que prometían los políticos. En todas esas acciones reparadoras, los jóvenes jugaron un papel fundamental y construyeron así lazos indestructibles con la vecindad de Errekalde.

Años después, tras buscar varias fórmulas para tener espacios que sirvieran específicamente a la juventud, un grupo de chicos y chicas decidieron okupar un edificio al que limpiaron y repararon y en el que, finalmente,  empezaron a desarrollar actividades varias, entre lúdicas e informativas. Desde el comienzo el gobierno local, vinculado a la burguesía vasca (Partido Nacionalista Vasco, PNV), vio con malos ojos esa iniciativa y al tiempo, luego de choques represivos con los jóvenes, derribaron el edificio con todo y lo que allí se había levantado para desarrollar actividades. Así caía el Kukutza I.

Al tiempo, en mayo de 1998 y cumpliendo la consigna de los okupas que advierte “ante cada edificio desalojado, una nueva okupación”, nació Kukutza II. Se repitió la experiencia pero esta vez duró muy poco tiempo porque que el Ayuntamiento bilbaíno les obligó a desalojarlo por “razones de seguridad”, ya que en el lugar se almacenaban toneles de cianuro. Esa fue la excusa porque de “velar por la seguridad de los jóvenes” nada de nada, ya que ese veneno estaba allí diez años atrás y aún hoy, con todo el camino recorrido, el lugar sigue intacto, abandonado y con el cianuro sin retirar.

Es por ello que, ante esta nueva agresión gubernamental, los jóvenes de Errekalde volvieron a okupar. Esta vez fue en agosto del 98; el edificio consagrado como Kukutza III pertenecía a una fábrica de varias plantas abandonada, donde en su momento se había descubierto el mayor alijo de cocaína de la historia de Bizkaia[2].

El colectivo de jóvenes que habían participado en las anteriores okupaciones, más otros que se fueron sumando, recuerdan hoy que aquel sitio era –como es habitual- un lugar destruido, infectado de ratas y con múltiples dificultades para repararlo.

Sin embargo, el entusiasmo de hacerse con un sitio donde por sus dimensiones (6 mil metros cuadrados) se facilitaría el cumplir con buena parte de los sueños que todos y todas albergaban fue suficiente acicate para levantar, poco a poco, uno de los Gaztetxes mejor equipados de Euskal Herria.

El barrio entero se volcó a apoyar a esos empeñosos muchachos y muchachas que, sacando tiempo de sus estudios y trabajos, cambiaron el cableado, pintaron, pusieron cemento o madera donde había escombros, desinfectaron piso por piso y se fueron dando cuenta de que esta vez no se trataba de un simple “Gaztetxe de resistencia” sino algo “más estable”, con todas las comillas que hicieran falta.

Y así fueron corriendo los años, y Kukutza III se fue convirtiendo en “el lugar” donde los jóvenes y los más veteranos del barrio encontraban todo lo que necesitaban.

En una de las plantas funcionaba una “tienda Americana” donde la gente llevaba la ropa que ya no usaba, otros iban a buscar lo que no tenían y utilizaban el trueque para quedarse con tal o cual prenda. También había un teatro con medidas que se adaptaban a las necesidades de la obra que se presentara. Allí, a cargo de una de las integrantes del Gaztetxe, se dictaban talleres varios y cursos de expresión. Por supuesto que no podía faltar un comedor vegetariano. “Comida sana en un mundo macdonaldizado es algo que no se encuentra todos los días”, sugería uno de los carteles del local, que se había convertido también en un punto de encuentro de comensales varios que, después de abonar precios muy módicos, lavaban sus propios platos.

También funcionaban talleres de trapecio, de malabares y se dictaban enseñanzas de las múltiples actividades que habitan en un circo. Allí en Kukutza se realizó el Festival Internacional de Circo y otro encuentro similar de malabares.

Espacio de títeres, gimnasio para niños, jóvenes y veteranos, danzas, un rocódromo en la planta alta (donde sobre una pared se fijaron topes para practicar escalamiento de montañas), una sala de conciertos donde el año pasado se realizó el Gazte Eguna o Día de la Juventud, en el que más de diez mil jóvenes llenaron el edificio y participaron de decenas de actividades más un concierto masivo. Todo ello también era Kukutza. Pero no sólo: había una Biblioteca armada libro a libro y en la que los domingos, mientras muchos se ocupaban del fútbol, se hacían veladas de poesía. era habitual sentir las risas de los niños y adolescentes que disfrutaban con la escuela de payasos, o ver a las señoras del barrio que poblaban los talleres de plantas medicinales mientras otros rudos vecinos aprendían electricidad o mecánica de coche.

