La lucha antinuclear en México

Paulina Santibáñez

Xalapa, Veracruz. Con el reciente accidente en la planta nuclear de Fukushima, en Japón, el debate académico sobre el uso de energía nuclear se reavivó en México. La planta nuclear de Laguna Verde, ubicada en Xalapa, Veracruz volvió a tomar un lugar importante en la opinión pública.

“Estamos observando nuevamente una respuesta en la población y en los medios respecto a este tema”, comenta Claudia Gutiérrez de Vivanco, líder y representante de la organización antinuclear Madres Veracruzanas.

Desde que Laguna Verde opera en el país, Madres Veracruzanas ha denunciado múltiples irregularidades en sus procedimientos. Sin embargo, a pesar de haber presentado pruebas contundentes al gobierno, sus voces no han sido escuchadas. Casi dos décadas después de iniciada su lucha, estas activistas se mantienen en pie evidenciando que el proyecto nuclear en México, que el gobierno hace pasar por “modernizador”, en realidad representa un enorme peligro para la ecología y la vida humana del país.

La construcción de la central nuclear Laguna Verde, en el municipio Alto Lucero, Veracruz, comenzó en octubre de 1976. Para entonces, las primeras manifestaciones de oposición ya habían brotado por parte de grupos ambientalistas y habitantes de la zona, quienes afirmaban que dicha planta tendría un impacto negativo sobre el entorno natural y la salud. A pesar de las múltiples expresiones públicas de resistencia, y sin escuchar las preocupaciones de los posibles afectados, la construcción fue concluida a finales de los años ochenta.

En enero de 1987, activistas, ecologistas y pobladores de la región se agruparon para manifestar su descontento hacia el proyecto nuclear impulsado por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Ese día, diez mil personas participaron en la clausura simbólica de la planta, entre ellas la actriz y activista mexicana Ofelia Medina.

Madres Veracruzanas, luchadoras incansables

En febrero de ese mismo año se conformó el grupo antinuclear más importante del país: las Madres Veracruzanas. Desde que la planta comenzó a funcionar, este grupo alzó la voz para alertar sobre el riesgo que representaba para la salud humana y la ecología.

“Nos organizamos a partir de una inquietud surgida por el accidente de Chernóbil, ocurrido un año antes, en 1986. La gente hablaba del impacto del desastre en diferentes escenarios como el social, educativo y laboral, y la prensa continuamente señalaba los riesgos del uso de la energía nuclear –explica  Claudia Gutiérrez. Ante este ambiente, cuatro mujeres que no nos conocíamos pero que teníamos referencias mutuas sobre nuestro interés por evitar que Laguna Verde operara, decidimos reunirnos. En esta primera reunión, acordamos convocar a la población de Jalapa y sobre todo a las madres de familia para ofrecerles una charla de difusión sobre los pros y contras del uso de la energía nuclear”.

Diversos medios de comunicación (como El Diario de Xalapa o la revista El Jarocho Verde) difundieron las denuncias del grupo, que pronto contó con más de 30 miembros. “En un inicio la respuesta ciudadana fue intensa. Sin embargo, con el tiempo la participación se redujo a casi nada; al parecer sucedió el fenómeno de ‘acostumbrarse al riesgo’”, añade Claudia.

A pesar de que la participación social fue mínima durante muchos años, las Madres Veracruzanas nunca bajaron la guardia. Desde hace casi 25 años acuden sin falta cada sábado, de medio día  a una de la tarde, a Plaza Lerdo, en Xalapa. Allí sostienen durante varias horas un par de mantas en las que se lee “Madres Veracruzanas firmes contra Laguna Verde desde 1987” y “¿La última prueba que se requiere es el accidente nuclear?”

Mucha gente pasa de largo, algunos curiosos se acercan a preguntar. Y ellas, pacientes, siempre explican por qué exigen el cierre definitivo de la planta nuclear, y describen una y otra vez el enorme riesgo al que se ve expuesta la población con el funcionamiento de la misma. “Buscamos estrategias diferentes para sensibilizar a la población y a las autoridades. Son 19 años de sostener económica y  anímicamente un movimiento que parece ser interminable”, escribió en 2006 Mirna Alicia Benítez Juárez, integrante del grupo.

Un proyecto tambaleante

Pero, ¿por qué tanto rechazo hacia un proyecto que implica una reducción de emisiones contaminantes, generación de empleos y un “gran paso hacia la modernización del país”?

