La Red Italiana por la Justicia Ambiental y Social se encamina a Cancún

Luca Tornatore (activista de la Asociación Ya Basta Italia y Astrofísico de la Universidad de Trieste) Traducción de Matteo Dean

Trieste, Italia. Dos largas filas se confrontan bajo el alto sol del mediodía. Por un lado un centenar de activistas de la Asociación ya Basta de Italia con su traje blanco, estrechado el uno al otro con los brazos. Por el otro lado, las altas plantas de maíz transgénico (OGM, organismos genéticamente modificados), sembradas ilegalmente y a escondidas, ya listas para florecer. Entre las dos filas, se encuentran los sigilos de la policía, pues el campo está secuestrado por la autoridad judicial. En las miradas de los activistas se lee la determinación a pisar tanto las plantas como los sigilos.

Lo anterior es obvio, pues durante meses las autoridades no investigaron la siembra ilegal a pesar de una demanda interpuesta justamente por lo activistas junto a agricultores locales. Solamente cuando los campos fueron ubicados por parte de los agricultores y por parte de la organización Greenpeace, y explotó la polémica entre los partidos al poder, la autoridad judicial secuestró el lugar. El secuestro pero no fue acompañado por la orden de destrucción del cultivo, mientras lo resultados de los análisis genéticos ordenados por el juez – según el cual, ocho horas eran suficientes para dicho proceso de laboratorio – tras 40 días aún no llegan.

En un comunicado de prensa del día siguiente de la acción del 9 de agosto pasado, los activistas italianos afirman: “La desobediencia civil que resiste y defiende la tierra de esta legalidad indecente no es sólo justa sino que simplemente es inevitable y necesaria […]. Estaremos donde sea necesario, duros y determinados como la madera de un árbol, para afirmar el derecho y el deseo de las comunidades de apropiarse nuevamente de la Tierra y de regresarla a la Vida en lugar que al Mercado”.

Los activistas se miran entre sí, sonriendo. La policía no sospechó nada. En pocos días lograron reunirse varios cientos de activistas de todo el norte de Italia. Llegaron allí, poco a poco, y se reunieron en un pueblo cercano. Luego la aproximación al campo. Finalmente la formación frente al maíz OGM. Un activista, con el megáfono en la mano, sonríe y grita: “El clima cambia, la tierra se seca, el agua es privada. ¡Ya basta compañeros, adelante con la operación palomitas!”. La larga fila se mueve hacia el frente y con alegría pisa las plantas de maíz, rompiendo y destruyendo todo.
Los periodistas convocados por la ocasión escuchan no sin sorpresa la voz amplificada de los activistas: “Nosotros somos los Organismos Genuinamente Movilizados”. Los periodistas creían que iban a asistir a una acción demostrativa, pero aquí no hay nada demostrativo. Las plantas son destruidas, reunidas y enfundadas en grandes bolsas negras que llevan la escrita “Bio Hazard” (riesgo biológico).

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