La revuelta de las carretillas

Asociación Movimentazioni

Pescara, Italia. Describir la revuelta de una comunidad no es tarea sencilla. Las revueltas hay que vivirlas más que contarlas. Sin embargo, la revuelta de las carretillas representa sólo el grito, el ¡ya basta! Que la comunidad de la ciudad de L’Aquila ha gritado en contra de los poderosos. Lo importante, creemos, es entender en qué contexto se ha generado la rebelión, hasta qué punto de compresión fue obligada la comunidad de L’Aquila antes de rebelarse.

A quienes leen con la mirada lejana mas con el corazón cercano, el nombre de L’Aquila les recuerda un rapaz majestuoso; para nosotros, los de Abruzzo (entidad político-administrativa italiana), L’Aquila es también nuestra capital. En una cuenca rodeada por montañas de cerca de 1000 metros de altura en la Italia central, 70,000 habitantes en uno de los centros históricos más grandes y bellos de Europa, L’Aquila es la ciudad del 99: 99 iglesias, 99 plazas, 99 fuentes. Es una ciudad universitaria con 15 facultades, 20,000 estudiantes foráneos.

Todo lo anterior, antes de las 3.32 horas del 6 de abril de 2009.

Crónica histórica: desde el sismo hasta febrero de 2010

El sismo. El 31 de marzo, 2009, seis días antes del terremoto y luego de meses de ininterrumpidos movimientos telúricos, la Comisión de grandes riesgos se reunió con autoridades de la Protección civil en L’Aquila. Después de sólo 30 minutos concluyen su trabajo excluyendo la posibilidad de un evento desastroso para L’Aquila, tranquilizando así a la población. Ningún riesgo, así que para los máximos expertos, no hay que adoptar ninguna medida de seguridad. Seis días después había sólo seis bomberos en servicio. Ninguna precaución. El 6 de abril a las 3.32 de la mañana, 22 segundos de movimiento telúrico destruyen por completo el centro histórico de L’Aquila y de otros 58 comunes abruzzeces, hay 308 víctimas mortales, cientos de heridos y más de 90 mil desplazados.

Las casas de campaña y los hoteles. En la madrugada del 6 de abril, la estrategia de Bertolaso (responsable de la Protección civil nacional) fue destituir a los entes locales de sus poderes, desarticular a las fuerzas del orden y militarizar el territorio. El centro histórico de L’Aquila se convierte por completo una zona roja infranqueable, sepultada por los escombros y es inaccesible para cualquier persona que no sea escoltada. Al mismo tiempo, la mitad de los habitantes son trasladados a la costa abruzzesa, a hoteles (requisados por la Protección civil), el resto, por largos siete meses son confinados en las tiendas de campaña y sujetos a controles y prohibiciones, como aquellas de reuniones y volanteos. Los aquilanos vivieron en las tiendas de campaña hasta noviembre del 2009. Así, en un territorio deshabitado y con las comunidades destruidas y dispersadas, la primera emergencia es manejada como uno de los “grandes eventos” italianos, con su corolario de derroche y favores. Resulta ejemplar la concesión de los baños químicos de las tiendas de campaña. Son 3500 de ellos, rentados con un costo de 80 euros por día. De acuerdo a algunas investigaciones, hay 1600 baños de más, es decir, 4 millones de euros al mes que son desperdiciados. Queda pendiente aclarar el rol de algunas empresas de la región Campania (afines a la Camorra, mafia regional), que realizan trabajo de gestión de residuos, y que llegaron a L’Aquila desde la madrugada del 6 de abril, llamadas por Protección civil.

Sin embargo, suceden cosas aún más inquietantes, como la repentina destrucción de escombros de algunos edificios derrumbados, y que deberán ser investigados por parte de la Procuraduría para construcciones fuera de la norma. Las pruebas son así desaparecidas, e inmediatamente después, la Dirección nacional anfimafia decide crear un grupo para la emergencia en Abruzzo.

