Un paseo por La Habana

Texto y fotos: Melchor López Hernández

La Habana, Cuba. Ella “quisiera encontrar un hombre de buenos sentimientos, sin ningún tipo de vicio católico —se escucha en Radio Rebelde, en La Habana, Cuba-. Ella es de piel blanca, ojos verdes, pelo negro corto y no es tan alta, término medio. Tiene 46 años. Es ama de casa. Espera un hombre blanco o trigueño”. Así lee el mensaje la conductora de la estación de radio, en la que se ancla la esperanza de una cubana por conseguir pareja. El mensaje concluye e inicia una rolita de tierno-amor entintada con melancolía y dolor. La rola es de José José, cantante mexicano.

Son las 23:20 horas.

Reinicia la presentación de la estación de radio. Y ahora le corresponde la lectura de una de las diez cartas enviadas por Osvel. Casi, casi se dicta la dirección de su domicilio. Él vive en Villa Clara. Con voz aterciopelada se escucha “Los amigos del amor y la amistad”. Y aparece el espectro de voz de la locutora que le pone caché al leer la carta de Osvel: “Busco pareja. Sólo quiero con chicos. Soy homosexual. Sincero. Necesito una relación de pareja en la que principalmente predomine el amor, el apoyo, la confianza y seguridad. Escríbanme sólo chicos. Entre 18 y 40 años. Deben ser de piel blanca, trigueños o mulatos; sin vicios. Románticos, comprensivos, con buenas intensiones”.

Y continúa el trozo de micro-biografía de Osvel: “Ojos pardos. 53 kilogramos de peso. Escribo cartas, leo, me gusta ir a bailar y asistir a fiestas, y salir a la playa”. Él se divierte sanamente. Le gusta cocinar. “Cocino bien”, remata este pedazo de programa donde se entreteje la esperanza con la voz y el deseo; la ilusión de estar entre-enamorado-de-un-otro-un-don-nadie-que-esté-a-mi-lado y poder destazar juntos la soledad que pica, que taladra, que no deja caminar con la soledad por el Malecón entre la oscuridad.

La lectura de la carta/mensaje se desvanece para dar luz a “Yo soy un hombre sincero…” de Pablo Milanés.

Un amigo está buscando su media naranja. Es Vladimir, de 40 años. En el 8-3-3-3-5-6-7 recibe llamadas de mujeres. Es de Santiago de Cuba. “Salud para usted y su familia. Para mí, usted es como una madre-abuela”, le implora a la conductora que acumula las soledades que se filtran por las cartas recibidas.

“Piensa en todo lo que deseas y lo obtendrás” se escucha… y se despide momentáneamente la conductora; y una timba cubana prende el fogón de los radioescuchas.

Ya es cerca de medianoche en uno de los últimos días de enero. Y la figura/imagen de José Martí deambula por miles de cubanos; muchos jóvenes concentrados el 27 de enero en la universidad de La Habana para gritar a todo pulmón vivas a la revolución cubana, a sus mártires, a sus apóstoles antes de iniciar “La marcha de las antorchas”, para conmemorar el natalicio del apóstol Martí.

A dos o tres cuadras del malecón, a unos pasos del hotel Vedado, entre solares que casi se caen por no tener remodelación, entre balcones/calles estrechas suenan los Van Van y más adelante, con la misma fuerza, el reggaetón; música de moda entre los estudiantes preuniversitarios que sienten/traen en las venas: “Lo mío, lo verdaderamente mío, es el reggaeton”, machaca con amplia sonrisa una alumna que anhela estudiar Letras. Ella formó parte del gran río de gente/jóvenes/estudiantes, que transitaron/marcharon por Centro-Habana para conmemorar al pensador José Martí.

Pero para Ana Lilia, Deysi, Rosa, Leydis, las vivas a Martí y a la revolución cubana no están en su estuche existencial. Ellas, mulatas, altivas, seguras, de lenguaje directo, observan la obscuridad que trajo la noche cubana. Están a unos metros de la entrada de La casa de la música, centro de reunión para bailar lo que prende, lo que está en el carril de la moda. Esa noche es de son/timba/salsa cubana entrelazado con reggaetón para prender el fogón. Esa noche, desde lejos Shangó, dios machín-todo-poderoso del fuego, dueño del rayo, el trueno, los tambores y la adivinación… sólo observaba.

De repente Deysi se aparta de Lilia, Rosa y Leydis. Deysi baila con su imaginación de frente a alguien que ponga una chela/Bukanero en la mesa para compartir/repartir el meneo del cuerpo. En esta ocasión ella regresa con Lilia, Rosa, Leydis. Comenta algo. Saca de su bolsa lápiz-labial. Lo usa, con elegancia. Toma un espejo. Se ve. Sabe que habrá otra oportunidad para despedazar la esperanza.

Un músico de la academia cubana, después de su concierto/baile, soltó de la salsa cubana con reggaetón: “Nos apropiamos de ese ritmo porque atendemos a la petición de nuestro público. Y si piden reggaetón, pues, lo tocamos”. Y allí van los timbales y la clave para después dar juego a la cadencia que abre paso al perreo. “Perreáme papi, perréame, mami”.

Ana Lilia, Deysi, Rosa, Leydis… llevaban la cadencia del movimiento. Ellas están dentro, frente a la Bukanero. Chelean. Dejaron la soledad en la calle; ese espectro de soledad que invade a los radioescuchas de Radio Rebelde, que optaron por quedarse en casa para escuchar como leen sus cartas atestadas de esperanza.

Publicado el 01 de Abril de 2011

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