Todo lo que se montaba y programaba era producto de la discusión semanal asamblearia donde uno de los colectivos referentes del Gaztetxe, el “Koblakari”, participaba de igual a igual con cada uno de los grupos que sostenían el local. “Nadie puede utilizar al Gaztetxe para enriquecerse”, sostenían la mayoría de los jóvenes participantes, y por eso cada una de las actividades que reportaban algún beneficio económico servía para derivar el mismo a efectos de seguir construyendo o reparando el espacio comunitario.

Pero un buen día el cielo de Kukutza comenzó a ensombrecerse. El Ayuntamiento, comandado por el alcalde elitista y fascistoide Iñaki Azkuna, empezó a hacer ladrar a sus perros y sonaron las alarmas en el barrio de Errekalde. Todo indicaba que esta vez, después de 13 años de vida, Kukutza corría peligro.

Al parecer, una constructora de viviendas privadas le había puesto el ojo al local y comenzó a relamerse a sabiendas de que tenían “un alcalde amigo” que les ayudaría en la “gestión” de echar a la calle a esos “sucios, revoltosos y pichones de etarras”, como le gusta a la derecha financiera y monárquica (aunque sociata[3]) definir a los okupas.

Los jóvenes advirtieron que resistirían cualquier intento de desalojo, montaron espectáculos extras, hicieron videos y lipdubs[4], convocaron a firmar pliegos petitorios con miles de adhesiones y, por si las dudas, se prepararon para la más dura de las hipótesis. Sin embargo, una madrugada cientos de policías armados hasta los dientes y ayudados por una tanqueta que destruyó la puerta del edificio, un helicóptero y decenas de perros, invadieron cual jauría humana la paz de Kukutza, golpearon a sus defensores, que pelearon cuerpo a cuerpo con los uniformados, y finalmente los detuvieron.

Pero Euskal Herria tiene fama de no rendirse jamás frente a la prepotencia de los que intentan amordazarla y es por eso que, a las dos horas de que ocurrieran estos hechos, más de siete mil jóvenes (convocados boca a boca) salieron a la calle, marcharon con sus banderas y enfrentaron la prepotencia policial gritando “Kukutza no se cierra” o “Todos somos Kukutza”, que era como decir: “Patria o muerte, venceremos”.

Fue tal la reacción popular y el apoyo de las organizaciones políticas y sindicales, muchas de ellas ligadas al independentismo vasco, que una jueza decidió suspender la demolición que ya estaba en marcha. La “victoria” duró poco ya que 48 horas después, mientras se repetían escenas de batalla campal en las más importantes calles de Bilbao, una gigantesca grúa echó abajo el edificio, destruyó piso por piso y arrasó con todo lo maravilloso que en ellos funcionaba y que fue montado con esfuerzo y generosidad por un montón de adolescentes y jóvenes, gente infinitamente más libre que aquellos carcamales “que viven reivindicando la democracia y sus malditas instituciones”, a decir de uno de los resistentes.

Kukutza III ya no existe físicamente pero un hermano menor ha sido okupado estos días en Donosti/San Sebastián, y no hay dudas de que, le guste o no al alcalde españolista del PNV o a los encorbatados funcionarios del PSOE[5] que pretenden convertir Bilbao en un sitio de turistas de clases acomodadas, cuando menos se lo imaginen les crecerá bulliciosamente el Kukutza IV que los vecinos de ese barrio peleón de Errekalde necesitan.

Mientras ese tiempo llega no hay fin de semana en que no que se produzca una manifestación o una actividad reivindicando al Gaztetxe derribado. La juventud vasca sabe que defendiendo sus espacios irá ganando poco a poco la batalla que les permita autodeterminarse. En función de eso, y por lealtad y homenaje a aquellos que a lo largo de este medio siglo lucharon por todas las vías posibles para ser libres, nadie piensa en retroceder un paso “ni para tomar impulso”, como diría un sandinista.

Publicado el 01 de Noviembre de 2011

 


[1] Organización juvenil abertzale (nacionalista de izquierdas) en el País Vasco Francés. N. del E.

[2] Vizcaya, en euskera. N. del E.

[3] Término coloquial con connotación despectiva que se refiere principalmente a los cuadros del Partido Socialista Obrero Español, actualmente gobernante en el Estado Español y en el País Vasco. N. del E.

[4] Videos musicales con doblaje de labios (http://es.wikipedia.org/wiki/Lipdub) N. del E.

[5] Partido Socialista Obrero Español, N. del E.

Este material periodístico es de libre acceso y reproducción. No está financiado por Nestlé ni por Monsanto. Desinformémonos no depende de ellas ni de otras como ellas, pero si de ti. Apoya el periodismo independiente. Es tuyo.

Otras noticias de España   Geografía   País Vasco   Reportajes  

Dejar una Respuesta