La casa del estudiante y la Universidad. Uno de los derrumbes más devastadores fue el de la Casa del estudiante, que albergaba a los estudiantes foráneos notables y con menos recursos económicos. Estando cerca de dos días de pascua, muchos estudiantes se habían ido a sus casas para pasar allá las fiestas con sus familiares. Sin embargo, para la mayor parte de los que se quedaron, ocho, no hubo salvación.

Un edificio público que debía haber sido construido siguiendo todas las normas y leyes en términos de seguridad y sismos, terminó colapsándose por completo. La Casa del estudiante y sus víctimas se convirtieron en el símbolo de todo lo que la corrupción y la irresponsabilidad de los administradores y empresarios pueden provocar en términos de tragedias incurables. Actualmente, la investigación más importante que conduce la magistratura es aquella sobre el derrumbe de la Casa del estudiante.

Desde siempre, todos sabían que L’Aquila es un territorio de alto riesgo sísmico, aún así por años han construido donde no se debía, con materiales inapropiados y poco seguros. L’Aquila se destruyó no sólo por el sisma sino por la gula de las empresas y de los poderosos. La universidad de L’Aquila es el mayor motor económico, social e intelectual de la ciudad. Como todas las ciudades de montaña tiene una población no tan joven, que se ve rejuvenecida por los miles de estudiantes que vivían ahí y la visitaban. Los estudiantes perdieron con el sisma no sólo sus casas, libros y cosas, muchos perdieron la vida, y para los que no fue así han perdido para siempre su propia vida universitaria. Ahora, los estudiantes que, por orgullo y obstinación, han decidió reinscribirse en L’Aquila van y vienen, tomas clases y presentan exámenes en las casas de campaña, o tiene las sedes desplazadas a otros pueblos.

El gobierno no ha dado respuesta a los miles de solicitudes provenientes de la rectoría y de los estudiantes para que encuentre una solución para los foráneos que retomarán clases en septiembre. Además de que sabemos cuánto pueden “ayudar” los estudiantes para reconstruir en L’Aquila a la comunidad social y viva.

El G8. En mayo del año pasado, el gobierno italiano decide trasladar la sede del G8, previsto para julio, de Cerdeña a L’Aquila. Berlusconi transforma el G8 en un inmenso spot mediático sobre la reconstrucción, con Obama que se pasea entre los escombros y la presidenta alemana que lo felicita por el plan de reconstrucción de casas.

La reunión del G8 tuvo un costo de medio billón de euros (512,474,178 euro). Se gastaron 24 mil euros en toallas, 22,500 en cajas de palta de Bulgari, 350mil en televisores LCD, 10mil en hervidores de té y 373mil en la renta de sillones. Además, en términos de seguridad, esto implicó para los aquilanos la imposibilidad de moverse, pues se prohibió salir de las tiendas de campaña durante siete días. Consideren lo que significa para personas desplazadas en más de 30 grupos de casa de campaña, separadas de sus conocidos y seres queridos, obligadas a vivir en un tienda con desconocidos, con humedad y calor tórridos como para moverse, siquiera para ir a visitar sus viejas casas derrumbadas o dañadas para poder recoger ropa y otras cosas, o siquiera para poder ir a visitar a amigos y familiares en otras tiendas.

Plano de reconstrucción de casas. Es en este escenario que Berlusconi lanza el proyecto CASE, prometiendo “de las tiendas de campaña a las casas dentro del próximo septiembre”. Comienza así la construcción de 19 nuevas urbanizaciones (áreas normalmente agrícolas o con vínculo paisajístico y urbanístico, expropiadas en los alrededores de L’Aquila, en medio de la nada) con 4,700 casas nuevas en edificios prefabricados de 4-5 pisos cada uno, todo rigurosamente anti-sísmico. Las nuevas urbanizaciones no son temporales, o sea que no serán deshechas si alguna vez L’Aquila llega a ser reconstruida. La asignación a las familias es temporal y en comodato de uso gratuito, pero todos los edificios permanecerán ahí para siempre, vacías para testimoniar como ejemplo urbanístico de miles de metros cúbicos de cemento, un consumo acelerado y salvaje del territorio, el más insensato y veloz que la historia de Italia recuerde.