Por dos grandes motivos. El primero, que es inherente al funcionamiento de todas las centrales nucleares del mundo, sin importar su nivel de seguridad: siempre existe el riesgo de que ocurra un accidente que engendre consecuencias fatales. “Podemos afirmar que al ocurrir una eventualidad de este tipo, las personas que viven alrededor de la planta ¡pueden perderlo todo! Su salud, su patrimonio e incluso la vida. En este respecto, hay que decir que, según el artículo 11 de la Ley Reglamentaria Constitucional en Materia Nuclear, la Central Nuclear Laguna Verde no se hace responsable de indemnizar a la población si la causa del accidente tuvo que ver con un desastre natural (como sucedió en Fukushima,  en donde el desastre fue generado por un sismo)”. Cabe mencionar que la planta se encuentra erigida en una zona sísmica.

Si a lo anterior se añaden las pésimas condiciones de funcionamiento de Laguna Verde, según afirman múltiples denuncias, entonces el riesgo de un accidente nuclear se eleva exponencialmente. Varios especialistas, entre ellos Bernardo Salas Mar, físico de la UNAM que trabajó durante muchos años en la planta y quien fue despedido por evidenciar actos de corrupción dentro de la misma, han denunciado reiteradamente las irregularidades bajo las que opera la central. Con el apoyo de organismos internacionales como Greenpeace, han evidenciado (pruebas en mano, como el famoso documento de la WANO) que a las instalaciones de la central no se les proporciona mantenimiento adecuado y que el personal no se encuentra capacitado para hacer frente a emergencias.

El segundo motivo por el cual las Madres Veracruzanas se oponen al proyecto nuclear en el país: aunque no ocurra un accidente aparatoso, las centrales de este tipo producen constantemente desechos tóxicos. “Todas las plantas nucleares contaminan en operación normal, generando emisiones radiactivas a pequeña escala, que se acumulan y se vierten sobre pastizales y animales. Esta situación conlleva un lento, silencioso e invisible mecanismo de afectación a la salud, traduciéndose en diferentes trastornos: cáncer, leucemia, y malformaciones congénitas, entre otras. Como todas las plantas nucleares que existen, la de Laguna Verde no sólo representa un riesgo para la vida local, sino también para la vida nacional y el planeta. La radioactividad no respeta fronteras, y lo que suceda aquí repercutirá más allá de las fronteras tarde o temprano”, comenta Claudia Gutiérrez.

Otra gran limitación de las centrales nucleares consiste en que aún no se ha ideado una solución al problema de los desechos radioactivos, que tienen una vida activa de miles de años; tan sólo el plutonio (Pu239), elemento utilizado como combustible nuclear, permanece activo durante 24 mil años.

Al parecer, Laguna Verde ha encontrado una “solución” a este problema: para deshacerse de los residuos generados en la planta, los ha descargado sobre el mar y lagos cercanos en más de una ocasión.

En diciembre de 1989, pescadores de la zona donde se ubica la central denunciaron que personal de ésta vertió 130 mil litros de agua radioactiva en un lago cercano, generando con ello una baja en la producción de camarón.

Asimismo,  denuncian las Madres Veracruzanas, el 19 de abril de 1993 trabajadores de la central declararon a los medios de comunicación que fueron arrojados cinco millones de litros de agua contaminada al mar poco antes de Semana Santa, por órdenes del entonces director Rafael Fernández de la Garza. Esto, explican, sucedió ya que el 10 de marzo anterior se introdujo agua de mar en las tuberías, llenando los tanques de almacenamiento.

Los ejemplos de prácticas irregulares llevadas a cabo en la central sobran. Las Madres Veracruzanas, junto con otras organizaciones, también han puesto de manifiesto la quema de basura radioactiva a cielo abierto (suceso documentado por el Diario de Xalapa en 1991).

Algunos gobernantes han fingido prestar oídos a las demandas de estas mujeres. Preocupadas por la salud de sus hijos y nietos, así como por el entorno en que les tocará vivir, ellas han solicitado incontables veces a las autoridades que se lleve a cabo una revisión profunda de la planta. Carlos Salinas de Gortari decidió recibirlas y les prometió que ordenaría una auditoría imparcial para determinar si la planta debía clausurarse. Sin embargo, para realizar dicho procedimiento designó a Manuel López Rodríguez, promotor de la energía nuclear en España y amigo de Juan Eibenschutz, entonces director general de la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardias (organismo impulsor de Laguna Verde). López Rodríguez también mantenía una relación con Hidroeléctrica Española, S.A., una de las empresas contratistas de dicha central. El veredicto era predecible: Laguna Verde fue declarada por él y su equipo totalmente segura para su operación.

“Con la salud de nuestros hijos no hay componendas”

Las Madres Veracruzanas, con entereza y perseverancia, no se cansan de difundir los riesgos que implica el proyecto nuclear en México, y no se han acobardado ante las intimidaciones de las que han sido objeto. Su consigna es y será la misma que hace veinte años: “Solicitamos el cierre definitivo de la Central Nuclear de Laguna Verde”. Que su mensaje se difunda y se unan a ellas más voces es, sin exagerar, un asunto de vida o muerte.

Publicado el 01 de Junio de 2011

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