El plan CASE, bajo el estado de necesidad, urgencia, impostergabilidad y de emergencia fue realizado para derogar todos los procedimientos de las concesiones públicas. El mismo Bertolaso gestionó todo sin control de algún tipo. Estamos hablando de cientos de millones de euros. El costo de la operación fue de 2,700 euros por metro cuadrado, casi el doble de las construcciones normales anti-sísmicas. La falta de controles es uno de los nuevos descubrimientos y pone bajo acusación a las responsabilidades del gobierno. No es coincidencia que ahora las empresas excluidas de las concesiones y sub-concesiones sean poquísimas. No faltan las empresas ligadas a las mafias, las cuales fueron intervenidas por la magistratura. Serían hoy más de 300 las empresas sicilianas, calabresas, pugliesas, napolitanas y abruzzesas objeto de investigación, incluidas otras con sedes en el norte pero a nombre de hijos y nietos de mafiosos y camorristas de segunda y tercera generación.

A un año del sismo

Son 52.000 los desplazados que aun reciben atención de la Protección civil, 14.000 de ellos están en las nuevas urbanizaciones. Hay 2 mil casas de madera y llegarán a ser 4 mil en total cuando terminen de ser construidas. 30mil aquilanos reciben 200 euros al mes – cuando se los depositan – y por el resto se las arreglan por sí mismos. De estos, 6 mil aún están en hoteles, 4500 viven a 200 km de distancia de su ciudad.

Cada mes, todo esto cuesta al Estado italiano muchísimo dinero. Aún así, hasta ahora no se ha hecho nada por la reconstrucción de L’Aquila y los demás pueblos destruidos. La duda que después de un año permea a los aquilanos es “si habrá dinero para la reconstrucción o nos veremos obligados a vivir por siempre en las nuevas organizaciones”. Hasta ahora no ha sido posible siquiera iniciar la reparación de las casas levemente dañadas, que son muchísimas, y que sobre todo se podrían restaurar en pocos meses. Aún cuando los ciudadanos han puesto a disposición toda la documentación para iniciar los trabajos de restructuración, el gobierno no ha aprobado ningún trámite. El proceso burocrático es larguísimo y los proyectos deben ser aprobados por tres comisiones. Esto es absurdo si se piensa que las nuevas urbanizaciones fueron construidas sin ninguna verificación ni control.

Los aquilanos afectados por el sismo que cambió para siempre su vida durante meses confiaron en Bertolaso y en las promesas del gobierno de Berlusconi. Esta fue una de las razones para el éxito de la protección civil. Esta institución, aparentemente no coludida con el poder político, llegó a llenar un vacío de esperanza y miedo. Muchos recibieron con entusiasmo el G8, y brindaron con Berlusconi cuando les entrego las casas. Sin embargo, en estos meses una minoría no silenciosa se ha reunido en comités, ha hecho trabajo de contrainformación para develar el enorme poder de la protección civil, y ha buscado de muchas formas de romper el muro de la propaganda y de las mitificaciónes creadas por el gobierno de Berlusconi.

Febrero 2010

Domingo 21 de febrero, el centro de L’Aquila está desierto, y como sucede desde hace 8 meses, está custodiado por las fuerzas del orden y por el ejército. Cientos de hombres en traje antidisturbios vigilan los escombros y los edificios destruidos. Una zona roja infranqueable que esta vez los aquilanos han decido sobrepasar. Los ciudadanos de L’Aquila cuelgan las llaves de sus casas en las barreras como símbolo de una rendición a la barbarie. Algunas de estas barreras luchan y avanzan. Es una paradoja, pero es la primera vez que los habitantes de L’Aquila vuelven a pisar las calles y las plazas de su propia ciudad, llena de 4.5 millones de toneladas de escombros que yacen ahí, exactamente donde cayeron el 6 de abril del 2009, sofocando no sólo el centro histórico, sino también sus vidas. Durante 8 meses fueron alejados en las casas de campaña y en los hoteles. Han vivido como desplazados por meses, lejos de lo que era el centro vital de su comunidad, del corazón de su ciudad. Hipnotizados por el sueño berlusconiano de las nuevas urbanizaciones, nuevos barrios lejos de todo.

El domingo siguiente mujeres, hombres, viejos, niños, estudiantes, médicos, obreros, abogados, maestros regresaron a su plaza “armados” de carretillas, cubrebocas, guantes, cubetas, palas, instrucciones de uso. Un río humano que durante todo un día coopera removiendo los escombros, para hacer lo que el gobierno y la protección civil no han logrado hacer, o no han querido hacer, en 8 meses. Brazos que se ayudan, que trabajan juntos. Una comunidad que regresa más fuerte que nunca ante tanta disgregación. Un compartir efectivamente impensable antes del terremoto. Muchos en L’Aquila dicen que algo como esto no lo habían visto nunca. Ésta es la reconstrucción social, y va al parejo con hacer algo concreto por la propia ciudad y por la identidad social. Pasándose una cubeta, rencontrándose en el lugar donde se dejaron antes del inicio de esta triste historia. Sucede que sobre los cúmulos de escombros se encuentran viejas amistades a las que no se veía desde hacía años. Compartir con ellas el cansancio y reencontrar el calor que una situación de este tipo puede desarrollar.

Ver al pueblo que coopera quitando por sí solo los escombros, formando cadenas humanas de casi un kilómetro de largo no es algo del capitalismo del segundo milenio. Es algo que para este sistema no debería siquiera verse porque podría demostrar que las fuerzas que vienen de abajo, más allá de estar limpias, funcionan y son funcionales. Por esto hay barreras que lo impiden.

El 28 de febrero en L’Aquila fue la jornada del “pueblo de las carretillas”, o sea, los aquilanos que se encuentran los domingos para limpiar su ciudad. El comité hizo un acuerdo con el alcalde y con la policía: grupos de 45 personas podrán entrar por turnos en la plaza “Palazzo” para las operaciones de remoción. Pero esto no funciona porque las ganas de cada uno por hacer algo es mucha. Así, miles de personas derriban las barreras y entran en la zona roja. Las fuerzas del orden no pueden más que limitarse a controlar que ninguno se disperse entre los callejones más riesgosos. Lo que sigue es increíble. Personas con las palas, bajo la guía de técnicos que diferencian ladrillos, tejas, adobe, fierro y otro materiales. Hay conmoción entre quien participa, y también hay entusiasmo y ganas de hacer algo, tantas ganas.

Los aquilanos ahora lo saben. Después de meses de represión y contención, ahora la población está retomando la confianza en sí misma, y sabe que las barreras y las prohibiciones que les han sido impuestas y que les quitaron su propia ciudad y su libertad para autodeterminarse pueden y deben ser deshechas. Ahora los aquilanos saben aplicar la desobediencia civil. De hecho cada domingo hay gente nueva para sobrepasar las vallas, enfrentarse al ejército, a la policía y a los carabineros. Son personas que quizá hasta el domingo anterior veían por la televisión como se retoma la ciudad. Esos cuerpos a los que fue impuesta una férrea disciplina y un confinamiento en recintos de casa de campaña, movidos como paquetes y confinados en hoteles. Quedaron pasivos y sólo se les daba de comer y beber. Cuerpos a los que se les prohibió moverse libremente y que ahora han recuperado la libertad de cooperar y ponerse en disposición.

La del pueblo de las carretillas ha sido justamente llamada “revuelta” porque es una definición que transmite la fuerza que han sido estos domingos como reacción ante a la enésima prohibición. Es una fuerza directamente proporcional a aquella utilizada tan profesionalmente luego del 6 de abril para mandar y controlar a la entera población, que ha interceptado y destruido quirúrgicamente cualquier tipo de práctica solidaria espontánea. “Revuelta” porque ante tal represión se puede responder sólo con una revuelta. Los aquilanos, comprometidos como todos los que viven en este territorio, por ejemplo, los foráneos, han comenzado a retomar su propia dignidad. No es una dignidad hecha de silencio y obediencia, la cual les han puesto luego el sismo, sino que es la dignidad de ser libres para reconstruirse.

Publicado el 01 de Mayo de 2010

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